Ayer cambié mi tarde eterna de parque por una excursión al campo con los niños. Nos montamos en el coche y recorrimos escasamente quince kilómetros (es lo bueno de vivir donde vivo) y junto a una amiga y un par de niños más, pasamos un par de horas a la orilla del Duratón. Jugaron con la arena, metieron los pies en el río, buscaron (sin éxito) cangrejos, gritaron como locos jugando a las cartas y nos costó un triunfo convencerlos de que se nos habían acabado las botellas de agua y los bocadillos, que pronto empezaría a anochecer y que era necesario volver a casa.
Sin querer vinieron a mi memoria otros veranos, otros momentos en los que la niña era yo.
Cada fin de semana mis padres preparaban comida, las cañas de pescar, la sombrilla y después de quedar con mis tíos acabábamos a orillas del pantano de turno (Entrepeñas solía ser el más habitual porque era el más cercano). Mis primos, mi hermana y yo inventábamos cada día juegos diferentes: hacer fortalezas de barro, jugar a repartirnos los coches que pasaban por la carretera (algunas veces pasaban más de veinte minutos entre uno y el siguiente)... Con la radio del coche a todo volumen montábamos conciertos en los que las estrellas éramos nosotros mismos, y aún nos sobraba tiempo para accidentarnos: algún anzuelo acabó en la mano de un pescador novato de seis años, o hay quien como yo conserva una cicatriz en la ceja, recuerdo de haber tratado de levantar la escopeta de perdigones de mi primo cuando pesaba más que yo.
A mi hermana tampoco se le ha olvidado el día en el que confundió un palo con una culebra de agua...
Ese tiempo ha quedado lejos y me lo recordó un cartel que prohibía la acampada libre (la de veces que el cielo del Alto Tajo fue nuestro techo) y hacer fuego entre mayo y septiembre. Quizá no se pueda recrear del todo el pasado pero estoy segura de que hay otras maneras de disfrutar del aire libre que no se limiten a sentarse en un banco del parque hasta que llegue la hora de volver a casa.
Por cierto, el sitio elegido ayer es el mismo donde tomé la fotografía que ilustra la portada de La arena del reloj.
Un relato precioso! Me ha gustado muchiisimo *_____*!!
ResponderEliminarLa verdad es que yo también solia hacer acampadas que recuerdos me han venido a la cabeza!!
Que bonito!!!!! n.n yo cuando salia al parque (como vivo en ciudad es lo unico) siempre me llebaban al estanque a darle de comer galletas a los patos y peces (sin que nos vieran) jeje aquellos tiempos u.u
ResponderEliminarBonito fin a ti tambien, diviertete!
besos
Que lindo Mayte! Son geniales esos momentos que además de disfrutar te traen muchos recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo!
Me lo pasé muy bien en el río el otro día. Hoy hemos ido a ver entrenar al Alcorcón, que están concentrados en Cantalejo.
ResponderEliminar