domingo, 22 de agosto de 2010

HISTORIA DEL REY TRANSPARENTE

Rosa Montero




He aquí un libro, LIBRO. Así, con mayúsculas, contundente. Un libro que habría que leerlo veinte veces y todavía se nos escaparían cosas. El título, por ejemplo, todavía estoy pensando en él y en lo que en realidad significa. Supongo que si busco un poco en internet alguien lo habrá pensado por mí, pero eso no vale. Quiero averiguarlo sola o, al menos, pensar qué significa para mí. Me llevará algún tiempo y quizá jamás sepa la verdad. Un día discutí con una profesora porque no compartía mi interpretación de un poema de Machado, y pretendía convencerme de que la suya era la correcta. Si Machado no hubiera visto seguro que ninguna llevaba razón pero, por eso mismo, yo quería que me escuchara, que se planteara mi punto de vista. Lo logré después de mucho esfuerzo (lo burros que son algunos que se creen con la responsabilidad de enseñar algo a los demás) y al final el resto de mi clase estuvo de acuerdo con que mi explicación era mucho más plausible. Y la profesora se pilló una baja por depresión. Tiene que ser duro que una mocosa te demuestre que la literatura no es cuadriculada como las matemáticas. Y humillante si no tienes el reflejo de escuchar. Por eso jamás menosprecio lo que piense cualquiera de mis alumnos, por tonto que me parezca a priori. Yo también estoy aprendiendo.

Pero, a lo que iba, me ha gustado esta historia en la que hay una especie de Don Quijote femenino, Leola, disfrazada de caballero para sobrevivir, acompañada de su propia escudera, Nyneve, una mujer rechoncha y sabia que también se viste de hombre, y que dice ser una bruja. En el libro se suceden sus andanzas y las reflexiones que hablan de universales. Me ha gustado sobre todo una anécdota que le cuenta la bruja a Leola. En ella, una mujer muere de parto y el padre se desentiende de la niña por pena pero, como todo el mundo le dice que es muy especial, y que hará grandes cosas en el futuro, decide verla. Al final él también cree ciegamente en el potencial de la niña. Lo mejor, lo que responde Nyneve cuando Leola le pregunta qué ocurrió al final con la niña. Nada. Me hizo pensar en las esperanzas que ponemos en nuestros hijos y en el convencimiento que tenemos todos de que serán grandes y, en la mayoría de los casos, se quedan en nada. Me vi en esa niña y vi a otras niñas a las que, como a mí, la vida no les regaló un pedestal. Aunque alguien pudiera pensar en algún momento que potencial había.

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