sábado, 29 de febrero de 2020

LEER LO JUSTO




Leía el otro día un texto, publicado hace un par de años en El Norte de Castilla, en el que hablaba de la lectura. Reflexionaba sobre el método que se ha usado para "convencer" a las nuevas  generaciones de sus enormes bondades, dando solo un enfoque utilitarista de este hábito.

Lee porque te volverás más listo.

Lee porque mejorará tu ortografía.

Lee porque tu capacidad para esquematizar se potenciará.

Lee porque sacarás mejores notas.

Lee porque...

Así, las razones para leer se centran en lo útil que resulta la lectura, sin pararse a pensar en que son otras las que nos convierten en lectores.

La lectura emociona.

La lectura es divertida.

La lectura te traslada a otro lugar y otro momento.

La lectura te hacer vibrar por dentro.

Podriamos seguir sumando razones que no tienen nada que ver con su utilidad.

Estamos perdiendo esta batalla me temo, no sé si a cuenta del enfoque o por esta velocidad que está cogiendo el mundo. Corren malos tiempos para un amor que no es instantáneo, que necesita cocerse a fuego lento. Corren pésimos momentos porque, aunque es probable que sea verdad que ahora se lee más, se lee mucho peor. El vocabulario se ha reducido en los adolescentes hasta límites de risa y es más que probable el abandono, pues no entienden la mitad del texto. Aunque sea breve.

Qué poquitos lectores jóvenes (entre 15 y 25), nos quedan. Haberlos, haylos, como las meigas, pero son muy difíciles de encontrar. ¿En las redes? Puede, pero me da que hay mucho postureo en todo y estoy segura de que lo de leer no se libra.

Es muy posible que quienes ya leíamos, leamos más que nunca -no cuenta el rato en las redes, estoy hablando de libros-, pero los jóvenes no leen.

O leen lo justo.