Cuando escribes una novela necesitas documentarte.
Si es histórica, los libros, las hemerotecas, revistas especializadas... son una fuente de recursos muy buena que te ayuda a centrar la novela y a contextualizarla. Incluso, a veces, algunos hechos concretos los puedes usar para redondear el marco de lo que estás contando. Así fue en La colina del almendro, cuando cuento el ataque que sufrió La Venus del espejo, el cuadro de Velázquez, en la National Gallery de Londres por parte de una sufragista justo antes de la Primera Guerra Mundial.
Si la novela es contemporánea, también lo necesitas. Es mucho más sencillo porque los escollos que te encuentras son menores. Aunque solo sea porque vives en el mundo, hay cosas que sabes. Por ejemplo, la memoria te puede ayudar a centrar si en un determinado año existían los teléfonos inteligentes (aunque puedes asegurarte, debes hacerlo, de hecho) o si existe una carretera que conecte dos lugares. Sabes cuánto puede durar un viaje, pero si echas mano de Google Maps igual eres más concreto.
Hace un año me estaba documentando para Sin fecha de caducidad, la novela con la que he ganado el Premio Internacional de Novela HQÑ. Además de todos esos detalles menores, hubo uno al que le presté mucha atención: cómo denunciar el ciberacoso. Aprendí, por ejemplo, que es la palabra correcta para hablar del acoso entre adultos (siempre que no haya cuestiones sexuales) y que no es lo mismo que el ciberbullying porque ese es el que se ejerce sobre menores.
Mi personaje sufre ciberacoso. Para saber cómo se debía conducir leí todo lo que cayó en mis manos relacionado con el tema y cómo trabaja el Grupo de Delitos Telemáticos de la Guardia Civil. Pero, por si acaso eso no era suficiente, tengo un amigo que es casi mi hermano que es miembro del cuerpo y también hablé con él.
Por desgracia, no es fácil denunciar el acoso.
Se tiene que mantener en el tiempo, por ejemplo. Dos veces no es suficiente para considerarlo acoso aunque dos veces puedan llevar a una persona al suicidio dependiendo de la situación emocional en la que se encuentre. Esta investigación me dio las pautas para saber cómo proceder con el personaje. Las otras, las necesarias para construirlo de manera que pareciera verosímil también las documenté, pero en ese caso no me hizo falta la Guardia Civil.
Alba S. Kent fue víctima de bullying en el instituto y vuelve a sufrir ciberacoso de adulta. Esto también es un patrón que se repite, las víctimas no reaccionan con celeridad para parar los pies a los abusadores y eso provoca que se crezcan y sigan. Eso provoca que pueda repetirse en su vida.
Pero es que no es fácil. A la dificultad de reunir las pruebas está la otra, la de aceptar en público que no has sido capaz de pararle los pies a una persona o a un grupo de personas que están ejerciendo sobre ti una presión insoportable. Tampoco es fácil reconocer que te afecte, hay siempre quien opina que no es para tanto. Tampoco es fácil ser víctima. Si no reaccionas, no creas que se cansan: puedes pasarte años sufriendo. Si alguien te defiende, es posible que sufra las consecuencias si no se la agarra con papel de fumar. No vale una respuesta visceral, porque entonces eso es violencia y encuentras que el maltratador es victimizado.
Y la víctima de verdad, mientras, se puede estar muriendo de dolor. Y, tal vez, planeando su muerte real.
Ha pasado demasiadas veces.
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