MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
lunes, 5 de marzo de 2018
MALDITO CUPIDO
Este fin de semana, entre felicitación y felicitación de cumpleaños -gracias a todos los que os habéis tomado la molestia de perder unos segundos en ello-, he leído que las cosas no han cambiado para el género romántico. Después del escándalo de principios de febrero, la verdad es que llegué a pensar que quizá podría haber una oportunidad de reconducir la situación, pero visto lo leído ayer, me parece que eso no era una realidad, sino más bien un deseo de los que no se cumplen.
Me lo tenía que haber imaginado: soy experta en que no se cumplan mis deseos.
Tras este revolcón épico, de nuevo las mismas novelas sobre las que se sembraron dudas entran en los tops, remozadas las portadas en algunos casos, y siguen ahí, copando la visibilidad que daría oportunidades a otros. Y yo me he hecho preguntas.
También soy de hacerme preguntas.
¿Es verdad todo lo que nos han contado? ¿Es esto de verdad lo que quieren los lectores? ¿Es cierto que hay quien puede escribir una novela por semana y eso tiene su público? ¿Estaremos equivocados, subidos en la soberbia de quienes ven el mundo de otro modo? ¿Nos habremos quedado obsoletos sin darnos cuenta?
Hasta hace poco yo me consideraba una lectora con criterio, curtida en mil batallas. He pasado por bestsellers, clásicos releídos mil veces, autoediciones buenas y malísimas y creía que tenía el criterio formado a base de análisis desapasionados fruto de mis estudios a lo largo de una vida. Nada de esto me sirve cuando encaro una novela de estas, porque lo bueno se oculta a mis ojos, detrás de los defectos de forma, fondo, trama y ambientación que encuentro a cada página. Pero que, por lo que sea, hay a quienes deleitan y contra eso poco se puede hacer.
Es como cuando te empeñas en gustarle a alguien que no siente nada por ti: estás perdiendo el tiempo miserablemente porque eso no es cosa tuya sino del otro. Da igual que te arregles mucho, que te peines y te esfuerces. La otra, la despeinada, la idiota a tus ojos, es quien hace que su corazón lata de impaciencia y es quien se quedará con su atención. Por muchas que sean tus virtudes, si no hay flechazo, lo demás da exactamente lo mismo.
Con las novelas es un poco igual.
Da igual que te des madrugones importantes, que releas mil veces lo escrito, que te apliques en las metáforas, que pongas cuidado en el fondo o que te las ingenies para que haya referencias literarias en tu obra. No importa nada. No te van a ver. No se van a enamorar, porque el amor no depende de ti sino de un capullo llamado Cupido que va lanzando las flechas a su criterio.
Cupido es un dios con pañales, nunca he entendido que le dieran en el Olimpo tamaña responsabilidad, pero conociendo a los dioses, sobre todo a Zeus, no me extrañaría nada que lo hubiera hecho a propósito.
Pero no me rindo, a pesar de todo. Todavía me queda un poquito de fuerza para seguir adelante, aunque va escaseando. Cada día más, cada día me levanto y no me la encuentro como sin querer mientras que desayuno, sino que tengo que aplicarme en buscarla con esmero, como si fuera uno de esos calcetines que se empecinan en esconderse detrás de la pata de la cama y te tienen loco hasta que das con ellos.
Cada vez más pienso que Cupido -o Zeus- se lo están pasando pipa con mi zozobra.
A todo esto, estaba hablando de novelas...
jueves, 1 de marzo de 2018
¿POR QUÉ A MÍ?
Todos nos hacemos esta pregunta montones de veces a lo largo de la vida. Muchas, las más diría, relacionado con algo negativo. ¿Por qué me ha tocado a mí esta enfermedad? ¿Por qué ha tenido que ser a mí a quien le ha caído un tiesto encima del coche? ¿Por qué a mí no me ha tocado la lotería con la falta que me estaba haciendo?
Y así, hasta el infinito.
Pero a veces te la haces al contrario, le das la vuelta a la frase, piensas un rato y te preguntas por qué a ti en cosas positivas.
¿Por qué a mí me tuvieron que tocar estos dos niños tan maravillosos que tengo?
¿Por qué se tuvo que cruzar en mi camino Ulises?
¿Por qué hace unos años me eligieron a mí para leerme tantas personas?
Son preguntas retóricas, la mayoría llevan el absurdo enredado en el planteamiento. Nunca, por más que nos las hagamos, encontraremos la respuesta. Tampoco a las que a mí me siguen palpitando dentro, entre las que destaca una: ¿Por qué me van a querer volver a leer a mí?
Parece una tontería, pero no lo es. Cuando voy a una librería física me doy cuenta de todos los títulos que hay y me mareo. Si hago la búsqueda en un libro en Amazon, acabo tropezando con millones más. ¿Por qué alguien iba a dejar todos los demás de lado para prestarle atención a los míos?
Abruma.
Nada, que mientras se hacen los guisantes me estaba preguntando cosas.
Y así, hasta el infinito.
Pero a veces te la haces al contrario, le das la vuelta a la frase, piensas un rato y te preguntas por qué a ti en cosas positivas.
¿Por qué a mí me tuvieron que tocar estos dos niños tan maravillosos que tengo?
¿Por qué se tuvo que cruzar en mi camino Ulises?
¿Por qué hace unos años me eligieron a mí para leerme tantas personas?
Son preguntas retóricas, la mayoría llevan el absurdo enredado en el planteamiento. Nunca, por más que nos las hagamos, encontraremos la respuesta. Tampoco a las que a mí me siguen palpitando dentro, entre las que destaca una: ¿Por qué me van a querer volver a leer a mí?
Parece una tontería, pero no lo es. Cuando voy a una librería física me doy cuenta de todos los títulos que hay y me mareo. Si hago la búsqueda en un libro en Amazon, acabo tropezando con millones más. ¿Por qué alguien iba a dejar todos los demás de lado para prestarle atención a los míos?
Abruma.
Nada, que mientras se hacen los guisantes me estaba preguntando cosas.
miércoles, 28 de febrero de 2018
UN POCO DE NOSTALGIA
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Web del hotel |
Hoy el Ritz de Madrid ha cerrado sus puertas por reforma y yo me he puesto nostálgica. Es normal, me voy haciendo mayor y acumulo ya muchas historias en la memoria.
Incluso tengo una para este hotel, y esta noche me apetece contarla antes de irme a dormir.
Hace 5 años, cuatro meses y seis días -creo- atravesé la puerta del Ritz de Madrid. Era algo que en la vida imaginé que me iba a suceder a mí. Nada más poner un pie en el vestíbulo, noté una pirueta extraña y me sentí transportada a otro tiempo. Parecía que después de saludar al botones que me había sujetado la puerta, había retrocedido un siglo. La música en directo de un piano llegaba desde la cafetería y el personal lucía impolutos unos uniformes que solo había visto en las películas. Durante unos momentos, miré mis zapatos, mi blusa dorada de seda y el pantalón marrón que vestía y, aunque eran muy bonitos -lo siguen siendo, pero ya no entro en la 36-, desentonaban.
La razón por la que estaba allí hace cinco años, cuatro meses y seis días se llamaba Ken Follet. Una entrevista. Yo no tenía que estar allí, no era a mí a quien le correspondía hacerle las preguntas sino a una amiga bloguera, Tatty, a la que convencí para que no dejase pasar la oportunidad de su vida. Aunque para ello yo tuviera que acompañarla hasta la puerta, que es donde me quedé. Yo no estaba acreditada, así que no podía entrar en la habitación, pero en el Ritz la amabilidad es norma. Me dejaron en la cafetería, escuchando ese piano en directo.
Y terminando de darle forma a un sueño.
Ese día, en el Ritz de Madrid, mientras mi amiga Tatty entrevistaba a Ken Follet, yo terminé de revisar Detrás del cristal arropada por el sonido de un piano en directo. Creo que las decisiones que tomé ese día no estuvieron mal, porque la novela fue mágica.
Por eso hoy me he puesto un poco nostálgica, para mí ese hotel tiene mucho que ver con mi novela: lleva enredado el recuerdo de un par de momentos de esos que no se repiten más veces en la vida.
Nunca volveré a coincidir con Ken Follet.
Nunca volveré a escribir una novela como Detrás del cristal.
Etiquetas:
Mayte Esteban,
Reflejo
jueves, 22 de febrero de 2018
LA ÚLTIMA FRASE
"Se
atrevieron, incluso, a llevar el pelo corto."
La novela termina con un cambio.
De vez en cuando,
hace falta.
En ello estamos...
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Pixabay |
martes, 20 de febrero de 2018
ANTES DE QUE LA VEAN OTROS OJOS
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Pixabay |
En estos días que hemos vivido rodeados de plagios -no parece haber fin en este tema-, se me ocurre que podemos hablar de la protección que podemos darle a nuestras novelas. Un paso imprescindible para mí es el Registro de la Propiedad Intelectual de la obra en la delegación de Cultura de tu provincia.
Sé que es pesado, que si encima el registro lo haces en persona y no online te cuesta dinero: fotocopias numeradas de la obra por una cara, encuadernadas, con una portada en la que aparezca el nombre del autor y, si lo usara, su seudónimo y las tasas de gestión (unos trece euros la última vez que fui). Firmadas en la primera y la última página.
Te pones a sumarle a eso el combustible del coche, el aparcamiento y un café que te tomes porque te lleva la mañana y se pone en un pico.
Yo no me lo salto porque entiendo que forma parte del proceso. Asumo que si quiero tener algo a lo que agarrarme si me plagian, como pasó en Wattpad, tengo que tener los documentos que demuestren que ese libro es mío y no de otra persona. Y, si tuviera que denunciar en un tribunal, poder aportar pruebas del delito.
Porque el plagio es un delito, no nos olvidemos.
Existe una plataforma, SafeCreative, en la que se pueden hacer registros en la red. Sirven, supongo, pero la fiabilidad de tener documentos oficiales yo no la desestimo por esto, a pesar de que sea mucho más caro. Al fin y al cabo, como mucho en un año he registrado dos novelas y otros años ni siquiera una.
Tampoco es para tanto.
Os voy a decir lo que hago yo. En cuanto tengo la obra la registro en esa página, antes de pasarla a los lectores cero. Confío en ellos plenamente, para eso son mis lectores cero, pero quiero que quede constancia en alguna parte de que ese texto ha salido de mi cabeza ya en esa fecha. No creo que vayan a hacer un mal uso de él, pero la vida me ha ido demostrando que ser cauto siempre viene bien.
Cuando ya la han revisado y paso yo a hacerle la siguiente revisión, cuando me convenzo de que todo está en su sitio, es cuando visito la sede de Cultura, que en Segovia está en la Plaza de la Merced. El trámite me lleva toda la mañana, porque tengo que recorrer 100 Km entre la ida y la vuelta, aparcar, algo que en el centro de Segovia es complicadísimo y esperar en el banco a que me toque pagar. No sé cómo puede haber tanta gente siempre...
Solo cuando esto está hecho, envío la novela a la editorial.
Ese es mi sistema, de momento, va bien.
Etiquetas:
trámites
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