lunes, 20 de febrero de 2017

DOCUMENTARSE AL ESCRIBIR. ESO...

Escribir historias es un proceso complejo que no solo consiste en sentarse a poner en palabras las ideas que bullen por la cabeza. Necesita un mínimo de planificación para que todo el esfuerzo llegue a buen puerto, para que lo que contamos tenga pulso, ritmo, mantenga el interés y el lector continúe hasta la última línea.

Hace falta el dominio mínimo de la técnica, conocer el vocabulario de nuestro idioma, las acepciones precisas de las palabras para no encontrarnos con las burradas que a veces aparecen en los textos.

Las palabras significan lo que significan, no lo que a nosotros nos apetezca.

Existe otra fase, la documentación para que los escenarios donde movemos a los personajes se correspondan con algo, al menos, verosímil. Y, además, un conocimiento del ser humano básico, que nos permita crear seres inexistentes, pero cuyo corazón lata y que tengan un comportamiento acorde con la realidad.

Verosímil, esa palabrota de la que parece que algunos no han escuchado hablar en su vida.

No me vale, ni a nadie debería valerle, que algo venga bien en la historia para mostrarlo como una verdad absoluta donde sostener una trama, es necesaria una mínima base de realidad para que un personaje no tenga comportamientos absurdos. Y para que esa trama no se caiga cuando una persona con un mínimo de inteligencia se acerque a ella.

A esto es a lo que voy a referirme hoy en este post.

Veréis, cuando planteo una historia, busco situaciones excepcionales en las que colocar a personas normales para, a través de la novela, ver cómo salen de ellas. Sé que muchas veces me arriesgo a que no se entienda muy bien por qué los meto en semejantes líos, pero me apetece salirme del carril (que conozco más de lo que os imagináis) porque estoy muy cansada de los estereotipos.

La chica buena, amable, generosa, abnegada y que actúa como salvadora del malote que en el fondo no lo es tanto, que solo se cubre en una apariencia para protegerse de un pasado tumultuoso.

Dejemos los tópicos para los secundarios, que al fin y al cabo solo son apoyos para los personajes principales. Hagámonos todos el favor de ser menos simples.

Cuando me pongo a crear un personaje que difiera de este comportamiento manido y recurrente, tengo trabajo extra que lleva su tiempo: documentarme. Leer mucho sobre personas de verdad, preguntar a expertos (psicólogos, psiquiatras) o buscar en toda la información que gracias a las nuevas tecnologías tenemos a nuestra disposición en la red. No escribo nada porque sí, porque venga bien es más, cuando alguna vez meto la pata (soy humana), también cuento con lectores cero expertos en la materia que me dicen "esto no" y tengo una facilidad pasmosa para darle a la tecla de suprimir y empezar de nuevo.

No presento nada a los lectores que no haya pasado mil filtros. Quizá por eso no publico de semana en semana, sino de año en año.

Por eso me molesta, y mucho, cuando encuentro un libro en el que los protagonistas no tienen un comportamiento que se ajuste a nada coherente. Puedes hacerlos víctimas de alguna patología, pero tienes que informarte de cómo funciona esta para no decir alguna salvajada, por mucho que después tus fans te aplaudan por ello porque les ha parecido divino de la muerte que un hombre con un trastorno por estrés postraumático, por ejemplo, se recupere de él en diez segundos al ver a una mujer que ha descubierto, casi solo con mirarla, que es el amor de su vida. Y eso que un psiquiatra no ha podido ni sacarle media docena de palabras.

¡Venga ya!

¿Eso es lo que queremos los lectores de romántica? ¿Ese es el camino para que se recupere el respeto por un género que lo está perdiendo a pasos agigantados? Porque, permitidme que os lo diga, no nos lo tienen. Ni a los lectores ni a los que escribimos. Desde fuera se nos ve, a nosotras, las escritoras, como marujas aburridas que no saben hacer otra cosa. A las lectoras, porque se identifica el género solo con mujeres, como personas sin ningún criterio que consumen lo que les echen (igual de feo que suena te lo dicen), siempre y cuando haya mucha "química". Y lo pongo entre comillas porque esa química, desde 2012, solo es mucho sexo. Saturar las novelas de escenas que ni siquiera vienen a cuento para satisfacer una moda que está haciendo más daño que favor.

Es verdad que vende, pero... el precio es muy alto.

No estoy diciendo que yo lo haga bien, al contrario, creo que todavía tengo que aprender millones de cosas, pero también creo que estoy entrando en una fase de desmotivación que va casi tan rápido como la falta de respeto por el género. Porque el esfuerzo, la constancia, la coherencia, la verosimilitud, la paciencia, las revisiones, el documentarse... parece que tienen menos valor que el publicar y publicar, el decir tontadas en poco más de cien folios y lanzarlas con portadas molonas (de piernas o espaldas) que es lo que vende.

Y si llega alguien, como yo, y dice que este no es el camino, que nos respetemos un poco, que nos fijemos en lo bueno que hay, que lo hay y mucho, entonces eres la oveja negra a la que atacar con comentarios negativos incluso antes de que se publiquen las novelas. Incluso teniendo el valor de, sin haber leído más que algunas páginas (o ninguna, lo repito) juzgarlas con una dureza que no detecto en cosas que dan grima.


viernes, 17 de febrero de 2017

ESE VACÍO...



Llevo días sin escribir. Lo he intentado. Cada mañana, en mi paseo con el que inauguro el día, he ido poniendo ideas en orden, trazando un sendero por el que transitar que se dibujaba al ritmo de mis pasos. He ido decidiendo, entre mis pinos, a cuál de las historias empezadas iba a ponerle todos los sentidos. Mientras mis pies se iban hundiendo en la arena, planificaba escenas y decidía diálogos que, una vez en casa, delante del ordenador, se escapaban de mi mente.

Toda la lucidez del paseo se volvía niebla cuando me sentaba delante del teclado.

Por eso, y quizá porque estos días han sido un poco fuera de lo común, al final he optado por ni siquiera intentarlo. He dejado de manera voluntaria que pasen las horas sin dejar constancia de ellas en las palabras entre las que me entretengo.

Un descanso.

Un respiro después de un año en el que he parido dos novelas y cuatro relatos.

Parece lo lógico, darse tiempo cuando uno ha hecho un esfuerzo enorme para recobrar el aliento, pero no sé si es buen síntoma. Escribir es como correr, hay que entrenar cada día porque, si no, se pierde la forma, se te escapa la lucidez a una velocidad muy superior a la que empleaste para llegar a ella. El pulso se torna errático y las palabras no encuentran el acomodo perfecto en las frases.

Y empieza el miedo.

Miedo a no ser capaz, miedo a que todo haya sido solo una etapa vital de las que superas. Miedo al tiempo oscuro entre unas y otras en el que no sabes ni lo que quieres ser. Miedo a que no aparezca algo que te llene y vacío al despedirte de lo que lo había hecho tanto tiempo.

O, tal vez, solo sea que estoy exhausta, que llevo tanto tiempo intentando rendir por encima de mi misma que he llegado a un punto en el que se impone que descanse, que me dé una tregua. Hasta que, sin forzarla, la musa vuelva a soplar con fuerza en mi oído y me invite, de nuevo, a esa fiesta interior que se desboca cuando ella me habla.

Habrá que sentarse entre los pinos, relajarse y esperar.

El tiempo acaba hablando, igual que las musas.

Siempre.

jueves, 16 de febrero de 2017

PARTICIPANTES EN EL SORTEO DE SU CHICO DE ALQUILER EN PAPEL

Reedito esta entrada completa porque yo creo que hoy me he levantado con el pie izquierdo, me he dado un golpe en la cabeza y no reacciono. Os cuento qué ha pasado con este sorteo porque tiene tela.

Tengo configurado el blog de manera que los comentarios de más de catorce días los tenga que moderar. Es así porque las entradas antiguas se me llenaban de spam y de ese modo puedo verlo antes de que se publique. Tiene una pega, si no miro la bandeja de comentarios sin moderar, no me entero de que algunos se quedan ahí que no son basura.

Ya me parecía a mí que participaba poca gente en el sorteo, pero bueno, a veces pasa que no consigues la difusión de una entrada del blog y, si soy sincera, este blog mío tiene un tráfico tan moderado que hasta podía ser.

Pues no, no era. Algunos comentarios estaban ahí, esperando a que yo me diera cuenta de que los tenía ocultos. Ha tenido que venir María José Moreno (gracias, eres lo más) a decirme que ella recordaba haberse apuntado, que mirase a ver si los tenía que moderar.

Cuando lo he visto quería que la tierra me tragase.

Como todo ha sido un desabarajuste, amplío el plazo hasta este viernes para apuntarse al sorteo aquí

El reparto de números queda va así iré editando la entrada si hay nuevos participantes:

Almudena, del 1 al 6.

Agatha, del 7 al 12.

Carmen, del 13 al 18.

María, del 19 al 24.

Laura Sanz, del 25 al 30.

Mari, del 31 al 36.

Maribel Lirio del 37 al 43

María José Moreno del 44 al 50

Madre desesperada del 51 al 57

Mar Jurado del 58 al 64

Mayte Uceda del 65 al 71

Fina del 72 al 78

Laura Comella del 79 al 84

Margalida Ramon del 85 al 89


No sé si me voy a volver a meter en el lío de organizar un sorteo. Bueno, quizá sí, nos reiremos un poco porque, estoy segura, no sabré hacerlo bien a la primera. 

lunes, 13 de febrero de 2017

ENTRE PUNTOS SUSPENSIVOS




Fecha de salida en papel: 15 de febrero.
Formato: bolsillo.
Precio: 7,95€

Sinopsis:

Mario Aguirre, el padre de Paula, lleva desaparecido unos días. Por más que su hija trata de localizarlo, no logra dar con su paradero y por ello busca la ayuda de Javier Muñoz, inspector de policía. Diez años atrás, Javier y Paula mantuvieron una relación que nunca ha acabado del todo. De vez en cuando sellan treguas que duran solo unos días, y de las que los dos salen siempre heridos.

Paula sabe que estar cerca de Javier no es lo más sensato, porque recuperarse después de estar juntos es cada vez más difícil, pero necesita que sea él el que la ayude a encontrar a su padre y no duda en pedírselo. El magnetismo que existe entre ellos es tal que quizá el viaje que emprenden para encontrar a Mario no sea muy buena idea, quizá exponga demasiado sus sentimientos.


Nunca os he pedido un favor, pero esta vez me atrevo. En este blog hace tiempo que estamos como en casa, así que os considero parte de mi familia digital. Sé que muchos tenéis pensado comprar el libro en papel, porque me lo habéis ido contando. Lo entiendo, porque el precio es más que atractivo. Os voy a pedir una cosa. Si de verdad lo tenéis pensado, hacedlo cuanto antes. Los libros duran cada vez menos como novedades, tienen un tiempo muy corto de estancia en las librerías. Enseguida vienen otros que deben ocupar ese espacio y si tienen suerte se quedan un tiempo en la tienda, pero en muchos casos se devuelven y se marchitan esperando no se sabe qué en los almacenes.

Por eso os pido este favor, que si tenéis decidido que lo queréis en papel, no esperéis al verano. Ni siquiera a mayo, porque quizá ya no esté en muchos lugares.

Y ya que nos ponemos, si os gusta, quizá no venga mal que lo comentéis. O que se lo comentéis a vuestra vecina. O que se lo regaléis a alguien por su cumpleaños...

Voy dando ideas.

Por cierto, yo hoy he recibido el primero del mío. Espero que me dé suerte.


Si lo queréis en versión digital, aquí se puede conseguir. 2,84€. Más barato imposible.

sábado, 4 de febrero de 2017

LA HISTORIA DE CAS DE LAURA SANZ



Sinopsis:

De manera accidental, Eli, una chica de clase alta, familia acomodada y portada de revistas, conocerá a Cas, un hombre que no pertenece a su mundo y que no la tratará con guantes de terciopelo, algo a lo que ella está acostumbrada. A pesar de sus diferencias comenzarán una aventura fugaz que pronto se convertirá en algo más. Pero la realidad, las mentiras, algunas malas decisiones y un turbio asunto en el que se verán envueltos lo complicarán todo.

Mis impresiones:

He esperado unos días para hacer esta reseña y no porque no haya leído la novela: al contrario, la leí hace unos días, antes de que Laura Sanz la publicase y, mientras lo hacía, sabía que acabaría aterrizando en el blog. Los que me seguís, sabéis que no hace mucho leí la primera novela de Laura, La chica del pelo azul, una novela de fantasía que plantea un viaje en el tiempo. Me gustó mucho cómo la autora se movía entre las palabras, y me planteé no perderla de vista.

Luego empezó la sucesión de serendipias. Una amiga común. Laura que conoce a mi madre (yo aún no la conozco a ella). Las dos nacimos en Guadalajara...

Yo qué sé, el caso es que acabé leyendo el borrador y sumergiéndome de lleno en esta historia en la que, como bien ha dicho alguien "ni el tipo duro es tan duro, ni la chica frágil es tan frágil". 

Cas es mecánico de motos de una isla. Eli es una asidua de las revistas del corazón, de vacaciones con sus amigas. Viven en dos mundos separados por millones de prejuicios, pero una mala maniobra al aparcar los pone frente a frente y se desata algo insospechado entre los dos. Primero, probablemente, solo se trata de curiosidad. Después, quizá sorpresa por lo que ambos son capaces de sentir por alguien que es casi un desconocido. La novela cuenta una historia de amor con sus vaivenes, con secretos que no se cuentan porque es posible que su romance no llegue a más que un rollo de verano, pero ambos acabarán superados por sus sentimientos.

Alrededor de los protagonistas, más personajes: las amigas de Eli, sus insoportables padres, ese novio, Lalo, que no hay por dónde cogerlo y los hermanos de Cas: Jan y Till, para los que Laura se reserva dos novelas más que nos ha prometido para los próximos meses.

No os voy a contar más de la novela, no procede; solo os diré que es romántica, que no es empalagosa, que asume el riesgo de una protagonista no demasiado convencional (ya sabéis, a mí me gusta el riesgo) y que cumple con creces con lo que promete.

Y ahora os cuento algo más.

Una sorpresa para mí.

Al principio de la novela, en esa página que nos reservamos para las dedicatorias o los agradecimientos, mi nombre.

Me emocionó, no creo merecerme ese honor que hasta ahora no me había concedido nadie. Solo estuve ahí los últimos días, aportando algo no es más que apoyo para no salir flotando o caerte de golpe cuando te sucede lo que le ha pasado a Laura con esta novela: ponerte en el número uno de Amazon al día siguiente de publicarla. Y ahí sigue, una semana después, con mayoría de excelentes opiniones (y alguna, como es normal, un poco regular, pero no le podemos gustar a todo el mundo. Incluso a veces nos ponen pegas que no tiene el libro, pero son gajes del oficio y cosas de estar arriba).

Le deseo lo mejor con esta novela, que siga dándole tanto como esta primera semana. Sé que cuando suceden cosas así, sientes que te crecen alas...