martes, 27 de febrero de 2024

EN PRIMAVERA, COMO LOS GRANDES


Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.


Hace unos días, Mónica Gutiérrez, una de mis compañeras escritoras (de esa generación literaria que destaqué hace años, cuando el mundo ya no recordaba apenas qué era una pandemia ni la mitad de su población había escuchado hablar de confinamientos) me dijo algo muy bonito:

"Vas a publicar en primavera, como los grandes".

No tengo mucha conciencia de cuándo publica nadie, el mercado editorial es ahora mismo un batiburrillo confuso de libros que no se podrán ordenar hasta que no se haga un expurgo, como se hace en las bibliotecas en las que ya no queda sitio. Pero es verdad que los grandes, los que ya están en los libros de texto, si son de Barcelona el libro lo tienen para el 23 de abril y si son de Madrid para llegar a la Feria del Libro del Retiro.

Entonces, sí, voy a publicar como los grandes, aunque no sea más que un pez pequeño. Me hace ilusión por lo que evoca la novela: me gusta más pensar que voy a volver en primavera como las golondrinas de Bécquer.

Y voy a volver de la mano de HarperCollins Ibérica, la editorial con la que he ido creciendo como escritora, en un formato maravilloso: trade con solapas, dentro de la colección Harper F. Ya estamos preparando el texto, la portada y el audiolibro.

Todo para que esté listo el 8 de mayo y para que pueda encontrarme con mis lectores en la próxima Feria del Libro de Madrid.

Como las golondrinas, vuelvo; como ellas, seguiré jugando a escribir.






sábado, 24 de febrero de 2024

PAUSA

En el verano, por las tardes, bajo al río. La temperatura es unos seis o siete grados menor que la del pueblo, pero además estás a la sombra, al lado del agua, donde puedes meter los pies y refrescarte.

No hay cobertura.

A veces, cuando me quito los zapatos y dejo que el agua se deslice entre mis dedos, observo. Es curioso, porque, si no te fijas, parece que el agua está quieta. Funciona como un perfecto espejo de la roca caliza que lo resguarda, de los chopos de la ribera y de los fragmentos de cielo que se cuelan entre sus hojas. 

A pesar de lo que me devuelve la vista, sé que la realidad es otra: el agua se está moviendo, la percibo en mi piel como un alfiler frío que activa otro de mis sentidos.

Hace un año que todo en mi vida se parece al río en esas tardes de verano. Me esfuerzo en reflejar el mundo, en ofrecer esa apariencia de calma, aunque por dentro, por debajo de una imagen que es solo ficción, hay movimiento y mucho frío.

Hace un año que apenas escribo de lo importante. He logrado componer una novela muy corta, pero las largas las aplazo, porque me cuesta encontrar las palabras que hagan de espejo. Y no es porque no estén, las tengo todas, igual que las emociones que las sustentan, pero las voy conteniendo porque no puedo soltarlas. 

Me temo que, si lo hiciera, provocaría una riada.

La vida tiene momentos extraños, aparentes calmas que no lo son, tiempos en los que vives sin vivir, en los que pausas tus instintos quizá porque es demasiado lo que está llegando a ti y temes no filtrarlo con la claridad que se merece; temes que se te escape por alguna grieta algo por lo que te acabes arrepintiendo.

También necesitas coraza.

Creo que estoy fabricando una armadura para no desmoronarme, para sustentar el cuerpo cuando desaparezcan los amarres a esta vida a la que empecé a acostumbrarme hace justo la mitad de la mía. 

¿Estaré abriendo las puertas del tercer tercio definitivo?

¿Habrá algo más que agujas y frío en las tardes de los próximos veranos?

¿Habrá muchos más veranos?

¿Me quedan viajes, sueños, promesas, besos... o ya quemé todas mis naves?

Me quedo mirando el río que ahora no tengo frente a mi, ese pedazo de cielo entre las hojas de los chopos, la aparente calma, y respiro. 

Cuando no hay respuestas, mejor no te hagas preguntas.

Solo disfruta de la calma de esta pausa.

viernes, 9 de febrero de 2024

MORIR DESPACIO

Nacemos sabiendo que vamos a morir y vivimos ignorando ese hecho. Porque duele, porque es insoportable para el ánimo llevar el peso de algo que intuimos definitivo.

Ya no hay dioses que nos amparen el alma, ni nuestros seres queridos están al otro lado de ningún cielo.

No hay nada.

Por eso, porque la muerte es una desconexión definitiva sin posibilidad de resintonización, preferimos que el trago sea breve. Un suspiro, como beberse un chupito de tequila sin pensarlo y dejarse arrastrar por el ardor del alcohol recorriendo la garganta.

Pero ¿y cuando la muerte es lenta? ¿Qué pasa cuando tu final ha llegado como un vino de reserva que se toma despacio?

¿Qué pasa cuando tienes que hacer ese camino inevitable sin una mano a la que poder aferrarte?

Estás muerto, pero respiras, tienes hambre a las dos y sueño de madrugada. Debes trabajar y fingir que no te importa, pero claro que importa.

Te enfadas, tú querías tu final perfecto y no una mala novela a la que le sobran trescientas páginas que no conducen a nada.
Tú habías soñado con manos que se agarran y no que se empujan. Con un cuento y no una pesadilla.

Todos morimos, pero qué agonía morir despacio.

martes, 16 de enero de 2024

AUNQUE TE CUESTE LA VIDA, PRINCIPIO.

 Algunas veces la vida te obliga a aprender a volar con un ala rota

o con el corazón hecho pedazos



PRÓLOGO

Dos años después…

La huella que marcan sus pasos se imprime en la arena mientras la atraviesa, dejando atrás la orilla del mar. Dentro de unos minutos, el viento tibio del otoño volverá a ser el único dueño de esta cala solitaria y de su presencia no quedará siquiera el recuerdo difuso de sus pisadas. Todo lo habrá barrido y quizá hasta parezca que nadie ha pasado por aquí. Alma se vuelve y se despide con la mirada de un lugar que no ha visitado desde hace algo más de dos años. 
Hoy, quizá porque es verdad que el tiempo es un bálsamo que suaviza hasta las cicatrices más profundas, hoy, que ya está en paz con el pasado, ha elegido regresar.
Respira profundamente mientras se gira y se dirige hacia el aparcamiento. Camina sin prisa hasta su coche, el único aparcado a esa hora del día. Cuando se acomoda en el asiento del conductor, se apoya un momento en el reposacabezas, ordenando los recuerdos, y es entonces cuando nota algo que la devuelve a la realidad. Un cosquilleo en su abdomen, como el leve aleteo de una mariposa, interrumpe sus pensamientos y ese descanso que tanta falta le hace antes de volver a casa. 
Espera.
Quizá se repita, quizá no lo haya imaginado. Está así un minuto, tal vez dos, casi conteniendo la respiración, pero no sucede nada. Se recoloca en el asiento, se abrocha el cinturón de seguridad y entonces sucede de nuevo. Ya no tiene ninguna duda de lo que está sintiendo. Son como cientos de palomitas de maíz explotando dentro de su cuerpo. 
Pero no son palomitas.
Es su bebé diciéndole que está ahí.
Es curioso que hoy haya decidido empezar a moverse como un pececillo dentro de ella, dándole la certeza de que es real. Hay una vida nueva creciendo en su interior. Una ilusión extra, una luz más con la que iluminar esta nueva etapa en la que se ha hecho la firme promesa de que no dejará un resquicio para las sombras.
Mientras continúa quieta en el asiento, busca las emociones que han atormentado su mente hasta hace poco, pero no las encuentra. El odio, la rabia y el resentimiento se han esfumado. La traición, esa que le hizo tanto daño, ya no pesa nada; del estupor no quedan ni briznas y la nostalgia por los momentos felices de ese pasado se ha esfumado. No hay rastro. El movimiento de su bebé parece haberlas fulminado definitivamente sin dejar huella, igual que ha hecho el viento con sus pisadas en la arena.
Todo acaba, hasta lo malo.
Sonríe, mirando un instante por los espejos, arranca y, cuando apenas ha recorrido un par de metros, sabe cómo se va a llamar su bebé. Si es niña, claro; pero por alguna razón, aunque nadie se lo haya dicho, aunque no tenga certezas, Alma está segura de que está esperando una niña.
Mientras se incorpora a la carretera que la devolverá a su vida, con un nombre revoloteando por su mente, recuerda otro día de otoño. Quizá uno de los peores de su vida.

Puedes descargarla aquí.





viernes, 12 de enero de 2024

EL TEATRO DEL SIGLO DE ORO

Durante el Siglo de Oro español se escribieron infinidad de comedias. Los autores eran prolíficos porque los escenarios demandaban constantemente contenido (más o menos como ocurre con las redes sociales, pero en el XVI-XVII).


¿Cómo se las arreglaban para escribir tan rápido? (Tened en cuenta que solo Lope de Vega se calcula que escribió unas 1.800 comedias, y encima en verso, con lo complicadísimo que es eso).


Lo hacían porque, al igual que en algunos géneros literarios actuales, el esquema de las comedias del Siglo de Oro era cerrado.


-Siempre aparecían los mismos personajes, que representaban el mismo papel: el galán, el gracioso o el bobo (según el autor), la dama, el criado, la criada, el barba, el villano, la criada...


-Se representaban temas cotidianos, en los que se mezclaba tragedia y comedia, esta siempre de la mano de los personajes humildes.


-Las obras seguían el esquema clásico de planteamiento, nudo y desenlace, aunque podían romper la unidad de acción, de tiempo y de espacio.


-Final feliz. Inapelable, el pueblo en crisis ya tenía bastantes penas, así que, aunque pasaran muchos sucesos truculentos por en medio, al final tenía que existir algo satisfactorio.


-El lenguaje seguía el decoro poético, es decir, cada personaje se expresaba acorde a su clase social.


-El amor, el honor y la honra como motores del argumento.


¿Dónde cambiaban? En los temas de fondo, en los escenarios, en los detalles y, sobre todo, en la habilidad del autor para conectar con su público.


Con el esquema tan claro, la cuestión era sentarse a escribir, porque, además, las comedias no duraban mucho en los corrales: sin tenían éxito, como mucho, quince días. Si no gustaban al estreno, otra ocupaba su lugar.


Hay algunas que han llegado hasta nosotros porque brillaron: las de Lope, que era un genio (y no todas, también tuvo sus baches) o las de Calderón, que era de los rebeldes que hacían lo que le daba la gana y cuya originalidad lo ha situado un poco al margen del grueso de autores cuyos nombres, aunque no los hemos perdido, se han ido diluyendo con el tiempo.


Ahora, pensad en hoy, en la velocidad a la que las novelas aparecen y desaparecen.


Pensad en lo que se parecen todas.


Pensad en un corral de comedias, en el que está el público esperándolas: no está en Almagro, ni en medio de un Madrid de leyenda, está en la red.