viernes, 10 de julio de 2015

CAFÉ Y CIGARRILLOS PARA UN FUNERAL DE ROBERTO MARTÍNEZ GUZMÁN



Tras este llamativo título se esconde la última propuesta literaria del autor de Muerte sin resurrección, Roberto Martínez Guzmán. Se trata de un relato en el que la intriga es la base para mantener al lector enganchado en su medio centenar de páginas.

¡Y vaya si lo consigue!

Aún no podéis leerlo entero, está siendo publicado por SerialBooks por entregas, una a la semana, pero cinco blogs hemos sido seleccionados para leerlo en exclusiva y contaros nuestras impresiones.

Intentaré hacerlo lo mejor posible, eso sí, siempre sin desvelar demasiado, porque merece la pena que seáis vosotros los que descubráis el relato.

¿Os cuento de qué va?

La historia arranca el viernes 19 de julio a las dos de la mañana. A esa hora tan intempestiva, el doctor Delfín Sánchez se presenta en la comisaría de Ourense, muy asustado. Quiere hablar con alguien porque está convencido de que le quedan muy pocas horas de vida y necesita que alguien le proteja. Llega hasta la inspectora Eva Santiago -protagonista de Muerte sin resurrección-, y le cuenta que lleva un año recibiendo cartas que le anuncian su muerte para el 20 de julio a las siete de la tarde: exactamente en el momento en que cumplirá 50 años.

A las cartas, además, se han unido flores para su entierro.

Es tan extraño que despierta el interés de la inspectora Santiago que acepta el caso. En una carrera contra el reloj investiga el entorno del médico, sus pacientes, cualquier persona que tenga una relación con él, pero a cada paso que ella da lo único que encuentra son sólidas coartadas que oscurecen cada vez más la historia. Entonces, ¿quién está mandando las cartas y las flores? ¿Cómo piensa el asesino acabar con la vida del doctor Sánchez?

Roberto Martínez Guzmán, como ya hiciera en su anterior novela, escribe sin rodeos. El lenguaje es directo, claro, y esto contrasta con lo complicada que se vuelve la trama. A cada interrogante que plantea le sigue otro y otro más y tú, como lector, acabas convencido de que te ha llevado a un callejón donde no habrá salida.

Pero no.

La tiene y yo ni la he intuido. Jamás me lo hubiera imaginado como resolución del misterio, y eso que después de leerla tiene mucho sentido.

Los personajes están bien esbozados, aunque no los desarrolla demasiado al tratarse de un relato. De Delfín Sánchez, el protagonista, nos queda sobre todo su sensación de angustia ante el plazo vital al que se enfrenta, a lo que se suma la desazón de no saber quién se esconde detrás de esa macabra idea de pronosticar su muerte para el día y la hora de su cumpleaños. Eva Santiago es un personaje que ya conocemos de la otra novela de Roberto, Muerte sin resurrección, una mujer un tanto fría y muy analítica, que va poniendo delante de los ojos del lector todas las hipótesis hasta las que la conducen las pistas, sin que sepamos en ningún momento, hasta que no termina el relato, qué se esconde detrás de esa amenaza hacia el doctor Sánchez.

También, como hiciera en Muerte sin resurrección, la trama la localiza en Ourense, zona que el autor conoce bien puesto que vive allí.

Como os decía este relato está siendo publicado por SerialBooks, ahí lo podéis seguir con un simple registro y comentarla. Además, el autor ha abierto un reto en su blog. Tiene premio adivinar qué pasará al final de este relato: quién, qué y cómo. El cuándo es lo único que sabemos de antemano. Si os apuntáis, es aquí. También dice cuál será el premio por resolver todas estas preguntas, pero tienen que ser TODAS. Leed la entrada y averiguad vosotros mismos lo que hay que hacer.

Evidentemente yo ya lo sé, pero me lo guardo. Os digo que merece la pena descubrirlo.

Esta es la primera reseña que se publica del relato.

jueves, 2 de julio de 2015

LOS CRÍMENES AZULES DE ENRIQUE LASO



Sinopsis:

Los cadáveres de dos jóvenes hallados en la orilla de un lago de forma casi simultánea. Un condado cuyos habitantes guardan oscuros secretos. Un prometedor agente especial de la Unidad de Análisis de Conducta del FBI asignado al caso. Un crimen similar acaecido casi dos décadas antes...
Enrique Laso nos deslumbra con su primera incursión en el género policíaco con una novela inquietante, cargada de suspense y misterio Una novela fascinante que te agarra desde la primera página y que te mantiene atado a ella hasta su deslumbrante final.

Mis impresiones:

Hace tiempo que quería leer algo de Enrique Laso, así que, aprovechando que veía constantemente en Twitter los enlaces de la versión digital de Los crímenes azules, al final hace unos días me hice con la novela. Tengo una torre de libros pendientes encima de la mesilla de noche, pero me gusta alternar las lecturas digitales con el papel y al leer la sinopsis de la novela me resultó tan atractiva que no me lo pensé.

La novela empieza con una cita que comprendes en toda su dimensión al terminar la lectura:

En ocasiones la victoria, el éxito, tiene un sabor amargo. Deja un regusto terrible en el paladar que se queda atrapado en la memoria durante años, y que impide disfrutar nunca jamás de la gloria.
Esta es, pues, la historia de un enorme fracaso…”

El protagonista de las novela es Ethan Bush, un prometedor agente, miembro de la Unidad de Análisis de Conducta del FBI. Su primer caso permitió atrapar a un asesino en serie que llevaba en su haber 21 víctimas y por eso han pensado en él para resolver los asesinatos de dos jóvenes en Kansas: Clara Rose y Donna Malick. Para ello tendrá que trabajar codo con codo con su equipo, que viajará con él desde Quantico (Liz, Mark y Tom), y Clark Stevens, sheriff del condado de Jefferson y sus hombres. Los federales se instalarán en Oskaloosa y pronto serán informados por el sheriff de que hay otro caso, ocurrido 17 años antes, que tiene muchas papeletas para estar relacionado con los que acaban de suceder: el asesinato de Sharon Nichols.

Lo que en principio parecía una investigación sencilla, poco a poco se va complicando. Aparecen posibles sospechosos, pero ninguna prueba sólida los incrimina. Ethan está perdido y encuentra consuelo en la compañía de Patrick Nicols, el padre de Sharon, la primera víctima, con el que sale a correr y que le recuerda a su padre, muerto diez años atrás. En el transcurso de la investigación, Ethan Bush descubrirá lo diferente que es la sociedad rural a ese mundo urbano donde él creció. Aprenderá que la investigación debe hacerse, si cabe, con más pies de plomo, pues en este mundo es complicado moverse con discreción.

La novela está narrada en primera persona desde la perspectiva del agente Bush, aunque en algunos fragmentos podría confundirse con un narrador omnisciente, sobre todo cuando nos pone en antecedentes sobre los personajes que van entrando en la novela. Esta dualidad hace que no perdamos detalle, salva el escollo que podría suponer un narrador de este tipo para tener todos los ángulos de la investigación. Cuando él hace este repaso tienes la sensación de que está consultando un informe sobre el individuo, del que no deja escapar un solo detalle.

Confieso que, en mi despiste monumental, no supe quién era el asesino hasta el final. Es verdad que un par de veces lo pensé, pero no se me ocurría cómo encajar el por qué y es la clave en este libro. Saber por qué acaba con las vidas de unas jóvenes que apenas estaban empezando a vivir.

Los personajes de la novela están todos bien perfilados, aunque por esa postura del narrador al que más vamos a conocer es a Ethan. Creo que es un personaje tan interesante como para protagonizar más novelas. Tiene un punto de pasado atormentado y mente brillante que hacen de él alguien muy atractivo como protagonista de una saga de libros.

Nada más empezar, y de manera inevitable, pensé que esta novela podría ser un capítulo de Mentes criminales, una serie de televisión que he seguido durante mucho tiempo. A medida que avanzaba la lectura supe que, además de las coincidencias obvias con la serie, había otra cosa. El libro es muy cinematográfico, es muy sencillo visualizar lo que nos cuenta. No sería extraño que acabase convertido en una película, como le ha pasado a otra de las novelas de Enrique Laso, Desde el infierno, dirigida por Luis Endera. La historia de su gestación es muy interesante porque se financió a través de un proyecto de crowdfunding, se rodó en 2013 y ya se puede ver online. Aquí tenéis más información sobre esto.

El título de la novela me encanta. Suena bien y encaja a la perfección con el argumento, además de que tiene su propia explicación dentro de la novela.

De vez en cuando, el narrador hace algunas reflexiones que hacen que te pares a pensar. Esto, el que la novela se lea casi sin darte cuenta, que mantiene la tensión y entretiene, hacen de ella una excelente opción de lectura.


¿Os animáis?

jueves, 25 de junio de 2015

EL LECTOR CERO


El otro día hablaba del Lector ideal, refiriéndome a la figura de la que habla Stephen King en su ensayo Mientras escribes, y decía que no es lo mismo que lector cero. A simple vista puede parecerlo, porque ambos van a cumplir una función en cierto modo similar: la de impedirnos saltar a la piscina y que esté vacía.

Eso, por supuesto, siempre que estemos dispuestos a escuchar.

Entonces, ¿cuál es el matiz?

El Lector Ideal, según él, es alguien para quien escribes de manera inconsciente, mientras que el lector cero no tiene por qué. Por eso él decía que ese LI solía ser de tu entorno próximo, mientras que el cero no necesita cumplir ese requisito. El LI nunca te hablará de erratas porque no es su función (a no ser que escribas “hojo”, claro, que eso lo ve cualquiera), pero notará enseguida si te has salido de tu voz narrativa, contagiándote de la última lectura que has hecho, o si usas expresiones que en ti no son en absoluto habituales. Verá agujeros en la trama, pero quizá no sea capaz de decirte qué hacer con ellos. Ah, y no se va a ahorrar contarte en qué partes no paró de bostezar, o en qué otras no podía soltar el libro, aportando una información más que útil para el ritmo.

Sin embargo, todo lo que recibamos del LI será emocional.

Lo técnico se lo dejará a ese lector cero del que hablamos.

¿Quiénes pueden ser lectores cero? Obviamente, gente que lea. Que parece una tontería que haya que señalarlo, pero hay veces que se nos olvida. Tiene que poder ayudarte con una corrección ortográfica (aunque esta convendría dejarla en manos de profesionales cuando se acabe la novela) y tener capacidad crítica suficiente para que su lectura sirva para algo. Y tiene que ser de absoluta confianza porque vas a darle una obra inédita.

El lector cero te dirá si cierras bien las tramas o te dejas cabos sueltos, te hablará de los personajes, de los ambientes y te dirá en qué puntos hay frases mal construidas, proponiéndote alternativas. Ojo, proponiendo; siempre la última palabra debe ser del autor, que para eso la criatura es suya.

Yo, además, le atribuyo otra función.

Puede darte una idea del público potencial de la novela.

Cuando decidí buscar lectores cero para Detrás del cristal sabía que, de la forma que presentaba la historia, era probable que el público potencial fuera femenino, entre 20 y 50 años. Aproximadamente. Seleccioné alguna persona de ese rango, pero, además, busqué la opinión de tres hombres de edades diferentes. La sorpresa fue mayúscula cuando me encontré que ellos percibían la novela con mucha más profundidad y eso me anticipó algo que ha sucedido con este libro: ha gustado a hombres casi más que a mujeres.


No sé si hay gente que cobra por hacer lecturas cero (seguro, en esta vida hay de todo), pero yo hasta ahora no los he encontrado. Intento compensar su tiempo con algún detalle (el libro en papel, una cerveza…) aunque es verdad que tengo a un par de ellos que por razones de distancia y aplazamiento de planes, cuando quiera saldar mi deuda va a ser muy muy grande. En mi caso, también juega el “hoy por ti, mañana por mí” porque vivo rodeada de escritores. 

lunes, 22 de junio de 2015

EL LECTOR IDEAL



El otro día, leyendo Mientras escribo, el ensayo de Stephen King, tropecé con su definición de Lector Ideal. Al leer el nombre pensé inmediatamente en ese lector complaciente que te dice que eres un genio como no ha nacido otro y que te mereces todos los premios literarios que se otorgan a la gente que escribe en tu idioma y alguno más como el Nobel, pero enseguida recapacite.

Imposible.

El lector ideal es justo lo contrario, es aquel que es capaz de decirte, sin paños calientes, que hay algo que chirría en la narración, que logra transmitirte las sensaciones que recibe sin ahorrarse las necesarias críticas. Sin ser borde, pero sin la complacencia que no sirve para nada más que para que te des un porrazo de los gordos.

Yo creo que es una figura impagable.

King dice que el lector ideal es alguien para quien el autor escribe, y lo suele colocar en su círculo próximo vital. Las parejas son los lectores ideales más frecuentes, pero hay quien deja esto en manos de su mejor amigo. Tener lector ideal es como ir con el cinturón de seguridad. No impide que te des un tortazo con el coche, pero siempre serán los daños menores que si sales volando por el parabrisas.

O, como dice él en el libro, el que te avisa para que no salgas a escena con la bragueta bajada.

Yo he tenido lector ideal en algunas novelas y en otras no tanto y se nota mucho en la seguridad con la que te enfrentas a los primeros lectores del mundo exterior. Tenerlo no es obligatorio, pero sí es cierto que te sientes desprotegido sin él, sobre todo si eres como yo, que me quito el cinturón del coche solo porque si no, no me puedo bajar de él.

Por cierto, el lector ideal no es igual que el lector cero o beta. De este hablamos otro día.


miércoles, 10 de junio de 2015

MIENTRAS ESCRIBO DE STEPHEN KING



Sinopsis:

Pocas veces un libro sobre el oficio de escribir ha resultado tan clarificador, útil y revelador. Mientras escribo empieza el relato de la asombrosa infancia de Stephen King y su extraño y temprano interés por la escritura. Una serie de vívidos recuerdos de la adolescencia, de la universidad y de los años de lucha que lo llevaron a la culminación de su primera novela, Carrie, aportan al lector una amena y divertida perspectiva sobre la formación del escritor. A continuación King describe las herramientas básicas del oficio y expone sus opiniones personales sobre el secreto de la escritura. Mientras escribo culmina con el conmovedor relato de cómo su necesidad de escribir lo estimuló para recuperarse de su casi fatal accidente en el verano de 2000.

Mis impresiones:

Es mi primer libro de King.

Lo juro.

Yo, la que no para de leer, la que creció en una biblioteca pública, la que no tiene reparos en confesar que lee best sellers (incluso algunos de ellos me gustan mucho), la que no tiene prejuicios con los géneros... no había leído ni un solo libro de Stephen King.

Y empiezo por un ensayo...

La verdad es que, conociéndome, tiene bastante sentido, porque Mientras escribo habla del oficio de escribir y me interesan mucho todas esas cuestiones. Supongo que comparo con lo que yo misma hago, me gusta saber cómo es la manera de trabajar de otros escritores.

Fue la escritora Antonia Romero quien me puso sobre la pista de este libro (que no conocía de nada) en Facebook y me pareció que podría colarlo en mis lecturas. Lo encargué y lo he ido leyendo poco a poco, bolígrafo en mano, tomando notas sobre lo que me llamaba la atención.

La primera parte del libro es una especie de biografía caótica, recuerdos. Es interesante, pero para mí no tanto como cuando empieza a contarnos QUÉ ES ESCRIBIR.

La primera palabra que utiliza llama la atención inmediatamente, porque él habla de telepatía. Considera que escribir es una magia portátil que conecta dos mentes, la del lector y la del escritor y hace una advertencia a quien quiera escucharle: escribir es algo que debes tomarte en serio. Si no, es mejor que te dediques a otra cosa.

Para hablarnos de los elementos que necesita el escritor para desarrollar su tarea, King elige un símil muy acertado, LA CAJA DE HERRAMIENTAS. Considera que aunque no las necesitemos todas en un momento dado, sí es bueno tenerlas a mano, manejarlas. Esas herramientas son el vocabulario, la gramática, el estilo, etc..

King establece una catalogación de escritores muy simple: malos, aceptables, buenos de verdad y genios como Shakespeare, y opina que solo se puede convertir en bueno un escritor aceptable. Para uno malo, no tiene compasión.

Después de este inicio divide en 16 fragmentos la narración. El primero empieza con mi frase favorita del libro, porque es algo en lo que creo, que repito hasta el aburrimiento siempre que me preguntan y que me encantó encontrar en este ensayo:

"Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de  saltárselas. No he visto ningún atajo"

Y le da lo mismo si lo que se leen son buenos o malos libros, porque de todos se aprende. Incluso opina (otra vez como yo) que de los malos se aprende hasta más, porque podemos ver con claridad errores de bulto a evitar. Me hizo mucha gracia que dijera que cuanto más lees, menos riesgo corres de hacer el tonto con un boli en la mano.

Esta es una de las cuestiones que quiero destacar de este libro, lo coloquial del lenguaje, lo fácil que te lo pone para que sigas su discurso que es casi como una conversación con un amigo, separados por la mesa de un bar, compartiendo una cerveza.

El autor analiza el espacio donde trabaja y comenta cómo lo hace él. No es algo rígido, a cada cual le sirven sus propios métodos. Eso sí, insiste en evitar distracciones como internet, teléfono o televisión. Yo añadiría otras que distraen mucho más que esto.

Después de esto entra en algo que a mí me hizo reflexionar. Te dice que escribas lo que quieras, pero que lo llenes de verdad, singularizándolo con tu manera de ver el mundo, dotándolo de vida a través de tu experiencia personal de la vida, de la amistad, las relaciones humanas, el sexo o el trabajo. Es algo en lo que había pensado muchas veces. Ha habido novelas que me han llenado, que he sido capaz de sentir a los personajes y, de pronto, al leer otra del mismo autor, no he encontrado el más leve rastro de las sensaciones que me hicieron empatizar con los personajes de la primera. Era, ahora lo sé, demasiada impostura, demasiada ausencia de la verdad que sí dejaron ver en la primera.

En esta parte también hay un apunte perfecto, a tener muy en cuenta: no hay que dar sermones sobre lo que se cree o lo que se sabe, sino insertarlo de manera natural en la narración. Creo que a todos a veces se nos escapan nuestras ideas y hay veces, es verdad, que con la sutileza de un rinoceronte en estampida.

Los siguientes puntos los dedica a analizar la trama, la descripción y el diálogo. Para él la trama es algo secundario, no le gusta sentirse prisionero de ella (otra cosa en la que nos parecemos) e incluso va más allá y quiere que los personajes le vayan sorprendiendo porque cree que si lo hacen con él, también lo harán con el lector. En cuanto a la descripción propone no abusar de ella, dejarla solo en detalles bien escogidos, los justos, porque entretenerse en esto afloja el ritmo de lo importante que es la historia. Los diálogos deben hacer sentir al lector "el placer vergonzante de estar escuchando conversaciones ajenas".

Uno de los puntos que leí con más placer fue el de la creación de los personajes. Habla de observar y reproducir con toda la verdad que se pueda porque son los motores de la historia, e insiste que debemos ser conscientes de que siempre tendrán algo de ti, de lo vivido, de lo observado y de tu imaginación. Quien se empeñe en que no tienen nada suyo a lo mejor es de los escritores de la base de la pirámide.

¿Qué hay que hacer para ganar una maratón? Entrenar. ¿Qué hay que hacer para ser escritor? Escribir. Lo que sea. Hablando de algo en nuestra historia, usando el simbolismo (sin forzarlo) y revisando el texto una vez terminado muchas veces, tras un tiempo de reposo (otra cosa que he hecho siempre).

Al final del libro se hace una pregunta: ¿Escribes por dinero? La respuesta es no. Hay que hacerlo porque te llena, porque te hace vibrar, porque el simple placer de hacerlo.

"Escribir no es la vida, pero es una manera de volver a la vida".

Escribe esta frase introduciendo la última parte, donde cuenta el accidente que sufrió en 1999 mientras paseaba. Fue atropellado por una camioneta, hubo de ser operado cinco veces y tardó bastante en recuperarse. La escritura fue su terapia.