viernes, 8 de febrero de 2013

ADOLESCENCIA

Hoy he dado un abrazo... raro. Uno de esos que te salen del alma y que encuentras que no tiene correspondencia porque la presión de los brazos del otro no es lo que esperabas.

-¿No te gusta que te abrace?
-Me da lo mismo.

Lo reconozco, el nudo en el corazón ha puesto en marcha el mecanismo de las lágrimas, a las que no les he dado opción: las he acallado con una inspiración fuerte.

La adolescencia no es fácil para nadie. Ni para quien está inmerso en ese tiempo de profundos cambios físicos que alteran los niveles hormonales, ni para los que rodean quien está en pleno crecimiento.

Para una madre, la adolescencia de un hijo es una pesadilla de la que te quieres despertar lo más pronto posible.

Siempre habíamos sido un equipo, desde el día en el que su llegada me transformó por completo, desde ese momento en el que dormir y comer se convirtieron en una utopía porque me tuve que acostumbrar a sus rutinas. Daba lo mismo porque cada abrazo, cada beso, cada sonrisa eran el mejor alimento y el mayor de los descansos. Sentirlo entre mis brazos, acariciar su rostro, escuchar los sonidos que entrenaban su garaganta para que más tarde hablase, me hacían tocar el Cielo, ese que existe de verdad y que está tan cerca cuando quieres a alguien que te quiere de verdad.

Ahora, mi niño, no está.

Lleva meses evitando que nos vean juntos en público, no quiere que nadie sepa que aún, a escondidas, se le escapan besos. Prefiere mantenerme a una distancia prudencial. No quiere que nadie más que yo sepa que me sigue queriendo, elige la privacidad de nuestro mundo compartido para devolverme su cariño, pero siempre y cuando nadie más lo sepa.

Sé que se pasará, que llegará un día en el que sus hormonas se asentarán de nuevo y dejará las tonterías de lado. Volverá a ser el que era, recuperaré sus abrazos, sus besos y su presencia. Estoy completamente segura, pero ahora el camino es una cuesta arriba. Menos mal que sé que todo lo que sube, acaba bajando, y que dentro de un tiempo volverá.

Cuando la complicidad es tanta, puede que haya un tiempo de dudas pero se acaban pasando.

Estoy convencida.

(Para todas esas madres que saben de lo que estoy hablando)

16 comentarios:

  1. Jajajaja...yo es que tengo uno de diecinueve...y no es cuestión de que se le pase, es que tu hijo está buscando su sitio en el mundo y, cuando lo encuentre, ya no tendrá que seguir empujando para hacerse con su espacio. Como buena madre, e inteligente, lo mejor que puedes hacer es facilitarle el proceso a la vez que preparas el terreno para que vuestra futura relación, ya entre dos adultos, sea profunda, consistente y llena de respeto y confianza.

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  2. A mí se me saltaron las lágrimas cuando mi hijo de tres años (por entonces tenía dos) me dijo que no me quería, así que te entiendo perfectamente.

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  3. Todavía me queda para llegar a ese momento, que me da miedecito, voy a reconocerlo. Y además, cada vez parece que crecen antes y que el momento llega antes... Ays...
    Besotes!!!

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  4. Solo puedo darte ánimos, pero ningún consejo, que yo no tengo hijos. Biquiños!

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  5. Uno quiere que se queden siempre pequeñitos, a nuestro lado, pero ellos acaban volando. Todo lo que se nos da se nos quita. Y nos queda la nostalgia. ¿Será para que valoremos?¡Pero quién ha inventado el mundo este!

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  6. A mí aún me quedan unos añitos de gracia, pero cuando veas las barbas de tu vecino cortar... Voy tomando nota. Además ¿vosotros no os acordáis de algunas cosas de cuando eráis adolescentes? Yo me acuerdo de algunas sensaciones, todas malas: tristeza, confusión, rabia. Es que había días que no me soportaba ni a mí misma. Espero que no se me olvide para cuando me toque vivirla desde el lado de los padres.

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  7. Sólo puedo solidarizarme contigo porque comparto esa misma situación. Cuesta mucho decir adiós al niño y aceptar que su suave mejilla raspa cuando le das un beso y los malos ratos, las respuestas intempestivas son inevitables como lo es pasarlo mal aunque intentes pensar que es sólo una etapa y que acabará pasando, como todas.

    Besos

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  8. ¿Y la adolescencia de una hija? Creo que en el sentido que dices es algo diferente. Tú tienes el cincuenta por ciento. Ya me contarás. Un beso.

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  9. Roberto, le facilito todo lo que puedo el camino, pero eso no quita para que, de vez en cuando, desee que esto se pase pronto.

    Lo malo es que viene otra detrás y me temo que éste es el fácil...

    Besos

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  10. Dácil, me acuerdo de ese día que cuentas. De pequeños pasas de fantástica a "malfástica" en décimas de segundo, pero en la adolescencia los ritmos son distintos.

    Trabajo con ellos, sé que se pasa pero... ¡qué difícil es para una madre!

    Besos

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  11. Margari, claro que cada vez llega antes. Y con más fuerza...

    Recuerda, respirar profundamente y darle su espacio.

    Nada más.

    Besos

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  12. Mandarica, ya los tendrás (o no). Esto era un desahogo, nada más.

    Besotes!!!

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  13. Enrique, ¿qué te pasa hoy? Te has puesto trascendetal, jajaja.

    Si hubiera varita mágica, creo que yo ralentizaría algunas etapas y paralizaría en mundo en otras. Pero no se puede.

    Besos

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  14. Jara, si abordamos esta etapa con la conciencia tranquila, todo acaba saliendo bien al final y se pasa.

    Mis hijos se empeñan en ver Hermano Mayor y siempre que lo veo con ellos saco dos conclusiones: que el tal Pedro miente más que habla (siempre ha vivido una experiencia calcada a la del chico o chica en cuestión) y que los PADRES son en su mayoría los principales culpables de la situación a la que ha llegado el chico.

    Yo creo que hay normas básicas que siempre se deben respetar:
    -que los dos padres den instrucciones similares y no se contradigan entre sí.
    -que no se sea demasiado permisivo en la primera infancia. Tienen que aprender que cualquier cosa que quieran se la tienen que ganar de algún modo.
    -que no se ponga la vida personal de los padres por delante de su bienestar.

    Muchos niños de estos vienen de situaciones en las que los padres les han hecho comulgar con ruedas de molino. La infancia es breve y si hay alguien a quien le debo respeto absoluto es a mis padres y a mis hijos. Nunca me perdonaría exponerlos a algunas vivencias que veo en el programa. Luego vienen las consecuencias...

    Besos

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  15. Koncha, tú viste a mi hija. ¡Me da que va a ser peor!

    A las niñas les llega antes incluso y les dura más...

    ¡qué miedito!

    Besos

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  16. Mónica, a mí no me gustó nada ser adolescente. Pero nada de nada. Ni me gustaba el instituto, ni las reacciones de los amigos, ni la confusión...

    Creo que me dio por leer mucho para estar entretenida mientras se pasaba.

    Besos

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