En un rincón de una ciudad, doce horas son suficientes para demostrar que hace falta mucho más que un virus para detener la vida de sus habitantes. Ni aun en la primavera más extraña han dejado de cantar los pájaros. Pongamos que hablo de Madrid…
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Justo la he leído hoy. ¡Cómo me ha gustado!
ResponderEliminarBesotes!!!
Me alegro mucho, Margari!!
EliminarBesos