Algunas veces la vida te obliga a aprender a volar con un ala rota
o con el corazón hecho pedazos
MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
Algunas veces la vida te obliga a aprender a volar con un ala rota
o con el corazón hecho pedazos
Durante el Siglo de Oro español se escribieron infinidad de comedias. Los autores eran prolíficos porque los escenarios demandaban constantemente contenido (más o menos como ocurre con las redes sociales, pero en el XVI-XVII).
¿Cómo se las arreglaban para escribir tan rápido? (Tened en cuenta que solo Lope de Vega se calcula que escribió unas 1.800 comedias, y encima en verso, con lo complicadísimo que es eso).
Lo hacían porque, al igual que en algunos géneros literarios actuales, el esquema de las comedias del Siglo de Oro era cerrado.
-Siempre aparecían los mismos personajes, que representaban el mismo papel: el galán, el gracioso o el bobo (según el autor), la dama, el criado, la criada, el barba, el villano, la criada...
-Se representaban temas cotidianos, en los que se mezclaba tragedia y comedia, esta siempre de la mano de los personajes humildes.
-Las obras seguían el esquema clásico de planteamiento, nudo y desenlace, aunque podían romper la unidad de acción, de tiempo y de espacio.
-Final feliz. Inapelable, el pueblo en crisis ya tenía bastantes penas, así que, aunque pasaran muchos sucesos truculentos por en medio, al final tenía que existir algo satisfactorio.
-El lenguaje seguía el decoro poético, es decir, cada personaje se expresaba acorde a su clase social.
-El amor, el honor y la honra como motores del argumento.
¿Dónde cambiaban? En los temas de fondo, en los escenarios, en los detalles y, sobre todo, en la habilidad del autor para conectar con su público.
Con el esquema tan claro, la cuestión era sentarse a escribir, porque, además, las comedias no duraban mucho en los corrales: sin tenían éxito, como mucho, quince días. Si no gustaban al estreno, otra ocupaba su lugar.
Hay algunas que han llegado hasta nosotros porque brillaron: las de Lope, que era un genio (y no todas, también tuvo sus baches) o las de Calderón, que era de los rebeldes que hacían lo que le daba la gana y cuya originalidad lo ha situado un poco al margen del grueso de autores cuyos nombres, aunque no los hemos perdido, se han ido diluyendo con el tiempo.
Ahora, pensad en hoy, en la velocidad a la que las novelas aparecen y desaparecen.
Pensad en lo que se parecen todas.
Pensad en un corral de comedias, en el que está el público esperándolas: no está en Almagro, ni en medio de un Madrid de leyenda, está en la red.
Una de las cosas que echaba mucho de menos era una imagen de ella. En el Siglo de Oro no había cámaras de fotos, la única imagen que encontré en su día es la que está en Wikipedia y ni siquiera estamos seguros de que fuera ella.
Se me ocurrió que alguien podría imaginar a María, ponerle rostro y, de ese modo, recordarla un poco más. Pero yo no sé dibujar apenas (ojos, y solo de uno en uno), así que pensé en alguien que pudiera hacerlo. Fue entonces cuando pensé en otra mujer escritora, Flavia Vicentin, que además es ilustradora y creo que tiene un talento increíble. Me encantan sus dibujos, cuyo proceso de creación comparte en Tiktok, y se me ocurrió retarla.
No solo aceptó, sino que hizo un dibujo que transmite la misma sensación que la obra de María de Zayas, una mujer que mira a la vida de frente, poderosa, extraordinaria, única.
Flavia me ha permitido compartir aquí el proceso creativo y espero que os guste. Le ha puesto rostro a quien, con sus palabras, nos recuerda que las mujeres escriben tan bien como los hombres cuando se les permite, pero que también son silenciadas cuando no conviene.
Podéis ver el proceso en este enlace
y este es el resultado final.
A partir de hoy, La chica de las fotos. Comer y amar, todo es empezar y Con suerte... en Navidad estarán disponibles en un nuevo formato en papel y digital (este saldrá a la venta mañana) dentro de la colección Tiffany de Harlequin.
La chica de las fotos
Rocío, camarera de un hotel rural y escultora en sus ratos libres, vive al borde de un ataque de ansiedad: el día de su boda está a la vuelta de la esquina y faltan muchos detalles por concretar todavía. Para colmo, tiene que trabajar horas extra en el hotel. Todo debe estar impecable para la llegada de Alberto Enríquez y Lucía Vega, la pareja de actores de cine más rutilante del momento. Cuando aparecen, a Rocío le ocurre algo que no logra entender. Es verdad que Alberto tiene un físico imponente y una mirada terriblemente sexy, pero lo que empieza a sentir es desconcertante e inoportuno.
Alberto enseguida descubre que Rocío no es la típica muchacha encandilada por un famoso. Sin embargo, algo se le escapa: ¿por qué Rocío evita mirarlo a los ojos? Impaciente por descubrirlo, idea mil maneras para tropezar con la esquiva camarera.
Comer y amar, todo es empezar
Paola se tiene que marchar de su pequeño pueblecito a causa del trabajo, y para ello debe renunciar a muchas cosas que ama, entre ellas una yegua blanca llamada Leyenda. Nada parece que pueda cambiar eso, pero un solomillo con pasas y arándanos y un paseo a caballo por el bosque con Carlos, el chico del picadero, le demuestran que quizá a lo que no se debe renunciar es a ser feliz.
Con suerte... Navidad
Andrea Hervás trabaja en una galería de arte de Madrid. Está preparando la exposición estrella de las Navidades cuando recibe una llamada de su jefe: debe dejarlo todo y marcharse a Grimiel, un pequeño pueblo castellano, donde una vecina quiere vender un cuadro y es necesario que alguien lo valore. Andrea se lo piensa: es 22 de diciembre, tiene planes y se aproxima una gran nevada, pero calcula que, si se da prisa, podrá ir y volver en un día. Con lo que no cuenta es con que todo se confabulará contra ella y acabará atrapada en ese pequeño pueblo.
Estas tres novelas no son novedad. De hecho, La chica de las fotos ha salido en papel ya tres veces.