El primer fragmento ha acabado con unas mil palabras. He decidido que esta parte la voy a narrar en primera persona y presente, porque me interesan más las emociones que los hechos, pero el grueso de la novela no irá en este tiempo verbal. Irá en pasado y me valdré del narrador omnisciente para poder contar lo que me dé la gana.
Creo que mi personaje y yo nos parecemos mucho en eso, en la libertad que perseguimos, aunque reconozco que tuvo más suerte que yo en la vida.
Todavía no tengo claro si esto será un prólogo o un primer capítulo, aunque me inclino más por primer capítulo y escribir el prólogo cuando termine el resto de la novela. No sé, ahora solo estoy jugando con un boceto, dando las primeras pinceladas que, si no me gustan, cubriré con más capas de pintura.
Escribir es un juego, eso es algo que aprendí muy pequeña y ni siquiera este mundo feroz dominado por el poder del mercado me ha hecho cambiar de idea. No seré jamás nadie, pero siempre voy a ser yo. Eso nunca se me tiene que olvidar, porque la peor traición es la que nos hacemos a nosotros mismos. Yo quiero lo que quiero, nunca voy a ceder a lo que otros quieran por mí.
Por ejemplo, no quiero autopublicar, aunque me tenga que esforzar más y renunciar a un pago rápido. Todavía no tengo hambre.
He elegido un escenario interior, aunque el interior de mi personaje está en otro lugar: le rodea la oscuridad, mientras por dentro es todo luz.
Hoy quizá me adentre en el siguiente fragmento de esta historia que debo dejar aparcada unos días, mientras hago un viaje.