viernes, 31 de enero de 2020

PROFES REBELDES DE CRISTIAN OLIVÉ

EL RETO DE EDUCAR A PARTIR DE LA REALIDAD DE LOS JÓVENES



Sinopsis:

¿Educamos de acuerdo con los tiempos que vivimos? ¿El sistema educativo ayuda a los jóvenes a crecer con espíritu crítico?

«Desde el primer día que pisé un aula he querido trastocarlo todo para que los alumnos sean los protagonistas, para ofrecerles con un aprendizaje ligado a sus verdaderos intereses», afirma Cristian Olivé, el profesor que ha introducido en sus clases las canciones de Rosalía, las series de Netflix o las pancartas de las manifestaciones del 8 de marzo.

«Soy un profe rebelde porque prefiero dejar atrás la escuela del pasado. Me gusta tenerla presente para imitar sus éxitos, pero miro hacia delante porque el futuro lo merece"», escribe. «Soy un profe rebelde porque intento cambiar la educación desde dentro, pero también aspiro a que sean rebeldes las familias y el resto de los agentes de la comunidad educativa. Soy un profe rebelde porque me esfuerzo siempre en potenciar los talentos de los alumnos, en despertarles inquietudes y en remover conciencias» ¡Seamos rebeldes!»


Mis impresiones:

Sé que hace tiempo que no hablo de un libro en el blog, pero este libro es especial y he pensado que merece la pena que os lo presente. Es un ensayo.

Lo primero que tengo que decir es que conocí al autor, como muchísima más gente, en las redes sociales. Sus innovadoras ideas para motivar en clase llamaron mi atención, porque me parecía que tenían ese punto de conexión con los adolescentes que es esencial para lograr que el aprendizaje se produzca. Se alejaban de los rígidos programas burocratizados y tenían ese atractivo vinculado a las nuevas tecnologías, que puede lograr que los alumnos se involucren al cien por cien.

Me llamó la atención un hilo en el que hablaba de cómo había enfocado una lectura en clase usando Instagram. Creo que le he contado a todo el que me quería escuchar su método para trabajar Finis Mundi de Laura Gallego. Convirtió una lectura obligatoria en un placer para los alumnos, en algo que QUERÍAN hacer, no que DEBÍAN hacer. El resultado de esa experiencia está en el libro y creo que merece la pena que quienes se dedican a la docencia le echen un vistazo.

Cuando supe que iba a sacar un libro, aunque he seguido todo lo que nos ha ido contando en las redes, decidí que me lo iba a regalar. Ni me lo pensé, el día que salió hice el pedido y al día siguiente lo tenía en casa.

Gran parte del contenido, y de sus reflexiones, el autor lo ilustra con experiencias que ha ido teniendo desde que se dedica a la enseñanza. Pero Cristian Olivé no se limita a esto, sino que se pregunta muchísimas cosas. Algo esencial es si estamos educando de acuerdo con los tiempos que vivimos. Seguro que más de una vez habéis escuchado una certera frase que dice que estamos educando a gente del siglo XXI con esquemas del siglo XIX. Cristian afirma, y creo que con toda la razón del mundo, que "hasta que alguien no se atreva a dar un paso adelante, seguiremos teniendo alumnos que memoricen para aprender y aprendan para olvidar". Suena radical, pero como madre puedo deciros que lo he padecido. Siempre he insistido con mis hijos en dos puntos esenciales en su educación: nunca debían memorizar una frase sino captar la esencia de lo que decía y reproducirlo con sus propias palabras y siempre tenían que cuestionárselo todo, porque solo de la duda, del error, de la reflexión, se deriva el aprendizaje. El resultado, aunque para mí como madre ha sido excelente, -tengo hijos con una gran capacidad para pensar-, en momentos puntuales nos ha costado algún que otro disgusto con algún profesor con esquemas del XIX que queda en la enseñanza.

Hay una frase que me gustó especialmente, una que aparece en las primeras páginas del libro y que Cristian les dijo a sus alumnos:

"La educación no tiene que cortar las alas a nadie, sino que debe ayudar a formar personas tolerantes, responsables, críticas y felices".

Es magnífica, porque aprender, cuando ese aprendizaje se hace desde las emociones, es algo único. Hace que crezca la necesidad de saber más sin que nadie te obligue y esa es la mejor manera de adquirir conocimientos.

No voy a contar de todo lo que habla el libro porque creo que hay que leerlo (es muy fluido y muy ameno), sobre todo quienes se dedican a la educación. Aunque solo sea para que se cuestionen si sus métodos siguen siendo válidos y si esa burocratización de la educación nos conduce al puerto en el que queremos recalar.

Voy a contar algo que me pasó hace unos días y que demuestra que Cristian Olivé está encontrando el camino adecuado.

El otro día, uno de mis chicos me dijo que se aburría como una ostra en las clases de literatura del instituto. Le pregunté si, en su opinión, creía que estaba fallando algo. En historia es un diez y siempre viene contando cosas que ha aprendido en clase y busca en internet para ampliar información sin que nadie se lo pida. Yo no entendía qué pasaba en literatura para que le resultase tan tediosa la asignatura. Al fin y al cabo, la literatura está hecha de historias fascinantes, inventadas, es verdad, pero historias. Su respuesta me dio la clave de lo que sucedía: "No me cuentan nada en esa clase con pasión". Reprodujo el tono monocorde de la profesora y a mí me dio la risa, pero entendí lo que quería decir y entendí también por qué Cristian Olivé conecta con sus alumnos. Igual que en este libro donde cuenta su experiencia, o en las redes, cuando plantea lo que trabaja en clase hay PASIÓN. Ganas. Motivación. Y esa motivación rompe barreras y acerca a los alumnos. Se contagia como un virus, pero esta vez beneficioso, una enfermedad que no es mortal, porque aprender nunca lo es.

No sé si hay algo más maravilloso.

Leedlo, sobre todo si os dedicáis a enseñar. No vienen mal vientos frescos. Y aprender, aunque nos dediquemos a enseñar.


LO QUE SOMOS

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Lo que somos se refleja en lo que escribimos. Empatía, tristeza, gozo, las ganas de vivir o de morir. Frialdad, distancia, desconcierto, el miedo o la valentía. Vamos dejando un reguero de emociones en la hoja de papel o en la pantalla del ordenador.
Somos lo que somos y lo transmitimos, porque nadie es capaz de desdoblarse del todo, deshacerse del traje que lleva puesto en la vida. En alguna parte del relato, queda la huella de nuestras pisadas, el trazo, aunque sea leve de nuestra esencia.
Si hablas como si acariciaras, escribes del mismo modo.
Si gritas, se escuchan tus gritos en el papel.
Si ironizas, la ironía te acompaña.
Si amas, transmites ese amor.

31 de enero de 2018, Estado en Facebook.

miércoles, 22 de enero de 2020

ESTA GENERACIÓN LITERARIA

Cierro la serie que he estado haciendo sobre mi generación literaria recopilando los enlaces de todas las entradas.

Estuve pensando si faltaría yo, pero en realidad no. Ellos son los que me han influido a mí y con quienes he compartido esta aventura, pero ellos son los de los logros y las buenas historias. Yo no he visto un número uno en Amazon, ni he ganado premios importantes, ni tengo un corto a partir de uno de mis relatos o una serie de televisión; yo no escribo tan bonito, ni tan profundo, no emociono tanto, ni siquiera soy tan popular. Si me apuráis, no tengo biografía ni para salir en la Wikipedia, y eso que ahí sale todo el mundo. Soy a la que más camino le queda de todos. Si he hecho esto es porque sé observar y alguien tenía que recoger sus historias.

¿Sabéis por qué?

Porque hay mucha gente como yo y pocas personas como ellos, y hay que combatir el ruido que a veces oculta la música. Por eso, aunque sea desde un blog que vemos tres, debe quedar por escrito quiénes son de verdad y quienes están porque en esta vida tiene que haber de todo.

Yo doy gracias por haberlos conocido y por seguir aprendiendo cada día de ellos.

Víctor Fernández Correas



Roberto Martínez Guzmán



Mayte Uceda



María José Moreno



Pilar Muñoz



Antonia J. Corrales



Mónica Gutiérrez



Laura Sanz

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martes, 21 de enero de 2020

LAURA SANZ

Creo que de todos los autores de mi generación, con la que he compartido más tiempo y más cafés ha sido Laura Sanz. Cualquiera puede pensar que quizá sea porque las dos somos alcarreñas y nos conocemos de toda la vida, pero nada más lejos de la realidad. No supe de ella hasta 2016, cuando encontré su primera novela en la página de Amazon, La chica del pelo azul. Por aquel entonces, yo tenía el pelo azul. En realidad sigue así, de un negro azul que solo se ve cuando me da el sol, y que es producto de un tinte que llevo usando media vida, porque me salieron canas a los quince y no me daba la gana de parecer tan mayor.

Así que, con la tontería de que otro autor al que admiro mucho, Rafael Costa, me llamaba siempre “chica del pelo azul” o Berenice, quise leer esa novela de Laura.

Eran momentos extraños para la autoedición. En romántica se habían colado cientos de novelas con una calidad muy baja y había renunciado a la lectura de muchas. Sin embargo, en este caso, me adentré en la historia y me encantó cómo escribía Laura. Ella lo sabe, la busqué porque, a pesar de que me había gustado mucho, encontré que había puntos donde podía mejorar mucho. Digamos que me pareció un diamante sin pulir.

Aprovechando que es de Guadalajara como yo, que teníamos una amiga común, Yasnaia Altube y que entonces tenía mucho tiempo, empezó entre nosotras un contacto literario que creo que hoy podemos llamar amistad. Cientos de charlas después, no me arrepiento de nada, porque me ha dado la oportunidad de ver crecer a una autora de las grandes.

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BIOGRAFÍA LITERARIA

Laura Sanz nació en Guadalajara en 1974.

Pasó en la capital alcarreña toda su infancia y adolescencia. Su inquieto y vivaz espíritu hizo que se interesara por los libros y la escritura desde muy niña. Tanto es así que con 8 años ganó el Premio Garbancito (1983) de Poesía infantil. Si no recuerdo mal, ese premio lo entregaba la poetisa Gloria Fuertes.

En los noventa, su pasión por aprender idiomas la llevó a instalarse en Alemania, donde cursó sus estudios de Traducción. Allí intercaló su carrera con su amor por los libros y su creciente afición por escribir. No es casualidad que los protagonistas de sus novelas tengan reminiscencias germanas.

Tras su regreso a España, trabajó y residió unos años en el Mediterráneo, antes de establecerse en Madrid, donde reside en la actualidad junto a sus tres felinos, a los que adora, y su marido. Ferviente lectora, vive rodeada de más de tres mil libros, con gran predilección por la literatura inglesa del XIX.

Desde hace un par de años compagina el Grado en Estudios Ingleses con su labor de escritora.

Ha sido galardonada con el prestigioso Premio del Rincón Romántico a mejor autora nacional del año 2017. También su novela La historia de Cas (Trilogía Landvik) ha recibido el premio RNR a mejor romance actual nacional y el Premio Rosa Romántica’s a mejor ebook del año 2017.

LA CHICA DEL PELO AZUL


La primera novela de Laura, La chica del pelo azul (Amazon, 2016), es una mezcla entre novela histórica, pues se nutre de hechos reales, y fantástica, porque se trata de un viaje en el tiempo que realiza la protagonista, Álex Carmona, una peculiar mujer joven de pelo azul que, a causa de un manuscrito, acaba aterrizando en la Inglaterra de la Edad Media. Allí conocerá al atractivo Robert FitzStephen, señor de Black Hole Tower.

Aunque la novela se centra en la historia de amor, no deja de lado la documentación de esa sociedad tan diferente a la del siglo XXI y en toda la obra hay situaciones que pueden resultar hasta cómicas. La emotividad y la tensión sexual entre los personajes están tan bien logradas que parece complicado que se trate de una novela de iniciación.

EL ÉXITO ARROLLADOR DE LA TRILOGÍA DE LOS HERMANOS LANDVIK

Cuando nos pusimos en contacto, Laura me habló de la primera de las historias que conforman esta trilogía, La historia de Cas (Amazon, 2017). Decidió que quería que le echase un vistazo antes de publicarla en la fecha que ella tenía prevista, la Navidad de 2016. A mí me salió la vena de profe de narrativa que tengo y le pedí una cosa: paciencia. Había elementos, muy pocos en realidad, que eran susceptibles de mejorar y le sugerí que me dejase trabajar con ella antes de lanzarla en Amazon.

Nos entretuvimos un poco y no estuvo lista para la Navidad, como ella quería, pero pienso que todas las cosas en esta vida suceden porque tienen que suceder así. Entre las dos y algunos lectores cero que se habían unido a su equipo, fuimos poniéndole pegas a esa novela, las que podría encontrarse cuando la enfrentase a lectores una vez publicada. El proyecto se retrasó casi dos meses, pero para cuando estuvo sucedió lo más bonito que puede ocurrir.


El primer día del lanzamiento, después de una noche tremenda en la que el archivo maquetado dio unos cuantos problemas que se solucionaron de madrugada, La historia de Cas alcanzó el número dos de la plataforma. El segundo día ya era número uno y de ahí no se apeó en bastantes semanas. La historia de Cas fue la más leída en romántica en 2017, fue premiada con el RNR y convirtió en un éxito a esta saga, a la que día a día se iban sumando seguidores.


La segunda novela de la trilogía, La lucha de Jan (Amazon, 2017) llegó en agosto de ese año. El segundo de los hermanos Landvik sumó seguidoras a su narrativa, en la que destaca el dominio de la tensión sexual y una manera de escribir limpia que hace que la historia se siga casi sin darte cuenta de que has llegado al final. Además, los personajes, sobre todo los masculinos, tienen en ella una fuerza que hace que no puedas desprenderte de las páginas. Si Cas había acumulado fans, hasta el punto de convertirse en una de las novelas revelación del año, no eran menos las fans de Jan, el hermano mayor, un tipo que no se parece en nada al modelo de hombre que suele protagonizar novela romántica. La aparente dureza de un tipo que se dedica a los tatuajes y que es campeón de MMA, se da la mano con el interior de un hombre bueno, apasionado y leal con los suyos.


El tercero de los hermanos, Till, estaba cayendo un poco mal entre las seguidoras de esta trilogía. El hermano pequeño, causante de algunos de los problemas de la familia, no las tenía todas consigo para lograr borrar esa imagen de joven preocupado tan solo por sí mismo. Tuvo que llegar su libro, La culpa de Till (Amazon, 2018) para que entendiéramos sus motivaciones y le perdonáramos y tuvo que ser de la mano de un personaje, Tana, que no cae muy bien a los lectores (a mí sí, quizá me parece la más humana de todas sus protagonistas). Otra vez una novela de Laura, como pasó con las anteriores, se alzaba con el número 1 de la plataforma, consolidándola como autora y convirtiéndola en una de las imprescindibles.

Hoy las tres novelas están agrupadas en un solo archivo digital, para quien quiera adentrarse en la trilogía de esta familia tan exitosa.



LA CHICA DEL PELO DE COLORES

Laura tiene un carácter abierto y una capacidad de reinventarse brutal. No solo su imagen, luce a veces con mucho encanto el pelo de colores, sino a la hora de escribir. Tanto es así que, después de la trilogía, quiso apostar por una historia que se aleja mucho de lo que había escrito. Lo hace en la forma, puesto que su escritura, para cuando publicó esta novela, había madurado de manera sorprendente, y también en el fondo, porque se arriesga con una historia ambientada en la Alemania de los ochenta. Harry Wolf (Amazon, 2018) surge de un relato en el que hay, en principio, reminiscencias de un cuento, Caperucita Roja, pero que cuando te vas adentrando puede recordar también a La Bella y la Bestia. Parte de una premisa real, una historia que conoció Laura cuando vivía en Alemania, y se sustenta en otra muy acertada desde mi punto de vista: el amor solo no nos salva. Hace falta querer salvarse, hace falta querer salir de una situación oscura para encontrar de nuevo la luz en nuestras vidas.


De todas sus novelas, no me cansaré de decir que es la más realista y la más profunda, porque tiene muchas reflexiones y personajes con una psicología muy estudiada. Sigue siendo romántica, pero aporta un plus que no tenían esas otras novelas anteriores.

EL SALVAJE OESTE

La última novela publicada de Laura da un salto en el tiempo y en el espacio. Elige contarnos una historia ambientada en el Oeste americano a finales del siglo XIX, donde las diferencias sociales van a marcar a los personajes. Le llamaban Bronco (Amazon, 2019) es una novela en la que la tensión sexual está maravillosamente lograda y en ella aparece su personaje femenino con más fuerza, Rose, una mujer atada por un padre dominante que, al conocer al vaquero mexicano, se enfrenta a todo. Primero ha de hacer frente a muchas dudas y convencionalismos sociales, pero finalmente hará valer su voluntad.


Le llamaban Bronco tiene referencias históricas reales y una ambientación magnífica, y es otra de esas novelas que, a pesar de sus más de quinientas páginas se lee en un suspiro.


EL ESTILO LITERARIO

Si hay una cosa que define la forma de narrar de Laura Sanz es el uso del narrador equisciente. En sus libros, a pesar de que usa la tercera persona y el pasado, no es un narrador omnisciente el que nos cuenta la historia, sino que son distintos narradores que tienen como punto de partida alguno de los personajes los que se van dando la mano para que, nosotros, como lectores, seamos capaces de seguir sus pensamientos y veamos desde fuera qué sienten, qué piensan y cómo reaccionan. Esa complicidad con el lector no es fácil de lograr y yo la admiro mucho e intento aprender de ella.
Laura Sanz utiliza un vocabulario extenso en sus novelas, mima la narración y siempre se preocupa de que lleguen impolutas hasta el lector. El que toda su trayectoria esté ligada a la autoedición le hace ser mucho más exigente consigo misma, trata de ofrecer al lector de sus novelas un producto con una calidad exquisita y lo consigue.

Para los próximos meses tiene preparada una nueva novela y una sorpresa para sus fans, pero no seré yo quien os la cuente, estad atentos.

martes, 14 de enero de 2020

MÓNICA GUTIÉRREZ ARTERO

Uno de los primeros blogs que seguí cuando me introduje en este mundo de la blogosfera fue Serendipia. Reconozco que en la cabecera del blog de Mónica Gutiérrez Artero descubrí esta palabra y fue mi curiosidad lo que me empujó a indagar en su significado.

“Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual o por destino, o cuando se está buscando una cosa distinta.

Con nosotras, las cosas sucedieron exactamente de ese modo. No sé lo que estaba buscando cuando aterricé en su blog, realmente fue un descubrimiento inesperado y, con el tiempo, sé que también afortunado y valioso, pues tras la elegancia con la que se reseñaban los libros en ese blog había y hay una persona maravillosa. Excelente compañera y mejor amiga.

Todavía eso no lo sabía, aunque estaba segura de que, tras las reseñas que escribía con tanta pasión, habitaba una enorme narradora. Con ella, descubrí un género que para mí tiene y tendrá siempre su nombre: el feelgood.



BIOGRAFÍA LITERARIA

Mónica Gutiérrez Artero nació y vive en Barcelona.

Es licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, y en Historia por la Universitat de Barcelona, y la mayor parte de su carrera profesional la ha desarrollado en el ámbito de la comunicación y la enseñanza.

Empezó a escribir ficción cuando todavía era una niña, en la escuela, donde sus maestros se dieron cuenta de la enorme capacidad que tenía para transmitir con las palabras. En el instituto, Mónica ganaba cada año los premios Sant Jordi de narrativa breve y poesía, primeros pasos necesarios para ir construyendo los cimientos de lo que sería en el futuro su recorrido como narradora.

Escribe despacio, porque a veces sus actividades personales no le dejan tiempo, pero se ha propuesto que nunca pase una semana sin escribir un capítulo y quizá por eso lleva una trayectoria pausada pero constante. Lectora de todos los géneros, considera que un buen libro es aquel que está exquisitamente escrito y que emociona. Busca en sus lecturas originalidad y estilo, y le encantan los personajes excéntricos, las comedias clásicas y reconocer a un autor por su prosa.

En ella, como narradora, todas estas características están conseguidas.

Lo que le hizo tomarse en serio esto de ser escritora de ficción fueron dos cosas: ganar el Premio Narrativa Breve de la Universidad de Barcelona (2006) y leer a D. E. Stevenson y “La sociedad literaria y el pastel de patata de Guernsey”. El jurado del premio, catedráticos universitarios, la animaron a enfocarse a la escritura. Pero si algo fue definitivo fue descubrir el género feelgood de la mano de Stevenson, el empujoncito que necesitaba para pensar en una novela. Cuando terminó el libro de Shaffer se dijo: “yo quiero escribir así, justo así, contando historias pequeñas de personajes pequeños, hacer sonreír al lector”.

LA CORRECCIÓN COMO MARCA PERSONAL

Mónica Gutiérrez dice que en Historia le enseñaron a pensar y en Periodismo a escribir con corrección. Todo lo que sabe de semiótica, gramática, lingüística..., lo aprendió en la Facultad de Periodismo. Una de las cosas que compartimos es el no comprender que alguien publique sin saber escribir con corrección. Al fin y al cabo, las palabras y sus mecanismos de conexión, son las herramientas del escritor y es una obligación saber manejarlas con soltura. Sabemos que existen los correctores que pueden acabar de encontrar esos pequeños fallos que todos inevitablemente cometemos, pero deben ser eso, pequeños.

El trabajo principal siempre tiene que ser obra del escritor que firma la obra.


SERENDIPIA, EL BLOG.

Hace unos diez años, Mónica decidió abrir un blog de reseñas literarias para compartir con otros lectores sus libros preferidos. La idea que tenía en mente era que reseñar lecturas le ayudaba a mejorar la fluidez y la expresión, a resumir, a opinar con respeto y a analizar a fondo lecturas que le encantan. Se puso manos a la obra y construyó un espacio en el que, además, ofrecía un extra que no tiene casi ninguno de los blogs que sigo, incluido el mío, y es que ella siempre reelabora las sinopsis de las novelas. Tanto es así que, en una de las que hizo a uno de mis libros, le pedí permiso para utilizarla en lugar de la mía, porque era infinitamente mejor.

Recuerdo Serendipia como un remanso de paz. Siempre que entrabas a leer su opinión de una novela te ibas con una sensación maravillosa, aunque la mitad de las veces ni siquiera hubieras oído hablar del libro. Porque, otra cualidad de Mónica es que lee alentada en exclusiva por sus deseos lectores: busca libros que le llamen la atención y la da lo mismo si son de hoy de ayer o de hace un siglo. En todos ellos descubre valores positivos y sus impresiones de lecturas despiertan el deseo de quienes están al otro lado de la pantalla.

Más de una vez, sus recomendaciones han acabado siendo lecturas para mí.

Hace un tiempo, cuando su nombre como escritora empezó a sonar con fuerza, trasladó su blog y usó su nombre para presentarlo, pero siempre, de alguna manera, será Serendipia, porque el espíritu de esta escritora de raza está presente en él.

CUÉNTAME UNA NOCTALIA.

Estábamos a finales de 2012 cuando recibí un correo de Mónica. Yo ya había publicado algunos libros y ella me preguntó si me apetecía leer uno que acababa de terminar. Me sorprendió mucho, la verdad, porque aunque yo sabía que detrás de la persona que firmaba las reseñas de su blog había alguien que escribía muy bien, no tenía ni idea de que estaba inmersa en una novela. Ella es tímida y esa timidez le había hecho no decir una sola palabra de su proyecto, como tampoco había contado en público sus logros literarios ni sus premios.

Sin saber qué me iba a encontrar, empecé a leer Cuéntame una noctalia (Amazon, 2012).


Fue una delicia perderse por las páginas de un cuento de invierno, ambientado en Mic Napoca, un lugar tan inolvidable que, por más que pasan los años, siempre recuerdo. Sobre todo cuando entro en Pedraza (Segovia), que no es ni por lo más remoto el pueblo de su novela, pero que para mí se convirtió, en la imaginación, en mi Mic Napoca particular.

Mientras leía, era capaz de sentir el frío de las calles o el calor de la chimenea. Podía oler las magdalenas del Sinaloa, podía sentirme parte de esa historia en la que, además, iba en zapatillas. Porque eso es el feelgood y esa es la magia de Mónica, en hacerte sentir en casa y bien, muy a gusto entre sus palabras que se convierten en sensaciones que se quedan contigo.

La novela hizo que yo, y como yo muchas más personas, descubriéramos que hay libros que tienen mucha magia envuelta en el relato de la sencillez de las cosas cotidianas. Que una taza de té al calor de la chimenea es tan emocionante como veinte asesinatos en serie, aunque te deja mejor el cuerpo, por supuesto.

UN HOTEL INOLVIDABLE

Después de esa experiencia, llegó  Un hotel en ninguna parte (Amazon, 2014). Otra vez tuve la inmensa suerte de descubrirlo un poco antes que los lectores y, si en la primera novela me había sentido bien, esta superó todas mis expectativas.


Es una novela epistolar, pero con cartas del siglo XXI; son los correos electrónicos sin respuesta los que constituyen el armazón de esta novela. Varios personajes van contando una historia que sirve de hilo conductor, y que tiene que ver con un camino en mal estado que hace que el hotel se convierta prácticamente en inaccesible. Pero no es eso lo que importa en este libro: son todas las pequeñas historias que contiene, los magníficos personajes que están caracterizados a la perfección. Unos, a través de las palabras que van escribiendo en esos correos. A otros los conocemos a través de los primeros.

Prima en la novela un excelente sentido del humor que convierte las situaciones muchas veces en cómicas.

EL SALTO AL MUNDO EDITORIAL

No hacía falta ser un lince para darse cuenta de que Mónica Gutiérrez enseguida acabaría llamando la atención de una editorial tradicional. No solo por la maestría que muestra en el uso de las palabras, en la imaginación que desborda en sus historias y ese sentido del humor tan especial, sino porque Un hotel en ninguna parte batió records de ventas y de permanencia en el top de las novelas más vendidas en Amazon. Y, no solo eso, convenció a lectores poco propensos a leer nada de este género que acabaron rendidos a sus pies.


La primera novela con editorial de Mónica fue El noviembre de Kate (Roca, 2016). Otra vez, no sé si pretendiéndolo o no, una de sus novelas volvía a ambientarse en invierno. Eso tienen en común sus tres primeras novelas, el frío que invita a tomar un té calentito, un frío que solo es escenario, porque la calidez de la escritura lo inunda todo. Una tormenta de nieve hace que los personajes se queden encerrados durante unos días en una casa, pero dentro se puede estar en calcetines porque así es como te sientes.

LA LIBRERÍA DEL SEÑOR LIVINGSTONE


Mónica Gutiérrez participó en la antología La librería a la vuelta de la esquina con un relato en el que aparecía una librería extraordinaria. Cuando lo leí, creo que le dije lo mismo que todo el mundo, que quería que me contase muchas más cosas de aquella librería, que me había enamorado del escenario que había planteado en ese cuento.


No tardó mucho en publicar La librería del señor Livingstone, la novela que constituía su vuelta a la autoedición. Si hay algo que tiene claro es que quiere mantenerse como autora híbrida, unas veces publicando con editorial y otras probando suerte en solitario con sus historias. La verdad es que la suerte la necesita poco, porque si has leído a Mónica quieres volver a ella.

Y LLEGÓ EL VERANO


Mi teoría de que en Mónica el invierno era el protagonista casi absoluto de su narrativa se vino abajo con su siguiente novela: nada más bajar del coche en el pueblo de su infancia, Serralles, Helena recibe una bofetada de calor. Recuerdo que cuando vi el título de esta novela, Todos los veranos del mundo (Roca, 2018), pensé que tal vez Mónica había decidido cambiar de registro, que era posible que estuviera ante una novela diferente a las anteriores, pero no fue así. Otra vez encontré las mismas sensaciones, aunque esta vez sí que hay algo más de romance. Transmite paz, nostalgia, felicidad… pero que también hace pensar. No recuerdo que en ningún otro de sus libros me parase tanto a poner señaladores de colores a las frases que me iban llegando dentro.

Y eso que me lo bebí, que solo me duró una tarde de verano porque no podía dejar de leer.

Eso es algo que siempre busco en los libros y que después me hace sentir culpable. Quiero libros que me evadan del mundo, que me hagan olvidar los problemas cotidianos y Todos los veranos del mundo lo consigue.

ALICE LOVELACE

Mónica es una aventurera, aunque su timidez le impida verse a sí misma en el espejo de este modo. Lo es porque un día decidió que tenía ganas de cambiar de registro y lanzarse a escribir una novela de fantasía y para ello eligió un seudónimo. Alice Lovelace fue el nombre elegido para presentarse. De pequeña, una de sus maestras le dijo que le gustaban sus relatos porque estaban justo en el límite entre la realidad y la fantasía. Quizá siempre es así, sus novelas, aunque se muevan en la realidad, tienen determinados toques fantásticos, pero en ninguna predomina la fantasía como en esta, El invierno más oscuro (Amazon, 2018).


Otra vez en invierno se convierte en protagonista de sus páginas.

En esta novela, vampiros y humanos conviven, y Mónica construye una historia que cabalga entre el romance y lo paranormal, con el sello inconfundible del feelgood subyaciendo en sus líneas. Y es que, aunque quiera desprenderse de alguna manera de su otro yo adoptando un seudónimo, la realidad es que su yo narrador siempre está presente en la novela. Es ella, es su voz la que inunda cada página, porque es de las personas que escriben desde el corazón y, en realidad, solo tenemos uno, por grande que sea.

UNA ANTOLOGÍA SOLIDARIA

Mónica Gutiérrez forma parte de esta antología de la que vengo hablando en todas estas entradas, Un 4 de febrero. Fue a través de ella por lo que yo supe del proyecto y me animé a participar. Su relato, El truco de las naranjas, ha sido uno de los que más críticas positivas ha cosechado de los lectores,
quizá por la dulzura de su narrativa.




SU ESTILO LITERARIO

Las novelas de Mónica Gutiérrez Artero cuentan historias cotidianas con un punto de vista humorístico, al estilo de P. G. Wodehouse, E.F. Benson, Arnold Bennett o D.E. Stevenson. Se encuadran en el feelgood, un género literario que tuvo su época de esplendor en la Gran Bretaña de la Segunda Guerra Mundial con autores como P. G. Wodehouse, Stella Gibbons, Dorothy L. Sayers, A. G. Macdonell, James Herriot, Frank Baker, E. M. Delafield, etc. Una tradición de género literario que hundía sus raíces en los inicios de ese mismo siglo y a finales del XIX, con autores que se desmarcaron de la literatura de Virginia Wolfe, D. H. Lawrence o James Joyce, por ejemplo, para seguir senderos más ligeros y algo singulares para la época, como E. F. Benson, Earl Derr Biggers, George Barr MacCutcheon, Winifred Watson, o Arnold Bennett, entre otros.

Pero más allá de las fuentes donde bebe su narrativa, Mónica tiene un estilo reconocible por el uso del lenguaje que hace, un lenguaje valorativo positivo que consigue que el lector sienta paz y termine sus libros con una sonrisa. Si somos como hablamos, diríamos que ella es un maravilloso y estupendo día de primavera, aunque sus novelas, casi en su totalidad, transcurran en invierno.

Como autora, reivindica la definición de literatura feelgood y siempre que puede la recuerda, porque está cansada de que la confundan con otros géneros o que la desprecien. Como ella, yo pienso que hay novelas buenas y malas en todos los géneros literarios, es mezquino y simplista generalizar.

¿Conocéis a Mónica? ¿No? Estáis tardando.