En un género como es romántica, es muy complicado salirse del guion, porque todo está cerrado desde antes de comenzar a escribir la novela. Es así, es lo que espera el lector, y tú como autor tienes que tenerlo muy claro. Apostar por un final diferente te puede sacar de esas expectativas y tumbar todo el trabajo, por mucho que te creas que has escrito una maravilla de novela.
Partiendo de eso, los cimientos de la historia, que están tan claros y que los tengo tan claros, los dejo así. El armazón se moverá en lo previsible. Pongamos un ejemplo en el que una casa sea nuestra novela: en la mía, si abres el grifo del agua caliente, saldrá agua caliente.
No sé si me explico.
A partir de ahí, a partir de que las luces se enciendan al dar al interruptor y que el agua salga por los grifos, sí tengo elementos con los que puedo arriesgar y, aunque soy consciente de la comodidad de no hacerlo, yo lo hago.
Con los personajes.
Con los detonantes.
Con los detalles.
Es ahí donde me distancio, en el color de las paredes y la decoración de esas habitaciones imaginarias. Y lo hago porque creo que, aunque la base sea la misma, siempre podemos aportar matices.
En Detrás del cristal me atreví con un detonante de locos y os pedí paciencia para entender las razones por las que eso sucedía. La tuvisteis y la novela gustó mucho, me lo recuerdan casi a diario. Entre puntos suspensivos, por un parte, se parece, porque apuesto por una protagonista poco convencional. Poco de novela romántica y más de andar por casa, de la vida real que nos rodea. Incluso cuestionable pero ¿es que acaso no se puede cuestionar uno todo?
¿Es un riesgo?
Enorme, pero sin riesgo nada cambia. Todo se estanca y se repite en bucle.
Donde no arriesgo es en la escritura, esa la he masticado hasta decir basta para que resulte fluida (repito mucho esta palabra), para marcar mi propia distancia con algunos textos que se están haciendo pasar por novelas y que hacen daño al género. Para intentar que esto no sea el todo vale en el que se está convirtiendo.
Pero eso, decidme que os diga, ya no está en mis manos, está en las vuestras, en elegir lo que queréis leer y lo que os molesta ver escrito.
Partiendo de eso, los cimientos de la historia, que están tan claros y que los tengo tan claros, los dejo así. El armazón se moverá en lo previsible. Pongamos un ejemplo en el que una casa sea nuestra novela: en la mía, si abres el grifo del agua caliente, saldrá agua caliente.
No sé si me explico.
A partir de ahí, a partir de que las luces se enciendan al dar al interruptor y que el agua salga por los grifos, sí tengo elementos con los que puedo arriesgar y, aunque soy consciente de la comodidad de no hacerlo, yo lo hago.
Con los personajes.
Con los detonantes.
Con los detalles.
Es ahí donde me distancio, en el color de las paredes y la decoración de esas habitaciones imaginarias. Y lo hago porque creo que, aunque la base sea la misma, siempre podemos aportar matices.
En Detrás del cristal me atreví con un detonante de locos y os pedí paciencia para entender las razones por las que eso sucedía. La tuvisteis y la novela gustó mucho, me lo recuerdan casi a diario. Entre puntos suspensivos, por un parte, se parece, porque apuesto por una protagonista poco convencional. Poco de novela romántica y más de andar por casa, de la vida real que nos rodea. Incluso cuestionable pero ¿es que acaso no se puede cuestionar uno todo?
¿Es un riesgo?
Enorme, pero sin riesgo nada cambia. Todo se estanca y se repite en bucle.
Donde no arriesgo es en la escritura, esa la he masticado hasta decir basta para que resulte fluida (repito mucho esta palabra), para marcar mi propia distancia con algunos textos que se están haciendo pasar por novelas y que hacen daño al género. Para intentar que esto no sea el todo vale en el que se está convirtiendo.
Pero eso, decidme que os diga, ya no está en mis manos, está en las vuestras, en elegir lo que queréis leer y lo que os molesta ver escrito.
Está bien arriesgar, retarse... Si no, una misma empieza a aburrirse. Y conociendo tu talento, estoy segura que te saldrá bien.
ResponderEliminarBesotes!!!
Siempre intento que haya algo diferente, y muchas veces eso cabrea un poco al lector, pero estamos hechos de muchos matices y la literatura romántica refleja casi siempre el mismo. Vamos a ver qué pasa ;)
EliminarBesos
Los lectores agradecemos esos riesgos, que marcan la diferencia entre una historia más y una diferente que gusta máas
ResponderEliminarSé que lo que hace Ana en Detrás del cristal no se olvida así como así, porque creo que no hay nadie a quien no le entrasen ganas de echarle la bronca del siglo.
EliminarBesos
Hay que innovar y que tú arriesgues es un plus que seguro agradeceremos los lectores. Suerte !!
ResponderEliminarBesos
A lo mejor no innovo, es que me empeño en nadar contracorriente.
EliminarBesos
He de confesarte que la novela romántica nunca ha terminado de gustarme. Y he leído auténticos clasicazos del género, no sólo un puñado de las típicas "novelitas rosas" en las que los protas son rudos escoceses o ejecutivos con gustos peculiares. Pero creo que es un problema o un prejuicio muy personal, porque generalmente me suelo sentir un tanto estafada con ellas. Es algo que ya hablé con nuestra común amiga Pilar Muñoz cuando publicó "A qué llamas tú amor": esos protagonistas de cuerpos deseables, por ejemplo. Vale, quizá es poco vendible escribir una novela de este tipo en que los protas sean cuarentañeros normalitos que se enamoran. La descripción de ciertas escenas íntimas no iba a quedar tan fabulosa. Pero como te digo, es un problema esclusivamente mío. Debe ser que perdí la fe hace tiempo en esas cosas jaja. O que yo no estoy estupenda ni me pasarán nunca esas cosas. Va a ser puritita envidia. Sé que tu novela será un éxito y que está maravillosamente escrita. Toda la suerte del mundo, guapa. Un beso.
ResponderEliminarPues mira, los clásicos de la novela romántica no los he leído, salvo un par de ellos y a posteriori, cuando ya había publicado Detrás del cristal. Tampoco he sido lectora de novelas rosas, me interesaban más García Márquez, Unamuno o Jardiel Poncela, por hablar de tres autores que no se parecen en nada. Soy lectora de novelas juveniles más que de escoceses. Y las escenas de sexo, a menos que sean literarias, me las salto.
EliminarPero sé que no soy ejemplo de nada. Mis protagonistas son gente normal. Al protagonista de "La chica de las fotos" empiezo describiéndotelo como un actor buenorro (es que para ser actor y triunfar, eso es condición sine qua non, no estaba tirando de tópico sino de realidad), pero a lo largo de la novela desmonto el mito, te lo bajo del pedestal para que veas que es como tú y como yo. Y en "Detrás del cristal", Andrés tiene problemas de ansiedad y si te lees su descripción, pero de verdad, sin imaginar por tu cuenta, lo que yo escribí, te das cuenta de que ni siquiera es guapo.
En las novelas siempre trato temas de fondo: malos tratos, rumores y críticas que dañan tu imagen o tu vida o, como en esta nueva, el daño que hace no decir las cosas, salir huyendo de ellas en lugar de enfrentarlas.
Sé que hay mucha gente que se considera muy buen lector que no se acercará a mis libros porque están en un género que no provoca respeto. Siempre hay alguien que te pregunta si no podrías escribir otra cosa, ya que sabes.
Pues no, aunque vaya a contracorriente, seguiré escribiendo historias en las que, al final, haya un poquito de esperanza.
Un bes0
Acabo de acabar de leer Detrás del cristal y he sentido la necesidad de husmear en su blog para agradecerle este libro. Me lo he leído en dos días. Un capítulo, lleva al otro y resulta imposible dejarlo. He salido del trabajo deseando acabarlo, y qué pena da cuando acabas algo que te gusta tanto!! Felicidades!!
ResponderEliminarMuchas gracias!! Espero que te animes a leer alguno más. Bienvenida a mi mundo.
EliminarBesos