miércoles, 18 de junio de 2014

HASTA EL 2015

Volví a la Feria del Libro de Madrid el pasado sábado. Ya sin la presión de firmar, paseé como espectadora entre las casetas, hice cola como está mandado con mi hijo para que le firmase sus libros Lorenzo Silva (qué ilusión me hizo cuando le miró y le señaló lo que ha crecido desde que no le veía), saludé a conocidos y asistí a una presentación.

La verdad es que el plan era pasar todo el día en Madrid pero hacía tanto calor que desistimos y partimos la jornada. Por eso, y porque vivo despistada, me perdí la firma de Félix G. Modroño. Pensaba que era por la tarde, algo que era claramente invención mía, y al final me quedé con las ganas de pasar a saludarlo.

Lo que no me perdí fue la presentación de Consummatum Est de César Pérez Gellida y Los cuerpos extraños de Lorenzo Silva, una amena charla a dos voces en la que se habló de sus novelas. La conducía un librero de Barcelona (no me acuerdo de su nombre, sorry), que tiene una librería especializada en novela negra: «un sitio chiquitito y desordenado pero en el que él sabe dónde está todo», dijo César en algún momento. 

Habíamos quedado unas cuantas blogueras para ir y aunque hubo bajas de última hora, al final logramos reunir un pequeño grupito. Ahí estaba Margalida Ramon, que no sé cómo no acaba reventada de trasladar la bolsa llena de libros. ¡Y que se los leerá la bruta! Esto no es nada más que envidia cochina porque no me puedo comprar los que me gustaría. También estuvo Manuela Marín, que tardó una hora entera en aparcar y casi no llega a la firma que quería, la de Carla Montero. Supe que había venido Susana Palacios pero se había tenido que marchar antes y no llegué a verla. Vaya, espero que haya otra ocasión. Ya estábamos sentadas ya en el pabellón, echando de menos a las que se habían tropezado con imprevistos, cuando apareció María Alonso. Nos dio tiempo a charlar muy poco porque enseguida empezó el acto.
A mí se me hizo corto.



Lo pasé escuchando atentamente, haciendo fotos y observando. Mi cabeza se giraba de vez en cuando para mirar a mi hijo que no pestañeaba, atento a la conversación. Me fascina cómo, a pesar de su edad, es capaz de disfrutar de estos actos que en principio están pensados para adultos. Ahora ha crecido y ya no resulta tan chocante como hace solo un par de años, pero sigue igual, sin perder un solo detalle. De la charla se llevó la necesidad de investigar qué es un sociópata (ha llegado a la conclusión de que una persona que conoce lo es, pero necesita asegurarse, jajaja). También las ganas de empezar enseguida con el último libro de Lorenzo Silva, su autor preferido desde hace años.



Al terminar, ya fuera del pabellón, después de que César me firmase Memento Mori, nos encontramos con Concha Fernández y su hija. Tengo que decirte, Concha, que me pasé un buen rato pensando que había visto a tu hija en alguna parte y no fue hasta que nos marchamos, cuando estábamos llegando al coche, cuando descubrí por qué tuve esa sensación. Alberto me señaló que si la imaginaba rubia podría ser capaz de saber a quién se parece. ¡Y es verdad! Es muy parecida a mi vecina. Va a ser cierto que todos tenemos un doble en alguna parte.

Estábamos charlando con María Alonso, con Concha, con Manuela y Margalida cuando vino alguien y me tapó los ojos. Intentaba saber quién era tocándole las manos pero no fui capaz de acertar con el test de la piel hasta que me dejó mirar: Armando Rodera. No nos veíamos desde finales de marzo y me hizo mucha ilusión encontrarme con él y con Arantza en la Feria.




El plan era tomarnos algo y salir rumbo a casa de nuevo, a descansar de estos agotadores días, pero apareció César y acabamos sentándonos con él a tomar una cerveza y charlar un poco de todo. De libros. De la herida que se hizo Concha en la pierna. De todo y de nada mientras los minutos iban deslizándose, empujándonos a dar por terminada esta Feria para mí hasta el año que viene.



Estas despedidas me cuestan porque nunca sabes cuándo se volverán a repetir. Margalida, por ejemplo, volvía a Mallorca que no está precisamente ahí al lado pero nos quedan las redes, los encuentros virtuales, Alcalá que está a un paso para volver a quedar con el huracán Manuela, las presentaciones de libros donde acabaremos coincidiendo, las charlas vía mensaje cuando nos apetezca, los tuits compartidos y, sobre todo, lo que más nos gusta, lo que nos ha puesto en contacto.


Los libros.

lunes, 16 de junio de 2014

ESTA PRIMERA VEZ...

               Hay días señalados en el calendario predestinados a ser únicos. Son esos de las primeras veces, las que recordamos para siempre porque inauguran marcadores vitales: la primera vez que nos enamoramos, el primer día que entramos en el colegio, la primera vez en el instituto, el primer día de trabajo... Casi para cada una de ellas cualquiera puede encontrar la muesca que nos dejaron impresa en el alma, justo al lado de una foto que alguien tomó para apoyar a la memoria en el futuro.

               Estoy viviendo una época atestada de primeras veces, de marcadores que se inauguran y que provocan cosquillas por dentro, las del miedo a lo desconocido que a la vez es lo que más deseas.

               La Feria del Libro, para alguien que ha crecido entre libros, dentro de una biblioteca, siempre ha tenido un significado especial. Se celebra la imaginación, es una cita de tres: el autor, el lector y el libro. La he visto durante años como espectadora, paseando a lo largo de la calle y creo que no me había atrevido a soñar que un día estaría al otro lado hasta 2013. Aún no lo había contado, apenas unas cuantas personas de mi entorno sabían que mi novela estaría en papel en este 2014 y aunque yo he seguido dudándolo hasta el último día se empeñaban en decirme: «vas a estar ahí».

Y así fue.

Otra primera vez.

El día amaneció despejado y caluroso, no me podía creer que a las ocho el termómetro de la terraza marcase casi 20 ºC. La mañana transcurrió entre rutinas y preparativos, con ese ritmo extraño que adquiere el tiempo cuando quieres que pase rápido pero a la vez no deseas que se mueva. Mis sensaciones siempre se debaten en una contradicción y en este caso era mucho más evidente porque sé que el próximo año no estaré, quizá nunca más esté en la Feria al otro lado, así que las dos horas en la caseta tenía la obligación conmigo misma de exprimirlas. Había llegado el día, mi día, envuelto en unas circunstancias no demasiado propicias: la Selección española de fútbol debutaba en el Mundial de Brasil y ya sabemos lo que pasa cuando hay fútbol... Así que, con el miedo en el cuerpo, después de comer, me monté el coche rumbo a Madrid.

Me duermo en el coche. En cuanto arranca me siento arrullada cual infante en los brazos de una madre amorosa, cierro los ojos y me sumerjo en un sueño que fulmina el tiempo de viaje. Eso cuando no me pongo a leer porque, curiosamente, si me monto detrás me mareo si hacer nada pero en el asiento del copiloto me puedo pasar horas y horas con los ojos pegados a una novela sin que mi estómago se resienta. Sin embargo, este viernes, no fui capaz. Los nervios, la impaciencia, me mantuvieron alerta, observando el tráfico a mi alrededor, consciente de que no era un día propicio para evadirse.

Fui cantando, rememorando otro tiempo que dejé atrás porque en la vida hay etapas que cuando se agotan solo son recuerdos a los que acudir cuando nos ponemos nostálgicos. Me acordé, quizá por aquello de que también era día de estreno, de los primeros escenarios. Puede que ahora haga algo diferente pero la sensación es la misma: una mezcla de deseo y pánico pellizcándote por dentro.

               Hubo que hacer una pausa en el recorrido para que Ulises se quedase con alguien. Acaba de cumplir un año y tiene una energía que agota a quien esté a su lado, así que no era buena idea que me acompañase. Desde que lo adoptamos revolucionó nuestras vidas que ahora siguen su ritmo más que el de ningún otro miembro de la familia. Tiene el desparpajo de la inocencia, la vitalidad de la infancia y un peso que no hay brazo que resista media hora sujetándolo, así que decidí que no podía venir conmigo. Sé que hubiera disfrutado mucho porque si algo le entusiasma son las caricias de la gente a las que responde con esa mirada que parece siempre estar sonriendo. Pero salta. Y eso tampoco hay quien lo controle de momento, así que tenía no podía acompañarnos.

               El siguiente tramo de coche mi mente se entretuvo en algo que sé que no hay que hacer: adelantaba acontecimientos, trataba de imaginar cómo sería todo. Sé que al final este ejercicio solo sirve para destemplar los nervios porque en mi vida no hay guion, todo discurre trastocando los principios lógicos, sorprendiéndome más que cualquier trama de novela que pueda llegar a crear. Luego me dicen que invento, que mis historias tienen un punto en el que la verosimilitud se quiebra pero es que lo real, lo que me rodea, es incluso más inverosímil la mayoría de las veces.

               Llegué al Retiro arropada por las personas que más me quieren y a buen paso alcanzamos la caseta de Ediciones B, la 222. Estaba en un extremo de la larga fila de las que integran la Feria del Libro de Madrid así que me dio tiempo a ponerme más nerviosa. Supongo que cuando alguien me ve piensa siempre que no lo estoy pero lo que pasa es que no se me nota, salvo que me conozcas bien. Los nervios son los que me hacen dudar constantemente del año en el que vivo, del día que es y hasta del nombre de las personas, que cambio a mi antojo. ¿Verdad, Jorge? (Lo siento, te juro que estaba convencida de que te llamabas David).

               Antes de la hora, después de un pequeño refrigerio para combatir el sofocante calor de la tarde, ya estaba preparada al lado de Nati en la caseta (qué mujer más especial, le mando un abrazo). Creo que eran las siete y un minuto cuando estampé la primera firma. Me gustaría acordarme del orden en el que fueron viniendo a verme. Quisiera poner todos los nombres para agradecer personalmente el esfuerzo de acercarse con el calor que hacía pero temo que se me olvidará alguien, que en mi despiste me dejaré a alguna persona por el camino, así que, lo que haré será ponerlos en las leyendas las fotos que adjunto. Creo que es necesario que esta vez comparta todas las que tengo, aunque me cueste la vida subirlas. Resumiré diciendo que fue un goteo constante de blogueros, que vinieron amigos, que estuvieron compañeros de la Facultad,... Hubo lectores conocidos y se apuntaron nuevos, incluso firmé un libro que ya ha tomado rumbo a Italia.

               Me acompañó la autora gaditana María José Tirado, que firmaba su novela Mangaka. Lágrimas en la arena. Mano a mano fuimos charlando con los lectores, charlando entre nosotras cuando la situación lo permitía, nos hicimos montones de fotos y recibimos visitas emocionantes como las de varias autoras de romántica que son un referente en nuestro país (otra vez os envío a las leyendas de las fotos). Cada una se llevó la novela de la otra y estoy segura de que no tardaré mucho en leerla porque las vacaciones están ahí, a la vuelta de la esquina.

               Creo que, al final, lo hice mejor que la Selección, aunque ellos ganaron en aforo.  Metí bastantes más de cinco goles y no me consta que encajase ninguno (bueno, seamos serios, raro sería que alguien viniera a devolver un libro, que es lo más parecido que se me ocurre). Como prometí, lo disfruté, viví la experiencia a tope y sé que el número 222 para mí tendrá siempre un significado más.

Cuando abandonamos el Retiro, Madrid seguía sumido en una calma extraña. Las terrazas de la calle de Alcalá, a pesar del bochorno que invitaba a sentarse y dejar pasar el tiempo al lado de una cerveza, aún tenían mesas libres. Íbamos a buscar el coche pero de pronto esa tranquilidad nos hizo pensar que quizá era el mejor día para dar un paseo nocturno hasta el centro con los niños. Y eso hicimos. Nos dejamos seducir por las luces que destacan las líneas de los edificios y paso a paso alcanzamos la Gran Vía.  Ida y vuelta para relajar emociones, para asentar sensaciones y para regresar a la realidad de escribir.

Eso es lo que seguiré haciendo siempre, creo que a mi edad ya es imposible que este hábito lo abandone. No sé si habrá luces, ferias, entrevistas o presentaciones en adelante pero no importa porque para mí lo importante es esto que hago ahora mismo: sentarme delante de una pantalla y transformar mis sensaciones en palabras, convertir las historias que circulan por mi imaginación en las novelas que comparto.

Ese es el plan.

Vivir intensamente cada nueva aventura.


La visita de Iván fue de las primeras. Tuve que salir de la caseta, por supuesto.

No estoy triste, es que me canso de posar... 

Iván, como si lo hiciera toda la vida






Daniela es mi amiga, compañera de la Universidad. Vino con la familia, con sus preciosos mellizos, con Ralf y su padre Cosimo, que se llevó mi libro a Italia.



Con Almudena

Margálida Ramón, que vino desde Mallorca.

Con María José Tirado, autora de Vergara.

Vino a vernos Nieves Hidalgo.

María Loreto, Gema, Pepa y yo. Detrás de la caseta que había sombra.


Cosimo, mi lector italiano en el centro de la foto.




Con Manuela Marín, qué guapa es.

¿Habéis visto? Vino Julio G. Castillo, de quien tengo que aprender mucho.

Despidiéndome de Yolanda.

Se me ve en la cara la felicidad, ¿verdad? Como para no, ¡¡¡Isabel Keats!!! 

Con Juan Manuel.

De su nombre no me acuerdo... ¡sorry!

Rocío Castrillo atenta a la cámara, está acostumbrada. Yo, haciendo el tonto.

¡Qué guay! Vino Mar.


               

lunes, 9 de junio de 2014

AMULETO CONTRA EL VACÍO DE LAURA G. MIRANDA.


Sinopsis:

¿Existe un amuleto contra el vacío que provoca la ausencia del ser amado?
Calixto Perseo, dueño del Haras Universo, un hombre rodeado de misterios y acostumbrado a tener siempre el control, se vuelve vulnerable cuando Lara Assai, una mujer transparente y sensible, llega a su vida. Sin embargo, después de haberla amado como nunca a nadie, decide alejarla de su vida una noche. Hechos confusos, un viaje a Grecia y un tango bailado al ritmo de los celos lo arrojan a un abismo de desconfianza. Heridas, traiciones y mentiras del pasado parecen condenar ese amor al fracaso definitivo. Una venganza involucra a Calixto en un suceso brutal y la distancia entre los dos crece irremediablemente. Sin embargo, ambos lucharán contra el vacío de la separación. ¿Encontrarán el amuleto que cambie sus destinos?

Mis impresiones:

Esta novela, lo primero que tengo que decir de ella es que no está a la venta, de momento, en España. Si yo tengo un ejemplar es por esos azares del destino que van configurando nuestra biografía y que hizo que a principios de este 2014, Laura y yo aterrizásemos en un mismo grupo de Facebook. Ella publicó que su novela saldría con Vergara en marzo y yo comenté que la mía lo haría a mediados de febrero. Nos pusimos a hablar y... hasta hoy. Cuando salieron las novelas acordamos intercambiarlas. Por ello, uno de mis ejemplares de derechos en papel tomó rumbo a Argentina y uno de los suyos vino a España para quedarse conmigo.

La verdad es que empezar este camino de la publicación siempre genera inquietudes que es difícil que comprenda alguien que no lo está viviendo como tú y con Laura, al experimentar ambas lo mismo y en el mismo tiempo, encontré un apoyo para poder verbalizarlas. La ilusión, las ganas, eran sentimientos comunes. La incertidumbre, el miedo, también.

Hace unas semanas recibí el paquete y la ilusión al abrirlo me inundó cual niña pequeña. Tenía muchas ganas de conocer a los personajes pero hube de esperar hasta contar con el tiempo suficiente para poder ponerme a ello. Este inicio, esta nueva aventura, ha venido cargada de eventos y de compromisos que han fulminado mis horas de tiempo de lectura. De hecho creo que, si todo sigue así, batiré el record de menos libros leídos en un año.

Pero vamos ya con la novela.

Laura nos cuenta la historia de amor entre Calixto Perseo y Lara Assai y lo hace valiéndose de un narrador en tercera persona que va intercalando historias del presente con otras del pasado en capítulos cortos. Los escenarios se mueven entre la ciudad de Buenos Aires y Grecia, donde tiene sus orígenes la familia del protagonista. El encuentro fortuito bajo la lluvia de Lara y Calixto pone el punto de arranque a una historia de amor apasionado en el que ambos encuentran ese amuleto contra el vacío que provoca la soledad.

Pero no se queda ahí, en la novela, además de los sentimientos de los protagonistas, tendremos una reflexión sobre el maltrato, la historia de la investigación del asesinato de dos niños pequeños, el sentimiento de abandono que sufre Calixto desde que era pequeño. Toda la novela está narrada con una prosa poética que deja en el texto muchas frases preciosas. He sabido, después de leer la novela (al menos después de empezarla) que Laura también escribe poesía y eso es algo que queda patente en toda la narración. Es una novela que tiene todos lo que uno espera cuando aborda una novela romántica: amor, pasión, celos, ternura... 

Me ha gustado especialmente el personaje de Eliseo. Enamorado de Lara será capaz de mostrarnos la cara más hermosa del amor, esa que pone por delante la generosidad con la persona amada. Los padres de los protagonistas, Francisco y Enrique, se nos muestran como dos puntos opuestos. Mientras que uno es generoso y entregado con su hija, el otro arrastra una historia de malos tratos en la infancia que le hace no ser la mejor persona del mundo.

No sé si esta novela se publicará finalmente en España, eso ya lo iremos viendo, pero sí puedo deciros que me siento privilegiada por haber podido leerla.

¡Muchísima suerte, Laura!

Amuleto contra el vacío y Laura G. Miranda te esperan en esta página. ¡Visítala! Ahí podrás saber cómo encontrar la novela desde España.

sábado, 7 de junio de 2014

UN VIERNES EN LA FERIA DEL LIBRO

Viernes, 6 de junio de 2014.

Agotada pero feliz. He vuelto a casa con un par de libros bajo el brazo, ampollas en los pies y toneladas de cansancio, pero ha merecido la pena.

A las nueve me monté en un autobús que me descargó en la estación de Méndez Álvaro, donde Mercedes Gallego me esperaba, dispuesta a darme una sorpresa. Era tan, tan, tan secreta que se la dio también a ella misma: una ruta turística en coche por Madrid de una hora y pico intentando aparcar el coche. Ella estaba convencida de que su TomTom iba genial hasta que me monté en su coche.

Conclusión: soy gafe.

Después de relajarnos un poco nos dirigimos al restaurante donde nos esperaba Julio G. Castillo. Apenas unos minutos después de llegar nosotras, se abrió la puerta y apareció Eduardo Perellón. A la mesa preparada para ese día le faltaban aún tres personas: Manuel Navarro, su mujer y María José Moreno. Salvo Mercedes, nadie sabía que yo estaría allí porque quería que fuera una sorpresa para María José, pero no aguanté para dársela hasta que llegó porque me llamó antes por teléfono. No pude resistir más: le dije que lo que me quisiera contar me lo dijera en la comida. Tras la sorpresa inicial entendió que la confusa historia que le había contado esta semana sobre un cambio de horarios no era más que una excusa.

La comida transcurrió envuelta en una charla agradable y las horas se fueron escurriendo poco a poco entre ensaladas, foie y pasteles, poniéndole a todo la guinda con un café. Y vino del Campo de Borja.





A las seis y media, tras tomar algo en la Casa Árabe, entramos en la Feria. El recorrido hasta la 222 lo hice regular, notando ya que los zapatos habían decidido morderme en varios sitios. María José se instaló en la caseta, al lado de Nati y tras charlar con los lectores que se fueron acercando (Marina, María Loreto, Gema, Tino,...), me marché a ver a César Pérez Gellida. Y cuando volví, otro paseo para buscar La curva de tu sonrisa, de Alex von Karma. Los zapatos, a estas alturas, los hubiera lanzado al aire. Seguro que descalza, pisando piedrecitas, hubiera ido más cómoda.






En la caseta 222 me encontré con Pedro, El Buho Entre Libros y con Teresa Seshat. La próxima semana hemos quedado en vernos de nuevo

Justo antes de cerrar la caseta una pareja de mediana edad se acercó y ella agarró un libro de María José. La verdad es que me lo puso fácil, yo que estaba a su lado se lo recomendé sin dudarlo y ella acabó decidiendo que se lo llevaba dedicado, para regalarlo en un cumpleaños. Ahí María José, cual maestra del capóte, rápida como el rayo, le contó que yo también tenía un libro. ¡Qué casualidad! ¡Ella necesitaba otro regalo de cumpleaños! Total, que acabé firmando un libro, en realidad el segundo del día porque el primero fue un ejemplar de La arena del reloj que le regalé a Mercedes Gallego.


El próximo viernes me toca a mí, estaré en la caseta 222 con la misma sonrisa ilusionada que ayer no abandonó a María José. Espero que tenga algo de la magia de este primer viernes de junio.

jueves, 5 de junio de 2014

UN HOTEL EN NINGUNA PARTE DE MÓNICA GUTIÉRREZ



Sinopsis:

¿Quién dijo que las segundas oportunidades no podían ser las mejores? No importa lo mucho que te escondas: cuando el amor viene a por ti, te encuentra. 

A Emma Voltarás no le queda nada: ni trabajo, ni casa, ni pareja. Por eso acepta una oferta para trabajar todo el invierno en El Bosc de les Fades, un hotel escondido en un bosque. Allí aprenderá que todo lugar extraordinario esconde secretos pero ¿no es ese el mejor punto de partida para empezar de nuevo? Y es que cuando no te queda nada allí de donde vienes no tienes más remedio que seguir adelante. 

Emma pronto descubrirá que la amistad puede encontrarse en cualquier lugar, por muy escondido que esté, quizás de la mano de una camarera de habitaciones hada madrina, o de una niña extraordinaria, o de un viejo escritor necesitado de ternura, o de un cocinero que le abrirá las puertas de los escenarios, o de un surfero que se hace mayor a su pesar, o de una jardinera susceptible; o, quizás de la mano de un hombre huraño y maravilloso capaz de devolverle la ilusión por volver a bailar sobre zapatos de cristal entre las flores de un jardín encantado. 

Sin mapas. 
Sin prisas. 
Sin condiciones. 
Ven a perderte en El Bosc de les Fades.

Mi lectura:

A veces hago lecturas cero de las que no puedo hablar hasta que la novela se publica y este es uno de esos casos. A través del blog he ido conociendo a muchos escritores y blogueros y Mónica Gutiérrez reúne en su persona ambas cosas. Serendipia, su blog, es uno de los que visito asiduamente y la verdad es que, cuando apareció Cuéntame una noctalia, no sabía que Mónica escribía aunque podía intuir que algún día lo haría porque, si algo destaca de sus reseñas, es la inmensa calidad de escritura que las envuelve.

La lectura de su primera novela fue una experiencia maravillosa. Enseguida me vi transportada a ese pequeño pueblo que ella sitúa en Transilvania, Mic Napoca, y me encantaron los personajes que le daban vida a ese hermoso cuento. Cuando tienes una experiencia lectora de este calibre siempre te planteas, al enfrentar lo siguiente, si habrá sido capaz de volver a crear un mundo que te enamore de la misma manera: pues os digo que se supera.

Un hotel en ninguna parte me ha gustado todavía más.

Ahora no es tiempo de desvelar sino de descubrir y si en todas las "reseñas" que hago de las novelas que leo (nótese que lo pongo entre comillas porque no creo que lo sean) siempre intento no dar demasiados datos que puedan estropear la lectura, en esto que hago hoy todavía menos porque lo que quiero es que le deis una oportunidad.

Solo os diré que os vais a enamorar de El Bosc de las Fades y de ese hotel al que es muy complicado acceder porque el camino que lleva a él está en muy mal estado. Que los personajes, absolutamente todos, tienen un encanto muy especial. Que la prosa de Mónica es deliciosa, que sabe bien, que cuando terminas la novela abrazas el libro, cierras los ojos y lo dejas pensando que alguna vez tienes que volver a él porque cuando las historias tienen alma es lo que sucede.

Hacedme caso.

Tengo que agradecer a Mónica que me concediera el privilegio de ser una de sus primeras lectoras. Sigue así, sigue escribiendo con esa magia que transmiten tus letras.

Y mucha suerte. El talento ya lo tienes.

Por cierto, no sé si lo sabéis pero ya está en el top 100 de Amazon.