viernes, 17 de mayo de 2013

ARTE "CULINARIO"



"Sí, vale, está rico pero no es alta cocina, es más bien una hamburguesa. Fast food."

Ante una afirmación como esa, me asalta una pregunta (las preguntas son muy de asaltarme a cualquier hora, incluso en este momento que estaba planchando y lo he tenido que dejar para escribir). Me pregunto si Ferrán Adriá, antes de deconstruir la tortilla de patata, no hizo cientos de tortillas de patata desastrosas, o algunos miles de hamburguesas vomitivas. Supongo que sí, que probaría, experimentaría y al final dio en el clavo y se convirtió en uno de los cocineros más valorados del mundo mundial.

Pero me asalta otra duda. ¿Todo el mundo es capaz de hacer bien una simple hamburguesa? Creo que no, que algunas están para tirarlas al cubeto de basura más cercano, porque o se han quedado cortos en los ingredientes o les han puesto tantos que no hay por donde cogerlas.

Y tras esta reflexión culinaria, recuerdo que este blog es de libros.

Es que a veces hablo raro y hay que entenderme.

jueves, 16 de mayo de 2013

ALGO MÁS QUE VECINOS DE ISABEL KEATS



Sinopsis:

Leopold Gallagher, un rico hombre de negocios inglés de familia aristocrática, serio y obsesionado por el trabajo, conoce una noche en la terraza de su casa a la que, en un principio, toma por la amante de su viejo vecino. Catalina Stapleton, la nueva habitante del piso de al lado, es una joven extrovertida y generosa que disfruta ayudando al prójimo. En cuanto cruza dos palabras con su estirado vecino decide que, aunque él mismo no lo sepa, el señor Gallagher es un hombre infeliz que necesita ser salvado de sí mismo. A pesar de la arrolladora atracción que surge entre ellos, Leopold trata de mantener a la impertinente y alocada Cat a distancia; no está dispuesto a que su irritante vecina, por muy adorable que sea, derribe las barreras que tanto le ha costado erigir a su alrededor. Sin embargo, el destino parece tener otros planes... 

Mis impresiones:

Tengo que decir que Algo más que vecinos es un libro de lectura muy absorbente. Sin darte apenas cuentas vas pasado las páginas y cuando te quieres enterar ya se ha terminado. En mi caso, sin embargo, tuve que hacer una pausa obligada por las circunstancias.

Yo creo que no hace falta que explique más veces que hay dos cosas que me definen.

La primera es que me caigo constantemente. Incluso cuando no hay obstáculos aparentes yo me las arreglo para tropezar, no digo nada cuando se cruza conmigo una escalera… La de mano de mi casa acabó peor que yo hace un año, cuando me precipité desde ella. Tiempo después descubrí que yo no me había roto una pierna de milagro pero un peldaño de la escalera lo había partido en la caída. Y es de madera maciza. Hace un par de meses, por comentar la más reciente, rodé con mucho estilo por la escalera de la buhardilla…

La segunda, que mi despiste a veces es colosal. Ayer me puse a leer Algo más que vecinos a la vez que cocinaba y… se me olvidó que había dejado la olla al fuego, a tope. ¡La que lié! El vapor se rebeló, se puso a salir de allí con una fuerza sobrenatural y el techo de mi cocina acabó hecho una pena, goteando, porque daba tanto miedo acercarme que me quedé paralizada.

Todo porque en algún momento me había traslado a Londres, muy lejos de mis guisantes, mucho más cerca de las andanzas de Cat y Leo.

Este libro es puramente una novela romántica. A pesar de lo que pueda parecerle a alguien que me haya leído a mí, no soy mucho de este género. Lo leo de manera esporádica, fundamentalmente porque creo que siempre hay que conocer las cosas de primera mano y no por lo que nos cuenten, experimentar las sensaciones en primera persona. El libro ha logrado varias cosas conmigo (aparte del pequeño desastre en mi cocina): que no soltase la novela, que me reconciliara un poco con el género después de alguna que otra lectura bastante decepcionante y que un libro me haya durado un suspiro. De verdad que hacía tiempo que no me encontraba con algo así, una novela de esas que no quieres soltar.

La historia está narrada en tercera persona y sigue casi de manera única la relación entre Leopold y Cat, sin apenas escenas que se alejen de la presencia de los protagonistas. Leo es un cuarentón de muy buen ver y ella su vecina treintañera medio loca y guapísima a su manera, y desde el principio se percibe la química entre los dos. Isabel Keats juega con la tensión sexual entre ambos, estableciendo una relación en la que los dos pretenden quedarse sólo en amigos, pero que acaba explotando (como es normal y cualquiera que elija una de estas novelas está buscando leer) como fuegos artificiales.

Los tópicos del género se repiten pero yo creo que eso no le resta ningún encanto a una escritura fluida a la que yo sólo le pongo un "pero", pero que no es tal. La ambienta en Londres y el personaje masculino lo define como alguien estirado. Para ello se vale del narrador y, sobre todo, del lenguaje que él emplea, de los giros expresivos que entiendo perfectamente pero que a mí me sonaban raros (a mí) como de otro tiempo, no como me imagino que habla la gente inglesa estirada del XXI, que ahora que lo pienso, yo qué sé cómo hablan que en el XXI no he estado en Londres. Mi última visita a la capital británica se remonta al siglo XX y no tuve el gusto de codearme con la alta sociedad londinense.

Dicho esto, si os apetece una novela romántica, si queréis leer un libro de un tirón, os la recomiendo. Eso sí, no pongáis la olla mientras leéis, la cocina corre peligro.

lunes, 13 de mayo de 2013

EL ALQUIMISTA IMPACIENTE DE LORENZO SILVA

Sinopsis:

 El alquimista impaciente inicia su acción con un cadáver desnudo que aparece atado a una cama en un motel. Por la situación en que se halla, sin marcas de violencia, puede ser un criemn, o no. El sargento Bevilacqua, atípico investigador criminal de la Guardia Civil, y su ayudante, la guardia Chamorro, han de resolver el enigma. La investigación que sigue no es una mera pesquisa policial. El sargento y su ayudante habrán de llegar al lado oculto de la víctima y de las personas que la rodeaban, y deberán desentrañar un complejo entramado de dinero e intereses. Pero la clave, como en la alquimia, está en la paciencia. 

El alquimista impaciente fue una adquisición en papel. Una de esas de última hora, cuando estás de viaje y sospechas que te queda muy poco tiempo con el libro que te llevaste. En realidad en mi kindle quedaban muchos por leer y algunos podría incluso releerlos, pero no me apetecía ninguna de las dos opciones. Su precio, 5,95€ y el tamaño de las letras (bueno para una cegata como yo) hicieron el resto para que me lo llevase conmigo.

Al empezara a leer me llevé la sorpresa de que la acción empezaba en Guadalajara, más concretamente en un motel de la A-2, a una altura kilométrica que hizo innecesario que me dijera el nombre (no lo menciona) porque es de sobra conocido para una alcarreña viajera como yo. Y que mi amigo Julito fue el cocinero durante muchos años del sitio en cuestión, como para no conocerlo… También la central nuclear, a la que Lorenzo Silva nunca llama por su nombre, es probablementeTrillo II. Cuando la recorren no necesitaba imaginarme nada, sino tirar de recuerdos. Si mi memoria no falla, creo que he estado cuatro veces dentro. Cada detalle de los que tenían que ver con mi tierra me eran cercanos y la única vez que algo me ha chirriado es cuando, desde Madrid, tardan "poco más de una hora" en llegar a la central. Volando, quizá. En coche… lo dudo. Pero bueno, Chamorro conduce muy bien, será eso.

Bevilacqua sigue siendo uno de mis personajes favoritos. No me creo sus "antecedentes" de psicólogo, pero es muy común en mí. Todavía no me he conseguido creer a ningún protagonista psicólogo de los que he leído. Manías mías, qué le voy a hacer. Sin embargo, su filosofía, su inteligencia, su agilidad mental, ese deje de amargura que a veces se cuela entre sus palabras y las reflexiones certeras con las que interrumpe el relato, eso sí que me cautiva.

El juego de tensión sexual entre los protagonistas también me gusta mucho. Vila siente algo que no consigue entender del todo por Chamorro (a quien no entiendo muy bien yo) y la mantiene en ese limbo indefinido en el que algunos hombres cabales ponen a la mujer que mueve sus días: lo suficientemente cerca pero sin rozarla, no sea que la confundan con una cualquiera con la que se puede tener una relación complemento, de esas que ya no son la primera que nos marcó como personas. De esas que se tienen para no transitar solo y para compartir facturas. Vila concede a Chamorro la importancia que se le da a una compañera pero para él es tan grande que no se atreve a banalizarla. Tampoco es que Chamorro esté muy por la labor, creo yo, aunque me faltan algunos libros de la saga para entenderla a ella del todo.

Mi ejemplar tiene heridas. Mis libros me sufren en silencio (menuda jauría de gritos tendría si tuvieran capacidad de gritar). Si tengo lápiz a mano, subrayo pasajes para releerlos en cualquier momento. Si estoy fuera, doblo sus esquinas sin piedad, para recordarme que en esa página hay algo que me movió a pensar. Este tiene bastantes esquinas que apuntan a frases certeras de Lorenzo Silva. De sus múltiples heridas, de eso es de lo que me apetece hablar y esa es la razón última por la cual esta será una reseña diferente a las que suelo hacer. Esto estará lleno de spoilers.

"Tal vez deba preguntárselo usted mismo como hombre. ¿Por qué una persona como Trinidad, cariñoso, responsable, sensato como pocos, pierde de pronto la cabeza y se va con una zorra a hacer todo tipo de disparates, que terminan por costarle la vida?" Blanca Díez, esposa de Trinidad Soler, la víctima que aparece asesinada en el motel.

Me asaltó una pregunta. ¿Por qué, de vez en cuando, perdemos la cabeza de esa manera por algo? No pensaba necesariamente en que nos liemos la manta a la cabeza y dejemos nuestra vida de lado a cambio de ponerle vidilla a nuestra cama, sino a las razones por las que, teniéndolo todo bien organizado, de pronto nos da por embarcarnos en aventuras que nos quedan demasiado grandes y que acaban costándonos la salud, cuanto menos. ¿Insensatez? ¿Locura transitoria? ¿Crisis existencial mal llevada? Aún estoy pensando en ello, y en el regusto amargo que la palabra zorra me dejó.

"La curiosidad es el sentimiento más volátil. Sólo dura mientras queda algo por descubrir. Cuando apartas el último velo, antes incluso, se agota y necesitas otro enigma. Las mujeres no deberían sentirse demasiado halagadas por los hombres curiosos, y me temo que casi todas tienen propensión en incurrir en ese error". Bevilacqua.

Esta es la razón por la que me gusta tanto este personaje. De pronto, en medio de una investigación que no avanza, se lanza con una teoría propia, una que tiene mucho de negativa, y con la que estoy de acuerdo. O no. La palabra clave para que la señalase es halagada. Me repatea las tripas como si una bailaora de flamenco estuviera dándolo todo encima de mi abdomen. "Me halagas". Prefiero que me llamen hija de puta, me suena menos falso. Yo y mi cara B, deslenguada, insolente y un poco caustica.

 "¿Ha leído usted Guerra y Paz? Una lástima. Siempre pregunto esto porque tengo la pequeña manía de dividir a la gente entre quienes han leído y quienes no han leído este libro. Hay una raya divisoria entre quienes soportan mil quinientas páginas de sabiduría continua y quienes se rinden a medio camino." León Zaldivar, sospechoso del asesinato de Trinidad Soler.

Curiosa manera de dividir a la gente. Para leer Guerra y Paz hay que tener tiempo, más que nada. Para hacerlo con calma. Yo soy de los que tienen la tarea sin terminar, demasiados compromisos tontos que me he forjado y que trato de deshacer. No pienso dejarlo que corra mucho tiempo. El príncipe Andrei, muy al principio de la novela, dice: Querido, no puede decirse en cualquier parte lo que uno piensa. Y no puedo estar más de acuerdo.

"Mientras la veía alejarse en aquella atmósfera ligeramente otoñal, me asaltó una nostalgia indefinida, como la que se siente por todo lo que uno ha deseado una y otra vez, sin llegar a poseerlo nunca. Por algún mecanismo perverso, eso es lo que termina añorándose, más que lo que de verdad se tuvo". Bevilaqua con respecto a Chamorro.

Es cierto. A veces algo que nunca hemos tenido se queda prendido a nosotros y nos acompaña de por vida, y de pronto alguna otra cosa se nos borra, aunque en su momento fuera clave. Se me ha olvidado casi todo de gente que se suponía que era importante en mi vida y, sin embargo, nítida y para siempre, tengo la imagen de un niño del que me enamoré en el cole y que nunca se fijo en mí.

"¿Sabes lo único que no tiene precio? Quien ha aprendido a no necesitar nada. Esa es la única gente que un hombre como yo se siente capaz de admirar. Si es que existe". Zaldivar a Chamorro.

Pues es cierto, si es que existe. Mi objetivo en un tiempo lejano fue ese, no necesitar a nadie, no depender de nadie. Ni económica ni emocionalmente, no encontrarme un día vacía porque me había quedado sin bastones en los que apoyarme. Reconozco que he fracasado en lo segundo.

"Por fortuna para quien quiere mantener oculta su verdadera personalidad, la gente tiende a manejar respecto de los demás un puñado de burdos retratos robot, que resulta preferible dejar creer al otro y al que uno se ajusta sin desviaciones". Vila a Patricia Zaldivar, amante de Trinidad Soler.

A veces hacemos eso, nos construimos personajes que resulta cómodo manejar, caretas con las que salimos a escena en la vida y que nos permiten resguardarnos de nuestro verdadero yo.

El libro me ha gustado. Ahora tengo esperando La marca del meridiano. Quería seguir un orden pero me parece que en mi vida, últimamente, el desorden es el mejor orden que encuentro.

domingo, 5 de mayo de 2013

MUCHAS GRACIAS

Hay un refrán que dice que es de bien nacidos ser agradecidos, así que yo quiero desde aquí, desde mi rincón, darle las gracias a Antonia Romero, autora del best seller digital La tumba compartida, por este regalo que me hizo el otro día: un vídeo que en apenas treinta segundos resume mis cuatro libros.

No sé si sabré ponerlo para que aparezca una imagen o solamente saldrá el enlace, ruego perdonéis mi torpeza. Poner vídeos en el blog lo suspedí en primero de blogosfera y todavía no he sido capaz de recuperar la asignatura. Al final, llegaré al final de la carrera de blogs y me quedaré sin la licenciatura por culpa de esto, lo estoy viendo.


Nada, prometo que lo he intentado pero soy incapaz, así que tendréis que fiaros de mí y creer que detrás de esa palabra hay unas imágenes.

* Esto lo escribí antes de recibir clases particulares de Pilar Palel. ¡Gracias! ¡Al final me saco la carrera! Ahí está el video!!!!!!!!!


Tengo que decir que el vídeo me hizo mucha ilusión. Es una de esas cosas que dices que harás algún día, pero que vas dejando aparcadas y que de pronto alguien se tome la molestia de hacerlo por ti... te quedas con la boca abierta y sin saber qué decir, salvo muchas gracias.

Otra vez.

Aprovecho el día que es hoy para felicitar a todas las madres, a la mía, a las vuestras... A esas mujeres que nos enseñan a ser personas con su ejemplo, que no nos fallan.

A todas, un beso de hija.

jueves, 2 de mayo de 2013

UNA LUCHA DIARIA



No sé si antes de que se impusiera la publicación digital, escribir una novela era eso, escribirla, conseguir que se publicase y esperar que la leyeran. Que no era poco... Sé lo que es ahora: una lucha diaria. Cada día te levantas con el objetivo de serle útil, de empujarla todo lo que dé de sí tu imaginación, inventando campañas de marketing (sin tener ni idea de lo que es el marketing) o interactuando con los lectores que se acercan a ti para compartir su experiencia de lectura.

Reconozco que esto tiene un componente muy interesante, te abre la mente, te ofrece otros puntos de vista sobre lo que tú mismo has hecho pero, por otro lado, agota. Requiere de ti una energía que diluye la que te hace falta para escribir o para el resto de tus actividades cotidianas.

Cuando recibes buenas críticas, o al menos constructivas, la misma sensación que te provocan te empuja y desdibuja el agotamiento, pero cuando te encuentras que no han entendido nada de lo que pretendías transmitir con tu historia, que se quedan en la superficie de la anécdota sin profundizar lo más mínimo… te provoca un desgaste brutal.

Menos mal que siempre me queda la imaginación, cerrar este mundo virtual y volver a ese otro que es menos real, el de los personajes que cobran vida entre palabras, que creo cuando el silencio de la habitación sólo lo interrumpe el sonido del teclado combinando las letras de nuestro alfabeto.