Hace unos días leí en otro blog, Historias en Tinta, una reseña sobre Emily Bronte y durante estos días he vuelto a pensar en por qué decidí autoeditarme hace ya casi dos años. No fue por un impulso de juventud (ya me gustaría), ni siquiera por vanidad, para ver en papel mis pensamientos. Tampoco porque haya perdido toda esperanza de poder publicar. ¡Qué va! Fue algo mucho más sencillo: dignidad. Mi padre y yo habíamos escrito juntos La arena del reloj durante su enfermedad y quería darle, simplemente, un formato digno. Quería que tuviera portada, contraportada, su título en letras grandes y un sitio en la estantería de casa, donde esperaría hasta que los más pequeños, los que apenas le conocieron, tuvieran edad suficiente para entender. Lo que no sabía es lo que aquella decisión conllevaría: los más de cien ejemplares físicos vendidos realmente bajo demanda (primero me los pedían y luego se encargaban), la presentación del libro, la charla sobre la experiencia de autoeditarse, el empujón para que también publicara Su chico de alquiler... Y eso sin contar con las descargas que se han hecho de las novelas desde la página web, que superaban las doscientas antes de que decidieran hacer desparecer el contador.
Quienes se dedican al mundo editorial menosprecian a quienes tomamos este camino porque consideran que no existen filtros. Es verdad. Yo hago, exactamente, lo que me da la gana. Dejo a mis libros por el mundo (no abandonados, ya me he encargado de cumplimentar personalmente los trámites legales) sin nadie en quien apoyarse. Van creciendo solos, logrando superar metas imposibles en principio: La arena del reloj en un club de lectura, Su chico de alquiler como lectura para el instituto... No sé con qué me sorprenderán más adelante.
La autoedición tiene un problema añadido: el dinero que se necesita, de entrada, para empezar. Ese lo solventé sin querer, ganando dos premios en dos certámenes literarios menores, que me ayudaron a encargar los primeros libros. Aquí no hay negocio: lo que gano con unos libros lo invierto en otros y el precio del libro que aparece en la página y en el registro es el que resulta de sumar al precio de creador los gastos de envío. Mi recompensa: las palabras de quienes han pasado un rato leyendo. Siempre son las mismas: me emocioné. A lo mejor nunca puedo decir que soy escritora pero nadie me puede negar el título de creadora de emociones.
Supongo que si todavía sueño con que de la edición se encarguen otros es por el esfuerzo y el tiempo que suponen. Sobre todo por el tiempo.
MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
martes, 15 de febrero de 2011
jueves, 27 de enero de 2011
ENTREVISTA IMAGINARIA
Hace mucho tiempo, tanto que me da vértigo pensar en los años que han pasado, yo colaboraba en una revista. Se llamaba El Diluvio Cultural, una lluvia de ideas infantiles que modelábamos cada mes en la biblioteca de Azuqueca a base de imaginación y gelatina. Para rellenar esas páginas teníamos el contenido usual: pasatiempos, un comic, recomendaciones literarias y, cuando había mucha, mucha suerte, una entrevista. De eso, a veces, me encargaba yo.
Las personas a las que entrevistábamos solían ser del entorno cultural (nos valía lo mismo el conserje del centro que el señor del bar, todo sea dicho) pero, en alguna ocasión, los personajes se salían de lo común, porque la biblioteca invitaba a algún escritor. Un día le hice una entrevista a Juan José Millás, y siempre que pienso en él viene a mi cabeza un libro, Papel Mojado, y un autor muy joven que estaba empezando en el oficio de narrador de historias.
Otro día, con mucha vergüenza, le pedí a una jovencísima Rosa Montero que me concediera una entrevista. Lo primero que me preguntó (ella a mí) fue si realmente me había leído Te trataré como a una reina. Cuando le contesté que sí puso cara de "no lo había escrito para niños", como hacían todos. Yo lo entendía. Es muy difícil encontrar alguien que con quince se haya leído La Eneida, La Odisea, La Iliada y la estantería entera de García Márquez, así como todo lo que había caído en mis manos de Guiani Rodari y varias veces los libros de Enyd Blyton. Al cabo de cinco o seis preguntas a las que contestó amablemente ya sabía que no me había saltado ni una página. Me volvió a preguntar ella, supongo que intuyendo mi respuesta. ¿Qué quieres ser de mayor? Escritora. Ni lo dudé. Y me dio un consejo que he seguido hasta hoy: no dejes de escribir nunca. No he logrado mi propósito del todo pero no me voy a rendir.
Hoy he leído una entrevista que le hicieron para El País y he recordado viejos tiempos. Como tengo ganas de escribir y espacio en el blog, me hago a mí misma las mismas preguntas. A ver qué sale. Como dice Aitana, mi inventora de palabras favorita, soy una "rexperimentadora". Y una madre fantástica o "malfástica", según el día. Ahí van las preguntas:
¿PARA QUÉ ESCRIBO? Para entender, para aprender. Para explicármelo todo.
¿CÓMO EMPECÉ? Construyendo cuentos, practicando inventándome finales distintos para los libros que leía.
¿CÓMO ENFRENTARME A LA PÁGINA EN BLANCO? Escribiendo sobre ella a partir de cualquier idea. Puede ser el principio de algo. Si no, a la papelera de reciclaje o al archivo de las cosas que algún día usaré, o no. No tengo rutinas. Escribo todos los días, aunque voy cambiando los proyectos. Nunca he sabido centrarme en una sola historia.
¿ES BUENO ESCRIBIR SOBRE UNO MISMO? No lo sé, a veces es necesario. La arena del reloj era un libro solo para mi familia, algo personal que todo el mundo quiere leer y algunos hasta dos veces seguidas. Pero no creo que repita algo así. Fue una terapia que necesitaba. Prefiero crear personajes ajenos a mí y poner en ellos los sentimientos de quienes me rodean.
¿CÓMO SE ELIGE EL NOMBRE DE UN PERSONAJE? Yo tengo un juego con los nombres. Suelo robárselos a la gente que conozco y luego dibujo alguien muy diferente a ellos. A Paula, la protagonista de Su chico de alquiler, le cambié el nombre tres veces hasta que me convenció uno.
¿QUÉ HACER ANTE EL BLOQUEO DEL ESCRITOR? Yo, si me bloqueo con una historia, sigo con otra. Y si no sale nada dejo que todo repose un tiempo y me dedico a leer. O a practicar con experimentos. Cuando encuentro libros muy malos que se venden mucho suelo tener picos de creatividad exagerados. A veces escribir peor es imposible. Cuando leo algo bueno me deprimo porque creo que nunca llegaré a hacer algo así.
¿Y ANTE EL EMBROLLO DE IDEAS QUE LUCHAN LAS UNAS CON LAS OTRAS? Voy escribiendo y algunas ganan y otras se quedan por el camino. En una novela ganó una idea que al final no me gustó y suprimí un día 80 páginas cuando encontré la adecuada.
¿ES BUENO JUNTAR TEXTOS DIFERENTES SOBRE EL MISMO TEMA? No sé. Nunca se me ha ocurrido. Y mira que hago cosas raras.
¿HAY QUE DEJAR DORMIR LOS TEXTOS? Siempre. Te da perspectiva.
¿CÓMO ENCONTRAR EL FINAL DE UNA NOVELA? En mi cabeza no está al empezar a escribir y si alguna vez he pensado un final, los personajes se encargan de llevarme por otro lado. Me encanta la sensación que tengo a veces de que alguien me sopla en la oreja y yo sólo estoy transcribiendo. Pero no me pasa todos los días.
Las personas a las que entrevistábamos solían ser del entorno cultural (nos valía lo mismo el conserje del centro que el señor del bar, todo sea dicho) pero, en alguna ocasión, los personajes se salían de lo común, porque la biblioteca invitaba a algún escritor. Un día le hice una entrevista a Juan José Millás, y siempre que pienso en él viene a mi cabeza un libro, Papel Mojado, y un autor muy joven que estaba empezando en el oficio de narrador de historias.
Otro día, con mucha vergüenza, le pedí a una jovencísima Rosa Montero que me concediera una entrevista. Lo primero que me preguntó (ella a mí) fue si realmente me había leído Te trataré como a una reina. Cuando le contesté que sí puso cara de "no lo había escrito para niños", como hacían todos. Yo lo entendía. Es muy difícil encontrar alguien que con quince se haya leído La Eneida, La Odisea, La Iliada y la estantería entera de García Márquez, así como todo lo que había caído en mis manos de Guiani Rodari y varias veces los libros de Enyd Blyton. Al cabo de cinco o seis preguntas a las que contestó amablemente ya sabía que no me había saltado ni una página. Me volvió a preguntar ella, supongo que intuyendo mi respuesta. ¿Qué quieres ser de mayor? Escritora. Ni lo dudé. Y me dio un consejo que he seguido hasta hoy: no dejes de escribir nunca. No he logrado mi propósito del todo pero no me voy a rendir.
Hoy he leído una entrevista que le hicieron para El País y he recordado viejos tiempos. Como tengo ganas de escribir y espacio en el blog, me hago a mí misma las mismas preguntas. A ver qué sale. Como dice Aitana, mi inventora de palabras favorita, soy una "rexperimentadora". Y una madre fantástica o "malfástica", según el día. Ahí van las preguntas:
¿PARA QUÉ ESCRIBO? Para entender, para aprender. Para explicármelo todo.
¿CÓMO EMPECÉ? Construyendo cuentos, practicando inventándome finales distintos para los libros que leía.
¿CÓMO ENFRENTARME A LA PÁGINA EN BLANCO? Escribiendo sobre ella a partir de cualquier idea. Puede ser el principio de algo. Si no, a la papelera de reciclaje o al archivo de las cosas que algún día usaré, o no. No tengo rutinas. Escribo todos los días, aunque voy cambiando los proyectos. Nunca he sabido centrarme en una sola historia.
¿ES BUENO ESCRIBIR SOBRE UNO MISMO? No lo sé, a veces es necesario. La arena del reloj era un libro solo para mi familia, algo personal que todo el mundo quiere leer y algunos hasta dos veces seguidas. Pero no creo que repita algo así. Fue una terapia que necesitaba. Prefiero crear personajes ajenos a mí y poner en ellos los sentimientos de quienes me rodean.
¿CÓMO SE ELIGE EL NOMBRE DE UN PERSONAJE? Yo tengo un juego con los nombres. Suelo robárselos a la gente que conozco y luego dibujo alguien muy diferente a ellos. A Paula, la protagonista de Su chico de alquiler, le cambié el nombre tres veces hasta que me convenció uno.
¿QUÉ HACER ANTE EL BLOQUEO DEL ESCRITOR? Yo, si me bloqueo con una historia, sigo con otra. Y si no sale nada dejo que todo repose un tiempo y me dedico a leer. O a practicar con experimentos. Cuando encuentro libros muy malos que se venden mucho suelo tener picos de creatividad exagerados. A veces escribir peor es imposible. Cuando leo algo bueno me deprimo porque creo que nunca llegaré a hacer algo así.
¿Y ANTE EL EMBROLLO DE IDEAS QUE LUCHAN LAS UNAS CON LAS OTRAS? Voy escribiendo y algunas ganan y otras se quedan por el camino. En una novela ganó una idea que al final no me gustó y suprimí un día 80 páginas cuando encontré la adecuada.
¿ES BUENO JUNTAR TEXTOS DIFERENTES SOBRE EL MISMO TEMA? No sé. Nunca se me ha ocurrido. Y mira que hago cosas raras.
¿HAY QUE DEJAR DORMIR LOS TEXTOS? Siempre. Te da perspectiva.
¿CÓMO ENCONTRAR EL FINAL DE UNA NOVELA? En mi cabeza no está al empezar a escribir y si alguna vez he pensado un final, los personajes se encargan de llevarme por otro lado. Me encanta la sensación que tengo a veces de que alguien me sopla en la oreja y yo sólo estoy transcribiendo. Pero no me pasa todos los días.
viernes, 21 de enero de 2011
APAGÓN EL 15 DE FEBRERO A LAS 22 HORAS
He recibido un correo convocando un apagón voluntario el día 15 de febrero a las diez de la noche. Y no ha podido llegar en mejor momento, porque en pleno cabreo por mi desorbitada factura de la luz he hecho lo único que podía hacer: programar una alarma en mi móvil para no correr el riesgo de que se me olvide.
Voy a apagar la luz. Del todo, desde el interruptor general. Y no creo que sean sólo los cinco minutos que me proponen. A lo mejor aguanto quince.
Propongo que nos programemos todos, que no lo dejemos correr. Si me apuras, con esto vamos a lograr un doble objetivo: por un lado haremos un hueco en las arcas de las compañías eléctricas y por otro le haremos un favor al medio ambiente. Se me ocurre algo. A lo mejor podíamos quedar los quince de cada mes. Qué putada, ¿no? Nada comparado con lo que le va a suponer a mi bolsillo a final de año. Nada menos que el doble de lo que pagué el año pasado. Y resulta que no ingreso el doble.
Voy a apagar la luz. Del todo, desde el interruptor general. Y no creo que sean sólo los cinco minutos que me proponen. A lo mejor aguanto quince.
Propongo que nos programemos todos, que no lo dejemos correr. Si me apuras, con esto vamos a lograr un doble objetivo: por un lado haremos un hueco en las arcas de las compañías eléctricas y por otro le haremos un favor al medio ambiente. Se me ocurre algo. A lo mejor podíamos quedar los quince de cada mes. Qué putada, ¿no? Nada comparado con lo que le va a suponer a mi bolsillo a final de año. Nada menos que el doble de lo que pagué el año pasado. Y resulta que no ingreso el doble.
jueves, 20 de enero de 2011
LA FACTURA DE LA LUZ
Hoy casi me da algo cuando he visto la factura de la luz. Me han cobrado casi 76 euros y se han quedado tan panchos. Cuando se pagaba cada dos meses jamás alcancé esa cifra de consumo, pero es que en la última factura, abultada ya, no había llegado a los cincuenta. La luz ha subido pero, nos vendieron que en la factura final serían dos o tres euros. En la mía, en una casa normalita en la que más de medio día sólo está encendido el frigorífico (desenchufo hasta la cafetera aunque no esté dado el botón), la subida ha sido de 16 euracos!!!!
Me han dicho que uno de estos días la gente va a quedar para apagar la luz durante cinco minutos, a ver si a ellos las pérdidas les hacen tanta gracia como me ha hecho a mí ver la factura. No sé cuándo es, pero me pienso apuntar. En un recuadrito pequeño pone que mi consumo ha sido de 29,55 euros. Claro, sin incluir los impuestos. ¡Cómo se pasan!
Me han dicho que uno de estos días la gente va a quedar para apagar la luz durante cinco minutos, a ver si a ellos las pérdidas les hacen tanta gracia como me ha hecho a mí ver la factura. No sé cuándo es, pero me pienso apuntar. En un recuadrito pequeño pone que mi consumo ha sido de 29,55 euros. Claro, sin incluir los impuestos. ¡Cómo se pasan!
sábado, 15 de enero de 2011
PAN
500 gramos de harina
25 gramos de levadura de panadero
250 cl de agua
sal
Me he puesto manos a la obra y, a lo tonto a lo tonto, me ha salido un pan. Os cuento el proceso. He puesto la harina en una ensaladera, he añadido la sal, la he mezclado y, a continuación, he puesto el agua con la levadura disuelta. El agua estaba tibia.
He mezclado los ingredientes y cuando llevaba unos diez minutos amasando he puesto la bola resultante en la misma ensaladera, la he tapado y me he ido al parque. Esto ha sido clave. No ha habido presión y la levadura ha hecho perfectamente su trabajo.
Cuando he vuelto a la hora y pico, he encendido el horno. He vuelto a amasar la bola (que era enorme) y la he dejado encima de un papel de hornear. Al rato, cuando ha vuelto a subir (esta vez ha sido clave que me haya ido a limpiar el baño), la he metido dentro, a unos 200 grados unos 40 minutos. Antes me he entretenido en hacerle unos cortecitos para que quedase más mono.
El resultado, ahí lo veis. Un pan que estaba delicioso. Ha durado un suspiro en la cena que teníamos en casa. Así soy yo. Salto al vacío sin red. Podía haber sido un desastre absoluto pero ¡no había comprado otro pan!
25 gramos de levadura de panadero
250 cl de agua
sal
Me he puesto manos a la obra y, a lo tonto a lo tonto, me ha salido un pan. Os cuento el proceso. He puesto la harina en una ensaladera, he añadido la sal, la he mezclado y, a continuación, he puesto el agua con la levadura disuelta. El agua estaba tibia.
He mezclado los ingredientes y cuando llevaba unos diez minutos amasando he puesto la bola resultante en la misma ensaladera, la he tapado y me he ido al parque. Esto ha sido clave. No ha habido presión y la levadura ha hecho perfectamente su trabajo.
Cuando he vuelto a la hora y pico, he encendido el horno. He vuelto a amasar la bola (que era enorme) y la he dejado encima de un papel de hornear. Al rato, cuando ha vuelto a subir (esta vez ha sido clave que me haya ido a limpiar el baño), la he metido dentro, a unos 200 grados unos 40 minutos. Antes me he entretenido en hacerle unos cortecitos para que quedase más mono.
El resultado, ahí lo veis. Un pan que estaba delicioso. Ha durado un suspiro en la cena que teníamos en casa. Así soy yo. Salto al vacío sin red. Podía haber sido un desastre absoluto pero ¡no había comprado otro pan!
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