miércoles, 2 de julio de 2014

GRACIAS, YASNAIA: LAS GALLETAS DE SUGAR DREAMS


Hoy me han hecho llorar.

A las dos menos un minuto ha sonado el timbre de casa anunciando la llegada de un paquete. Si al hecho de que el que suene el timbre de casa sin esperarlo, le sumaba que yo no había encargado nada, mi reacción ha 
sido de completa extrañeza. 

He abierto al mensajero, claro, pobre, que tendría que irse a comer.

Cuando le he visto aparecer por el pasillo que da a las escaleras, paquete en mano, ya sabía qué era. No sé exactamente cuándo vi en Facebook los paquetes que Sugar Dreams tenía preparados, listos para enviar y he reconocido el envoltorio. Las manos me han empezado a temblar al firmar en el recibo y me ha costado un poco tener paciencia para abrirlo una vez en el salón.

Esto era lo que contenía.






Esto y una carta de Yasnaia Altube Lira, donde me explica cómo ha conseguido mi dirección (la madre que te...)

No tenía por qué hacerlo, por qué enviarme ningún regalo pero ver esas galletas (que no sé si seré capaz de comerme sin sentir un pellizquito) con la portada de mi novela, me ha emocionado. Un regalo inesperado que me ha encantado.

No sé cómo darte las gracias por este precioso detalle, Yasnaia.

Yo escribo sin saber qué va a pasar cuando vosotros leáis el libro, muchas veces sin pararme a pensar si lo que hago es lo más correcto, lo más conveniente o lo más comercial. Escribo lo que me sale de dentro, las historias que necesito contar después de observar el mundo que me rodea. Quizá por eso me sale todo muy real, porque a lo mejor no soy creadora de historias sino cronista de mi tiempo, solo que adornándolo entre personajes que están hechos de fragmentos de seres vivos.

Voy a seguir haciéndolo, voy a seguir contando historias porque, siempre lo digo porque es cierto, no podría dejar de hacerlo aunque quiera. Y os las regalaré a vosotros, mis lectores, que me dais tanto cada día. No sé cuántos somos, quizá muy pocos para pensar en mí con palabras grandes, pero sois maravillosos.

Gracias, Yas.


Te debo algo. No sé qué exactamente, ya se me ocurrirá. Te pienso sorprender.

Ahora me parece que estoy bloqueada.

viernes, 27 de junio de 2014

SORTEO DE UN EJEMPLAR EN PAPEL DE DETRÁS DEL CRISTAL


Bueno, pues ha llegado el día. Voy a sortear un ejemplar firmado de Detrás del cristal. Para poder acceder al premio hay que cumplir unas bases muy sencillas que consisten en...

decir que te apuntas en un comentario a esta entrada.

Difícil, ¿no?

Algo que podéis alegar para no participar es que ya tenéis la novela y que por eso dejáis correr la oportunidad pero no hay excusa. Os apuntáis y la regaláis a quien os parezca. ¡Y dedicada y todo! 

¿No os parece una buena idea? Ahorrándoos un regalo, que seguimos en crisis...



El ejemplar es mío, de los que la editorial me envió por derechos de autor y he decidido sortearlo porque me he dado cuenta de que cada vez que pongo promos en Facebook, las personas que están ahí son las que han leído ya el libro, así que de poco sirve que siga por ese camino. No queda más remedio que aumentar el boca oreja de otra manera. 

Detrás del cristal es una novela que puede hacer pasar un buen rato de lectura a quien le dé una oportunidad y eso me ha tocado a mí por sorteo (mentira, por haberla escrito) gritarlo fuerte. Como no tengo periódicos de tirada nacional pegándose por entrevistarme ni me van a llamar de El Hormiguero (lo cual sería un puntazo), ni van a hacer una peli (eso ya sí que sería lo más) que empuje al libro a los primeros puestos de ventas, aquí me tenéis, inventando. 

Agradezco que compartáis la entrada en Twitter, Facebook, Google + o donde se os ocurra, toda colaboración será bienvenida. No voy a dar más puntos por ello porque eso de comprobarlo me supera a la velocidad vertiginosa de mi Internet de pedales (no tengo ADSL, sino un USB cuya descarga fulmino el mismo día que entra en vigor, ni sé cómo he logrado publicar libros con esto). Y de todas maneras, que cuando está por tocarte algo, te toca, eso ya lo he comprobado. Aunque solo tengas un número.

El sorteo finalizará el 31 de julio a las doce de la noche y es para España. Baleares y Canarias incluidas. El nombre del ganador lo publicaré la semana siguiente y deberá ponerse en contacto conmigo. Pero no os preocupéis por las vacaciones, yo intentaré contactar con la persona que resulte ganadora.

Había desactivado los comentarios anónimos por el spam que me estaba poniendo de los nervios pero los vuelvo a habilitar este mes para quienes no tienen perfil. Eso sí, debéis dejar vuestro nombre y un medio de contacto (perfil de Twitter o Facebook por ejemplo).


¡¡Suerte!!

lunes, 23 de junio de 2014

LAS NO RESEÑAS


En Facebook puse un estado. De esas veces que te aburres y te da por poner algo. Era este:

Cuando digo que una novela me ha gustado, que tiene algo, es verdad. Si no lo hago caben dos opciones: que no la haya leído o que no la recomendaría por razones que me guardo porque siempre serán puramente subjetivas. Puede que a mí no me guste y haya a quien hasta le emocione, quién soy yo para bloquear la lectura de nada.

A la última que estoy leyendo le quedan aún unas páginas, pero son tantos los detalles que me han desconcertado que no será una de mis recomendaciones.

Las tres últimas elecciones que he hecho han sido un completo fracaso y eso que soy lectora asidua de los géneros en los que se mueven. Vamos a ver la siguiente que es, directamente, lo contrario a lo que suelo elegir.

Me encuentro esta respuesta:

No se bloquea una lectura por dar una sincera opinión que siempre es subjetiva. Creo que prefieres no decir nada cuando no te gusta porque eres escritora.

Esto viene a cuento, como es obvio, porque las últimas novelas que han caído en mis manos no han sido de mi agrado y como ya he dicho mil veces en el blog, no me voy a tomar la molestia de reseñar nada que no me aporte algo a mí. Y no es, para nada, porque tenga miedo de que el expresar mi opinión pueda tener como "efecto secundario" que me lleguen de rebote opiniones negativas para mis novelas (a esas no hace falta convocarlas). Esto es una política personal que sigo en el blog desde diciembre de 2011, momento en el que no tenía ni siquiera en mente subir ninguna de mis novelas a Amazon. Cierto es que estaban en otras plataformas pero tan invisibles que no era para considerarme escritora ni muchísimo menos.

Me da lo mismo que, como se me dijo cuando tomé esta decisión, el blog sea menos visitado porque cuando aparece en él una reseña ya se sabe que será favorable al libro. Me da igual porque mis lecturas no siguen las pautas quizá habituales en otros blogs:

-No considero que haga reseñas sino recomendaciones de mis lecturas.

-No reseño libros por encargo de editoriales porque me niego a enredarme en compromisos. Los libros que aquí aparecen han salido de mi bolsillo y cuando he sido lectora cero de alguno, después lo he comprado.

-No reseño las novelas que no me gustan porque estoy convencida de que los libros de los que no se habla se acaban muriendo sin la necesidad de hacer sangre con ellos. No tengo demasiado tiempo y prefiero no perderlo en esto.

-No leo siguiendo los criterios de las modas sino que alterno novedades y clásicos, libros estos últimos que a veces leo por trabajo y otros, sé que soy una rara, por puro placer. Otra cosa que se me critica, por cierto, parece que cuando dices que lees a Cervantes lo estás haciendo para situarte en un nivel por encima de los demás. No es eso, pero allá cada uno con lo que crea.

Puedo hacerlo, puedo escribir una crítica de un libro perfectamente argumentada. Incluso sin incluir la subjetividad que muchas veces leo en las malas opiniones porque tengo las herramientas para poder hacer análisis más profundos. Al fin y al cabo a analizar textos es a lo que me dedico en el trabajo, así que no es por eso sino, simple y llanamente, porque no hay tiempo ni ganas.

De este post me ha quedado un regusto amargo, el que se me haya atribuido algo bastante mezquino, tratar de protegerme en la complacencia de decir sí a todo. No es verdad, lo que pasa es que cuando tengo que decirle a alguien que aprecio que algo no me gusta no es necesario hacerlo público. Existen otras vías más elegantes, aunque supongan el peaje de que te den de lado, y esto que digo ahora es completamente cierto: me han dado de lado por ser sincera en alguna ocasión, por razonar por qué no me ha gustado algo de lo que he leído. Podría haber tomado el camino de publicar una reseña negativa pero mira por dónde, yo no soy así.


Ah, y estoy convencida de que una opinión negativa, dependiendo de quien venga, sí puede bloquear una lectura.

miércoles, 18 de junio de 2014

HASTA EL 2015

Volví a la Feria del Libro de Madrid el pasado sábado. Ya sin la presión de firmar, paseé como espectadora entre las casetas, hice cola como está mandado con mi hijo para que le firmase sus libros Lorenzo Silva (qué ilusión me hizo cuando le miró y le señaló lo que ha crecido desde que no le veía), saludé a conocidos y asistí a una presentación.

La verdad es que el plan era pasar todo el día en Madrid pero hacía tanto calor que desistimos y partimos la jornada. Por eso, y porque vivo despistada, me perdí la firma de Félix G. Modroño. Pensaba que era por la tarde, algo que era claramente invención mía, y al final me quedé con las ganas de pasar a saludarlo.

Lo que no me perdí fue la presentación de Consummatum Est de César Pérez Gellida y Los cuerpos extraños de Lorenzo Silva, una amena charla a dos voces en la que se habló de sus novelas. La conducía un librero de Barcelona (no me acuerdo de su nombre, sorry), que tiene una librería especializada en novela negra: «un sitio chiquitito y desordenado pero en el que él sabe dónde está todo», dijo César en algún momento. 

Habíamos quedado unas cuantas blogueras para ir y aunque hubo bajas de última hora, al final logramos reunir un pequeño grupito. Ahí estaba Margalida Ramon, que no sé cómo no acaba reventada de trasladar la bolsa llena de libros. ¡Y que se los leerá la bruta! Esto no es nada más que envidia cochina porque no me puedo comprar los que me gustaría. También estuvo Manuela Marín, que tardó una hora entera en aparcar y casi no llega a la firma que quería, la de Carla Montero. Supe que había venido Susana Palacios pero se había tenido que marchar antes y no llegué a verla. Vaya, espero que haya otra ocasión. Ya estábamos sentadas ya en el pabellón, echando de menos a las que se habían tropezado con imprevistos, cuando apareció María Alonso. Nos dio tiempo a charlar muy poco porque enseguida empezó el acto.
A mí se me hizo corto.



Lo pasé escuchando atentamente, haciendo fotos y observando. Mi cabeza se giraba de vez en cuando para mirar a mi hijo que no pestañeaba, atento a la conversación. Me fascina cómo, a pesar de su edad, es capaz de disfrutar de estos actos que en principio están pensados para adultos. Ahora ha crecido y ya no resulta tan chocante como hace solo un par de años, pero sigue igual, sin perder un solo detalle. De la charla se llevó la necesidad de investigar qué es un sociópata (ha llegado a la conclusión de que una persona que conoce lo es, pero necesita asegurarse, jajaja). También las ganas de empezar enseguida con el último libro de Lorenzo Silva, su autor preferido desde hace años.



Al terminar, ya fuera del pabellón, después de que César me firmase Memento Mori, nos encontramos con Concha Fernández y su hija. Tengo que decirte, Concha, que me pasé un buen rato pensando que había visto a tu hija en alguna parte y no fue hasta que nos marchamos, cuando estábamos llegando al coche, cuando descubrí por qué tuve esa sensación. Alberto me señaló que si la imaginaba rubia podría ser capaz de saber a quién se parece. ¡Y es verdad! Es muy parecida a mi vecina. Va a ser cierto que todos tenemos un doble en alguna parte.

Estábamos charlando con María Alonso, con Concha, con Manuela y Margalida cuando vino alguien y me tapó los ojos. Intentaba saber quién era tocándole las manos pero no fui capaz de acertar con el test de la piel hasta que me dejó mirar: Armando Rodera. No nos veíamos desde finales de marzo y me hizo mucha ilusión encontrarme con él y con Arantza en la Feria.




El plan era tomarnos algo y salir rumbo a casa de nuevo, a descansar de estos agotadores días, pero apareció César y acabamos sentándonos con él a tomar una cerveza y charlar un poco de todo. De libros. De la herida que se hizo Concha en la pierna. De todo y de nada mientras los minutos iban deslizándose, empujándonos a dar por terminada esta Feria para mí hasta el año que viene.



Estas despedidas me cuestan porque nunca sabes cuándo se volverán a repetir. Margalida, por ejemplo, volvía a Mallorca que no está precisamente ahí al lado pero nos quedan las redes, los encuentros virtuales, Alcalá que está a un paso para volver a quedar con el huracán Manuela, las presentaciones de libros donde acabaremos coincidiendo, las charlas vía mensaje cuando nos apetezca, los tuits compartidos y, sobre todo, lo que más nos gusta, lo que nos ha puesto en contacto.


Los libros.

lunes, 16 de junio de 2014

ESTA PRIMERA VEZ...

               Hay días señalados en el calendario predestinados a ser únicos. Son esos de las primeras veces, las que recordamos para siempre porque inauguran marcadores vitales: la primera vez que nos enamoramos, el primer día que entramos en el colegio, la primera vez en el instituto, el primer día de trabajo... Casi para cada una de ellas cualquiera puede encontrar la muesca que nos dejaron impresa en el alma, justo al lado de una foto que alguien tomó para apoyar a la memoria en el futuro.

               Estoy viviendo una época atestada de primeras veces, de marcadores que se inauguran y que provocan cosquillas por dentro, las del miedo a lo desconocido que a la vez es lo que más deseas.

               La Feria del Libro, para alguien que ha crecido entre libros, dentro de una biblioteca, siempre ha tenido un significado especial. Se celebra la imaginación, es una cita de tres: el autor, el lector y el libro. La he visto durante años como espectadora, paseando a lo largo de la calle y creo que no me había atrevido a soñar que un día estaría al otro lado hasta 2013. Aún no lo había contado, apenas unas cuantas personas de mi entorno sabían que mi novela estaría en papel en este 2014 y aunque yo he seguido dudándolo hasta el último día se empeñaban en decirme: «vas a estar ahí».

Y así fue.

Otra primera vez.

El día amaneció despejado y caluroso, no me podía creer que a las ocho el termómetro de la terraza marcase casi 20 ºC. La mañana transcurrió entre rutinas y preparativos, con ese ritmo extraño que adquiere el tiempo cuando quieres que pase rápido pero a la vez no deseas que se mueva. Mis sensaciones siempre se debaten en una contradicción y en este caso era mucho más evidente porque sé que el próximo año no estaré, quizá nunca más esté en la Feria al otro lado, así que las dos horas en la caseta tenía la obligación conmigo misma de exprimirlas. Había llegado el día, mi día, envuelto en unas circunstancias no demasiado propicias: la Selección española de fútbol debutaba en el Mundial de Brasil y ya sabemos lo que pasa cuando hay fútbol... Así que, con el miedo en el cuerpo, después de comer, me monté el coche rumbo a Madrid.

Me duermo en el coche. En cuanto arranca me siento arrullada cual infante en los brazos de una madre amorosa, cierro los ojos y me sumerjo en un sueño que fulmina el tiempo de viaje. Eso cuando no me pongo a leer porque, curiosamente, si me monto detrás me mareo si hacer nada pero en el asiento del copiloto me puedo pasar horas y horas con los ojos pegados a una novela sin que mi estómago se resienta. Sin embargo, este viernes, no fui capaz. Los nervios, la impaciencia, me mantuvieron alerta, observando el tráfico a mi alrededor, consciente de que no era un día propicio para evadirse.

Fui cantando, rememorando otro tiempo que dejé atrás porque en la vida hay etapas que cuando se agotan solo son recuerdos a los que acudir cuando nos ponemos nostálgicos. Me acordé, quizá por aquello de que también era día de estreno, de los primeros escenarios. Puede que ahora haga algo diferente pero la sensación es la misma: una mezcla de deseo y pánico pellizcándote por dentro.

               Hubo que hacer una pausa en el recorrido para que Ulises se quedase con alguien. Acaba de cumplir un año y tiene una energía que agota a quien esté a su lado, así que no era buena idea que me acompañase. Desde que lo adoptamos revolucionó nuestras vidas que ahora siguen su ritmo más que el de ningún otro miembro de la familia. Tiene el desparpajo de la inocencia, la vitalidad de la infancia y un peso que no hay brazo que resista media hora sujetándolo, así que decidí que no podía venir conmigo. Sé que hubiera disfrutado mucho porque si algo le entusiasma son las caricias de la gente a las que responde con esa mirada que parece siempre estar sonriendo. Pero salta. Y eso tampoco hay quien lo controle de momento, así que tenía no podía acompañarnos.

               El siguiente tramo de coche mi mente se entretuvo en algo que sé que no hay que hacer: adelantaba acontecimientos, trataba de imaginar cómo sería todo. Sé que al final este ejercicio solo sirve para destemplar los nervios porque en mi vida no hay guion, todo discurre trastocando los principios lógicos, sorprendiéndome más que cualquier trama de novela que pueda llegar a crear. Luego me dicen que invento, que mis historias tienen un punto en el que la verosimilitud se quiebra pero es que lo real, lo que me rodea, es incluso más inverosímil la mayoría de las veces.

               Llegué al Retiro arropada por las personas que más me quieren y a buen paso alcanzamos la caseta de Ediciones B, la 222. Estaba en un extremo de la larga fila de las que integran la Feria del Libro de Madrid así que me dio tiempo a ponerme más nerviosa. Supongo que cuando alguien me ve piensa siempre que no lo estoy pero lo que pasa es que no se me nota, salvo que me conozcas bien. Los nervios son los que me hacen dudar constantemente del año en el que vivo, del día que es y hasta del nombre de las personas, que cambio a mi antojo. ¿Verdad, Jorge? (Lo siento, te juro que estaba convencida de que te llamabas David).

               Antes de la hora, después de un pequeño refrigerio para combatir el sofocante calor de la tarde, ya estaba preparada al lado de Nati en la caseta (qué mujer más especial, le mando un abrazo). Creo que eran las siete y un minuto cuando estampé la primera firma. Me gustaría acordarme del orden en el que fueron viniendo a verme. Quisiera poner todos los nombres para agradecer personalmente el esfuerzo de acercarse con el calor que hacía pero temo que se me olvidará alguien, que en mi despiste me dejaré a alguna persona por el camino, así que, lo que haré será ponerlos en las leyendas las fotos que adjunto. Creo que es necesario que esta vez comparta todas las que tengo, aunque me cueste la vida subirlas. Resumiré diciendo que fue un goteo constante de blogueros, que vinieron amigos, que estuvieron compañeros de la Facultad,... Hubo lectores conocidos y se apuntaron nuevos, incluso firmé un libro que ya ha tomado rumbo a Italia.

               Me acompañó la autora gaditana María José Tirado, que firmaba su novela Mangaka. Lágrimas en la arena. Mano a mano fuimos charlando con los lectores, charlando entre nosotras cuando la situación lo permitía, nos hicimos montones de fotos y recibimos visitas emocionantes como las de varias autoras de romántica que son un referente en nuestro país (otra vez os envío a las leyendas de las fotos). Cada una se llevó la novela de la otra y estoy segura de que no tardaré mucho en leerla porque las vacaciones están ahí, a la vuelta de la esquina.

               Creo que, al final, lo hice mejor que la Selección, aunque ellos ganaron en aforo.  Metí bastantes más de cinco goles y no me consta que encajase ninguno (bueno, seamos serios, raro sería que alguien viniera a devolver un libro, que es lo más parecido que se me ocurre). Como prometí, lo disfruté, viví la experiencia a tope y sé que el número 222 para mí tendrá siempre un significado más.

Cuando abandonamos el Retiro, Madrid seguía sumido en una calma extraña. Las terrazas de la calle de Alcalá, a pesar del bochorno que invitaba a sentarse y dejar pasar el tiempo al lado de una cerveza, aún tenían mesas libres. Íbamos a buscar el coche pero de pronto esa tranquilidad nos hizo pensar que quizá era el mejor día para dar un paseo nocturno hasta el centro con los niños. Y eso hicimos. Nos dejamos seducir por las luces que destacan las líneas de los edificios y paso a paso alcanzamos la Gran Vía.  Ida y vuelta para relajar emociones, para asentar sensaciones y para regresar a la realidad de escribir.

Eso es lo que seguiré haciendo siempre, creo que a mi edad ya es imposible que este hábito lo abandone. No sé si habrá luces, ferias, entrevistas o presentaciones en adelante pero no importa porque para mí lo importante es esto que hago ahora mismo: sentarme delante de una pantalla y transformar mis sensaciones en palabras, convertir las historias que circulan por mi imaginación en las novelas que comparto.

Ese es el plan.

Vivir intensamente cada nueva aventura.


La visita de Iván fue de las primeras. Tuve que salir de la caseta, por supuesto.

No estoy triste, es que me canso de posar... 

Iván, como si lo hiciera toda la vida






Daniela es mi amiga, compañera de la Universidad. Vino con la familia, con sus preciosos mellizos, con Ralf y su padre Cosimo, que se llevó mi libro a Italia.



Con Almudena

Margálida Ramón, que vino desde Mallorca.

Con María José Tirado, autora de Vergara.

Vino a vernos Nieves Hidalgo.

María Loreto, Gema, Pepa y yo. Detrás de la caseta que había sombra.


Cosimo, mi lector italiano en el centro de la foto.




Con Manuela Marín, qué guapa es.

¿Habéis visto? Vino Julio G. Castillo, de quien tengo que aprender mucho.

Despidiéndome de Yolanda.

Se me ve en la cara la felicidad, ¿verdad? Como para no, ¡¡¡Isabel Keats!!! 

Con Juan Manuel.

De su nombre no me acuerdo... ¡sorry!

Rocío Castrillo atenta a la cámara, está acostumbrada. Yo, haciendo el tonto.

¡Qué guay! Vino Mar.