miércoles, 5 de noviembre de 2014

LA CLARIDAD EN LA ESCRITURA

Hace ya tiempo, intenté leer un libro del que oía maravillas y tuve que dejarlo. Pensé, "quizá sea que lo he cogido en mal momento. Esperaré." Lo empecé de nuevo, al cabo de unos días, y la sensación seguía siendo la misma.

Desconcertada por la diferencia entre mi percepción y las críticas que leía, decidí analizar qué era lo que me sucedía con ese libro. Un simple vistazo al exceso de adjetivos y la exagerada presencia de oraciones subordinadas me dio la respuesta. Fallaba en algo que para mí es esencial: la claridad.

La realidad es compleja. La vida, difícil de entender siempre, nos pone a prueba cuando menos lo esperamos, alterando las bases de nuestro mundo cotidiano. Sin aviso previo, una enfermedad, un accidente, un trabajo perdido u otro que ocupa más horas de las deseables nos angustian. Ni siquiera es necesario vivir experiencias extremas. El simple hecho de acompañar a los niños a actividades extraescolares, al entrenamiento de fútbol, a la clase de música, hacer la cena mientras se vigila su baño, lograr que se metan en la cama a una hora razonable... pueden también elevar nuestro nivel de estrés.

¿Por qué digo esto? Porque leer es un excelente ejercicio para terminar el día, para relajarnos, olvidando los problemas propios mientras nos embarcamos en un mundo de ficción. En este momento, al menos yo, exijo a un libro (y por extensión a su autor) que la lectura se convierta en un paseo plácido y no en una tortura, que no me obligue a dar constantes pasos atrás. Que las horas que le voy a robar al sueño para cedérselas a su creación, merezcan la pena porque, además de aportarme una historia con la que alimentar mi imaginación, me permitan relajarme.

Para ello necesito claridad, sumergirme en un aguas cristalinas y no en un pantano farragoso. Que la experiencia de angustia, si es que la hay, que las emociones, procedan del fondo de la historia y no de la forma.

Para alcanzar la claridad hay que ser concisos. Menos es más, dicen, y a eso me refiero. Utilizar la menor cantidad de palabras posible pero que sean las más certeras, las que expresen exactamente la idea. Esa concisión me ayudará a entenderlo todo a la primera y a no tener que volver la vista.

Eso, tan sencillo, exige un trabajo duro del autor. Supone pararse a ordenar y todos sabemos que si al levantarnos vamos dejando tirado el pijama, la cama deshecha y los calcetines sucios del día anterior por el suelo, podremos salir de casa mucho antes que si nos entretenemos en dejar la habitación ventilada y ordenada.

Creo que hay autores que no ventilan.

Otro elemento es la simplicidad. Sí, eso que parece muy fácil de conseguir y que en la práctica cuesta tanto encontrar. Cuando un libro te arrastra página tras página, cuando sigues leyendo a pesar de que el reloj te está recordando que la mañana se acerca y lo pagarás, muchos lo catalogan como "escritura sencilla". Creo que existe un tópico en el inconsciente colectivo que parece decirnos que, cuanto más confuso y retorcido es un texto, mayor profundidad tiene y mejor escrito está. Yo no lo creo, es más, constato que a veces se abusa de adjetivos antepuestos, como si solo con trastocar el orden lógico de la oración se convirtiera un texto en literario.

Por arte de magia.

Esta noche voy a empezar un libro nuevo. Me han dicho que tiene una "escritura sencilla", que te dura muy poco entre las manos. Me ha dolido la cabeza todo el día así que creo que es lo que necesito.

Una escritura clara para despejarme.



11 comentarios:

  1. Vamos! Que no se puede decir más claro! Un besazo!

    ResponderEliminar
  2. Completamente de acuerdo. Y es cierto que es muy difícil de conseguir esa simplicidad en un texto sin que parezca escrito por alguien sin experiencia literaria. ¿Sabes quién me ha parecido que manejaba todo esto con muchísima maestría, de la forma que tú dices? Víctor del Árbol en su millón de gotas. Conciso, claro, contundente y, a pesar de eso, muy literario.
    Un beso!

    ResponderEliminar
  3. ¡Efectivamente! Claridad y calidad literaria no son excluyentes sino que deberían ser complementarias. Estoy perfectamente de acuerdo con lo que dices sobre Víctor. Es, precisamente, uno de los autores que no te obliga a mirar atrás. Si acaso, te paras a saborear sus frases.

    Besos

    ResponderEliminar
  4. Es complicado obtener esa claridad de la que hablas pero creo que es a lo que debemos tender. Me gustó tu entrada ;-)

    ResponderEliminar
  5. Lo más complicado es hacer algo sencillo, sin lugar a dudas. Estoy contigo en eso Mayte. Biquiños!

    ResponderEliminar
  6. Sujeto-verbo-predicado. Debería ser el punto de partida, la tabla de salvación, de cualquier escritor. Escribir sencillo y claro es escribir bien, mira Kafka, mira Mo Ya, mira... En fin, que la calidad no está en lo intrincado, o no siempre, o solo algunas veces. Me alegro de que no tengas miedo de expresar tu opinión, aunque a veces vaya en contra de la mayoría :-)

    ResponderEliminar
  7. Como siempre de acuerdo, y como siempre las cosas claras.
    Por eso siempre vuelvo, es un placer leerte.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  8. Es difícil pero tanto tú Mayte como María José Moreno lo habéis conseguido en vuestros libros.

    ResponderEliminar
  9. Cierto. Leer debe ser un placer, no un ejercicio de resistencia. ¿Y escribir? Escribir con humildad ayuda a ser mas claro. buena entrada.

    ResponderEliminar
  10. Tiene que ser difícil lograr esa sencillez, lograr esa simplicidad. Y tienes razón. Se valora poco. Cuando es con las lecturas con las que más disfrutamos generalmente.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  11. Pues sí... y no, y todo lo contrario también. A ver si me explico: claridad, sí; sencillez, depende; simpleza, no hay por qué. La literatura es como un sistema planetario que alberga muchos mundos y cada uno de ellos tiene su forma de vida, su orografía, su ecosistema propio. Cada historia lleva aparejada una forma de contarla (o varias, dependiendo de la perspectiva de quien la crea y la cuenta) y eso implica un tratamiento, un lenguaje. Ser literario es algo más que invertir el orden de las palabras en una frase. No te da más calidad decir "la gélida nieve" que "la nieve gélida" o, incluso, "la nieve fría", sino usar las palabras con exactitud en cada contexto. La capacidad de brindar una sensación, la exactitud al nombrar, la habilidad de evocar una atmósfera. Hay muchos condicionantes que hacen bueno un texto. No se trata de ser enrevesado o de no serlo, sino de la coherencia interna que le da solidez a la estructura. Y ese toque especial que brota, a veces, escapando de cualquier análisis.

    ¿Leer para relajarnos, para descansar, para olvidarse de la realidad en medio de una nube de placidez? A veces sí, pero no siempre. Leer es un placer en sí mismo y parte de ese placer está, además de en la historia, en la forma en que se cuenta. Ese deslizarse por las palabras, sabiendo que no hay otras que podrían expresar mejor lo contado. El ritmo en que se mueven, las imágenes creadas, esa hilatura que llega a hacerse invisible, tan uniforme queda el tejido. Y es un disfrute increíble encontrar esas lecturas que, al margen de su sencillez, te hacen embeberte en la belleza. Con o sin florituras. Con o sin crudeza. Simplemente la belleza de lo escrito, que te alcanza el alma y te lleva consigo.

    Vaya rollo te he soltado, madre mía, pero es lo que pienso y siento.

    Un beso y gracias por esta entrada. Me ha encantado.

    ResponderEliminar

Si dejas tu comentario, entenderé que aceptas formar parte del reflejo de este espejo. Gracias por tu visita.