Con el revuelo que está causando la nueva ley que pretendía regular esta marabunta que es internet, sobre todo en lo que se refiere a las descargas ilegales, me ha venido a la cabeza el canon con el que se pretende gravar a las bibliotecas públicas. Fue porque un chico, preguntado en un informativo qué opinaba de las nuevas medidas ministeriales, dijo que le parecía tan ridículo como que te cobraran por sacar un libro de una biblioteca. Inocente. No sabía qué eso ya está inventado. No sé si es una medida que ya se ha puesto en marcha, ni siquiera si todo el mundo es consciente de ella, pero es escandalosamente abusiva. Por lo que escuché en una conferencia, se han sacado de la manga un canon que pretende que, las bibliotecas públicas, paguen 0´20 euros por cada libro que entreguen en préstamo. ¿En concepto de qué? Supongo que como todo es en concepto de crisis, que justifica los abusos más injustificables. No entro en las pensiones ni demás derechos sociales que también han costado años y mucho esfuerzo y están siendo mutilados sin piedad, enfundados sus verdugos en la bandera de la defensa del bien común. Y del estado del bienestar...
Volvamos al tema mucho más trivial que he elegido hoy y calculemos un poco. Una biblioteca de poco tránsito, pongamos que preste 10 libros al día, al cabo del mes, con 20 días de apertura, debería pagar 40 euros. Eso, doce meses al año, supondrían 480 euros. Y este ejemplo es de una biblioteca que apenas se mueva. Prefiero pensar que la gente lee poco porque si en lugar de 10, los libros son 100, las cifras marean. ¿Cuántos libros nuevos que jamás llegarán a las estanterías suponen eso? Miles de libros que se dejarán de comprar porque hay que pagarle al Ministerio de Cultura por difundir nuestra cultura. Raro, ¿no? Y creo que tardarán poco en trasladarnos ese gasto a los usuarios, lo estoy viendo.
Estamos viviendo malos tiempos para la cultura. El arte, aunque nuestros gestores no lo sepan porque no se acercan ni de lejos a la sensibilidad de un artista, por mucha subvención que les haya hecho creer que lo son, necesita libertad para crecer. La cultura no combina bien con ninguna prohibición y, hoy por hoy, no sé si nos queda algún espacio sin un cartel de prohibido.
MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
viernes, 24 de diciembre de 2010
domingo, 19 de diciembre de 2010
¿DE MÁS O DE MENOS?
Tengo un problema: kilos de más. Come menos, me regaño todos los días, y lo consigo por la mañana, a medio día y por la tarde pero por la noche no hay manera. Hay a quien, la ansiedad, le cierra la boca del estómago, o la boca simplemente, y adelgazan casi sin esfuerzo. A mí, el estrés diario, el que me ataca hacia las ocho y media, cuando termino de trabajar, lo que hace es darme un hambre de lobo en tiempos de posguerra. Conclusión final: engordo y no me vale nada nuevo. O eso creía. Porque he descubierto que me había equivocado. Mi ropa de siempre me sigue quedando bien, lo cual tira por tierra la teoría de que he engordado, pero no soy capaz de comprarme nada de lo que las tiendas exponen. Esta semana, por ejemplo, el problema se ha llamado botas. Creo que me habré probado dos mil, par arriba, par abajo, y ¡ninguna! me valía. Ni una sola cremallera era capaz de realizar su recorrido completo. Algunas, a la mitad, se habían rendido. Me miro las piernas, miro mis viejas botas que me entran sin ni siquiera bajar la cremallera (se ha roto arriba, por cierto) y no entiendo nada. A lo mejor estoy mucho más gorda pero el caso es que me veo exactamente igual. Y ahí coincido con la báscula.
Cada vez que voy de compras me siento una foca, aunque mis pantalones digan que tengo una 42 y el espejo me devuelva una imagen de la que no me siento en absoluto descontenta. Me gustan mis curvas, aunque me sobre algún kilito. Pero es necesitar algo nuevo, ir a una tienda, y ponerme enferma. Las cosas que tienen mi talla tienen el diseño ideal para una abuela, y la ropa que me gusta está diseñada para gente de menos de cincuenta kilos.
Yo, de la liga antichandal de toda la vida de dios, me veo ahora vestida de arriba a abajo de Decatlón, como única solución para no vestirme de jubilada. Lo siguiente será salir a la calle, a por el pan, con las zapatillas de estar por casa. Lo estoy viendo.
Cada vez que voy de compras me siento una foca, aunque mis pantalones digan que tengo una 42 y el espejo me devuelva una imagen de la que no me siento en absoluto descontenta. Me gustan mis curvas, aunque me sobre algún kilito. Pero es necesitar algo nuevo, ir a una tienda, y ponerme enferma. Las cosas que tienen mi talla tienen el diseño ideal para una abuela, y la ropa que me gusta está diseñada para gente de menos de cincuenta kilos.
Yo, de la liga antichandal de toda la vida de dios, me veo ahora vestida de arriba a abajo de Decatlón, como única solución para no vestirme de jubilada. Lo siguiente será salir a la calle, a por el pan, con las zapatillas de estar por casa. Lo estoy viendo.
lunes, 6 de diciembre de 2010
PONER EL ACENTO EN LO IMPORTANTE.
El otro día me desperté y puse la televisión. No suelo hacerlo porque mi día a día es tan acelerado que me resulta imposible sentarme a ver nada, pero tenía que pasar unos minutos en la misma habitación y la encendí. En un informativo estaban hablando de la rectificación que propone la Real Academia de la Lengua Española sobre las nuevas normas que lanzaron al aire en semanas anteriores. Donde dije digo, digo Diego, como se suele decir. Supongo que la presión, sobre todo la que ejerce este nuevo mundo virtual, ha hecho que se vean en la obligación de rectificar.
Ahora resulta que "sólo" sí que llevará tilde, pero truhán y guión, no. Yo se la pongo porque me pone nerviosa que el corrector me la subraye, pido perdón por ello. Por cierto, que la i griega se va a poder seguir llamando así, a criterio del que la nombre.
Todos los días veo en la televisión mensajes que se mandan a los programas, donde las faltas de ortografía se cuentan por millones, y en internet... bueno, para qué hablar: frases a medias, palabras imposibles salidas de la imaginación más inquieta, haches desaparecidas porque no suenan y para qué entonces... Es normal que quien se ha tomado la molestia de aprender, no sólo a escribir, sino a hacerlo bien, se ponga de los nervios con los cambios. El problema es que van quedando pocos que realmente sepan escribir.
Según las estadísticas, en España el analfabetismo casi ha desaparecido. El analfabetismo entendido como gente que es capaz de leer y escribir. Hoy en día eso es cierto, pero hay otro mucho más grave, el analfabetismo funcional. Ahora todos leemos y podemos escribir, pero no todo el mundo es capaz de entender lo que lee y mucho menos es capaz de escribir un texto mínimamente coherente. Después de muchos años en esto de lograr que los niños recuperen la ilusión por aprender, me he dado cuenta de dónde está el problema, y me sorprende que los planes de estudio, hechos por personas sesudas a quienes se les paga por pensar soluciones, no lo hayan ni siquiera intuido.
Creo que la solución se llama redacciones. Mi hijo está en quinto de primaria y no sé si habrá hecho media docena en toda su etapa escolar, y aunque saca unas notas brillantes, estoy segura de que, cuando acceda a niveles superiores, bajarán en picado, porque no sé si sabe redactar tres líneas seguidas. En exámenes que son poco más que test se puede averiguar si un niño se ha leído el tema y lo comprendido, pero de ahí a que sepa expresarlo con sus palabras va un mundo. Es por eso que encuentro alumnos que vienen de sacar de media sobresaliente en primaria y que, en el primer examen de primero de E.S.O. que se les pide que redacten, por ejemplo, el proceso de la fotosíntesis, sacan un uno. Siempre les pregunto si creen que se han vuelto tontos de repente, y algunos, inocentes, me responden que quizá sí.
Vamos a ver. De todo lo que se aprende en la escuela, la mitad no vale para nada en la vida. Centrémonos en lo importante, en las asignaturas que sirven. Vamos a dejarnos de música, de religiones o de asignaturas vacías y redactemos. Si los contenidos de asignaturas como ciudadanía son importantes, pues incluyámoslos en redacción pero que no nos quiten tiempo para entrenarnos en el laborioso proceso de escribir diez líneas con sentido. Si hacemos esto quizá no estemos perdiendo el tiempo. Si no, seguiremos a la cola de Europa, siendo no los más tontos sino los menos preparados. Y creo que ningún niño tiene la culpa de su falta de preparación. Será, más bien, culpa de quien no pone el acento en lo importante.
Ahora resulta que "sólo" sí que llevará tilde, pero truhán y guión, no. Yo se la pongo porque me pone nerviosa que el corrector me la subraye, pido perdón por ello. Por cierto, que la i griega se va a poder seguir llamando así, a criterio del que la nombre.
Todos los días veo en la televisión mensajes que se mandan a los programas, donde las faltas de ortografía se cuentan por millones, y en internet... bueno, para qué hablar: frases a medias, palabras imposibles salidas de la imaginación más inquieta, haches desaparecidas porque no suenan y para qué entonces... Es normal que quien se ha tomado la molestia de aprender, no sólo a escribir, sino a hacerlo bien, se ponga de los nervios con los cambios. El problema es que van quedando pocos que realmente sepan escribir.
Según las estadísticas, en España el analfabetismo casi ha desaparecido. El analfabetismo entendido como gente que es capaz de leer y escribir. Hoy en día eso es cierto, pero hay otro mucho más grave, el analfabetismo funcional. Ahora todos leemos y podemos escribir, pero no todo el mundo es capaz de entender lo que lee y mucho menos es capaz de escribir un texto mínimamente coherente. Después de muchos años en esto de lograr que los niños recuperen la ilusión por aprender, me he dado cuenta de dónde está el problema, y me sorprende que los planes de estudio, hechos por personas sesudas a quienes se les paga por pensar soluciones, no lo hayan ni siquiera intuido.
Creo que la solución se llama redacciones. Mi hijo está en quinto de primaria y no sé si habrá hecho media docena en toda su etapa escolar, y aunque saca unas notas brillantes, estoy segura de que, cuando acceda a niveles superiores, bajarán en picado, porque no sé si sabe redactar tres líneas seguidas. En exámenes que son poco más que test se puede averiguar si un niño se ha leído el tema y lo comprendido, pero de ahí a que sepa expresarlo con sus palabras va un mundo. Es por eso que encuentro alumnos que vienen de sacar de media sobresaliente en primaria y que, en el primer examen de primero de E.S.O. que se les pide que redacten, por ejemplo, el proceso de la fotosíntesis, sacan un uno. Siempre les pregunto si creen que se han vuelto tontos de repente, y algunos, inocentes, me responden que quizá sí.
Vamos a ver. De todo lo que se aprende en la escuela, la mitad no vale para nada en la vida. Centrémonos en lo importante, en las asignaturas que sirven. Vamos a dejarnos de música, de religiones o de asignaturas vacías y redactemos. Si los contenidos de asignaturas como ciudadanía son importantes, pues incluyámoslos en redacción pero que no nos quiten tiempo para entrenarnos en el laborioso proceso de escribir diez líneas con sentido. Si hacemos esto quizá no estemos perdiendo el tiempo. Si no, seguiremos a la cola de Europa, siendo no los más tontos sino los menos preparados. Y creo que ningún niño tiene la culpa de su falta de preparación. Será, más bien, culpa de quien no pone el acento en lo importante.
CORTINAS DE HUMO
El otro día escuché que, cuando los políticos no quieren que se les preste atención, lanzan cortinas de humo. La semana pasada, la cortina de humo se llamaba Madrid-Barça. El partido socialista de Cataluña sabía, como cualquiera con sentido común y que sea capaz de pensar un poco, que tenía las elecciones perdidas. El de Cataluña y el nacional cuando nos toque votar, por cierto. Supongo que las elecciones se convocan cada cuatro años pero da igual domingo antes que después, y qué mejor domingo que el 28, al que sigue el lunes 29, con partido "histórico" incluido. Hasta la hora del partido quizá los medios presten atención a los resultados electorales, pero, llegada la hora del choque de colosos, la gente estará mucho más predispuesta a debatir sobre el cinco cero, la actuación arbitral, la última tontería que haya dicho Mouriño o la rabieta que se pueda pillar el niño (CR9) que sobre las elecciones catalanas. Somos muy fácilmente manipulables. Y me da una pena tremenda.
sábado, 13 de noviembre de 2010
LAS NUEVAS NORMAS DE LA RAE
Mis alumnos me llegaron el otro día con una duda: ¿van a cambiar las normas de ortografía?
Yo, que a veces empleo tanto tiempo en preparar mi rutina, me había saltado las noticias durante varios días, y no sabía de lo que me estaban hablando.
Ellos, preocupados por saber si lo que habían aprendido les iba a servir, o necesitaban aprender cosas nuevas, sí que le habían prestado atención a la noticia.
Me contaron que la y griega, ahora se iba a llamar "ye" y que desaparecía la tilde de la palabra "sólo" cuando equivale a solamente. O eso habían entendido. Yo, aluciné. Por los cambios y porque les preocuparan.
No sé qué fue lo que me dejó más perpleja.
Siempre he tenido a los académicos de la lengua como personas cabales, atentos a los cambios de la sociedad, los que afectan al lenguaje, y siempre me ha parecido loable que se incluyan en el diccionario usos y palabras que están en la calle. Hasta ahí, me parece que se justifican los cambios. La lengua está tan viva como nosotros y ha evolucionado con los tiempos, de manera que hoy no hablamos ni parecido a como lo hacíamos en el XVII. Y eso, claramente, hay que regularlo.
Me pareció perfecto cuando incorporaron no hace mucho palabras como "muslamen" o cuando, hace años, acordaron que las mayúsculas debían llevar tilde. Me pareció sensato que desaparecieran como letras la "ll" y la "ch", porque siempre había pensado que, de igual modo, deberían existir la "pr", "br", "bl",... y no era así. Pero lo de la "y"... sinceramente, me parece innecesario. ¿Por qué cambiarle el nombre? Supuestamente para que tenga un nombre con una sola palabra. Supongo que después harán lo mismo con la uve doble, ¿no?
Para igualarlas todas.
En una sociedad que se interesa tanto por la igualdad habrán pensado que las letras también la merecen.
Con respecto a la palabra "sólo", me lo temía desde hace años. He encontrado en muchos textos escolares esta palabra sin tilde en multitud de ocasiones, y ahora sé que es porque desde 1959 la Academia acordó que la tilde de la palabra 'sólo' y de los demostrativos no era obligatoria y a partir de entonces dejó de añadirla en sus publicaciones. Ahora aconseja no usarla porque "es innecesaria", aunque matiza que "no se condena usarla". ¡Menos mal! Mira que si acabo en Alcalá-Meco por empollona... Porque en mis libros decía que tenía que ponerla...
El problema es que yo creo que, sin tilde, se corre el riesgo de dobles interpretaciones en determinados contextos.
Un ejemplo:
Luis venía solo los martes.
¿Solo sin compañía? ¿Solamente los martes? Tendremos que hacerle la pregunta a quien exprese la oración...
Si la lengua ya es ambigua en muchas ocasiones, nosotros, con los cambios que se proponen, vamos a ponérselo todavía más fácil. Si ahora, tratando de ser claros, no nos entendemos, en adelante todavía menos.
Será que lo moderno, lo mejor, es que no nos entendamos.
Yo, que a veces empleo tanto tiempo en preparar mi rutina, me había saltado las noticias durante varios días, y no sabía de lo que me estaban hablando.
Ellos, preocupados por saber si lo que habían aprendido les iba a servir, o necesitaban aprender cosas nuevas, sí que le habían prestado atención a la noticia.
Me contaron que la y griega, ahora se iba a llamar "ye" y que desaparecía la tilde de la palabra "sólo" cuando equivale a solamente. O eso habían entendido. Yo, aluciné. Por los cambios y porque les preocuparan.
No sé qué fue lo que me dejó más perpleja.
Siempre he tenido a los académicos de la lengua como personas cabales, atentos a los cambios de la sociedad, los que afectan al lenguaje, y siempre me ha parecido loable que se incluyan en el diccionario usos y palabras que están en la calle. Hasta ahí, me parece que se justifican los cambios. La lengua está tan viva como nosotros y ha evolucionado con los tiempos, de manera que hoy no hablamos ni parecido a como lo hacíamos en el XVII. Y eso, claramente, hay que regularlo.
Me pareció perfecto cuando incorporaron no hace mucho palabras como "muslamen" o cuando, hace años, acordaron que las mayúsculas debían llevar tilde. Me pareció sensato que desaparecieran como letras la "ll" y la "ch", porque siempre había pensado que, de igual modo, deberían existir la "pr", "br", "bl",... y no era así. Pero lo de la "y"... sinceramente, me parece innecesario. ¿Por qué cambiarle el nombre? Supuestamente para que tenga un nombre con una sola palabra. Supongo que después harán lo mismo con la uve doble, ¿no?
Para igualarlas todas.
En una sociedad que se interesa tanto por la igualdad habrán pensado que las letras también la merecen.
Con respecto a la palabra "sólo", me lo temía desde hace años. He encontrado en muchos textos escolares esta palabra sin tilde en multitud de ocasiones, y ahora sé que es porque desde 1959 la Academia acordó que la tilde de la palabra 'sólo' y de los demostrativos no era obligatoria y a partir de entonces dejó de añadirla en sus publicaciones. Ahora aconseja no usarla porque "es innecesaria", aunque matiza que "no se condena usarla". ¡Menos mal! Mira que si acabo en Alcalá-Meco por empollona... Porque en mis libros decía que tenía que ponerla...
El problema es que yo creo que, sin tilde, se corre el riesgo de dobles interpretaciones en determinados contextos.
Un ejemplo:
Luis venía solo los martes.
¿Solo sin compañía? ¿Solamente los martes? Tendremos que hacerle la pregunta a quien exprese la oración...
Si la lengua ya es ambigua en muchas ocasiones, nosotros, con los cambios que se proponen, vamos a ponérselo todavía más fácil. Si ahora, tratando de ser claros, no nos entendemos, en adelante todavía menos.
Será que lo moderno, lo mejor, es que no nos entendamos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)