viernes, 25 de abril de 2014

REMATANDO ABRIL

Desde el pasado sábado estoy viviendo una semana muy intensa en cuanto a presentaciones del libro y encuentros con los lectores. Para mí, aunque ya había experimentado sentarme delante de un grupo de personas que se habían acercado a mis novelas, está siendo algo en cierta manera nuevo porque estoy yendo sin el apoyo que supuso, por ejemplo, sentarme en Madrid el 14 de febrero al lado de Antonia J Corrales o el 21 de marzo con María José Moreno.

Hoy cierro el ciclo de abril a las seis de la tarde en la Biblioteca de Fuenterrebollo (Segovia) y será la vez que más sola me encuentre porque además ninguna de las personas (anonimas en las redes) que me acompañan de manera habitual, pueden estar conmigo. Supongo que no habrá fotos que compartir (no se me ocurre cómo hacérmelas a mí misma) y tampoco tengo muy claro cuál será el enfoque que le daremos a la charla, pero de lo que estoy segura es de que lo disfrutaré, como todo lo que me está pasando en este último año y pico, desde que subí a Amazon Detrás del cristal.

Al fin y al cabo, eso es lo que quedará cuando todo esto acabe.

He estado pensando en la huella que me están dejando todas estas experiencias, el poder saber de primera mano lo que opinan los lectores de las palabras que escribes, cómo, a pesar de la "locura" con la que arranca la novela, encuentras lectores que asumen que es ficción, se sumergen en ella y se dejan llevar de la mano. Me encanta que me señalen frases que de pronto abandonan el contexto del libro para posicionarse frente a sus ojos con significados aplicables a sus propias vidas y que me cuenten otras historias que, quién sabe, igual en el futuro acabarán inspirando a otros personajes de ficción.

Todo esto me enriquece como persona y siento como si estuviera tomando notas, en una libreta imaginaria, para después trasladar las sensaciones al papel. Porque sé que, al final, cualquier detalle se acabará colando en una novela, a modo de guiño que tal vez sólo entienda yo.

Iré con los ojos abiertos y los oídos dispuestos.




viernes, 18 de abril de 2014

GRACIAS, GABO.

Conocí a García Márquez en 1988.

Literariamente hablando, claro, no tuve la fortuna de cruzar mi camino con él. En ese año leí Cien años de soledad con la intensidad que se lee una novela que alguien se molesta en analizar frente a tus ojos. La disfruté, la entendí, la viví y Macondo se quedó en mis recuerdos para siempre y dejó tanta huella que ese verano fueron sus libros los que elegí como venda para curar mi herida más  grande hasta ese momento, esa que deja la muerte cuando se presenta de imprevisto y demasiado pronto para que la entiendas.

Me refugié en sus libros y leí todos los que había en la biblioteca, en el mismo orden en el que estaban ordenados en la estantería pues ese verano nadie más les prestó atención. Después, poco a poco, fui incorporando más a la lista.

Cien años de soledad, nuestro encuentro, es una de esas lecturas que siempre me digo que tengo que repetir pero que no me atrevo porque las sensaciones que me dejó fueron tan buenas que a veces me da por pensar que, lógicamente, ahora no soy la misma de entonces y quizá no la viva igual. Debería perder el miedo porque Crónica de una muerte anunciada la habré leído... de siete a ocho veces y en cada relectura me sorprende más que, sabiendo el final desde la primera línea, habiéndola leído tanto, quiera seguir sumergiéndome en ella.

Ayer, Gabo, dejó de respirar. Se apagó su voz pero sus palabras se quedarán para siempre con quienes quieran acercarse a todas esas historias que nos dejó como legado.


Hoy se suceden los homenajes, el pésame, las frases rescatadas de sus novelas fundidas con su imagen que se repiten en las redes. Habrá quien no ha leído ni una novela pero que se apunte al carro de las condolencias. Habrá, incluso, quien se permita la broma de mal gusto pero ya se sabe que hay gente que gusto no tiene. Lo demuestran a cada paso que dan.

Yo quiero decirle, de nuevo, gracias. 




miércoles, 16 de abril de 2014

RECOPILACIÓN DE NOTICIAS

Estos días ando un poco ocupada ultimando eventos que tienen que ver con Detrás del cristal. Los próximos días están repletos de citas, espero veros a algunos en ellas.


La primera es este sábado 19, en Cantalejo, dentro de las actividades de la Feria del Libro, 2014. Sé que algunos tenéis preparado el libro para que os lo firme. Yo ya tengo el bolígrafo a buen recaudo, no pase como alguna otra vez que he tenido que pedirlo prestado.


La segunda será en Cabanillas, el 23, día del libro. Me hace especial ilusión porque mis primeros lectores en papel, aquellos que me conocieron a través de La arena del reloj, son de aquí, así que estoy encantada de volver siempre.


La tercera será el día 25 en Fuenterrebollo, en la Biblioteca. Sabéis lo que me gustan las bibliotecas así que estar presente cuando arranca un proyecto no me lo podía perder.

Y para terminar, tengo que dar las gracias a Pep Bruno porque el lunes estuvo hablado en el programa Hoy por Hoy Guadalajara, de la Cadena SER, de la novela. No tengo ni la más remota idea de cómo se comparten los archivos de audio así que dejo aquí el enlace y creo que llegaréis. Habla del libro a partir del minuto 5,20.

¡Me ha hecho muchísima ilusión!

Nos vemos!!!!!

miércoles, 9 de abril de 2014

ESCALÓN TRAS ESCALÓN


El piso de Marcelo Usera era un décimo. 

Mi hermana, mis primos y yo siempre intentábamos que nos dejasen subir y bajar por las escaleras, evitando el ascensor, corriendo. Bajar era muy sencillo, aunque te jugabas hacerlo rodando porque éramos niños y los niños ponen muy poco cuidado mientras juegan. Subir era otra historia, las tres o cuatro primeras plantas eran relativamente fáciles pero cuando ibas por el sexto empezaba a fallar el aliento, en el séptimo los ánimos que te dabas a ti mismo empujaban más que las piernas que hacia la novena planta directamente ni las sentías. Llegar al rellano del décimo era ganar la carrera, el pequeño reto de llegar a la meta, que no era ni más ni menos que la puerta de la casa de la tía María.


¿Por qué nos retábamos? Pues a saber. Tonterías de niños pequeños, competitividad infantil que no buscaba más que demostrarte a ti mismo que ese día estabas en mejor forma que los demás.

La vida está llena de escaleras, de décimos pisos que alcanzar aunque en el intento acabes con una tremenda flojera de piernas y el premio, el único, sea demostrarte que puedes. Hay ascensores, claro que los hay, atajos cómodos que te sitúan al final del camino en muy poco tiempo pero, ¿qué es la vida sin emociones? ¿Qué satisfacción queda si detrás de un logro no ha habido aunque sea un mínimo esfuerzo?

Valoramos las cosas en la medida en que nos cuesta alcanzarlas. Lo fácil, lo que aparece de pronto y se pone ante nuestras manos, acabamos dejándolo abandonado en un rincón.

¿Quién dijo miedo?


Lo cobarde es no intentarlo.

domingo, 6 de abril de 2014

YA NO OPINO


Encuentro a menudo debates en las redes sobre las puntuaciones que se dan a las novelas en Amazon, la falsedad de las de cinco estrellas y la envidia o la mala leche que muchas veces se esconde tras las de una o dos. Los he visto e incluso abierto alguno yo ante alguna opinión de esas que no tienen compra y es dudoso que hablen de la novela porque son tan ambiguas que podrían servir para cualquier libro.

Me pregunto muchísimas veces para qué puñetas pusieron las estrellas.

Yo sabéis que no opino, salvo que un libro me guste de verdad de la buena pero grande, grande con MAYÚSCULAS. Me quedo en mi casita, hago una reseña si me apetece en el blog, pero a Amazon o Goodreads, por ejemplo, voy poco porque estoy hasta las narices de que se me pida opinión a cambio de opinión o que se me sugiera que mienta en una impresión, otorgando más puntuación de la que merece el libro.

He pensado que lo mejor sería que las estrellas desaparecieran y quedasen, simplemente, las opiniones. 

Solitas, pero que cambiarían de significado en muchas ocasiones, desnudo su contenido, libre de la atadura subjetiva que te hace suponer que cuatro estrellas implican una lectura satisfactoria. Porque las he visto de dos que no machacan la novela sino que señalan algún punto flojo pero que salvan otros tantos y he visto de cuatro que están siendo críticas tan negativas del libro que sorprende ver tal amontonamiento de astros encima de las palabras del comentarista.

Diréis, ¿las lees entonces?

Pues sí, leo las opiniones de algunos libros, sobre todo si ya tengo la mía formada para saber en qué coincido con los demás y me sorprende que muchas veces me he olvidado de matices del libro o he pasado por alto otros. Veo si concuerdan con las mías y confieso que a veces me frustra el hecho de no haber sido capaz de ver ciertas excelencias en algunos libros que se repiten sin cesar, mientras que en otros leo algunas cosas que directamente me hacen pensar que se han leído una novela completamente diferente a la que yo leí porque no hay por donde coger lo que dicen.


Por todo esto, ya no opino.