martes, 9 de febrero de 2016

CONTRA EL VIENTO DEL NORTE DE DANIEL GLATTAUER



Sinopsis:

En la vida diaria, ¿hay lugar más seguro para los deseos secretos que el mundo virtual? Leo Leike recibe mensajes por error de una desconocida llamada Emmi. Como es educado, le contesta y como él la atrae, ella escribe de nuevo. Así, poco a poco, se entabla un diálogo en el que no hay marcha atrás. Parece solo una cuestión de tiempo que se conozcan en persona, pero la idea los altera tan profundamente que prefieren posponer el encuentro. ¿Sobrevivirían las emociones enviadas, recibidas y guardadas un encuentro «real»?

Mis impresiones:

Este libro llevaba entre mis pendientes desde hace cinco años por lo menos. No recuerdo dónde lo vi, lo que sí recuerdo es que lo tuve entre mis manos en papel y era uno de esos días en los que no me podía permitir comprar un libro. Antes de mi época de lectora en digital, cuando cada libro de papel suponía un desembolso que mi precaria economía de mamá de dos niños pequeños no se podía permitir.

Si lo ponía en una balanza elegir entre lectura y yogures, ganaban siempre por goleada los yogures.

Así que lo dejé, se me fue olvidando, sepultado entre cientos de libros pendientes que acumulo, no solo en casa sino en mi mente. Hasta que, en uno de esos montones de los centros comerciales, de los que no salvan a los lectores compulsivos que aún compramos libros (incluidos los que comento en el blog) apareció. Ni siquiera me acordaba del argumento, solo recordaba la portada y el título:

Contra el viento del norte.

La verdad es que lo elegí por una razón estúpida: me imaginé como si un viento gélido me estuviera dando en plena cara, congelando mis mejillas y provocando que sintiera como si las orejas se me fueran a caer en pedazos.

Contra el viento del norte.

Antes de darle la vuelta y leer la sinopsis, mi mente novelera empezaba a crear una historia, un argumento imaginado al vuelo sobre lo que podría encontrar en cuanto abriera la primera página. Ignorando la portada, me sumergiría en una odisea épica, en los que unos personajes tendrían que salvar toda suerte de obstáculos en una naturaleza hostil…

Pues no.

Eran correos electrónicos.

En cuanto vi las primeras páginas recordé de pronto que era de eso de lo que se trataba el libro, de dos personas que se encuentran a causa de una letra errónea en un correo electrónico.

Sonreí.

Sin ir más lejos, este pasado fin de semana he tenido de nuevo contacto con un muchacho que me envió un correo hace un par de años, que no era para mí. Contenía información sobre un proyecto de trabajo y me pareció muy importante aclararle que no había llegado a su destinatario, sino a alguien que no sabía de qué le estaban hablando. La confusión, el darme las gracias por haber avisado, el contestar que de nada, que para eso estamos y alguna tontuna intermedia dieron para una ligera correspondencia electrónica que se interrumpió, como era normal. Este fin de semana, sin embargo, yo la retomé. Estaba viendo la tele cuando reconocí en un jovencito al que le daban su segundo Goya seguido, al protagonista del proyecto que recibí. Correo de vuelta para mandarle mis felicitaciones y echarnos unas risas recordando la confusión y correspondencia interrumpida de nuevo.

Pero…

¿Imagináis que pasaría si eso siguiera?

Pues eso mismo debió pensar Daniel Glattauer. ¿Qué pasaría si dos personas que se encuentran por casualidad a través de un error en un correo electrónico continuasen con esa correspondencia? 

Leo y Emmi, los protagonistas de esta particular novela epistolar (no sé si se dice epistolar para correos electrónicos) tropiezan por culpa de una suscripción a la revista Like que Emmi quiere anular.Una sola letra de más y sus correos a quien le llegan es a Leo Leike, que al tercero la avisa del error, ya que ella está cada vez más enfadada porque no le hacen ni caso.

Todo podría haber quedado ahí, una disculpa y punto, pero en Navidad sucede algo que altera esto. Emmi envía un correo masivo felicitando las fiestas a sus contactos y entre ellos se cuela el correo de Leo. No me extraña nada que a ella le entrasen ganas de contestarlo después de leer su respuesta, creo que yo hubiera hecho lo mismo. Leo le dice que le encantan los correos colectivos dirigidos a una masa de la que no forma parte. Ella se disculpa y él vuelve a contestar. Creo que ahí está la clave para que Emmi se sienta seducida a continuar la correspondencia con ese extraño:

"Le deseo unas felices fiestas y me alegro por usted, pues tiene por delante uno de los ochenta mejores años de su vida. Si llega a abonarse a los días malos, no dude en escribirme –por error- para que la dé de baja”.

Treinta y ocho días después de esto, Emmi sigue con problemas con la suscripción y vuelve a escribir a Leo por error. A partir de ese instante empieza un tira y afloja entre los dos. Los primeros correos son impersonales, cargados de ironía y en los que se cuentan en qué trabajan, pero todo mezclado en unos párrafos en los que intentan sacarse de quicio mutuamente. Poco a poco se meten en una conversación en la que empiezan a no darse datos personales, sino que juegan a imaginar cómo es el otro a través de sus palabras. La edad, el físico, hasta el número de zapato. Incluso llegan más allá, un día quedan en un lugar público plagado de gente para ver si logran averiguar quiénes son.

¿Se reconocerán?

A partir de ahí la constante en sus correos es la duda de verse, de tener una cita de verdad. Porque en su caso han empezado la casa por el tejado, se conocen como nadie, pero no se han visto nunca, no han sentido el olor del otro, el tacto de su piel o el sonido de su voz. Empieza el quiero, pero no sé. El quizá que se convierte en nunca. El ahora sí y ahora no, porque en el fondo los dos acaban ocupando un lugar tan importante en la vida del otro que sienten miedo de perder ese pequeño mundo paralelo que han construido de manera tan particular.

“¿Qué podríamos perder?
A ti.
A mí.
A nosotros.”

Esta cita no sé si es literal, creo que me la he medio inventado, porque por más que busco no la encuentro. Debería hacer caso a Teresa y hacerme con señaladores de colores para los libros de papel. ¡Esto con el Kindle ya no pasa! Lo marca todo perfectamente y lo guarda para cuando lo necesitemos.

Hacia el final, cuando realmente te preguntas qué haces leyendo los correos de estos dos con tanta atención, sus intentos por no parecer desesperados por hablar con el otro que se frustran en cuanto deciden “darse un tiempo” y vuelven a caer –hablando del tiempo-, sucede algo inesperado. Algo que no contaré, pero que cambia el curso de esta historia a la que parecías ver el final perfectamente trazado en tu mente. Y Daniel, el autor, no se conforma con ese primer cambio de giro, sino que en el último momento introduce otro. Una sola palabra que cambia todo en Emmi. Tanto como para que, como lector, desees una segunda parte.

La hay, pero confieso que a mí no me apetece leerla y eso que puedo afirmar que me ha encantado la novela. No me apetece porque prefiero imaginar mi final, el desenlace de esta historia que, dentro de mí, no acaba siendo de Hollywood precisamente. Más bien es como esas cadenas de correos entre dos personas que se interrumpen de pronto. Por dejadez de uno. Por desinterés del otro. Porque la vida te lleva por donde le da la gana y quizá un día, cuando menos te lo esperas, un mensaje intrascendente se te olvida.

O te cambia la vida por completo.

Te cambia los días y las noches.

Te trastorna por completo hasta invadir ese yo interior donde dejamos entrar a tan pocas personas.

Y otro día, sin saber muy bien por qué, la bandeja de entrada se vuelve muda.


13 comentarios:

  1. Vaya pintaza!! No conocía este libro.
    Me lo anoto y lo indagaré.
    Con el viento del norte con el que tengo yo que pegarme según salga del trabajo, brttttt (y eso que soy pingüina)
    Besotes

    ResponderEliminar
  2. Yo vengo de la calle y parecía que las nubes tenían prisa por llegar a alguna parte.

    La verdad es que se me había olvidado este libro, es de esos que ves mucho una temporada y de pronto llegan otros que sepultan. Es bueno recuperarlos después de un tiempo, cuando ya no son novedad, porque siguen teniendo la misma magia.

    Un beso, y no te vueles.

    ResponderEliminar
  3. Mira que lo vi hace poco en un catálogo y me llamó muchísimo la atención pero ahora leyendo tu reseña... me has dejado con unas ganas inmensas de leerlo. Saludos y gracias por la reseña :D

    ResponderEliminar
  4. A mí la verdad es que no me gustó tanto como a ti, Mayte y aún así caí también con el segundo. En cambio tu reseña me ha encantado, mucho más, infinitamente más que el libro ;)
    Besos.

    ResponderEliminar
  5. José Ángel, se lee muy rápido porque la mayoría de los correos son muy cortos. Te hace pensar -o a mí me ha hecho pensar- en esta nueva manera de relacionarnos que tenemos a través de las redes, y eso que este libro es de 2010, los años que han pasado desde entonces han revolucionado esto. Yo creo que ya no serían correos, sino conversaciones basadas en mensajes de Facebook, Twitter...

    Gracias por pasarte.
    Besos

    ResponderEliminar
  6. Manuela, el segundo me lo salto. No sé por qué, pero me apetece que la historia se quede así. Lo que me hace ilusión es que te haya gustado la reseña más que el libro, jajaja. De todas maneras no me lo tengas en cuenta, tengo tendencia al género epistolar. O soy muy antigua o una cotilla de cuidado.

    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
  7. Haces bien en no leer el segundo Mayte. Yo lo hice e intento olvidarlo, para quedarme con la magia de este primer libro. Por cierto, preciosa reseña!
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  8. Jajaja, sospechaba algo así, Margari. Lo de "intento olvidarlo" me ha convencido del todo.

    Besos

    ResponderEliminar
  9. Me gustó esta novela. No es que sea una de esos clásicos que se recuerdan para siempre, pero sí que me pareció distinta y que aportaba algo nuevo y diferente. Sobre todo me gustó la sutilidad y sensibilidad de los protagonistas. Recuerdo con especial admiración un pasaje de Emmi escribiendo por la noche en su ordenador y los muebles de la casa envolviendo su tristeza. Bss

    ResponderEliminar
  10. Preciosa entrada. Y preciosa novela. Sobre todo para aquellos que, de alguna manera, hemos vivido alguna relación o inicio de relación parecida. Me gustó mucho, me enamoré de los personajes, me enfadé con ellos. Estaba deseando esa segunda parte, pero debería haberme quedado con esa bandeja muda del final de este libro. Caí en la tentación de querer saber qué había pasado con ellos, y me equivoqué. El segundo libro me decepcionó tanto... No caigas en la tentación, quédate con ese final, de verdad.

    Besos

    ResponderEliminar
  11. Lo de los muebles es buenísimo, Mónica. En realidad toda la novela está muy bien llevada. Por cierto, ahora que caigo, no sé si te acuerdas de una novela en la que la acción avanza a través de correos electrónicos, Un hotel en ninguna parte, creo que se llama...

    Besos!!

    ResponderEliminar
  12. Tranquila, Dorothy, tengo muy claro que me quiero quedar con esta sensación, que no voy a caer en la segunda. Tuve la intuición de que no me gustaría y me lo estáis confirmando.

    Un beso!

    ResponderEliminar
  13. Me gustó mucho. Y mejor no te leas el siguiente. No porque sea peor, sino porque quita magia.
    Besos

    ResponderEliminar

Si dejas tu comentario, entenderé que aceptas formar parte del reflejo de este espejo. Gracias por tu visita.