Mis manos hoy se deslizan torpes por el teclado, intentando
seguir la secuencia de las palabras que recorren mi cerebro a toda velocidad,
sin alcanzar a transcribir las emociones que llevo dentro. Son tantas que se
han transformado en un cosquilleo interno que impide que alcance la velocidad
media a la que estoy acostumbrada.
Estoy feliz.
En el carrusel de emociones en el que llevo subida desde
hace cuatro veranos han sido muchos los momentos de vaivén, de subidas lentas y
de bajadas cargadas de adrenalina, y creo que desde hace tiempo he dejado de
intentar controlar lo que me sucede.
Me dejo llevar.
Hoy toca un día pleno, un día de resultados después de
muchos de espera, de unos meses complicados en los que he ido perdiendo algunas
cosas –algunas de las cuales ya son irrecuperables por mucho que me
empeñe-, pero también he ganado. Y lo que he ganado llena.
Me guardo esta emoción.
La necesito para afrontar el verano, para subirme a ella y,
con su impulso, volver a dejar que salga de mí una historia que conozco porque
llevo rumiándola muchísimo tiempo. He ido sentando las bases durante este
tiempo y ahora solo queda pasear y, al volver a casa, recuperar las palabras
que me susurran los personajes cuando estamos solos en el bosque.
Y seguir siendo yo.
Me alegro muchísimo. Son muchas horas de dedicación, de sinsabores, de murallas, asaltos, ilusiones, decepciones y momentos de alegría. Pero sobre todo, son muchas horas de esfuerzo. El título de esta entrada es lo mejor que podemos leer los que te apreciamos.
ResponderEliminarY yo lo estoy por ti :-)
ResponderEliminarNo quise contar, hasta que no tuviera el contrato firmado, que ya tenía fecha de publicación para la siguiente novela. 😂😂😂
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