miércoles, 17 de marzo de 2021

ENCUENTROS CON LECTORES

 Dentro de unos días tengo un encuentro virtual con un club de lectura (ya os contaré cómo ha ido), donde hablaremos de La colina del almendro. Me encanta porque la situación en la que vivimos ha limitado mucho el contacto con los lectores. 

He estado pensando en algo.

No hace mucho, se me ocurrió invitar a un autor a nuestro club de lectura, el que va parejo al taller de narrativa. La respuesta fue que hace mucho que no va a estos actos (mucho no será, que apenas hace un año de la virtualidad de los encuentros) y que rechazaba amablemente la invitación.

Es su opción, por descontado. Tan válida como cualquiera, que esto no tiene obligaciones, por mucho que a veces nos veamos envueltos en ellas.

Sin embargo, me ha hecho pensar en otra situación, una vez en la que asistí a una charla de Alejandro Palomas en la que éramos media docena (contando niños acompañantes). Le pregunté si no se sentía un poco triste por haber hecho el esfuerzo de ir tras tan pobre respuesta y él me contestó, con la inteligencia de los que de verdad son grandes, que nunca se sabía dónde podría estar un lector que te abría la puerta a otros, multiplicando las posibilidades de que tus palabras llegasen a más gente.

Con eso me quedo, con la respuesta que tiene los pies en el suelo y el corazón en una historia que no es negocio, sino un pedacito de vida que creamos con esfuerzo, tiempo e imaginación. Que cuidamos porque nos importa. Que vivimos, porque forma parte de nuestras vidas.

#FelizMiercoles

sábado, 13 de marzo de 2021

RECUPERARSE




Padezco insomnio desde que tengo memoria. De hecho, muchas de mis noches de infancia se me fueron entre libros: si no me quedaba leyendo hasta que me doblaba el cansancio, acababa despertando de madrugada y enganchada a un libro. Así, con la excusa de no dejar tan solo pasar las horas, crecieron dentro de mi las ganas de contar, de expresarme y de poner en un papel esas historias que me sugerían los libros que iba leyendo.

Después de una etapa en la que el sueño pareció reconciliarse conmigo, vino otra peor, de noches enteras en blanco o, como mucho, de dormir un par de horas. En esas madrugadas de no hace tanto, escribía. Mis novelas avanzaban al ritmo de quien les dedica mucho tiempo, porque lo tenía, porque no dormir multiplica la vida aunque con ello tengas que pagar otros peajes.

Hace un par de años, empecé a dormir otra vez.

Poquito a poco fui sintonizando mi cerebro con el descanso y los ritmos circadianos empezaron a entonar una melodía más saludable y más perfecta. Solo algunas noches se olvidaban de mí y me descuidaban un poco. Este 2021, sin embargo, empezó alterado. Cuestiones de salud que han supuesto un desajuste físico han tocado el sueño, pero ya no escribo de madrugada.

Hoy ha tocado noche en vela, de esas que te sacan de la cama, de las que ni siquiera el mejor libro del mundo puede combatir. He sentido la tentación de encender el portátil, pero no lo he hecho, porque sé que escribir, aunque sea terapéutico, es también adictivo y no quiero volver a pasar noches y noches atrapada entre sus redes. Quiero poner yo las normas y que no sea esto lo que me conduzca. No se puede controlar lo que te limitan los demás, pero todavía podemos ser dueños de nosotros mismos.

 He saltado a la cocina. No tenía hambre, tenía tiempo, así que he abierto el frigorífico con intención de ordenarlo. He tardado dos segundos en cambiar de opinión: cocinaría. Primero, codornices escabechadas. Después, una empanada. Ahora estoy esperando a que se termine y, ya que tengo el horno caliente, valorando hacer un bizcocho.

Todo esto tiene que ver con el título de la entrada, con recuperarse. Poco a poco, porque esto va así, pero ya huelo. ¡Y es delicioso! El mundo sin olfato es inocuo y triste, privado de sensaciones que nos provocan un placer indescriptible. Que nos avisan de peligros. Que nos motivan o nos advierten. Hoy he disfrutado con el olor de la comida mucho más que sé que disfrutaré de comerla. Y, cuando se despierte, voy a abrazar a mi hija y voy a olisquearla sin disimulo.

Nadie sabe lo que he echado eso de menos.

viernes, 12 de marzo de 2021

DOCUMENTARSE

Esta noche no he dormido nada. Me la he pasado buscando información para redondear una historia que tengo escrita desde el verano de 2019. Como hace tiempo que no la toco, hay una última copia a salvo de la defunción de mi portátil, y como hasta dentro de unos días no podré recuperar el resto de lo que tengo, he pensado darle otra vuelta.

El tema de fondo de esta historia es el acoso.

Cuando la escribí, aunque sé bien de lo que estoy hablando, lo dejé en un plano superficial, porque siempre quise dar más potencia a la otra historia, la que queda en primer plano y es más bonita y más optimista. No leemos para aprender, sino para divertirnos, así que, aunque dejase la puerta abierta a alguna reflexión, sería con la humildad de no ir por la vida dando lecciones.

El acoso genera toda una serie de secuelas a quienes lo padecen que no estaba segura de haber plasmado en mi protagonista. Me di cuenta cuando lo he visto de cerca, cuando las emociones me han tocado tan de lleno que no queda más remedio que pararse a pensar.

Mi protagonista no se entretenía en hacerse una pregunta: "¿Qué he hecho?" Porque, aunque el acoso venga muchas veces de la mano de personas claramente desequilibradas, esa es una pregunta que es inevitable, buscamos las razones, la lógica, la causa-efecto que al final conduce a callejones sin salida, porque el narcisismo de otro, sus obsesiones íntimas, su distorsión de la realidad que se acomoda a lo que quiere que sea y no a lo que es, es ingobernable desde fuera.

Y las consecuencias, también.

Cuando empecé la novela, el mismo acoso que recibe mi protagonista lo estaba sufriendo alguien muy cercano. Pero ya sabemos que no es lo mismo ver que vivir ni que contar, porque aunque la realidad sea aterradoramente verosímil, la ficción tiene sus propios mecanismos. Y yo hablo de ficción en mis novelas, aunque detrás siempre haya verdades aterradoramente reales.

Claro, después de la noche en vela, ahora tengo sueño...

jueves, 11 de marzo de 2021

DETRÁS DEL CRISTAL, DE NUEVO EN AMAZON

 



Desde hace unos días vuelve a estar disponible en Amazon mi novela Detrás del cristal. Después de haber recuperado los derechos, he decidido dejarla ahí. Había barajado otras opciones, pero estamos en medio de una crisis económica, seguimos, por las medidas restrictivas que rigen nuestras vidas, sin poder acompañar a los libros en la calle. En ese contexto, no me pareció oportuno ni sensato hacer otra cosa con esta novela, por muy tentador que fuera no hacerlo sola. Pensé que ya hizo su recorrido (y maravillosamente bien, todo hay que decirlo), y ahora solo busco que quien todavía no la conozca y quiera hacerlo pueda, sin tener que recurrir al pirateo.

Sé que es ser muy optimista.

Detrás del cristal entremezcla varias historias. Empieza con un tono de comedia, con distintos personajes que podemos intuir que van a estar relacionados. Después de unos primeros capítulos en los que Ana, la protagonista, toma una decisión que da para un debate, después del tono desenfadado que acompaña a esas páginas, empezamos a intuir que hay otra historia detrás. Una que quizá pasó desapercibida, aunque fuera lo primero que puse delante de los ojos del lector.

Esa fue mi intención, dejarlo a la vista, pero que pareciera poco importante cuando era el centro de todo.

Esta novela, publicada en 2013, pretendía llamar la atención sobre el maltrato. Quería decir con ella que muchas veces lo tenemos delante de nuestras narices y, como la protagonista de la portada, nos cruzamos de brazos ante ello. Por fortuna, las cosas han cambiado muchísimo desde 2013, nos hemos concienciado, aunque estoy segura de que muchas historias las tenemos al lado y seguimos dando la vuelta a la cara, porque no es problema nuestro.

La comedia planteada al principio, por tanto, se pone seria por momentos y hace una reflexión, no profunda, pero sí muy sincera, sobre un tema que entonces me preocupaba y hoy me preocupa todavía más, porque lo estoy viendo muy de cerca. Usé ese tono porque mis influencias literarias beben en el surrealismo, en Valle y en Jardiel Poncela. Y en los vodeviles. Y en el teatro. Y en fuentes que quizá no son las más comunes para una novela romántica. De hecho, la primera novela romántica que leí en mi vida es posterior a la publicación de Detrás del cristal.

La he subido a Amazon, con Kindle Unlimited, para que quienes estén suscritos al programa puedan empezar a leerla gratis y decidan si quieren seguir, aunque en realidad cualquiera que le dé a este enlace puede hacerlo. Ahí están los primeros capítulos. Su precio, 2,89€ en ebook y 14,94€ en papel. 

martes, 9 de marzo de 2021

RECUENTO

Hace un rato estaba viendo en un blog que hacemos poco recuento de nuestros logros, mientras que muchas veces nos paramos a hacerlo de los demás, sintiendo envidia.

Tal vez no le pasa a todo el mundo, solemos pintar la vida como la vemos, pasa por nuestro filtro y acabamos pensando que esa es la única verdad posible, sin cuestionarnos que, tal vez, sea solo la nuestra.

No suelo hacer recuento de mis propios logros, pero estos días, en concreto ayer, sucedió algo que esa entrada de blog me ha recordado. Y, mira por dónde, lo voy a recoger aquí.

Ayer, día de la mujer, La colina del almendro fue seleccionada por la aplicación de libros de Huawei para celebrar el día de la mujer. Es mi logro, pero ayer era un día de todas y la verdad es que preferí contarlo casi de pasada, tuve la sensación de que no venía mucho a cuento cuando era el día que era, con otras cosas que eran más importantes.

Ayer, día de la mujer, también dos de mis novelas fueron seleccionadas como lecturas para el día de la mujer por HarperCollins. De las siete que había separado la editorial, dos eran mías: La colina del almendro y Entre puntos suspensivos. Además, fui la única autora española en esa selección. Otro logro para mí que suma, pequeñas cosas que juntas, son mi biografía.

Única.

Me la he ganado yo sola. Sin débitos que deba pagar porque me he ocupado muy mucho de no endeudarme.

Ayer, en el día de la mujer, día que llevo celebrando más de treinta años de manera activa, me paré a pensar justo en esto. Es lo que tengo muy claro desde hace mucho: la lucha siempre tiene que incluir a uno mismo, ser personal y no debérsela a nadie. Los obstáculos no se solventan solo en manifestaciones masivas ni arengando a las masas, hay que remangarse y trabajar, y eso es lo que hago. Lo que llevo haciendo toda la vida. Por la igualdad efectiva, por romper los techos de cristal y por lograr avances. Esforzándome lo que sea. Aunque sean pequeños, son pasos que allanan el camino para mi hija. 

Terminar número 2 de una promoción universitaria en la que el 85% eran hombres, por ejemplo.

Ayer, día de la mujer, me lamenté de que muchas veces se nos llene la boca con la palabra sororidad, cuando en muchas ocasiones contra quienes más tenemos que luchar es con actitudes bochornosas que parten de mujeres que se hartan de decir que son feministas y después sus actos las desdicen. De eso nos queda también mucho que aprender. Mucho que avanzar.

Sigamos adelante, yo lo voy a hacer. Cordura no me falta. Corazón, mucho menos, es una cosa que no se puede fingir. Cuando se tiene, se nota y cuando no, muchísimo más.

Y voy a seguir sumando, porque para restar ya están otros.