jueves, 12 de diciembre de 2019

NO PASA NADA.



Esta mañana, en Twitter, una lectora comentaba que, por más que se esforzaba, no había logrado conectar con una autora. Lo había intentado dos veces y en ninguna de las dos había conseguido entrar en la historia. Y no lo decía como una crítica hacia su literatura, sino con pesar, porque de verdad le hubiera gustado ser capaz de disfrutar leyendo.

Nunca soy de dar una sola oportunidad, porque he comprobado que a veces, aunque una novela no te llegue, otra del autor puede suponer una lectura satisfactoria. Alguien que no te gustó en principio, en otra novela te conmueve. O, también pasa, te gustó, después otra historia no te gusta y a la tercera te rindes a sus pies. Nunca hay que dar nada por sentado (o casi nunca, reconozco que hay novelas que no se enderezan ni a martillazos).

Pero, en ese tuit, me sentí identificada como lectora. Una vez al menos. Di tres oportunidades y la cosa iba a peor con cada una. Y era raro, porque tiene críticas excelentes y legión de fans, pero, por lo que sea, yo no conecto con lo que me cuenta, por mucho que me gustaría hacerlo.

NO
PASA
NADA.

No he corrido a poner que escribe peor que mal, porque seguro que no es cierto. No se me ocurre decir que sus libros sean malos, porque lo que pasa es que no estamos en la misma sintonía.

Y
NO
PASA
NADA.

viernes, 29 de noviembre de 2019

ENTREGA DEL VI PREMIO LITERARIO DE AMAZON

Ayer se celebró en un céntrico hotel de Madrid la entrega del VI Premio Literario de Amazon. Fue un evento pequeño, que reunió a medio centenar de personas, en el que se dio a conocer la novela ganadora entre las más de dos mil que se presentaron este verano.

Después de un taller de una media hora impartido por Ana Nieto, de la web Triunfa con tu libro, se procedió a la entrega del premio. La expectación era máxima entre los participantes porque, contrario a lo que ha sucedido en otras convocatorias, ni el ganador sabía quién era el que se había alzado con el premio. La encargada de desvelar el nombre era Pilar Muñoz, vencedora de la pasada edición, que llevó durante algo más de una hora el sobre en su bolso, aunque cerrado a cal y canto.

Sé que los participantes estaban ansiosos por saber, aunque unos más nerviosos que otros. Elena Fuentes tenía las manos congeladas y temblaba cuando fui a darle un beso. Frente a ella, Lorraine Cocó estaba tan tranquila. Fueron las dos primeras a las que saludé, porque ya las conocía de otras ocasiones, además de que soy lectora de sus libros. A Lorraine le conté que, curiosamente, el día que anunciaron los finalistas yo estaba leyendo una novela suya, aunque no era la del premio.

A Ismael y a Gonzalo me los presentaron momentos antes de que empezase el taller de Ana Nieto. Dio la puñetera casualidad que ambos eligieron el mismo color para su atuendo, aunque Ismael iba con traje y Gonzalo llevaba un jersey, pero yo, que normalmente me fijo en las cosas más idiotas, solo me di cuenta de que tenían en común el color y... no fui capaz de concretar a cuál de los dos pertenecía cada nombre.

Luchy Placencia estaba por allí, derrochando energía, y fui yo la que la buscó para decirle que he leído el fragmento de su novela (la pienso leer entera en cuando pueda) y me encantó. Me gusta cómo maneja el lenguaje y cómo ha planteado la novela, y además es corta, algo que a mí me viene de fábula con el poco tiempo del que dispongo últimamente. Como curiosidad diré que solo hice una foto con ella. Me pareció una mujer encantadora.

Luchy con su K de finalista


A lo que voy, que me enrollo y me pierdo.

Betty Argilés, encargada de contenidos de kindle en España, dio paso a Pilar Muñoz y ella leyó el nombre de la novela ganadora: Inmemorian, de Ismael Santiago Rubio. Lo recibió emocionado y así estuvo un rato más, cuando acompañó a Pilar y a Fernando Gamboa, escritor y miembro del jurado, en una charla en la que se abordaron distintas cuestiones relacionadas con la autoedición.

Me traje a casa firmado el libro de Ismael Santiago Rubio

Captura de la página de Amazon

Captura de la página de Amazon



Había muchísimos autores entre el público, en las fotos en las redes que se han compartido se pueden ver, pero yo quiero destacar el hecho de haberme reencontrado con José Vicente Alfaro. Es uno de los primeros autores de Amazon en España y, además, es una bellísima persona (y yo le tengo un cariño muy especial). Fue una inmensa alegría volver a verlo.

Esta estupenda tarde la viví de rebote, yo no soy una de las autoras estrella de Amazon, por más que fuera de las primeras que triunfaron en esta plataforma (que no sé ni cómo me he construido una carrera literaria, porque según el taller al que asistimos lo he hecho todo rematadamente mal). Ni siquiera he participado nunca en el premio, aunque ayer le estuve dando vueltas a la idea de no marcharme de esto sin hacerlo.

Por qué aterricé ahí me lo guardo para mí.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

¿Y AHORA QUÉ?

Esta es la pregunta que me llevo haciendo más de un mes. ¿Y ahora qué? Me lo repito como un mantra cada mañana al despertar y cada noche antes de ir a dormir.

¿Y ahora qué escribo?

La colina del almendro está resultando ser una novela que me está brindando una experiencia de las que no se olvidan con facilidad. Desde el principio vino marcada por una etiqueta que le puse yo misma: diferente. Diferente en su concepción, diferente en su desarrollo mientras la escribía, distinta  todo lo que había escrito hasta ese momento. Tan distante que, un día, insegura por si me había metido en un jardín demasiado espinoso, tuve que preguntarle a mi bruja blanca si eso servía para algo o era mejor que me olvidase.

No me lo consintió.



Llevaba razón, esta novela me está devolviendo una alegría detrás de otra, confirmando que puedo escribir lo que quiera (lo que me dé la gana en palabras de mi editora), que sé defenderlo porque a todo le pongo alma, corazón, esfuerzo, trabajo y mucho, mucho tiempo. Le robo horas al sueño para que lo que acabe sobre el papel sea, al menos, digno. Que no me voy a quedar solo en romántica, porque sé hacer mucho más.

Pero no puedo evitar el vértigo del ahora qué. No sé qué paso dar. Sé que ahora mismo no hace falta que dé ninguno, que lo que tengo que hacer es disfrutar de lo que me llega de vuelta de esta novela, que es maravilloso por donde lo mire, que tengo tiempo para pensar, pero mi natural impaciente se rebela a diario y no me deja contener los dedos. Claro que estoy escribiendo, soy palabras escritas, pero el resultado, aunque es dignísimo y mucho mejor que muchas cosas que he leído en los últimos años, no es como ella. No tiene su complejidad o su profundidad. Me invade cierto miedo, ese que se deriva de escuchar frases como "es tu mejor novela", "es un novelón", "te has puesto el listón altísimo tú sola".

Tendré que darme un tiempo.

Tendré que seguir pulsando las teclas del ordenador, eso siempre, porque nunca hay que perder el ritmo, pero también tendré que aprender a relajarme para que, cuando la idea llegue, me pille en un buen momento y sea capaz de defenderla con el mismo pulso que he empleado en esta novela.

Me siento muy orgullosa de ella, por si no lo he escrito aún.

Voy a contar algo. Los primeros días, cuando se puso a la venta, ese efecto del primer impacto la puso visible en iTunes. Nada más llegar, alguien le puso tres estrellas y un comentario que decía algo así como que la novela se desinflaba después de la primera parte. Mi impresión no es esa, al contrario, creo que es una novela que quizá, donde demuestra todo su valor, es en la parte central, pero podía ser que hubiera perdido la perspectiva. Después de esa primera reseña, llegó otra de cinco estrellas. Respiré, tal vez esa primera persona no me había entendido. Duró poco, enseguida le cayeron comentarios de dos y una estrella.

¿Os he contado alguna vez que en iTunes no me quieren nada?

Pensé que hasta ahí habíamos llegado, que me había equivocado y que tendría que volver a contar historias románticas contemporáneas, porque parecía que para esto, que es muchísimo más, no sirvo. Más adelante, otros buenos comentarios subieron una media en esa plataforma, pero las dudas estaban servidas.

Esto me ha hecho pensar muchísimo. No sé si yo soy la que está equivocada siempre, si es que ya no sé leer, ni filtrar, ni saber qué sí o qué no puedo escribir en una novela o es que hay gente que necesita tirar el trabajo de otros nada más salir, porque lo cierto es que, a partir de esos dos o tres primeros días, lo demás ha sido tan fantástico como lo que se ve en Amazon. Hay quien ha entendido que el romance es secundario en esta trama, que pesa más la historia y la evolución de un personaje que encarna una lucha, la de las mujeres a principios de siglo, y hay quien se ha confundido porque quizá, como llevo el sello de autora de romántica, solo esperaba pasión entre dos personas. Yo, lo siento, pero eso se me queda muy corto como lectora, no me dice mucho, y siempre tengo que poner algo más, porque, ante todo, yo soy mi primera lectora y me tengo muchísimo respeto como para traicionarme.

¿Y ahora qué?

Pues no lo sé. Terminaré una novela a la que le quedan no más de veinte páginas y la guardaré para que repose. Retomaré otra que tengo que modificar. Me pensaré que hago con otra, que tampoco es romántica, pero es mía.

Y respiraré.

Quizá, aunque ahora me haga preguntas inquietantes, esto no haya sido la guinda de mi pastel.

O sí, no lo sé.

jueves, 14 de noviembre de 2019

VENDAS EN LOS OJOS

Alguna vez en la vida, a todos se nos cae una venda de los ojos. La llevamos ahí sin saberlo, apretada de tal modo que la oscuridad es absoluta. Llevamos tanto tiempo con ella que nos hemos acostumbrado a pasear por la vida intuyendo los obstáculos sin verlos. A base de reconstruir la realidad a partir de la composición que nuestro cerebro puede hacer con el tacto, el gusto, el olfato y el oído, creemos que el mundo lo percibimos completo.

Pero no es así.

La realidad no nos muestra todas sus caras porque nos falta uno de los sentidos: la vista. El día que la venda deshace el nudo y resbala por nuestra cara, la luz entra a raudales en unas retinas desacostumbradas. Entonces, tal vez por el impacto de la claridad, por el miedo a lo que nos podamos encontrar, por la seguridad que nos daban nuestras propias tinieblas, agarramos nuestra venda y tratamos de volver a colocarla.

Las vendas que se caen de los ojos no ajustan nunca más.

Cerramos los ojos, los oídos y hasta el corazón, porque el dolor en las pupilas con la presencia de tanta luminosidad puede ser insoportable, pero eso no sirve. No se puede vivir mucho tiempo con los ojos apretados. Un día, uno cualquiera, los párpados empiezan a abrirse poco a poco. Quizá se cierren un par de veces, porque tanta luz impide hasta respirar, pero finalmente, despacio, siempre muy despacio, los ojos se abren.

Y la luz ya no duele.

Ahora lo que hace es iluminar la escena. Nos descubre que los otros sentidos nos habían contado casi la verdad, pero se habían dejado un montón de matices.
Aprendemos.

Y con el aprendizaje, detestamos esa venda y bendecimos el día que se soltó.

#microrrelato

miércoles, 6 de noviembre de 2019

PON UNA ETIQUETA EN TU VIDA

Os voy a contar algo. Acabo de entrar en Amazon, a ver si ha ocurrido un milagro y han unificado mi novela en papel con la digital. No he tenido suerte. Ahí están, cada una por su lado, con los comentarios separados también. Yo creo que es un castigo metafórico por haber escrito sobre un tiempo en el que las cosas de hombres iban por un lado y las de las mujeres por otro, un momento en el que no teníamos los mismos derechos.

Tonterías que se piensan en días de mucho estrés.

Para no enfadarme, he dejado lo de mis novelas y me he ido a ver el top, que es un sitio que no frecuento mucho, y ahí sí que me he enfadado en serio.

Sí, uno se puede enfadar con un top. Bueno, uno se puede enfadar hasta con la esquina de un mueble si se da con ella con el dedo meñique desnudo. El caso es que, mirando novelas, he recalado en una. No me ha llamado la atención en sí misma, sino la bandita naranja y lo que ponía en ella. Sé que hay categorías rarísimas en Amazon (yo una vez me equivoque de casilla y Detrás del cristal se puso número 1 en Bienestar y vida sana nada más publicarla, pero rauda y veloz lo quité, porque entonces me daba mucho apuro que pensaran que soy tonta).

He pensado en un error. Yo soy muy de pensar en que uno es humano y se equivoca muchísimas veces.

No he necesitado nada más que un clic para darme cuenta de que no, que es una argucia para conseguir la codiciada bandita naranja. Porque, si fuera verdad donde está categorizada, yo no habría entendido, como si fuera castellano, cada una de las palabras del fragmento de prueba (bueno, de la primera página, no he sido capaz de seguir).

¿Un error?

Ya...