Este verano ha sido un desastre.
Mi ordenador fundió a negro el 28 de junio. De pronto se apagó,
dejándome a medias de una corrección, sin tiempo para hacer copias de
seguridad, inválida sin la prolongación de mis dedos que son sus teclas.
Los primeros días le busqué un sustituto, pero me ha costado
horrores acostumbrarme. No es él. No es su tacto, ni su calor, no es mi
refugio sino un parche para no sentir tanto la ausencia. Es un trato para poder
seguir escribiendo. Como cuando terminas una relación, por lo que sea, y te
agarras a la primera mierda que se te cruza por el camino. Sin fijarte mucho en
si viene con miles de defectos de fábrica. Es algo que sirve para tirar y te lo
quedas.
Hasta que dure.
Aunque luego te arrepientas.
Hasta que puedas permitirte algo mejor.
No he podido recoger algunas noticias en el blog. Resumiendo
rápido, Detrás del cristal ya está a la venta en papel en Chile y Uruguay, ha
sido unos días uno de los ebooks más vendidos en Goldenbook, ya acumula 74
comentarios, más del 50% de ellos de cinco estrellas (y sin pedir ni uno a
nadie) y me han dejado también uno de una estrella, un señor que acaba la
reseña diciendo que no se lo ha leído, que no me ha dolido ni la cuarta parte
de lo que me dolían estas cosas antes (será que estoy madurando).
Hoy, 18 de agosto, además de ser el cumpleaños de mi primo
César (si lo lees, que mira que me extrañaría, felicidades) puedo decir que he
dado por finalizada del todo la escritura de una novela que empezó a gestarse
en diciembre de 2011. De sopetón surgieron 38.000 palabras en las Navidades
de ese año y seguí sumando hasta el fatídico julio de 2012, momento en el que
todos mis proyectos se quedaron colgando de un hilo y a punto estuve de
abandonarlo todo.
Pero lo superé y continué con ella.
En diciembre del año pasado solo me
quedaba un capítulo para concluirla cuando tropecé de nuevo (esta vez con un
dedo que no me dejaba escribir). Después se quedó atrapada en mi ordenador,
pero había una copia con la que he seguido, aunque sé que se han perdido las
últimas páginas que escribí antes del apagón.
He necesitado hasta ahora para terminarla.
Ya sé qué voy a hacer con ella. Tiene el destino
absolutamente claro y espero que la suerte la acompañe porque le he puesto
mucho trabajo. No puedo contar nada, pero os diré que este paso me hace
ilusión, porque es un paso adelante, un nuevo escalón que abordo después de
haberme sentado a meditar en el anterior durante meses.
Me ha costado, no creáis. Escribir con un ordenador que de
pronto se llena de publicidad la pantalla porque sí, o que se cierran los
programas de golpe no es cómodo, pero yo soy muy de adaptarme a las zancadillas
de la vida, de sacar petróleo de un secarral si hace falta, y lo he logrado. Ha
sido sin él, sin mi compañero de aventuras, echándole de menos porque no hemos
podido compartir esto, pero qué se le va a hacer. Sigue ingresado en la UCI,
intentando recuperar la luz.
Y yo sigo, andando aunque sea a oscuras.