miércoles, 24 de marzo de 2021

¿QUÉ LIBRO SE PUBLICÓ CUANDO NACISTE? (1981-1990)

Sigo con mi recopilación de libros publicados en España, esta vez en los ochenta. Algunos son verdaderas joyas de la literatura en castellano.

1981. Los santos inocentes. Miguel Delibes.


La novela del autor vallisoletano tiene una parte formal muy interesante. La componen seis capítulos, cada uno de los cuales lo titula con el nombre de uno de los personajes esenciales de la obra. Cada uno de ellos, además, es una sola oración gramatical y, aunque el lector se acostumbrará a escuchar la voz de los personajes, no hay diálogos tal como aparecen habitualmente en narrativa. Como curiosidad, Delibes dedicó este libro a su amigo Félix Rodríguez de la Fuente, que falleció en 1980.


1982. Las bicicletas son para el verano. Fernando Fernán Gómez.



El autor, nacido en Lima, plantea en esta obra teatral  un conflicto sencillo dentro de un tiempo muy complicado, la Guerra Civil. Escrita en forma de comedia, tiene momentos hilarantes como en de las lentejas, y refleja cómo fue la guerra para la gente que vivía en las grandes ciudades. Se mezcla la dureza del momento con la picaresca española para salir adelante. Llena de sensibilidad y humanidad, es probablemente la mejor obra del autor.

1983. Mazurca para dos muertos. Camilo José Cela.




Esta novela del Premio Nobel gallego es el retablo de unas vidas señaladas por la sexualidad, la barbarie y la violencia física, ligadas al inexorable paso del tiempo.


1984. Letra muerta. Juan José Millás.



Una trama que sugiere más que cuenta es lo que presenta el autor valenciano. Trata sobre una duda de identidad. No es su mejor novela, pero resulta muy interesante.


1985. La taberna fantástica. Alfonso Sastre.



Escrita en el 66 por el autor, no fue estrenada hasta 20 años después, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (precioso lugar, por cierto). Es una tragedia compleja, una toma de conciencia y expiación de culpas, un héroe valleinclanesco con características esperpénticas que se enmarcan en un ambiente renovador.




1986. Burdeos. Soledad Puértolas.



Esta novela es una búsqueda, la de conocerse a sí mismo a través de la soledad. Sus personajes la persiguen y entrecruzan sus destinos para acabar encontrando una verdad basada en la experiencia. 

1987. El invierno en Lisboa. Antonio Muñoz Molina.



Una historia a ritmo de jazz que le valió el Premio Nacional de Literatura al autor de Úbeda. Esta novela es un homenaje al cine negro americano y a esa música. Una novela con ritmo.


1988. Carmen, Carmen. Antonio Gala.



Según el autor andaluz, Carmen, Carmen es un canto a la alegría. A su estreno en el teatro (la protagonista fue Concha Velasco) asistió el propio autor, Rafael Alberti y muchos personajes de la cultura del momento. 


1989. Las edades de Lulú. Almudena Grandes.



Una chica de 15 años llamada Lulú se inicia en el sexo con de Pablo, de 27 años, amigo de su hermano. Es deslenguado, atrevido y le gustan de los conciertos y las charlas anti-sistema. Almudena plantea una tórrida relación entre los dos que se perpetuará a lo largo de los años. Lulú coqueteará con toda clase de prácticas sexuales. Fue Premio La sonrisa Vertical.


1990. Las horas completas. Luis Mateo Díez.



A un peregrino que realiza el Camino de Santiago lo recogen unos curas que van a comer a un pueblo cercano. Es un viaje por la memoria. El gallego Luis Mateo Díez traza en Las horas completas una historia con muchas lecturas en la que aparece la pasión por la cultura popular y el profundo amor por la tierra. Tiene sentido del humor.


martes, 23 de marzo de 2021

¿QUÉ LIBRO SE PUBLICÓ CUANDO NACISTE? (1970-1980)

 Navegando por la red, siguiendo enlaces de aquí y de allá, he tropezado con uno de esos listados de libros que nos llaman la atención, no por ellos, sino por algo que acompaña al titular: los más vendidos de... los mejores de... los que deberías leer de...

Se me ha ocurrido hacer una selección de once libros, publicados todos entre 1970 y 1980, que hace tiempo que forman parte de la literatura académica, que por su calidad llevan décadas ganándose ese lugar. Claro que se publicaron más, pero me quedo con estos, todos publicados en España y todos con algo interesante que decir de su momento.

1970. El inocente, José Ángel Valente.



Este autor ourensano representa la "poesía del silencio". Su poesía nace de lo inmediato o de experiencias interiores, pero lo más destacado de él es cómo trabaja los poemas hasta buscar las resonancias exactas.

1971. Aún no, Francisco Brines.


El valenciano Francisco Brines escribe una poesía intimista que reflexiona sobre el paso del tiempo con un tono melancólico.

1972. La saga/fuga de J.B. Torrente Ballester.



Este coruñés fue miembro de la RAE y Premio Cervantes en 1985. Su obra se mueve entre la novela, el ensayo y el teatro.

1973. Si te dicen que caí. Juan Marsé.



El pasado verano, Juan Marsé fallecía en Barcelona, la misma ciudad que lo vio nacer y que forma parte de su legado literario. Su obra analiza la degradación moral y social, las diferencias de clase, los enfrentamientos sociales a través de técnicas narrativas innovadoras y pasado todo por el filtro de su fina ironía.

1974. Retahilas, Carmen Martín Gaite.


Esta salmantina obtuvo, entre otros premios, el Nadal con su primera novela, Entre visillos. En Retahilas prima la introspección y la reflexión.

1975. La verdad sobre el caso Savolta, Eduardo Mendoza.


Esta fue la primera obra del autor catalán. Se publicó poco antes del fin de la dictadura, y por eso se optó por cambiar el título original: Los soltados de Cataluña. La primera parte de la obra juega con innovaciones literarias, mientras que la segunda se puede decir que es una de las primeras novelas modernas de nuestro panorama literario.

1976. Rosa Chacel. Barrio de Maravillas


La autora vallisoletana publica gran parte de su obra en el exilio. Hace retratos apoyados en una prosa descriptiva y rica, así como unos personajes sólidos. Dijo de sí misma alguna vez que era "inventora de almas".

1977. La detonación. Antonio Buero Vallejo.


El autor alcarreño muestra una actitud de compromiso ético con los más débiles, muchas veces protagonistas de sus obras de teatro. Sufrió la censura, nunca renegó de sus ideas y tampoco quiso renunciar a escribir en su patria. Eso y la necesidad de arrancar las máscaras y buscar la verdad, hace que se puedan encontrar similitudes entre Larra y él mismo en esta obra. 

 
1978. Extramuros, Jesús Fernández Santos.


A este madrileño le sorprendió la Guerra Civil en Segovia, donde pasó unos años con su padre y sus hermanos. Con esta obra ganó el Premio Nacional de Literatura. Transcurre en un convento de clausura y narra la historia de un falso milagro. 

1979. El misterio de la cripta embrujada, Eduardo Mendoza.



No he podido evitar incluir otra historia de Mendoza, una que aún se sigue leyendo en los institutos y que ha sido la iniciación con este autor para bastantes jóvenes lectores.


1980. Historia de Gloria, Gloria Fuertes.





Gloria Fuertes siempre jugó con su biografía, cambiándola, reescribiéndola en un intento de mantener su intimidad. Aunque no se puede decir que toda su producción sea infantil, lo que sí es cierto es que fue en ese campo donde se hizo más popular. Su inclasificable estilo mantiene el equilibrio entre calidad y popularidad, entre intimismo y comunicación.


¿Naciste alguno de estos años? ¿Sabes de otra novela del año de tu nacimiento?
















viernes, 19 de marzo de 2021

UNA NOVELA PARA MAMÁ

Esta mañana estaba revisando la última novela que escribí en 2020 y, de pronto, he soltado una carcajada. Esta novela solo iba a ser para mi madre, fue su regalo de Navidad, así que me dejé llevar. Es espontánea, divertida, loca a ratos. Me tiene con una sonrisa boba en los labios mientras la releo y a veces hasta se me olvida que estoy repasando. Disfruto con lo que les pasa a unos personajes a los que ya he cogido cariño.

La experiencia de escribir historias para una sola persona no es nueva, tengo otra novela que se la escribí a mi amiga Elena (en el verano de 2019) y pienso seguir haciéndolo porque, la verdad, no necesito nada más. Con esto me lo paso muy bien, tenemos tema de conversación y, si tienen antojo de que algo salga en el libro, me las arreglo para que sea así.

¿Se puede pedir más? Yo, al menos, no.

Pero la vida te da sorpresas, ¿verdad? Y yo me llevé una hace un mes. Inesperadamente, la novela de mi madre, la que se iba a quedar en un disco duro y su lector, sí va a tener destino. Será publicada y digo será porque no lo voy a hacer yo sola, no va a ser una autoedición. Los detalles los contaré cuando llegue el momento, porque aún queda bastante, pero ¿verdad que es absolutamente increíble que acabe publicando algo que no tenía previsto ni sacar del cajón? Por eso tengo que echarle un vistazo extra, porque una cosa es para ti y para los tuyos y otra exponerse.

Todavía os estaréis preguntando por qué me he reído.

He hablado de la ausencia de corsés al escribir esta historia. La he escrito con pijama de verano y completamente descalza, aunque en la novela haga más bien frío. No pensé en nada, simplemente me sentaba cada mañana durante una o dos horas y tecleaba la escena que había dejado esbozada el día anterior. De vez en cuando, en los meses que tardé en escribirla, me permitía bromas personales, cosas de esas que solo entiendo yo y, en este caso, mi madre. 

Pero en esta novela también hay otros guiños y se me habían olvidado, así que cuando he llegado a uno de ellos, no he podido por menos que reírme a carcajadas yo sola. Ulises me ha mirado con cara de qué te pasa y yo le he dado un abrazo porque sí, porque es el mejor perro del mundo y porque estaba contenta.

Me gusta esto, hacer lo que quiera, dejar que mis dedos vuelen por el teclado y construyan historias llenas de guiños.

Para los que se lo pregunten: es romántica, es el tipo de novela que le gusta a mi madre. Tiene unos secundarios de lujo y un prota con pinta de dios vikingo. Tiene salseo y todo. Tiene risas y algún pellizquito en el corazón. Y tiene el inmenso amor de una hija a su madre.

No sé cómo devolverle todo lo que me ha dado siempre, y no sé ya cómo soportar este año que la vida nos está obligando a vivir separadas. No sé, quizá le escriba otra novela.

En la foto, Ulises, que no tiene nada que ver, pero mira que es guapo el puñetero. Abrazando a la bruji, que es más guapa todavía. Quizá este año os la acabe enseñando por fin...




miércoles, 17 de marzo de 2021

ENCUENTROS CON LECTORES

 Dentro de unos días tengo un encuentro virtual con un club de lectura (ya os contaré cómo ha ido), donde hablaremos de La colina del almendro. Me encanta porque la situación en la que vivimos ha limitado mucho el contacto con los lectores. 

He estado pensando en algo.

No hace mucho, se me ocurrió invitar a un autor a nuestro club de lectura, el que va parejo al taller de narrativa. La respuesta fue que hace mucho que no va a estos actos (mucho no será, que apenas hace un año de la virtualidad de los encuentros) y que rechazaba amablemente la invitación.

Es su opción, por descontado. Tan válida como cualquiera, que esto no tiene obligaciones, por mucho que a veces nos veamos envueltos en ellas.

Sin embargo, me ha hecho pensar en otra situación, una vez en la que asistí a una charla de Alejandro Palomas en la que éramos media docena (contando niños acompañantes). Le pregunté si no se sentía un poco triste por haber hecho el esfuerzo de ir tras tan pobre respuesta y él me contestó, con la inteligencia de los que de verdad son grandes, que nunca se sabía dónde podría estar un lector que te abría la puerta a otros, multiplicando las posibilidades de que tus palabras llegasen a más gente.

Con eso me quedo, con la respuesta que tiene los pies en el suelo y el corazón en una historia que no es negocio, sino un pedacito de vida que creamos con esfuerzo, tiempo e imaginación. Que cuidamos porque nos importa. Que vivimos, porque forma parte de nuestras vidas.

#FelizMiercoles

sábado, 13 de marzo de 2021

RECUPERARSE




Padezco insomnio desde que tengo memoria. De hecho, muchas de mis noches de infancia se me fueron entre libros: si no me quedaba leyendo hasta que me doblaba el cansancio, acababa despertando de madrugada y enganchada a un libro. Así, con la excusa de no dejar tan solo pasar las horas, crecieron dentro de mi las ganas de contar, de expresarme y de poner en un papel esas historias que me sugerían los libros que iba leyendo.

Después de una etapa en la que el sueño pareció reconciliarse conmigo, vino otra peor, de noches enteras en blanco o, como mucho, de dormir un par de horas. En esas madrugadas de no hace tanto, escribía. Mis novelas avanzaban al ritmo de quien les dedica mucho tiempo, porque lo tenía, porque no dormir multiplica la vida aunque con ello tengas que pagar otros peajes.

Hace un par de años, empecé a dormir otra vez.

Poquito a poco fui sintonizando mi cerebro con el descanso y los ritmos circadianos empezaron a entonar una melodía más saludable y más perfecta. Solo algunas noches se olvidaban de mí y me descuidaban un poco. Este 2021, sin embargo, empezó alterado. Cuestiones de salud que han supuesto un desajuste físico han tocado el sueño, pero ya no escribo de madrugada.

Hoy ha tocado noche en vela, de esas que te sacan de la cama, de las que ni siquiera el mejor libro del mundo puede combatir. He sentido la tentación de encender el portátil, pero no lo he hecho, porque sé que escribir, aunque sea terapéutico, es también adictivo y no quiero volver a pasar noches y noches atrapada entre sus redes. Quiero poner yo las normas y que no sea esto lo que me conduzca. No se puede controlar lo que te limitan los demás, pero todavía podemos ser dueños de nosotros mismos.

 He saltado a la cocina. No tenía hambre, tenía tiempo, así que he abierto el frigorífico con intención de ordenarlo. He tardado dos segundos en cambiar de opinión: cocinaría. Primero, codornices escabechadas. Después, una empanada. Ahora estoy esperando a que se termine y, ya que tengo el horno caliente, valorando hacer un bizcocho.

Todo esto tiene que ver con el título de la entrada, con recuperarse. Poco a poco, porque esto va así, pero ya huelo. ¡Y es delicioso! El mundo sin olfato es inocuo y triste, privado de sensaciones que nos provocan un placer indescriptible. Que nos avisan de peligros. Que nos motivan o nos advierten. Hoy he disfrutado con el olor de la comida mucho más que sé que disfrutaré de comerla. Y, cuando se despierte, voy a abrazar a mi hija y voy a olisquearla sin disimulo.

Nadie sabe lo que he echado eso de menos.