miércoles, 4 de agosto de 2021

ESA GENTE MALEDUCADAMENTE SINCERA

Cuando abrí el blog, las entradas eran como ahora, lo primero que me venía a la cabeza. Después, cuando lo literario empezó a encontrar su espacio, empecé a tener cierto orden, que enseguida se descolocó cuando, de la fase "comentarista de libros" pasé a la de "productora de contenidos". No sé hacer un resumen de cómo pasé de un lado a otro, creo que estaba en uno de mis experimentos y ni me di cuenta de dónde me estaba metiendo. El blog engordó muchísimo. Me empezaron a pasar tantísimas cosas buenas en tan poco tiempo que corría a recogerlas en este diario virtual, para que no se me olvidasen y, sobre todo, para que el día de mañana no pensara que me las había imaginado.

Algunas eran tan increíbles que el riesgo de pensar que me las inventé era demasiado grande.

Desde que empezó la dichosa pandemia, no tengo nada. Todo lo que había estado construyendo era muy frágil y se esfumó poquito a poco cuando la vida se redujo a las cuatro paredes de mi casa. Ahora apenas tengo algo que contar y he vuelto al principio. Reflexiono sobre lo que he leído. Hago una reseña de un libro que me ha gustado. Comparto un texto. Y, sobre todo, recuerdo. Me voy acordando de cosas que sucedieron. En el mismo caos que me descubrió que un montón de palabras ordenadas hacen tanta compañía como la mejor de las amigas.

Hoy voy a hablar de una cosa que me hizo pensar muchísimo y que, probablemente, marcó la línea editorial de este blog de forma definitiva, igual que mi manera de comportarme con otros autores que desde entonces siempre he respetado. Sobre todo, porque es un compromiso conmigo misma y ese es el compromiso más fuerte. 

Hoy, que hasta se me ha olvidado el nombre de la protagonista de esta historia, la voy a contar.

Hace muchos, muchos años, cuando yo aún no tenía que teñirme el pelo cada mes... 

...tropecé con una bloguera, como tantas otras, con aspiraciones a escritora. Solo reseñaba a los autores que empezaban como yo en aquellos momentos. Su idea era apoyar a los que estaban buscando un camino literario, pero a la hora de la verdad, cuando leías sus reseñas, nadie cumplía sus parámetros de perfección y de apoyo había poco. A mí me tocó una de las reseñas más duras que publicó, una en la que prácticamente no había hecho nada bien con mi humilde novela. Recuerdo las emociones que pasaron por mi cabeza cuando la leí, me dieron un puñetazo en el estómago y ni siquiera es por lo que estáis pensando (ego). Recordé que yo había hecho algo así: había reseñado un libro de un autor que empezaba (publicado con editorial seria, en mi caso no era autoeditado) que no me había parecido nada correcto y no me ahorré nada en mi análisis. Fui maleducadamente sincera. Aunque tuviera razón en lo que decía, aunque las incoherencias del texto no fueran solo cosa mía (las llegué a ver en reseñas de otros blogs), no pensé en el autor en ningún momento. Lo separé del texto, como si pudieran ser dos universos paralelos que nunca se tocan.

Me quedaba mucho, muchísimo, por aprender todavía.

Esa reseña que me hicieron a mí era todavía más maleducadamente sincera. Siempre he sido de intentar aprender de los errores, los vea o no. Los analizo y, después, intento siempre no volver a cometerlos. Desde ese momento, busqué mejorar todo lo que pude (ahí le puedo estar agradecida porque me esforcé mucho más de lo que lo hubiera hecho sin esa reseña), pero el caso es que había otras cosas que no las compartía en absoluto.

Al cabo del tiempo, la bloguera se autoeditó una novela.

Yo, por apoyarla, y a pesar de la reseña que había hecho de la mía, la compré y la leí. Estupefacta, porque después de lo mal que lo hacíamos los demás, pensé que ella sería perfecta y ni se aproximaba.

No hice una reseña.

Podría haberlo hecho, había mil puntos débiles en ella, muchos más que en la mía y en otras que ella había maltratado que también había leído yo. Tenía tantos errores que el tiempo me ha acabado dando la razón: nunca más publicó. Nunca más se supo de ella. Ese día, cuando me enfrenté a una crítica desprovista de tacto (y de técnica, se basaba solo en lo que a ella le parecía), me acordé de esa sinceridad maleducada que tuve una vez con ese otro autor. Recordé las sensaciones de esa "verdad" que era solo la de ella, y me pareció tan horrorosa que no quise ser así jamás. Por eso, no hablé de su libro. Por eso, me prometí que nunca más escribí nada negativo.

Estoy en ambos lados y eso te hace ver las cosas desde otra perspectiva que no tiene el que solo reseña.

¿Quién era yo para triturar los sueños de nadie?

Desde entonces, no es que no haga reseñas negativas (algo que ha perjudicado y mucho a este blog, porque quien viene ya sabe que no hay factor sorpresa, me ha gustado el libro), es que ni siquiera pongo comentarios negativos a nadie en Amazon o en Goodreads o similares. ¿Voy a hacerlo, entonces, en mi blog? ¿Qué gano? 

Igual que no las pongo, como he repetido hasta la saciedad, tampoco las pido.

Creo que cada quien es libre de soñar con lo que quiera, de apostar por sus ilusiones si quiere hasta todo el dinero que le quede en la cuenta del banco. Si un libro es bueno, es posible que no tire adelante, porque este es un mundo demasiado complicado como para triunfar, pero si es malo se va a hundir él solito. 

No va a necesitar la ayuda de nadie.

Hace mucho que me da coraje la gente maleducadamente sincera. Eso no quiere decir que cuando hago una lectura cero, no diga todas las cosas que opino del libro. Es el momento, es tiempo de mejorarlo, cuando aún no ha salido al mundo. Y ahí, de todas maneras, empleo la educación y ofrezco alternativas razonadas y razonables.

Creo que cada uno es libre de actuar como quiera, pero esta fue mi opción. Mi padre no me perdonaría en la vida que fuera por la vida haciendo daño a propósito.

Ni yo tampoco.


6 comentarios:

  1. Qué susto! Pensé que estaba en el grupo de los maleducadamente sincera y corrí a leer tu entrada 🤣 🤣 🤣
    Cuando eres extremadamente sincera, puede que en algûn momento, traspases límites invisibles y quizás alguna vez lo he hecho. Pero creo no estoy en el grupo que motivó tu publicación. Cuando un genero no me gusta, no lo compró ni lo leo, pero no lo menosprecio. Pienso que para gusto, los colores. Y si leo un libro que no me agrada, no comento nada sobre él. Soy de la sinceras frente a frente, en privado. Creo que criticar de forma pública el trabajo de alguien, tiene más intensiones de desacreditar que de ayudar.

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    1. En este caso que he recordado, mi sensación es que quería ofrecer una imagen de alguien con criterio y parece que si no incluyes datos negativos, no lo tienes. El problema era que lo hacía con muy poco respeto y llegaba a hacer daño.

      Ahora he pasado a otra fase: todos los libros que leo me gustan. En el momento en el que me empiezan a no convencer, abandonó. No son personas por las que luchar, son solo palabras.

      Un beso

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  2. Sincera entrada. Sigue siendo como eres, no cambies.
    Un beso.

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    1. A estas alturas no pienso hacerlo, Almudena. Tengo la conciencia muy tranquila. Fíjate si duermo bien que me he despertado casi a las 6 de la mañana porque caí como un cestito sobre las 9 de la noche 😂😂😂 ¡No se puede dormir más!

      Besos

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  3. La sinceridad está sobrevalorada. Te entiendo perfectamente y me siento muy identificada contigo porque sabes que estamos en situaciones muy parecidas en cuanto a reseñistas y autoras. Jamás reseño una novela que no me haya gustado, sobre todo porque yo no soy nadie para romper los sueño de otra escritora o para hacerle pasar un mal rato. Creo que soy imperfecta, que me queda mucho por mejorar, y que en ningún caso debería criticar a otros. Ya sabes que amenudo se ve la viga en el ojo ajeno y no la paja en el propio. Me sorprende que personas que se atreven a publicar novelas sean capaces de destrozar el trabajo de una compañera. Besos.

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    1. Es muy sorprendente, al menos para mí.

      Fíjate hasta el nivel que llega mi prudencia que una vez, en una lectura conjunta (segunda y última a la que me apunté), señalé un detalle de la novela (uno) que no me parecía coherente. Todo el mundo estuvo de acuerdo, pero me acabé sintiendo fatal porque fui la primera en verlo y tuve la sensación de que había puesto una piedra en el camino de un compañero. Huí para siempre de ellas.

      Yo también tengo todo que aprender, Mónica. Es lo mejor que tenemos, las ganas de aprender que nos llevarán a lugares increibles.

      Besos

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