miércoles, 26 de julio de 2017

SIGO LEYENDO...



Después de una racha de éxitos lectores, en los que pensaba que había superado el bache, ha llegado la cruz. Las tres últimas novelas que he leído no me han gustado.

Pasa, a mí cada vez más. Por eso, cuando esto sucede, me refugio en algún clásico, algún libro de esos que sé que no me van a fallar, lo releo y recupero las ganas de envolverme de nuevo en las páginas de un libro.

Mi salvadora, esta vez, ha sido Orgullo y prejuicio, un ejemplar en papel que conseguí en Amazon por el sorprendente precio de 2,80€ (en papel). Sé que hay uno en casa de mi madre, me lo confirmó esta semana, pero también hay 150 kilómetros de distancia con mi casa y me iba a costar más el combustible, así que me hice con él.

La novela, como siempre, me tiene con el boli en la mano, anotando frases en mi libreta.

Sobre los fracasos lectores, os diré que me dejaron fría. No encontré nada en la narrativa que hiciera sospechar que esas historias deberían estar publicadas. Os diré también que algunas eran novelas publicadas con editorial y otras autoeditadas, así que de aquí tampoco puedo sacar más conclusión que la frase que lleva muchos días rondándome la cabeza, una que le oí a Avelina Lesper, crítica de arte mexicana. Ella hablaba de arte, o de eso que pretenden vendernos como arte, aunque yo se lo aplico a la literatura, porque la reflexión le queda como anillo al dedo:

"El mercado se ha comido a la inteligencia en el mundo del arte".

Puede que la frase no sea literal, estaba desayunando cuando vi el vídeo por segunda vez y me impactó aún más escuchar una verdad tan rotunda. A mí tampoco me parece arte cuando me presentan una mesa llena de desperdicios con un cartelito que dice: 10.000€. No me provoca más que una emoción, el cabreo de saber que habrá alguien que será capaz de confundir eso con arte. Que se confundan las señoras de la limpieza y lo retiren pensando que es basura no me enfada, me demuestra que son más inteligentes que muchos que se creen listísimos.

Avelina Lesper decía que el arte debe provocar emociones y que para serlo no debe necesitar una explicación retórica, que debe entenderse sin guías. Y yo lo creo. Además, lo siento. Lo he escrito más de una vez, aquí, en el espejo, que cuando entro en el Museo del Prado o en el British Museum me da un poco de vergüenza que alguien se fije en mí porque no puedo controlar las emociones y alguna vez he llorado.

Pues con la literatura pasa lo mismo. Me tiene que llegar alguna emoción de lo que leo, tienen que traspasar las páginas y rozarme la piel, activar resortes internos que me conmuevan. Con estos libros, los resortes que se activaban eran los de la estupefacción por lo que tenía entre manos, porque creo que seguro que hay alguien que confunde eso con la literatura. Porque creo que la literatura la han convertido en un mercado (perdón, un mercadillo) donde se venden imitaciones y todo el mundo parece tan contento con ellas. Se cuelgan un libro cutre al hombro, como quien se cuelga un bolso comprado en el suelo de una calle, y pretenden hacerse pasar por lectores.

Estoy triste, pero sigo leyendo.

Por cierto, también leí otra frase, de Pérez-Reverte en su carta a un joven escritor (la leí, aunque ya no sea tan joven): "Escribe cuando tengas algo que contar." Pues eso, que como no tengo nada que contar, nada que no esté ya en el mercadillo, mientras llega esa historia, no escribo.

Sigo leyendo...

Creo que esta vez he elegido mejor, ya os contaré si eso...

sábado, 15 de julio de 2017

LA CHICA DE LAS FOTOS, 0,94€



No sé cuánto tiempo durará la oferta, porque de hecho no tenía conciencia de que este mes La chica de las fotos fuera a estar de oferta, pero el caso es que esta mañana la he encontrado en Amazon a 0,94€ en el formato digital. Pulsa el enlace para llegar a ella.



Si eres de papel, por menos de ocho euros la tienes en casa. Pero si la quieres en este formato, date prisa: queda un ejemplar. Justo al pulsar ese enlace la puedes encontrar.



¿Por qué os la recomiendo?

En primer lugar, porque está bien escrita. Eso para mí es esencial, así que cuando escribo una novela pongo mucho trabajo y mucho esfuerzo en que el resultado esté muy trabajado. Sí, no os fiéis de un comentario que tengo en el .com de Amazon: trabajé y mucho la novela. Tanto que quedé finalista en un certámen al que se presentaron más de 400 novelas, y no gané porque tuve la mala suerte de que Mayelen Fouler se presentara al mismo con En Tierra de Fuego, una novela preciosa que se llevó ese premio con todas las de la ley.

También os la recomiendo.

En segundo lugar, porque cuenta una historia de amor con un trasfondo interesante: el mundo del cine, la prensa del corazón, los montajes, los robados...y las mentiras que nos venden. Al final, quien las protagoniza es el último que se entera, igual que pasa en lugares pequeños, en lugares como Grimiel, el pueblecito de la novela.

Por cierto, Grimiel no existe, aunque se parece mucho a algún pueblo que conozco.

En tercer lugar, por los personajes. Sobre todo alguno que parece una cosa al empezar, pero que acaba demostrando que la imagen que damos muchas veces no se corresponde en absoluto con la realidad.

Y, por cierto, los secundarios no acaban siendo los protagonistas al final. Quizá es que al principio no se nos ha escapado que alguno de ellos es quien ha provocado, de alguna manera, que Lucía y Alberto acaben en Grimiel, que este conozca a Rocío, que la boda se vaya al garete...

No os cuento más.

Por menos de un euro podréis descubrirlo por vosotros mismos.

viernes, 14 de julio de 2017

EL INESPERADO PLAN DE LA ESCRITORA SIN NOMBRE DE ALICE BASSO


Portada de la edición de Círculo de Lectores, que es la que he leído yo.


Portada de la edición normal (mexicana).


Sinopsis:

Ponerse en la piel de otro puede considerarse un don preciado... O una carga insoportable. Gracias a su empatía, Silvana había conseguido trabajar en una editorial de Turín como negro literario, un oficio desconocido para el gran público que la había llevado a escribir grandes éxitos comerciales por encargo. No le molesta, ni siquiera le importa.
Es su trabajo.
Incluso cuando un sagaz comisario le pise los talones, involucrándola en una desaparición, Silvana demostrará su poderosa capacidad de filtrarse en la mente ajena.


Mis impresiones:

Reconozco que vi en la portada la palabra escritora y ya me paré. Después leí que se trataba de un negro literario e hice el pedido de Círculo sin mirar más allá. ¿Por qué? Pues porque igual que hay niñas que sueñan con ser princesas o con trabajar en Zara, u otras más listas que prefieren hacerlo con ser neurocientíficas, yo soñaba con escribir y, cuando crecí un poco, no me dio por pensar en fama o focos encima de mi cabeza. ¡Qué va! Yo quería ser negro literario. De hecho, durante un tiempo todas mis búsquedas en internet se centraban en encontrar un lugar donde quisieran contratarme como tal.

Así, sin currículo ni nada.

No se me ocurrió que ser negro literario tiene que mantenerse en secreto. ¿Cómo vas a poner un anuncio en la red? Bueno, ahora hay de todo, pero cuando yo estaba obsesionada con buscarme la vida con esto estábamos todavía en el siglo XX e internet iba a pedales.

No encontré ni una sola oferta de empleo.

El caso es que la novela me interesó desde antes de saber más de ella y la compré. Me llegó a casa a la vez que Patria y me decanté por esta. La dejé en la mesilla y ahí se ha pasado varios meses, porque más libros se le han ido colando.

Y porque tenía miedo.

De verdad, pensaba que tal vez me había precipitado y no me iba a gustar y postergaba el momento a propósito. Al final, cuando al fin he decidido cogerla, no me ha durado nada entre las manos. Ha cubierto todas mis expectativas y voy a darle un lugar especial en mis recuerdos lectores.

Voy a intentar decir por qué.

Primero, por la trama. Mezcla una historia propia de una novela policíaca con multitud de referencias literarias (Pepe Carvalho, el mítico detective creado por Manuel Vázquez Montalbán se cuela entre sus páginas).

Segundo, el personaje protagonista, Silvana Sarca, Vani. Me ha encantado la manera de caracterizarla, a través de su extravagante manera de vestir y, sobre todo, de su forma de expresarse, entre cínica, irónica, descreída... Tiene un pasado que pesa mucho, pero la manera de contarlo es tan divertida que aporta ligereza en la novela. Me he reído un montón de veces con ella.

Tercero, porque el verano pasado escribí una novela donde el protagonista es un negro literario. Vale, como yo al final no conseguí escribir para otros, pensé que era una buena idea inventar una historia en la que uno de mis personajes lo consiguiera. Me salió más atormentado que esta y menos atractivo, pero está en fase de borrador, así que aún tiene arreglo. Creo. Si algún día me apetece volver a él.

Cuarto, por la historia de amor. Que no lo es, en realidad, que es solo una excusa de esas que nos valemos los juntaletras para ganarnos a algunos lectores y después contarles lo que nos da la gana. Riccardo Randi será su oponente en esta parte de la novela, un escritor muy atractivo, autor del libro más vendido Más recta que la cuerda de una guitarra, el libro más bello del mundo, ¿Autor? Bueno, sí, de las frases, del sabor de las palabras, pero de poco más, porque fue Vani quien encontró el hilo conductor, organizó la historia y convirtió unas cuartillas dispersas en un bestseller. Él se lo pagó no dándole ni siquiera las gracias, ni siquiera regalándole un ejemplar dedicado del libro... Sin embargo, algo sucede cuando se vuelven a ver. Y bueno... que de esto mejor no cuento más, porque tiene miga. Y no todo es rosa, no os asustéis.

Quinto, por el comisario Berganza, que es como todos los comisarios de todas las malas novelas negras. Incluso va vestido con la típica gabardina, pero al final creo que el homenaje que estaba haciendo la autora a este arquetipo acaba dando como resultado un personaje entrañable.

Sexto, por los dos cambios de giro. Me encontré pensando: "pero qué buena idea", más como escritora que como lectora, porque no me los esperaba en absoluto. El segundo un poco más, pero el primero no. Me pilló totalmente descolocada. Volvía de Valladolid en el coche, leyendo, como siempre (debo de ser de las pocas personas que se marean en el asiento de detrás siempre y en el de delante puedo leer horas seguidas) y cerré el libro, para saborear un rato, mientras miraba el paisaje, aquella fantástica idea para hacer que todo lo que había contado Alice Basso hasta el momento sufriera un cataclismo.

Séptimo, por el final. Me ha parecido muy acertado. No voy a explicar nada de esto. Entendedlo, es el final. Se llama Deus ex maquina. No digo más... pero estoy diciendo mucho, como en realidad nos lo dice la autora cuando pone este título.

Octavo, por el epílogo. A mí no me hacen falta los epílogos. A veces, sobre todo en la novela romántica, donde se abusa de ellos, no me dicen absolutamente nada. Te cuentan lo que fue de los personajes unos años después y se limitan a un fueron felices, comieron perdices y tuvieron varios hijos. ¿De verdad es imprescindible que me cuenten esto? Yo creo que o hay algo más, o ¿para qué? Bueno, pues en este caso hay un algo más que me ha gustado. Y no me lo he saltado. No he leído en vertical. Nada de eso. Hubiera seguido leyendo un rato más.

Noveno, la división de la novela en capítulos no demasiado extensos y un epílogo. No hay prólogo, no hay un número redondo. Es un poco caótico y bastante poco rígido. Me ha gustado que haya usado las palabras justas que necesitaba, los capítulos que le hacían falta. Ni más ni menos. Ah, y los ha titulado todos.

Décimo, el sentido del humor. Me he reído un montón de veces.

Conclusión: me ha fastidiado mucho que la novela use una protagonista que se dedica a lo mismo que la de la mía, porque encima lo ha hecho mucho mejor de lo que lo haría yo en cientos de miles de años.

Es un homenaje a la literatura, un juego de espejos con lo mejor y lo peor de la construcción de novelas y los sótanos del mundo editorial. Juega con tópicos, arquetipos, compone a la vez que descompone y todo a través de la mirada de una escritora muy particular.

No tengo ni idea de si está en tiendas, no me he fijado. Tendré que mirar con más atención.

domingo, 9 de julio de 2017

BUSCANDO A AUDREY, DE SOPHIE KINSELLA.



Sinopsis:

Desde que sufrió un terrible episodio de acoso en la escuela, Audrey, de catorce años, se niega a dar un paso fuera de su hogar o a relacionarse con nadie que no sea de su familia. Las gafas oscuras y la capucha de la sudadera se han convertido en sus mejores aliadas. Hasta que conoce a Linus, un compañero de videojuegos de su hermano mayor y experimenta una fuerte conexión que despierta en Audrey el intenso deseo de salir de su caparazón… Un largo viaje acaba de empezar. Por suerte para ella, Audrey no tendrá que emprenderlo en solitario. Cuenta con la inteligencia de su psicoterapeuta, con el cariño de su familia, con el ingenio y el humor de Linus. Pero, por encima de todo, cuenta consigo misma.


Mis impresiones:


No tenía ni idea de lo que me iba a encontrar cuando empecé a leer esta novela. Estoy tan acostumbrada a reír con Sophie Kinsella, que incluso a pesar de la sinopsis esperaba hacerlo. Y no es que no me haya reído, que sí, pero la novela me ha dejado un poco descolocada.

A ver si me explico mejor, porque me temo que nadie se está enterando de lo que estoy tratando de contar. Rebobino…

Soy fan de Sophie Kinsella. Cada vez que la vida me hace una putada, me voy a la estantería y releo alguno de sus libros. Al cabo de un rato de empezar la lectura, como si fuera magia, me encuentro riéndome como una idiota de las tonterías que les pasan a sus personajes. Casi todos tienen un componente surrealista que me encanta, ese humor inglés que a veces es un poco extraño, pero que cuando le pillas el punto te tiene con una sonrisa boba entre los labios.

Tengo tres mega favoritos:

Tengo tu número.

No me lo puedo creer (malísima traducción de Can you keep a secret, mucho más acorde con la historia).

La reina de la casa (la reina de las novelas de esta mujer para mí, hay veces que no necesito ni abrir la novela para reírme con algunas frases que recuerdo).

Loca por las compras no me gustó especialmente, no sé por qué, igual porque comprar no es mi actividad favorita y no le pillo el punto. Por eso tengo muchos de ellos ahí, en los pendientes. Cualquier día me los compraré e iré renovando repertorio.


Buscando a Audrey fue una compra para tener más donde elegir en la estantería en un momento de esos tontos en los que la risa es la mejor terapia. Solo que no me fijé mucho en la sinopsis, solo leí el nombre de una autora en la que confío a ciegas y me lo regalé sin más.

Ha sido una sorpresa mayúscula.

Entre esos personajes tan estrambóticos que ella dibuja siempre se cuela una historia de acoso escolar. Arranca en un momento divertidísimo, cuando la madre de Audrey amenaza con tirar por la ventana el portátil de su hijo mayor, Frank. La madre, asidua lectora de Daily Mail, está obsesionada con que su hijo juega demasiado LOC un videojuego. Está dispuesta a acabar con eso que ella considera una adicción. Son esos momentos en los que, a través de los diálogos, vamos conociendo el carácter de los personajes: Frank, un adolescente que siempre tiene la palabra justa (Audrey dice que podría ser abogado de mayor), Chris, el padre, que va a un poco a remolque de Anne, una mujer que está un poco de los nervios, obsesionada con ser buena madre. Y Félix, el pequeñajo de la familia, de cuatro años, un muñeco feliz de pelo rubio algodonoso al que Audrey envidia porque no tiene preocupaciones en la vida.

Y ella, claro, que se oculta tras unas gafas de sol, porque no puede soportar la luz del mundo después de lo que le ha pasado.

Entonces, la novela da un salto atrás en el tiempo y nos cuenta cómo han llegado a esta situación, para que la madre quiera tirar el ordenador de Frank por la ventana. No ha pensado ni siquiera en que cuesta una pasta. Poco a poco la autora, a través de situaciones a veces un poco surrealistas, nos irá acercando a lo que le ha pasado a Audrey.

Y entonces viene lo que no es gracioso.

Ha sabido ponerse en la piel de una adolescente acosada, o al menos mostrarnos sus emociones que en algunos momentos me han resultado muy realistas.

"Me estoy perdiendo tantas risas... A veces me hago ilusiones de estar acumulando una buena provisión de risas perdidas que, cuando me recupere, saldrán todas en un estallido y me dará un enorme ataque de risa que me durará veinticuatro horas seguidas."

No sé cómo explicar todo lo que he sentido con esta novela. He visto a Audrey subir y bajar en esa gráfica confusa que es la recuperación de alguien que está metido en una depresión. Me ha encantado el personaje de Linus, el amigo de Frank, que acaba convirtiéndose en alguien muy especial para Audrey y es un pilar esencial en el inicio de su recuperación. La historia de amor entre estos dos personajes adolescentes es muy tierna ("Me encantas tú".) Y me ha parecido muy acertado el que no fuera todo de color rosa, que la autora no haya tirado de azúcar sino de realidad para retratar esto. El momento con Izzi, una de las acosadoras, la actitud de sus padres queriendo convertirla en víctima principal... 

En ningún momento nos especifica qué es lo que le hicieron a Audrey. Solo hay vaguedades y no estoy segura de por qué ha hecho esto, si se ha saltado esta parte para que la novela no pierda esa parte de humor o porque no ha sabido cómo abordarlo. En serio, no he llegado a ninguna conclusión.

Es dura, es loca, imaginativa pero con los pies pegados a la realidad, por mucho que la maquille de buen humor y le ponga unas gafas oscuras para que no haga tanto daño.

Me ha parecido original ese tratamiento de documental, cuando a Audrey le dan la cámara para que grabe todo lo que le rodea. 

No la leáis si no estáis en un buen momento, esta no es como las otras, no escojáis esta novela si esperáis que sea solo para reír un rato y no pensar mucho en la vida, porque os vais a equivocar. Pero si no le tenéis miedo a la realidad.


sábado, 8 de julio de 2017

CEMENTERIO DE LIBROS

"Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados"

Así empezaba La sombra del viento, el libro de Zafón que se convirtió en uno de los libros en español más traducidos de todos los tiempos. En este mágico lugar, escondido en una oscura calle de Barcelona (hice la ruta en 2007 y la guía nos llevó a una puerta donde podría estar la ubicación de ese cementerio) se encuentran recogidos todos aquellos libros que han sido extraviados u olvidados por sus dueños a lo largo de la historia de la humanidad. Allí están, a la espera de que alguien que los lea, los disfrute y los rescate de su olvido.

Esta mañana, hablando con mi amiga escritora, María José Moreno, ha dicho que Amazon se parece cada vez más a un cementerio de libros. Lo más triste es que tengo que darle la razón. Yo misma tengo unos cuantos cadáveres en ese cementerio.

Ocho, para ser precisos.

Espero que algún loco los rescate del olvido, que es la última de las muertes.



jueves, 6 de julio de 2017

UN CAFÉ A LAS SEIS DE PILAR MUÑOZ



Sinopsis:

«No menosprecies el poder de la imaginación, también puede destruirte». Raquel se dispone a acudir a una cita de compañeros de promoción organizada por su amiga Lourdes después de 25 años, aunque en el fondo siente que no debería ir; una parte del pasado, que no la ha dejado vivir en paz, podría estar esperándola en el hotel donde tendrá lugar la celebración. Ansía ese encuentro tanto como lo teme. Porque aquello de lo que ha estado alimentándose a lo largo de su vida podría dejar de ser real. O atraparla para siempre. Unas veces, no podemos huir del pasado. Otras, no deseamos escapar de él.

«Un café a las seis» es una historia intensa, emotiva, reflexiva, visceral. Una historia escrita con el corazón. De las que te hacen sentir.


Sobre Un café a las seis:

Había escrito una entrada muy currada y muy profesional, una reseña de las mías, de las que incitan a leer, pero Pilar Muñoz me ha hecho cambiar de idea con una foto que ha publicado en Facebook. Es una fotografía con la portada del libro, un "gracias por todo" y los nombres del equipo fijo de lectores cero que nos prestamos apoyo mutuo cada vez que publicamos un trabajo.

Ya lo sabéis, he sido lectora cero.

Quizá eso me convierta en alguien poco objetivo a la hora de recomendaros la lectura de esta novela, pero lo voy a hacer porque creo en ella y porque quienes se asoman a mi espejo saben que si no creo absolutamente en algo, no lo digo. Mis compromisos en este mundo de la escritura los deshice hace muchos años. Conmigo tampoco los tiene nadie, solo quien crea en mí y tenga ganas de contarlo. Como yo, en este caso, creo en la novela que nos trae Pilar.

Esta historia partió de un relato que permanece inédito, un relato que tras escribirlo se le quedó corto. Ella tenía ganas de contar muchas más cosas, así que poco a poco fue madurando la idea y un día se lanzó a la piscina. Es un perfecto ejemplo de lo que algunos autores decimos, que muchas veces los personajes reclaman su espacio y no nos dejan tranquilos hasta que contamos la historia que nos susurran.

Pues con Raquel le pasó esto. Le pidió más páginas, más atención, y ella se la dio. De relato pasó a novela y es lo que ahora nos presenta. Desde hoy está en Amazon, lista para que la descarguéis y además participa en el concurso de este verano. La verdad es que esto le da un punto un poco más divertido a la aventura, aunque añade un extra de dificultad. No en vano, en cada concurso que ha organizando la plataforma se apuntan miles de novelas y atinar con las que tienen calidad es casi tan complicado como dar con una aguja en un pajar.

Os hago de imán, que así las agujas se encuentran enseguida, y os digo que esta novela se disfruta muchísimo, dura un suspiro y deja un excelente sabor de boca. Y no tengo miedo a comprometer mi palabra porque estoy segura de lo que digo. Ya lo veréis vosotros si os decidís a leerla.

Un café a las seis cuenta el reencuentro de Raquel con un antiguo amor tras muchos años en los que no supieron nada el uno del otro. Conoceremos el presente de la protagonista y también, a través de esa reunión de compañeros de clase, su pasado, la historia que marcó su vida y que no ha conseguido olvidar. No creo que sea necesario contar mucho más porque como os digo es una novela corta. Solo os adelanto algo que los que conocéis a Pilar no necesitáis que os recuerde: está tan bien escrita, te arrastra tanto, que es posible que os pase como a mí, que en una tarde os veáis en las últimas páginas, preguntándoos cómo demonios ha hecho para teneros delante del kindle, o del libro, sin hacerle caso al mundo.

Yo tardé en leerla un solo día. Como autora siempre tengo una sensación ambivalente con esto, puesto que me lleva mucho tramar la historia, escribir el primer borrador, destrozarlo para darle la forma definitiva que quiero y, después de todo esto, que me lleva meses, corrijo hasta la extenuación. Y el lector, en una tarde, llega y se merienda mi trabajo. Pero también es mágico conseguir que alguien no quiera dejar de leer lo que tú has escrito, ¿no?

Lo dicho, que os la recomiendo, que es ahora el momento de hacerse con ella y hacerle un hueco. Os la vais a beber.




miércoles, 5 de julio de 2017

SÍ, PARA TI...



Es probable que no tenga mucho que ofrecerte. Quizá un sitio en mi corazón, uno que no habrás de compartir con nadie porque te lo cedo entero si te acurrucas a mi lado y me susurras historias bonitas por las noches. Ahora que lo pienso, tengo para ti un hombro en el que descansar cuando lleguemos rendidos del trabajo. Y mis manos, que esperaran impacientes un roce de las tuyas. Mis ojos también te los prestaría para que veas el mundo con mis colores, pero como no funcionan bien, he aprendido a pintar con palabras. Y lo he hecho para ti. Sí, para ti.

lunes, 3 de julio de 2017

ARAÑAZOS EN JULIO

Me estaba acordando de la primera vez que me di un golpe con el coche. La verdad es que siempre he sido muy lenta para todo, para lo bueno y para lo malo, y tampoco con esto fui una niña precoz. La primera vez que le hice un arañazo al coche tenía ya 25 años.

Como todas las primeras veces, la recuerdo con bastante nitidez.

Era un día de diario y yo me encaminaba al trabajo. Hacía tiempo que mi Opel corsa verde (horroroso) había cogido la insana costumbre de dejarme tirada, así que mi padre me dejó su coche, (un Volkswagen Passat nuevecito que además era TDI y gastaba bastante menos combustible) para que recorriera la Alcarria en mi fascinante trabajo de contar farolas y revisar el estado de las carreteras sencundarias, las redes de saneamiento y distribución de agua y los consultorios médicos de pueblecitos perdidos de la mano de Dios. No preguntéis qué clase de trabajo era este, yo tampoco tengo muy claro que alguna vez le dieran utilidad a mis pesquisas, pero el caso es que entre la Diputación y el Ministerio de Administraciones Públicas me pagaron por hacerlo. Y yo lo hice lo mejor que supe.

El caso es que me fui al garaje, arranqué el coche, salí de la plaza con todo el cuidado del mundo y me encaminé a la rampa (trampa mortal) que un arquitecto iluminado puso como salida del garaje. Una rampa en curva y tan empinada que parecía que ibas a volcar hacia atrás cuando subías. Hice la rutina de todos los días: le di al mando mientras estaba abajo, esperé a que se izara la puerta y después subí. No era plan quedarse esperando en medio de la rampa a que terminase la puerta de abrirse. La luz del día se reflejó en la pared y supe que podía empezar a subir.

Aceleré.

Y entonces, sucedió.

Otro iluminado, esta vez conductor de un coche blanco, lo había dejado aparcado justo en la puerta del garaje. No, no subí como una loca y le di, si es lo que estáis pensando, me dio tiempo a ver el coche y a tomar la decisión de parar. Y la puerta, por supuesto, empezó su descenso.

Tampoco me atrapó la puerta, tuve los reflejos de dejar caer un poco el coche para esquivarla.

Simplemente, me quedé ahí, en mitad de la rampa, sin saber qué hacer. Minutos y minutos de angustia, con el pie en el freno, sudando como una posesa, bloqueada porque no tenía ni puñetera idea de cómo salir del atolladero. ¿Dejaba el coche en plena rampa, con el freno de mano puesto y me iba a buscar al dueño del coche blanco? ¿ Volvía a la plaza y ese día me lo tomaba libre del trabajo alegando que no podía salir del aparcamiento? ¿Me ponía a gritar? ¿Lloraba?

Hice esto último, presa de los nervios.

Al rato, como algo había que hacer además de llorar, que no solucionaba nada, decidí volver a la plaza de aparcamiento. La única manera era hacerlo marcha atrás, algo que presentaba una doble o triple o cuádruple dificultad. Primero estaba mi escasa pericia. No era buena idea. Segundo, que estaba en cuesta, y tenía que maniobrar hacia abajo. Uf. Siguiente, que tenía que dar una curva. Madre de Dios. Última de las dificultades: no había luz. Tenía que hacerlo a oscuras, solo con la tenue luz de la marcha atrás...

Lo intenté.

Intenté volver hacia la plaza de aparcamiento, pero lo único que conseguí fue dejarle al coche de mi padre una súper huella en todo el lado izquierdo: las dos puertas acabaron con las huellas de mi torpeza en la chapa porque me tragué la pared. Eso sí, pude soltar al fin el freno.

Y llorar a mis anchas.

No sé cuándo se me ocurrió darle al mando para intentar salir, pero cuando lo hice el atontado del coche blanco ya no estaba. Pude abandonar el garaje y me fui al trabajo de mi madre (al de mi padre primero no me atreví, pero no porque me fuera a decir nada -se descojonó de risa de mí cuando se enteró, él era así- sino porque siempre me costó muchísimo no ser perfecta a sus ojos).

A ese primer percance con el coche han seguido otros similares. Por suerte nunca me he dado con nada en movimiento en mis casi 30 años de conductora, pero las pobres columnas de los garajes y hasta una hormigonera portátil de esas pequeñitas que hay en las obras han sufrido mi torpeza. Mis coches llevan todos huellas mías (al último ya le han borrado hace poco el golpe que le di con el carrito de la compra, que también soy capaz de hacerles muescas sin ni siquiera poner el culo en el asiento del conductor). Ya han sido tantas veces que cuando me doy, me río.

Es que no lo puedo evitar. Los arañazos del coche son un poco como los que te va dando la vida. Al principio, aunque sea muy leve, aunque no haya pasado nada, hacemos una tragedia. Después, con el tiempo, aprendemos que el mundo no se cae por eso, que sigue girando y que todo lo que se puede reparar, se repara. Y lo que no, se sustituye por otro. Y si no tiene sustituto, aprendemos a vivir con el arañazo y punto.

 Aprendemos que no hay manera de esquivarlos aunque pongas todo el cuidado del mundo.

Los meses de julio tienen una particular afición por llenarme de arañazos. Año tras año le he ido haciendo muescas a otra carrocería, la de mi corazón. Es un mes de pérdidas, decepciones, tropezones... de los que he ido aprendiendo. Quizá este mes me toque hacerle un arañazo al coche o a mi corazón, pero no será la primera vez.

Será solo una muesca más.

Una con la que aprenderé a convivir. Seguro.

domingo, 2 de julio de 2017

EL PUERTO DE LA LUZ DE JANE KELDER

Antes de empezar, tengo que contaros que esta lectura pertenece a una iniciativa muy bonita emprendida por HarperCollins Ibérica: el libro viajero.

¿En qué consiste?

Varias autoras y una bloguera nos vamos a ir pasando este ejemplar de la novela ganadora el V Premio HQÑ y en él anotaremos impresiones, subrayaremos frases... en realidad todo lo que se nos ocurra. Pero claro, el espacio que te deja un libro es muy limitado, así que tenemos también una libreta en la que podemos extendernos aún más. Tanto el libro como la libreta terminarán su recorrido en manos de Jane Kelder, la autora, que a su vez anotará sus propias impresiones.

Al final, libro y libreta se van a sortear.

A mí me ha tocado ser la primera, así que me he movido un poco a ciegas y he hecho más o menos lo que me ha dado la gana. Como un pequeño adelanto os voy a mostrar algunas de las hojas de la libreta.



Mi color era el verde y los marcadores y las notas que he puesto en el libro son de ese color, aunque es evidente en los dibujos que he empleado otros colores, sobre todo el negro. La verdad es que es una novela que se presta mucho a dibujar y a hacerlo con calma, porque es muy visual, pero no nos podíamos extender más allá de quince días y yo empiezo a trabajar mañana, así que tenía que acabarla sí o sí hoy, para que me dé tiempo a pasársela a la siguiente. 

Espero con impaciencia para ver en las redes las notas de mis compañeras, o las fotos que hayan ido haciendo de la novela viajera. Yo he hecho algunas fotos que he colgado estos días.










Sinopsis:

Natalia tenía que decidir entre dos hombres y el agradecimiento o el amor.

El Puerto de la Luz es un viaje en el que se mezclan la huida y la búsqueda. ¿Cuántos nombres necesita una persona para saber quién es y desenterrar su origen? ¿Qué motivos llevan a esa persona a hacerse pasar por alguien que no es?

Nathalie Battle, Nathalie Lindstrom y Louise Fairley son la misma mujer en busca de respuestas: quién es, quién cree ella ser, quién piensan los demás que es. El camino en busca de su identidad la llevará a Gran Canaria, donde Natalia también encontrará el amor y la libertad de ser ella misma.


Mis impresiones:

El puerto de la luz es un homenaje a la isla de Gran Canaria y una época que, al menos para mí, ha resultado ser bastante desconocida: cómo era a principios del siglo XX.

La novela comienza en un frío día de marzo en Londres, con la muerte del señor Lindstrom, al que la protagonista ha considerado siempre su padre. Su abuela le dice a Nathalie que en su lecho de muerte, su hijo le ha confesado que ella no es hija suya, sino de un español de Canarias, y la abuela, que nunca ha sentido mucho cariño por la muchacha -no se parece en nada a su hijo, sino que tiene rasgos españoles- la echa de casa, prohibiéndole hasta usar el que ha sido su nombre toda la vida.

De la noche a la mañana, Nathalie se encuentra en la calle, sola, sin dinero y sin saber qué hacer. Empiezan tiempos duros para ella que, lejos de mejorar, cada vez van más. Cuando ya se ha rendido, cuando le da igual morir, la encuentran dos viejecitas que la cuidan y le consiguen un trabajo de dama de compañía para una mujer acomodada, aunque algo fría, la señora Cunningham. Estando allí, lee sobre las islas Canarias en un libro de Olivia Stone y cuando la mujer enferma y viene su hija a encargarse de ella, decide que se irá allí. Quiere investigar quién es su padre.

Para cuando Nathalie toma esta decisión es julio de 1902. Es una vuelta a nacer.

En Southampton  conoce a William Nordholme por accidente y él la introduce en su grupo de amigos, confundiéndola con alguien acomodado. Un equívoco lleva a otro y acaba comprometida con él, un hombre que le dobla la edad  -que piensa que se llama Louise Farley- y al que podría considerar casi más como un padre, pero que le ofrece la posibilidad de viajar a Canarias, que es lo que ella desea. Una vez allí, tropezará con Dan Nordholme, el hijo de William, por quien siente una atracción instantánea. Él también siente lo mismo, pero empezará a desconfiar de ella. No entiende por qué una mujer tan joven quiere convertirse en la esposa de alguien de la edad de su padre. 

O eso se dice, porque al joven Dan le pasa algo más con Lou, o Nathalie, o Natalia...

La novela destaca por su amplia documentación sobre la isla de Gran Canaria de principios de siglo XX. Aparecen los lugares más emblemáticos y por ellos veremos moverse a los personajes. Las costumbres inglesas, el contraste con los autóctonos canarios, sirven a la autora para ambientar esta historia de amor y búsqueda, puesto que Natalia aunque esté tratando de encontrar a su padre se acabará encontrando a sí misma.


Lo que me ha gustado menos es que a veces el narrador me anticipaba datos clave sobre la trama que me hubiera gustado que me dejase descubrir a mí, que no me contase determinadas cosas, dosificando un poco más la información. Quizá en algunos momentos las sorpresas hubieran sido mayores.

Os recomiendo la novela porque es un viaje doble: un viaje hacia las islas Canarias, pero también un viaje en el tiempo. Nos hace retroceder un siglo y nos ofrece un perfecto mosaico de cómo era la isla en ese momento. 

Sentáos, ponéos cómodos y cerrad los ojos un instante, lo justo para imaginar el mar. Abrid los oídos y escuchad el rumor de las olas. Y, si estáis atentos, igual podréis hasta oler la sal en el aire. No olvidéis dejar que la brisa cálida de Canarias os acaricie la piel y degustad esta novela.

Es una buena opción para el verano.