miércoles, 14 de abril de 2021

HACER FELIZ

 Imagina que tienes la oportunidad de hacer un regalo a alguien, un único regalo, y que ese regalo le hará feliz o que se sienta el ser más desdichado del planeta. ¿Cuál sería tu elección? 

Imagina que ese gesto, lo que hagas, revertirá en ti, multiplicado. ¿Cuál sería tu elección?

Creo que hasta aquí, la mayor parte de la gente ha elegido hacer feliz, aunque no conozca de nada a la otra persona, y lo creo porque estoy convencida de que la mayoría de las personas son buenas en esencia. Solo un pequeñísimo (pero ruidoso) porcentaje se decantaría por putear a la persona. Solo un pequeño porcentaje de las personas, disfrutan haciendo que alguien lo pase mal.

La disyuntiva que planteo es porque estos días he tenido en mis manos hacer un poquito feliz a alguien que no conozco. Por supuesto, lo he elegido, porque no cuesta nada. Porque ofrecer la posibilidad a alguien de que sonría al menos un instante, de que sueñe, de que crea... salgan o no salgan las cosas adelante, siempre compensa.

A mí me compensa: es mi premio.

Lo que nunca compensa son otras cosas como el acoso constante, el insulto repetido, el daño a conciencia y el buscar réditos con ello, porque supongo que igual que la vida te multiplica lo bueno, te dará, cien veces, lo malo que aportes tú.

Y yo, sinceramente, ya tengo bastante con observar el mundo que se nos está quedando con absoluta estupefacción.

Eso, hacer infeliz, putear, se lo dejo a otros.


domingo, 11 de abril de 2021

CLASIFICAR



Lo clasificamos todo. Ponemos en casillas la vida para ordenarla, para entenderla, para que no se nos pierda lo importante. Y para, por si acaso algo se pierde, ser capaces de, empleando la lógica, encontrarlo. Clasificamos los libros, por ejemplo, estableciendo géneros y subgéneros, Clasificamos los elementos químicos en una tabla, para de un vistazo recordar sus características.

Y los alimentos.

Y las asignaturas.

Y la ropa.

Y las tribus urbanas.

Espera, ¿esto no son personas? Pues sí, también clasificamos a las personas, las ponemos en casillas de afecto o desafecto, en función de nuestra experiencia con ellas y de los latidos de nuestro propio corazón.

Equivocarse con la clasificación de un libro puede conducir a que los lectores se confundan y no lo juzguen como se espera, pero no se acaba el mundo. Si te confundes con un alimento, no pasa nada, salvo que te dé alergia, que entonces sí. Si clasificas mal la ropa, igual acabes inventando un estilo nuevo...

Pero nada de esto es importante.

Solo engorda cuando te confundes con las personas, cuando las sitúas en lugares de privilegio de tu corazón y un día descubres que, para ellos, tú no ocupas ni un lugar tangencial. Cuando crees que son pero es que solo están. Quizá hasta solo de paso. 

Entonces, miras tu estantería mental, esa donde creías que todo estaba en orden, te levantas de la silla y decides sacarlo todo para ponerla en orden. Porque no puede ser que no coincida o que esté tan distante de lo que tú pensabas, algo has hecho muy mal para que así sea. La habías puesto en la A de amigos y resulta que es de la C de conocidos.

sábado, 3 de abril de 2021

EL OLVIDO

Ha pasado un año ya encerrada, algo más, y el olvido empieza a imponer su dictadura. Casi no me acuerdo de los planes que tenía para 2020. Creo que mi cerebro, en un intento de suavizar el dolor por todas las pérdidas, me está haciendo el favor de disolver los recuerdos que ya no tienen sentido. 

¿Para qué recordar lo que solo era un podría ser?

El 9 de marzo de 2020 recibí la noticia de que iba a publicar en septiembre mi siguiente novela en papel. Había pasado esa criba editorial que antecede a la publicación -sí, todo el mundo la pasa, esto es un negocio y nadie regala nada-, y encaraba el año con un montón de citas para seguir con la promoción de MI NOVELA, La colina del almendro. Y, además, por si eso fuera poco, me sentía muy querida.

¿Eso no es la felicidad?

De pronto, cuatro días después, todo se desmoronó. Ya no había planes posibles, como si hubiera cometido un delito imperdonable, me veía encerrada sin juicio previo. No era nada extraordinario, nos pasó a todos, pero cada uno tiene su manera de vivir las cosas y la mía fue sentirme en una prisión a la que me tocó acomodarme como pude. Hay quien leyó muchísimo, o escribió a un ritmo frenético. Yo, por mi parte, sufrí una parálisis que me costó muchos meses remontar. Apenas leía y escribí muy pocas palabras. Se publicó esa novela, pero no hubo modo de defenderla donde sé hacerlo: en la calle.

Hoy mi vida no se parece a la de hace un año.

Ni mi vida ni mi casa, porque en medio de ese caos provoqué un incendio y hay muchos detalles que han cambiado. Muebles, electrodomésticos, el color de las paredes. Hoy, un año después, escribo sentada en una silla, delante de un escritorio que es completamente para mí, pero no lo hago con la pasión que lo hacía cuando mi despacho eran mis piernas y mis muros tan cambiantes como el lugar que encontrase libre en el momento de la escritura.

Llevo un montón de kilos más.

El alma me pesa como nunca.

Tengo ligeros los afectos y deshechos muchos lazos.

He estado enferma de este virus y aún viajo con sus consecuencias.

He sufrido, porque tengo ese defecto, la vida me duele, lo injusto me arrasa y en este año he tenido que aguantar algunas cosas muy injustas, pero sé que nada es eterno. Que algún día todo pasará y esto también caerá en ese pozo insondable de las cosas que olvidamos. Y espero, aunque solo sea un sueño de esos que hasta da miedo poner en voz alta, encontrar de nuevo eso pequeño que te hace levantarte cada día deseando exprimir sus horas.

Espero.





viernes, 2 de abril de 2021

¿QUÉ LIBRO SE PUBLICÓ CUANDO NACISTE? 2001-2010

 Empezamos siglo y la literatura publicada en él todavía tiene que madurar mucho como para acertar con lo que serán imprescindibles o, al menos, dignos de quedarse en la memoria colectiva. Los libros, como el buen vino, no muestran lo mejor de sí mismos de inmediato. Se puede intuir su potencial, pero algunos, con el tiempo, se avinagran. A otros lo que les afecta son las condiciones ambientales y acaban no sirviendo ni para aliño.

El tiempo, ese Cronos implacable que todo lo devora y que erosiona los férreos muros hasta convertirlos en arena.

Pero hay otros que crecen, que ganan con los años. Se multiplican por sí mismos, como si las palabras mutasen aunque en el fondo sigan siendo las mismas. Esos, los que se quedarán, son todavía un misterio. Ahora solo puedo hablar de algunos que fueron, y como voy a hacer eso, solo seguir el criterio del año que se publicaron, voy a incluir alguno al que avala mi propio criterio. O mis deseos. O que cuando leí, pensé que era digno de quedarse en mí.

Por cierto, en 2001 hay dos, porque me ha sido imposible elegir.


2001. Soldados de Salamina. Javier Cercas.


Cuando esta novela cayó en mis manos, no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar. Lo que había nada más abrir las páginas era una narrativa brillante, una historia adictiva que mezclaba hechos reales con ficción y que no pude soltar hasta terminarla. Quizá nos estaba dando la pista del tipo de novela que gustaría más a los lectores en esta primera década del siglo XXI, hechos ficticios aderezados con personajes extraídos de la realidad, pero que tampoco olvidan su biografía. Se sigue leyendo y sigue sorprendiendo.

2001. La sombra del viento. Carlos Ruiz Zafón.



Nos costó mucho reconocer a Carlos Ruiz Zafón lo que consiguió con La sombra del viento. Este país es así, envidioso con el éxito ajeno, buscando siempre peros a lo que convence a muchos. Cuando leí esta novela hacía mucho que se había traducido y la verdad fue que me impactó. Es de las que me despertaron, de esas que me gritaban al leerlas, "escribe, tú puedes, no tengas tanto miedo". Fui a Barcelona con mi niño de 7 años de la mano y recorrimos sus escenarios. Y le conté a la guía, Helena, que un día yo iba a escribir un libro e iba a intentar publicarlo como fuera. No es tan bonito, pero lo conseguí.


2002. La piel fría. Albert Sánchez Piñol.



Un prófugo irlandés, una pequeña isla del Atlántico, un faro y la tarea de realizar mediciones meteorológicas durante un año. Alberto Sánchez Piñol escribió una novela sobre el miedo, sobre todo ese que vive dentro de nuestra propia mente. Esta novela ganó los premios Ojo Crítico y Llibreter de narrativa, fue publicada en principio en Catalán y después traducida a más de 35 lenguas. 


2003. La dama número trece. José Carlos Somoza.


Este autor nació en Cuba, pero vive en España desde que tenía un año. En esta novela lo real y lo imaginario se mezclan en la vida de un profesor de literatura que tiene un sueño repetido. Lo inquietantes es que esas pesadillas tienen su reflejo en la realidad. A través de las palabras y la poesía realizará una investigación sorprendente.


2004. El hombre que mató a Durruti. Pedro de Paz.


Esta novela ganó el Premio de Novela Corta José Saramago en el año 2003. El comandante Fernández Durán y su ayudante el teniente Alcázar acuden al frente de Madrid en plena Guerra Civil, para investigar la muerte de Durruti. La tendencia de estos primeros años, la de novelar la historia, sigue repitiéndose con gran éxito entre la crítica y el público. Presentada con una narrativa envolvente y cuidada, supuso el debut literario de su autor.


2005. Historia del rey transparente. Rosa Montero.



De esta novela hice reseña ya en el blog, en 2010, y contaba que la protagonista, Leola, es una especie de Don Quijote femenino. Se disfraza de caballero para sobrevivir y va acompañada de su propia escudera, Nyneve, una mujer rechoncha y sabia que también se viste de hombre, y que dice ser una bruja. En el libro se suceden sus andanzas y las reflexiones que hablan de universales. Es un libro para leer más de una vez.

2006. La catedral del mar. Ildefonso Falcones.


El autor contaba que le había costado cuatro años escribir esta fascinante novela sobre la Barcelona medieval. Otra vez una novela histórica se imponía sobre otros subgéneros de la narrativa y, no solo eso. Se publicó en el mes de marzo y el 23 de abril se convertía en el libro más vendido en Sant Jordi. La primera novela del abogado catalán alcanzó a finales de año el millón de ejemplares vendidos. Es la historia de la construcción de Santa María del Mar y gran parte del tirón que tuvo se debió a que Los pilares de la Tierra, de Ken Follet, ya se había convertido en un long seller y al tratar el mismo tema, atrajo la atención de los lectores. 


2007. Tierra firme. Matilde Asensi.


Es la novela con la que empiezan las aventuras de Martín Ojo de Plata, o lo que es lo mismo, Catalina Solís disfrazada. Su manera de salvar la vida será convertirse en uno de los contrabandistas que surcaban los mares en el Siglo XII. Es la primera de una trilogía en la que de nuevo se mezclan historia y aventuras, como vengo diciendo, el género de más éxito en esta primera década de siglo.


2008. La conspiración de Yuste. Víctor Fernández Correas.


Y de una novela histórica con aventuras, a otra. El debut literario de Víctor Fernández Correas lo constituye una novela que narra una intriga alrededor de los últimos coletazos del reinado de Carlos I de España y V de Alemania. La documentación, la narración, la ambientación, la construcción de personajes, hacen de esta novela un goce para los sentidos. Como curiosidad, decir que este libro nace de un relato, Epílogo Imperial, que resulta premiado en el I Primer Certamen de Relato Corto 'Princesa Jariza' de Jaraíz de La Vera.


2009. Los demonios de Berlín. Ignacio del Valle.


En esta novela de Ignacio del Valle se vuelven a mezclar historia e intriga, creando un híbrido literario que funciona. El final de la segunda guerra mundial, y un misterio a resolver que nos enseña a un soldado enfrentándose a demonios ajenos y propios. Todo con el fin de rescatar el amor de una mujer. Quizá se me ha olvidado decir que en todas las historias, cualquiera que sea el género, hay siempre una historia de amor.


2010. Dime quién soy. Julia Navarro.


Una novela que recorre los primeros años del siglo XX, que entremezcla hechos reales con la vida del personaje principal al que solo pude encontrarle una pega: el exceso de páginas. En este momento aún no se habían popularizado los ebooks y el primer recuerdo de este libro es lo que pesaba, por encima de lo que contaba, y eso no creo que sea muy bueno (por mucho que me pase). Como no podía ser de otro modo, la década termina mezclando historia y literatura.



martes, 30 de marzo de 2021

¿QUÉ LIBRO SE PUBLICÓ CUANDO NACISTE? 1991-2000

 Sigo con mis entradas recopilatorias. Me parece interesante saber qué libro se publicó en el año en el que nacimos, aunque solo sea como mera curiosidad. En el caso de los libros de esta década, como ya están más próximos, no voy a ser tan rigurosa con los que aparecen en los temarios de literatura, puesto que son mucho más cambiantes.


1991, Sin noticias de Gurb, Eduardo Mendoza.


Leí las entregas que iban apareciendo en El País y más adelante adquirí esta misma edición de Círculo de Lectores. Este libro, una sátira ambientada en la Barcelona preolímpica me divirtió muchísimo. Todo en esta novela roza el surrealismo, pero hay una gran dosis de realidad y crítica social que en su momento, leída en el contexto del tiempo en el que se escribió, era muy fácil detectar. Y es Mendoza, un genio.


1992, Lo peor de todo, Ray Loriga.

Conocí a Ray Loriga por cuestiones hospitalarias, toda la gente que podía presentarlo en la biblioteca de Azuqueca se había puesto enferma, así que me llamaron para que condujera la charla. El día anterior no sabía nada de él, pero esa misma noche me bebí esta novela y redescubrí en ella que mis ganas de contar historias no habían muerto en la adolescencia, solo estaban dormidas. En la charla me regaló un ejemplar de Héroes que perdí en una mudanza, probablemente nunca me recupere de lo torpe que fui.


1993, El club Dumas, Arturo Pérez Reverte.


Pérez Reverte es un autor que pocas veces defrauda, uno de esos seres extraordinarios que pueden escribir de lo que quieran porque siempre lo acaban resolviendo bien. El club Dumas mezcla aventuras, intriga y literatura. Una novela a la que siempre se puede volver.


1994, Historias del Kronen, José Ángel Mañas.


La revolución que supuso la obra de José Ángel Mañas tiene que ver con la frescura que imprimió al Premio Nadal, esa conexión con la generación que crecía en nuestro país, la que se llamó Generación X. Tiene un ritmo vertiginoso que se acomoda al modo de vida de los personajes y un lenguaje muy próximo para quienes vivieron ese momento.


1995, En mitad de ninguna parte, Julio Llamazares.


Es una recopilación de relatos de este autor que ya es considerado un clásico de nuestra literatura. La sorpresa es la tónica general en ellos, unos relatos que en principio fueron publicados en prensa.


1996, El capitán Alatriste, Arturo y Carlota Pérez Reverte.


No fue la primera novela de Pérez Reverte que leí, pero sí una que me fascinó de principio a fin, esa manera que tuvo de conjugar historia, aventuras, placer por la lectura y frescura pintando un momento clave de nuestra historia. La escribió con su hija Carlota, que ayudó con la documentación. Recuerdo que él decía que en los libros de texto de aquella época apenas se dedicaban dos páginas a un siglo tan fascinante como el Siglo de Oro y quiso que su hija conociera el momento, de ahí el proyecto. Creo que si echase un vistazo al desastre de programas que hay ahora, un cuarto de siglo después, se echaría las manos a la cabeza de verdad.

1997, La hija del caníbal, Rosa Montero.


Una de las novelas más hermosas de Rosa Montero, en la que hace una disección del momento vital de la protagonista, en plena crisis emocional. La desaparición de su marido sirve de excusa para poner frente al espejo y está narrada con un lenguaje muy cuidado, que matiza las personalidades de los distintos personajes.


1998, Atlas de Geografía Humana, Almudena Grandes.


Fue la novela que consagró a Almudena como una de nuestras grandes narradoras de finales del XX y principios del XXI. Cuatro mujeres pasan por las páginas de este libro mostrándonos sus miedos, sus deseos, sus pasiones, sus triunfos y sus fracasos. 


1999, Marina. Carlos Ruiz Zafón.


El libro llegó a casa como lectura obligada para mi hijo en el instituto, mucho después de haber leído La Sombra del viento. Es una novela que mezcla lo real y lo sobrenatural, una novela de autodescubrimiento y aprendizaje de los personajes que sigue fascinando a generaciones diferentes.


2000, La fiesta del chivo, Marío Vargas Llosa.


Una reflexión que enlaza hechos reales con ficticios, una novela persuasiva y vital, donde se derrama la mejor prosa del Premio Nobel,