El otro día uno de mis alumnos me preguntó de qué iba el libro que había visto con mi nombre en el kiosco. Y me quedé sin palabras, porque, desde luego, uno no es el mejor para definir a uno de sus hijos. Siempre tendemos a ser benevolentes con sus defectos y ensalzamos sus virtudes por encima de lo razonable. Le dije, simplemente, que lo leyera. Es mi consejo básico. Leer para crearte tu propia opinión, que no seas un mero repetidor de lo que otros han pensado.
No me ha hecho caso, de momento. Demasiada Navidad. Por eo voy a ser infiel a mí misma (me lo perdono) y voy a intentar hacer un resumen.
Su chico de alquiler es un pequeño relato sobre inseguridad. No sólo por el contenido: Paula, la protagonista, tiene que acudir a la boda de su padre y éste le pide que lleve a sus hermanas pequeñas a comprarse ropa para el evento. Como no quiere, (a ver a qué adolescente le hace gracia cargar con dos pequeñas de cinco y siete años y luchar con ellas en un probador), se inventa que ha quedado con un chico. El padre, ni corto ni perezoso, le dice que lleve a la boda. Y Paula, en lugar de decirle que no, acepta. Como no existe nadie en realidad acaba alquilando a alguien muy peculiar. En el transcurso del relato todo se va enredando y al final te encuentras una historia divertida, con la que pasar un buen rato.
Lo mejor que tiene, desde el punto de vista didáctico (aquí se nota que doy clases) es que elegí el presente para contar la historia, y el hecho de que los adolescentes aquí retratados sean como los de verdad, caóticos, locos, impredecibles, divertidos... y lo malo es que también son un poco de otro tiempo. Quizá es que yo fui adolescente hace mucho y mi mundo era un poco menos complicado que el de ahora. O que me gustaban más los Hombres G que Kafka.
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