viernes, 20 de diciembre de 2019

VÍCTOR FERNÁNDEZ CORREAS


Empiezo la serie dedicada a autores de mi grupo literario hablando de Víctor Fernández Correas. Llegó a mi mundo literario un día impreciso, no sé si de invierno o verano, solo recuerdo que un amigo común nos puso en contacto. Iba a ser una leve consulta, un ligero cambio de impresiones, pero aquella primera conversación fue más que eso, la puerta de entrada a muchas otras, la primera de un camino que decidimos, sin decidirlo en realidad, emprender al lado.

Comienzo con Víctor porque fue el primero en prestarse voluntario para esta recopilación de autores a los que me unen lazos literarios y de amistad. Autores vinculados a mí, y yo a ellos, a través de las palabras.



BIOGRAFÍA LITERARIA

Saint Denis (Francia) en 1974.

Hijo de emigrantes extremeños, sus raíces personales están repartidas entre en La Vera de Cáceres y Cuenca, de donde se siente hijo adoptivo. Actualmente vive en Madrid y se gana la vida como periodista freelance, consultor de comunicación, gestor de redes sociales y redactor de notas de prensa y comunicados, aunque su verdadera pasión son otras letras, aquellas con las que cuenta sus historias de ficción.

ALGUNOS PREMIOS

Víctor Fernández Correas arriba en la literatura en el 2000, con 26 años, tras ganar un certamen de relato corto en Valverde de la Vera (Cáceres). Animado por el resultado, se presenta al año siguiente y repite con un relato titulado Epílogo imperial. También en ese año resulta ganador del I Primer Certamen de Relato Corto 'Princesa Jariza' de Jaraíz de La Vera y en otro en Jerez de los Caballeros.

SUS NOVELAS

Son esos premios los que le hacen plantearse que tal vez pueda escribir una novela y se pone manos a la obra. El Epílogo imperial, ese primer relato, ampliado y documentado, acaba convirtiéndose en La conspiración de Yuste (La esfera de los libros, 2008), obra de ambientación histórica que narra los últimos coletazos del reinado de Carlos I de España y V de Alemania.


Cuatro años después, publica otra novela, La tribu maldita (Temas de hoy, 2012). Este año es realmente el momento clave en el que la autoedición da un vuelco al panorama literario en España. Las editoriales, que no esperan de ninguna manera el éxito que van a tener algunos autores que decidirán emprender su camino en solitario, tampoco cuentan con los tremendos cambios que se van a ir produciendo en el mercado. La reacción que tienen, buscar en esa bolsa de nuevos autores que Amazon, la plataforma de autoedición recién llegada a España, deja fuera del foco a Víctor Fernández Correas. Le sucede como a otros muchos escritores que apenas están empezando; su condición de autores nuevos, pero con estructuras editoriales que empiezan a dar síntomas de agotamiento, los deja momentáneamente de lado. Su libro, una recreación de qué le pudo ocurrir a ese grupo de treinta Homo heidelbergensis cuyo yacimiento —la Sima de los Huesos de la Sierra de Atapuerca en Burgos— excava verano tras verano el Equipo Investigador de Atapuerca, prácticamente pasa de puntillas por las librerías.



Los siguientes años, Fernández Correas no deja de escribir. Artículos, efemérides, esa vida en diez líneas de Word en Facebook que con tanto interés muchos esperábamos cada tarde, relatos… van llenando páginas de su página personal en las redes sociales, mientras en solitario sigue escribiendo novelas. Sabe que la autoedición es un camino que no ha explorado, pero quizá el haber conseguido publicar dos veces con editorial, y su carácter reflexivo y sereno, le hace no desistir en intentarlo de nuevo por el modo tradicional.  Participará en la antología Cervantes tiene quien le escriba (Ediciones Traspiés , 2016) para conmemorar el cuarto centenario de la muerte del escritor alcalaíno y después publicará su tercera novela Se llamaba Manuel (Versátil Ediciones, 2018) que llegará avalada por un enorme éxito de crítica.

               



UN CORTOMETRAJE QUE AÚN NO SE HA ESTRENADO

En 2018, obtiene el premio del jurado por el relato Del color del aceite, en el Primer Premio Internacional de Relato Corto sobre Olivar, Aceite de Oliva y Oleoturismo, organizado por la asociación MásQueCuentos (MMQC). Publicado en la recopilación Tinta de Olivo (Editorial Lieberman, 2018), en este relato se basa un cortometraje, Love Aove, dirigido por el director Luisje Moyano que en enero podremos disfrutar y en cuyo rodaje ha participado.





Finalmente, en 2019, aporta un relato a la antología autoeditada Un 4 de febrero, a beneficio de la Fundación Aladina.





COLABORACIONES

Las inquietudes literarias de Víctor Fernández Correas se mezclan con las periodísticas , es asiduo colaborador de la revista Pasar Página, y un apasionado de la Historia como demuestra prácticamente la totalidad de su producción literaria, novelas que siempre están insertadas en un contexto histórico.

LA AUTOEDICIÓN EN VÍCTOR

Todos los autores de mi generación, decía en la primera entrada de esta serie, tienen en común la autoedición y, sin embargo, en el caso de Víctor, el proceso lo está haciendo de forma inversa: primero publicó con editorial para, poco a poco, ir madurando la idea de dar el salto a la autoedición y convertirse en uno más de los autores híbridos de esta generación.

La experiencia con la antología Un 4 de febrero, quizá también la influencia que ejercemos los unos en los otros, le han hecho plantearse este camino en un futuro no muy lejano. Las largas charlas sobre la comodidad de poder controlar cualquier aspecto del libro, el precio, el formato, las promociones, la corrección de cualquier error casi en tiempo real… le han llevado a preguntarse cómo sería vivir esta experiencia y está preparándose para ella.

SU ESTILO LITERARIO

En cuanto al estilo de Víctor, su narrativa presenta frases cortas y descripciones que, a través de simples pinceladas, dibujan con asombrosa fidelidad el ambiente en el que instala a sus personajes. No le hacen falta grandes párrafos para crear la atmósfera adecuada en cada momento y eso lo consigue a través de una sintaxis especial, con interrupciones muy personales que a su vez crean un ritmo que, en suma, dota de una voz poderosa a sus textos. El equilibrio entre narración y diálogo está presente en todas sus novelas, salvo en La tribu maldita por razones de planteamiento de la misma novela.

Sus personajes son atípicos, desde los homos que en su segunda novela ni siquiera hablan, o el Canelita, un homosexual en pleno franquismo que aparece en la tercera, o el mismísimo Carlos I, del que hace un retrato de su lado más humano, pero todos tienen en común una caracterización minuciosa que no se queda en lo físico, sino que ahonda en el alma humana. Da igual que sean personajes de otro tiempo, él indaga sobre las emociones y las reacciones de los hombres y, en algunos de sus libros, no se ahorra la crítica a al tiempo al que pertenecen.



 En próximas entradas os iré presentando a otros autores de este particular grupo literario.



lunes, 16 de diciembre de 2019

GRUPO LITERARIO

Oficina En Casa, Estación De Trabajo, Oficina, Negocio


Andaba yo estos días dándole vueltas al concepto de generación literaria y si, de algún modo, era plausible pensar que pertenezco de algún modo a una. Al fin y al cabo, hace una década que escribo y mi mundo cotidiano se rodea de escritores, todos con inquietudes similares a las mías.

En su libro En torno a Galileo, 1933, José Ortega y Gasset, al que podemos incluir en el Novecentismo, dice que existe una definición histórica de generación. No es la palabra que he puesto en el título de esta entrada, eso lo explicaré más adelante. Para él "una generación es el conjunto de hombres (yo añado "y de mujeres") que han nacido en una determinada zona de fechas (no superior a quince años) y que comparten un mismo mundo de creencias colectivas".

Me atrevería a añadir, porque yo soy muy osada y hasta a Ortega me atrevo a puntualizarlo, que también puede considerarse en la definición que existen vivencias colectivas. Porque lo vivido nos marca y nos define por encima de todo.

Según esto, la concepción del mundo cambiaría con cada generación, es decir, en lapsos de tiempo de unos quince años. De ahí que ese sea más o menos el límite que se plantea sobre en papel para integrar a escritores en una generación u otra.

El problema es que debe existir un acontecimiento que suponga una ruptura con lo anterior para decir que existe una generación nueva.

En cuanto a generaciones literarias, no basta un nacimiento próximo para que los escritores formen un grupo coherente en ideas y estética. Julius Petersen, en 1930, hablaba de algunos hechos que cohesionaban a los autores y que debían tenerse en cuenta.

El primero de ellos era una formación intelectual semejante. En este sentido, los autores con los que siento afinidades, podría decirse que se formaron en los antiguos bachilleratos y que, en su mayoría, estudiaron EGB. En la universidad se licenciaron o doctoraron.

Después habría que pensar en años de nacimiento poco distantes. En este caso estaríamos hablando de autores nacidos en la década de los sesenta y primeros años de los setenta del siglo XX.

Otro rasgo generacional son las relaciones personales entre los autores. Evidentemente, si yo incluyo a todos estos autores en mi grupo literario (más adelante), es porque con todos ellos tengo estas relaciones personales, pero además también las tienen entre ellos. Algunas son físicas, pero los tiempos han cambiado mucho desde 1930 y también hay que incluir en esto las relaciones que se establecen a través de las redes sociales, tan profundas como las que se generan al sentarse en una tertulia.

Algo más que define a una generación es la participación en actos colectivos propios. En este caso, no todos hemos estado reunidos en el mismo lugar, aunque sí se ha dado que tres, cuatro y hasta cinco de nosotros hayamos coincidido en actos literarios, incluso muchos formamos parte de una Antología, Un 4 de febrero, libro de relatos publicado en febrero de 2019, cuyos beneficios íntegros son para la Fundación Aladina.

El rasgo esencial para unificar a todos tiene que ser ese acontecimiento generacional que aglutine sus voluntades, y en este caso no tengo duda alguna, se trata de la autoedición. En un momento en el que la irrupción de las nuevas tecnologías permitió que cada escritor decidiera dar el paso de publicar al margen del mercado editorial, todos sentimos la necesidad de explorar ese camino. Más que una reunión y una foto, lo que nos une es una manera de enfrentarnos a esto.

La presencia de un guía es algo con lo que he tropezado al hacer este repaso por las características que proponía Petersen. En un mundo sobre informado, no puedo encontrar a alguien que nos aglutine de alguna manera significativa.

En cuanto a los rasgos comunes de estilo, si bien todos somos muy distintos, a pesar de las afinidades, cada uno ha enfocado su producción literaria en un sentido o en otro, sí encuentro que compartimos una visión crítica de la sociedad y no nos la ahorramos en nuestros textos.

El último rasgo a tener en cuenta es el anquilosamiento de la generación anterior, aunque en este caso yo más bien diría que ni siquiera está claro cuál es la generación anterior. Todavía hay que esperar para saber qué se quedará. Por eso, aunque este texto intente hacer una sistematización literaria, no es más que un juego personal, de ahí lo de "mi grupo literario". No pretendo más que poner en claro cómo y con quiénes he llegado hasta aquí en esta década larga de literatura que, es probable, no se más que mía.

Por eso antes advertía de que no era una generación, sino un grupo literario.

Hace unos años se acuño el término Generación Kindle. A mí nunca terminó de convencerme aquello de que se reuniera a los autores con un nombre que hacía alusión a un dispositivo electrónico, más bien tendía a pensar que lo que nos unió fue una página de internet, Amazon. Fue la plataforma la que nos dio la opción de presentarnos al mundo y ni siquiera era necesario que el lector dispusiera del dispositivo (el pirateo electrónico, nuestro gran enemigo, lo demuestra cada día).

Da igual que no tengamos nombre, todos los que aquí estamos lo que compartimos es un profundo respeto por la literatura y, sobre todo, por los lectores. Nos dejamos la piel en que cada texto que salga de nosotros lo haga del mejor modo, pulido, limpio. Corregido hasta la extenuación, porque es el modo que tenemos de presentar nuestros respetos a quien estará al otro lado cuando se produzca la interacción literaria.

Otra cosa que compartimos es ese espíritu crítico con lo que nos rodea. En nuestras obras se tratan temas actuales, como la corrupción, la violencia de género, los peligros de las redes sociales, el amor tal como se entiende en este principio de siglo.

Somos reflexivos y hasta cuando escribimos de otro tiempo nos preocupa la huella que ha dejado el pasado en nuestro presente, son patentes en nuestros libros las similitudes y las diferencias entre un tiempo y el que nos ha tocado vivir.

La literatura, para nosotros, tiene ese punto de evasión necesario para que cumpla su función, pero no por ello dejamos de provocar con ella, de añadir elementos que suponen una agitación de la conciencia de quienes  nos leen.

Un elemento, que también forma parte de nuestro tiempo, es que trabajamos con ordenadores y procesadores de textos, creo que ya se ha abandonado del todo la escritura a mano del primer manuscrito, aunque sigamos tomando nuestras notas así.

Y, algo más, somos muy críticos con nosotros mismos. Hay por ahí una frase "Alaba en público, critica en privado". Lo hacemos entre nosotros, sin ahorrarnos nada, antes de que las obras salgan a la luz.

En las próximas entradas hablaré de estos autores que, para mí, son mi generación literaria.

jueves, 12 de diciembre de 2019

NO PASA NADA.



Esta mañana, en Twitter, una lectora comentaba que, por más que se esforzaba, no había logrado conectar con una autora. Lo había intentado dos veces y en ninguna de las dos había conseguido entrar en la historia. Y no lo decía como una crítica hacia su literatura, sino con pesar, porque de verdad le hubiera gustado ser capaz de disfrutar leyendo.

Nunca soy de dar una sola oportunidad, porque he comprobado que a veces, aunque una novela no te llegue, otra del autor puede suponer una lectura satisfactoria. Alguien que no te gustó en principio, en otra novela te conmueve. O, también pasa, te gustó, después otra historia no te gusta y a la tercera te rindes a sus pies. Nunca hay que dar nada por sentado (o casi nunca, reconozco que hay novelas que no se enderezan ni a martillazos).

Pero, en ese tuit, me sentí identificada como lectora. Una vez al menos. Di tres oportunidades y la cosa iba a peor con cada una. Y era raro, porque tiene críticas excelentes y legión de fans, pero, por lo que sea, yo no conecto con lo que me cuenta, por mucho que me gustaría hacerlo.

NO
PASA
NADA.

No he corrido a poner que escribe peor que mal, porque seguro que no es cierto. No se me ocurre decir que sus libros sean malos, porque lo que pasa es que no estamos en la misma sintonía.

Y
NO
PASA
NADA.

viernes, 29 de noviembre de 2019

ENTREGA DEL VI PREMIO LITERARIO DE AMAZON

Ayer se celebró en un céntrico hotel de Madrid la entrega del VI Premio Literario de Amazon. Fue un evento pequeño, que reunió a medio centenar de personas, en el que se dio a conocer la novela ganadora entre las más de dos mil que se presentaron este verano.

Después de un taller de una media hora impartido por Ana Nieto, de la web Triunfa con tu libro, se procedió a la entrega del premio. La expectación era máxima entre los participantes porque, contrario a lo que ha sucedido en otras convocatorias, ni el ganador sabía quién era el que se había alzado con el premio. La encargada de desvelar el nombre era Pilar Muñoz, vencedora de la pasada edición, que llevó durante algo más de una hora el sobre en su bolso, aunque cerrado a cal y canto.

Sé que los participantes estaban ansiosos por saber, aunque unos más nerviosos que otros. Elena Fuentes tenía las manos congeladas y temblaba cuando fui a darle un beso. Frente a ella, Lorraine Cocó estaba tan tranquila. Fueron las dos primeras a las que saludé, porque ya las conocía de otras ocasiones, además de que soy lectora de sus libros. A Lorraine le conté que, curiosamente, el día que anunciaron los finalistas yo estaba leyendo una novela suya, aunque no era la del premio.

A Ismael y a Gonzalo me los presentaron momentos antes de que empezase el taller de Ana Nieto. Dio la puñetera casualidad que ambos eligieron el mismo color para su atuendo, aunque Ismael iba con traje y Gonzalo llevaba un jersey, pero yo, que normalmente me fijo en las cosas más idiotas, solo me di cuenta de que tenían en común el color y... no fui capaz de concretar a cuál de los dos pertenecía cada nombre.

Luchy Placencia estaba por allí, derrochando energía, y fui yo la que la buscó para decirle que he leído el fragmento de su novela (la pienso leer entera en cuando pueda) y me encantó. Me gusta cómo maneja el lenguaje y cómo ha planteado la novela, y además es corta, algo que a mí me viene de fábula con el poco tiempo del que dispongo últimamente. Como curiosidad diré que solo hice una foto con ella. Me pareció una mujer encantadora.

Luchy con su K de finalista


A lo que voy, que me enrollo y me pierdo.

Betty Argilés, encargada de contenidos de kindle en España, dio paso a Pilar Muñoz y ella leyó el nombre de la novela ganadora: Inmemorian, de Ismael Santiago Rubio. Lo recibió emocionado y así estuvo un rato más, cuando acompañó a Pilar y a Fernando Gamboa, escritor y miembro del jurado, en una charla en la que se abordaron distintas cuestiones relacionadas con la autoedición.

Me traje a casa firmado el libro de Ismael Santiago Rubio

Captura de la página de Amazon

Captura de la página de Amazon



Había muchísimos autores entre el público, en las fotos en las redes que se han compartido se pueden ver, pero yo quiero destacar el hecho de haberme reencontrado con José Vicente Alfaro. Es uno de los primeros autores de Amazon en España y, además, es una bellísima persona (y yo le tengo un cariño muy especial). Fue una inmensa alegría volver a verlo.

Esta estupenda tarde la viví de rebote, yo no soy una de las autoras estrella de Amazon, por más que fuera de las primeras que triunfaron en esta plataforma (que no sé ni cómo me he construido una carrera literaria, porque según el taller al que asistimos lo he hecho todo rematadamente mal). Ni siquiera he participado nunca en el premio, aunque ayer le estuve dando vueltas a la idea de no marcharme de esto sin hacerlo.

Por qué aterricé ahí me lo guardo para mí.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

¿Y AHORA QUÉ?

Esta es la pregunta que me llevo haciendo más de un mes. ¿Y ahora qué? Me lo repito como un mantra cada mañana al despertar y cada noche antes de ir a dormir.

¿Y ahora qué escribo?

La colina del almendro está resultando ser una novela que me está brindando una experiencia de las que no se olvidan con facilidad. Desde el principio vino marcada por una etiqueta que le puse yo misma: diferente. Diferente en su concepción, diferente en su desarrollo mientras la escribía, distinta  todo lo que había escrito hasta ese momento. Tan distante que, un día, insegura por si me había metido en un jardín demasiado espinoso, tuve que preguntarle a mi bruja blanca si eso servía para algo o era mejor que me olvidase.

No me lo consintió.



Llevaba razón, esta novela me está devolviendo una alegría detrás de otra, confirmando que puedo escribir lo que quiera (lo que me dé la gana en palabras de mi editora), que sé defenderlo porque a todo le pongo alma, corazón, esfuerzo, trabajo y mucho, mucho tiempo. Le robo horas al sueño para que lo que acabe sobre el papel sea, al menos, digno. Que no me voy a quedar solo en romántica, porque sé hacer mucho más.

Pero no puedo evitar el vértigo del ahora qué. No sé qué paso dar. Sé que ahora mismo no hace falta que dé ninguno, que lo que tengo que hacer es disfrutar de lo que me llega de vuelta de esta novela, que es maravilloso por donde lo mire, que tengo tiempo para pensar, pero mi natural impaciente se rebela a diario y no me deja contener los dedos. Claro que estoy escribiendo, soy palabras escritas, pero el resultado, aunque es dignísimo y mucho mejor que muchas cosas que he leído en los últimos años, no es como ella. No tiene su complejidad o su profundidad. Me invade cierto miedo, ese que se deriva de escuchar frases como "es tu mejor novela", "es un novelón", "te has puesto el listón altísimo tú sola".

Tendré que darme un tiempo.

Tendré que seguir pulsando las teclas del ordenador, eso siempre, porque nunca hay que perder el ritmo, pero también tendré que aprender a relajarme para que, cuando la idea llegue, me pille en un buen momento y sea capaz de defenderla con el mismo pulso que he empleado en esta novela.

Me siento muy orgullosa de ella, por si no lo he escrito aún.

Voy a contar algo. Los primeros días, cuando se puso a la venta, ese efecto del primer impacto la puso visible en iTunes. Nada más llegar, alguien le puso tres estrellas y un comentario que decía algo así como que la novela se desinflaba después de la primera parte. Mi impresión no es esa, al contrario, creo que es una novela que quizá, donde demuestra todo su valor, es en la parte central, pero podía ser que hubiera perdido la perspectiva. Después de esa primera reseña, llegó otra de cinco estrellas. Respiré, tal vez esa primera persona no me había entendido. Duró poco, enseguida le cayeron comentarios de dos y una estrella.

¿Os he contado alguna vez que en iTunes no me quieren nada?

Pensé que hasta ahí habíamos llegado, que me había equivocado y que tendría que volver a contar historias románticas contemporáneas, porque parecía que para esto, que es muchísimo más, no sirvo. Más adelante, otros buenos comentarios subieron una media en esa plataforma, pero las dudas estaban servidas.

Esto me ha hecho pensar muchísimo. No sé si yo soy la que está equivocada siempre, si es que ya no sé leer, ni filtrar, ni saber qué sí o qué no puedo escribir en una novela o es que hay gente que necesita tirar el trabajo de otros nada más salir, porque lo cierto es que, a partir de esos dos o tres primeros días, lo demás ha sido tan fantástico como lo que se ve en Amazon. Hay quien ha entendido que el romance es secundario en esta trama, que pesa más la historia y la evolución de un personaje que encarna una lucha, la de las mujeres a principios de siglo, y hay quien se ha confundido porque quizá, como llevo el sello de autora de romántica, solo esperaba pasión entre dos personas. Yo, lo siento, pero eso se me queda muy corto como lectora, no me dice mucho, y siempre tengo que poner algo más, porque, ante todo, yo soy mi primera lectora y me tengo muchísimo respeto como para traicionarme.

¿Y ahora qué?

Pues no lo sé. Terminaré una novela a la que le quedan no más de veinte páginas y la guardaré para que repose. Retomaré otra que tengo que modificar. Me pensaré que hago con otra, que tampoco es romántica, pero es mía.

Y respiraré.

Quizá, aunque ahora me haga preguntas inquietantes, esto no haya sido la guinda de mi pastel.

O sí, no lo sé.