domingo, 8 de enero de 2012

LA LISTA DE LOS CATORCE DE NACHO GUIRADO

Desde que empecé a hacer reseñas en el blog siempre han sido libros que acabo de terminar. Sin embargo, hoy decido rescatar uno que ocupa su sitio en las estanterías de casa, La lista de los catorce, de Nacho Guirado. Me gustó mucho en su momento y creo que se merece tener un sitio por aquí.

Lo primero que me llamó la atención es que la historia arranca en Guadalajara, ciudad en la que nací. No conozco muchas novelas en las que mi tierra tenga protagonismo, (Viaje a la Alcarria, de Cela y poco más) así que esa fue la primera razón para acercarme a la novela. Una razón idiota, pero al fin y al cabo, me empujó a leer. La otra razón fue el que el protagonista fuera su abuelo, que estuvo prisionero en la cárcel de Guadalajara hasta 1943. Mi abuelo materno también estuvo allí, desde 1939 hasta más o menos ese año. Esta última fecha no la tengo del todo clara porque mi madre nació después, pero ambas calculamos que salió aproximadamente en aquel año.

Así que, con mis dos razones, empecé una novela que me duró muy poquito entre las manos.

La lista de los catorce arranca el 6 de diciembre de 1936, con el bombardeo de la aviación franquista que arrasó la ciudad de Guadalajara. Ese domingo, día de mercado, muchos civiles mueren y la respuesta popular no se hace esperar. Se produce el asalto de la prisión, con el objetivo de vengarse a través de los prisioneros franquistas. De entre los presos, catorce son de Yunquera de Henares, y de ellos sólo uno logrará salvarse, Ramón Lobo.

Años después, en 1943, Ignacio Blas Notario, sindicalista socialista, es conducido desde Guadalajara a Asturias. Su pena de muerte ha sido conmutada por veinte años de trabajos forzados. El sufrimiento vivido durante la guerra no le abandona, pero en Asturias aparece una luz, Luisa, una muchacha de la que se enamorará. Con ella intentará superar las heridas, construir una nueva vida en Asturias y seguir adelante, pero la aparición de Ramón Lobo, frustrará esas expectativas.

La novela está basada en la historia de la familia del autor, concretamente la vida de su abuelo materno. No es una historia de ganadores y perdedores, es algo más. En esta novela hay amor, traición, historia… Nacho Guirado ha sabido crear, a partir de elementos reales, un relato de ficción que se sostiene, que te mantiene leyendo con interés durante sus 448 páginas. Creo que hacer esto es realmente difícil.

Cuando inventamos partiendo de cero, cuando como autores creamos personajes, somos libres de hacer lo que queramos con ellos, de componer las situaciones que hagan que todos los elementos encajen a la perfección. Sin embargo, cuando te encuentras con la realidad, es complicado. A lo mejor tú, como escritor, querrías contar historias espectaculares pero topas con que la realidad es otra, más sencilla o más absurda. Nacho ha confesado en entrevistas que algunas veces tuvo que tirar de imaginación para completar el relato.

Nacho Guirado nació en Oviedo en 1973 y trabaja como fisioterapeuta y osteópata. Ha sido finalista del premio de novela corta Cristóbal Zaragoza con su obra El beso que no di. También obtuvo el segundo premio de novela corta Ciudad de Dueñas (Palencia) con Antes de las doce y en 2005 ganó el primer premio en el Certamen Internacional Alfonso Grosso de Sevilla con Retratos de familia. Finalmente ganó el premio de narrativa de la Diputación de Guadalajara por su novela No siempre ganan los buenos. Ha escrito dos novelas negras: Muérete en mis ojos y No llegaré vivo al viernes. De éstas también he leído No siempre ganan los buenos, novela que por cierto, le he debido prestar a alguien y no ha vuelto a casa.

sábado, 7 de enero de 2012

FELICIDADES

Hoy toca felicitar a Alejandro, mi hijo. (Álex, perdón, siempre se me olvida que tú ahora quieres que te llame así).Ya tiene, ¡puf!, ¡doce años! El tiempo, eso que algunos dicen que no existe, se encoge cuando le recuerdo chiquitín y no parece tanto. No tenía que haber nacido tan pronto, le faltaban unas semanas, pero decidió salir a echar un vistazo por si los Reyes le habían traído algo. Siempre ha sido impaciente este niño.




Tampoco me extenderé en contaros cómo fue nuestro encuentro. Dos palabras, como hice con su hermana: larguísimo y desconcertante. Sin tener ni idea de qué iba la cosa me convertí en mamá. Yo siempre metiéndome en líos. No venía con instrucciones y tardé tres años, con sus días y sus eternas noches, en encontrarle el botón de apagar el llanto. Ahora, afortunadamente ya no llora nada, come bien, se viste solo (aunque tengo que darle la ropa…), saca muy buenas notas y excepto porque siempre deja las deportivas en medio para que yo tropiece con ellas, se puede decir que es un buen chico. Es una broma. Es un tesoro, como hijo y como persona.

¡FELICIDADES, AMOR!

viernes, 6 de enero de 2012

MAÑANA DE REYES

He sido muy, muy buena este año, seguro. Los Reyes Magos se han acordado de mí y me han dejado una cafetera, una muy chula de cápsulas monodosis. Se ve que venían los pobres un poco pillados de sueño y le faltaba una cápsula al paquete, pero se lo perdonaré. No sé a cuál de los tres será al que le gusta el café, tendré que investigar, aunque me han llegado rumores de que podría haber sido Baltasar. El caso es que el regalo me ha encantado. Estaré pendiente, no sea que cuando salga a la calle me caiga un piano en la cabeza o el mismísimo Georges Clooney en persona. Puestos a elegir… ni el piano, ni este señor, que me queda un poco mayor. Si se puede elegir me pido que me caiga encima Raoul Bova, que es más joven y mucho más guapo, pero que no se entere nadie…


También me han traído, aunque por paquetería, que están de un moderno que no hay quien los soporte, un libro: Crónica insignificante. En papel. Por fin lo voy a poder leer sin dejarme los ojos, tomándome un café de la cafetera nueva. La pena es que no sea verano, para disfrutarlo en la terraza, pero bueno, debajo de una manta tampoco se está mal leyendo. Es mi libro del año, así que no podía ser otro. Lo pedí y ha llegado. On time, como algunos aviones.

El último regalo ha sido verles las caras a las dos fierecillas que viven conmigo, abriendo sus paquetes. Son tan lindos que hasta que no nos levantamos no son capaces ni de tocar el celo de uno solo de los envoltorios. Ni siquiera nos despiertan. Se quedan ahí, esperando con paciencia a que abramos los ojos para que no nos perdamos sus caras. No tengo ni idea de quién les ha enseñado eso, yo estoy segura de que nosotros no hemos sido.

De todas maneras este no ha sido mi mejor año. Hace doce, cuando me levanté, una contracción me avisó de que muy pronto tendría un muñeco. Mañana te lo cuento.

¿A ti qué te han regalado?

jueves, 5 de enero de 2012

EN MARCHA

El medallón de la magia, ni próxima novela, saldrá a la venta a finales de febrero, a través de lulu y se podrá encontrar en papel y en formato digital.
 

El medallón de la magia es el principio de mi aventura porque fue la novela que hizo que perdiera el miedo a dejar que los demás leyeran lo que escribo y me demostró que cuando quiero, puedo. Es justo que yo le dé una oportunidad, igual que este libro me la dio a mí.

Dentro de poco, cuando todo esté listo, os enseñaré la portada definitiva, os presentaré el argumento, conoceréis un poco a los personajes y os diré cómo nació esta historia. Un aviso. No se parece nada a otra cosa que haya escrito antes, pero, como siempre será muy fácil reconocer que es mío.

Consideraré esto como un adelanto de los regalos de Reyes. ¿Tendré algo más mañana cuando me levante?

martes, 3 de enero de 2012

Escribir, escribir, escribir...

He pasado unos días complicados, en los que he ido saltando de la euforia al caos emocional de tres a cuatro veces al día. Me ha pasado más veces, y suele coincidir con los días ligados a momentos de gran estrés, de tener que ocuparme de demasiadas cosas en muy poco tiempo. A finales de año se junta la Navidad, los cumpleaños de todos en casa (menos yo), los puñeteros regalos, la función del cole y sus disfraces, el hospital y el trastorno de horarios que causa, las clases, los exámenes, la ropa que se amontona esperando que la planche (y que sigue esperando), la compra, un golpe en el coche, las muñecas que quiere Aitana agotadas… Se pasa, pero mientras dura se pasa mal.


Para tranquilizarme un poco aparqué lecturas pendientes, para cuando me sienta mejor. No es justo leer un libro sin prestarle toda tu atención. Al principio ni siquiera me apetecía escribir pero tengo más suerte de la que merezco y, además, unos oídos que saben escuchar, unos ojos que saben mirar más allá de lo que está en la superficie y, pasito a paso, he vuelto a ser yo. Ahora tengo un ataque de hiperactividad pero sin moverme de mi rincón, sin tareas extra que me pongan al límite. Es lo bueno de las vacaciones. Estoy escribiendo, mucho más que en los últimos meses. En momentos así es mejor que me deje llevar, que deje que mis dedos dancen por el teclado, que bailen al son de la melodía que escucho en mi cerebro. Da igual el resultado, la mayor parte del tiempo es solo mío, nadie más va a leerlo porque no pienso dejar que nadie lo haga. Eres egoísta, escucho de vez en cuando. No, soy práctica. Al fin y al cabo no soy, ni seré nunca, escritora. Soy juntadora de palabras, inventora de sueños que se quedan siempre a medias. Si nadie lee lo que escribo, si nadie entra en mis sueños son mucho más míos y poco importa cómo terminen.
Ahora tengo tres historias empezadas. Vamos a ver, tres historias grandes. Pequeñitas, de las que se quedaron en semillas que jamás darán su fruto, hay montones. Esparcidas por discos duros de ordenadores dejados de lado, prisioneras en algún cuaderno de anillas, relatos como hijos abandonados por una madre horrible que se ha ido olvidando de ellos. Mis tres historias grandes están en distintas fases de crecimiento.



La primera de ellas, diría yo que es adolescente. Más o menos empieza a tener personalidad y está tan rebelde que no soy capaz de controlarla. Por más que le pongo apoyos por aquí y por allá, siento que se me escapa de las manos. Si fuera una planta, necesitaría una poda urgente y algún que otro injerto. Si fuera un adolescente, una buena reprimenda y clases particulares. Llevo mucho tiempo sin añadirle una coma, quizá debería prestarle algo de atención.

La segunda. ¡Ay, la segunda! Está en etapa de madurez y creo que necesita cirugía estética urgente. Un cambio radical, quedarse con la esencia, con el tono, pero darle una vuelta tremenda a la forma. Está condenada al fracaso si no hago algo, el peor de los fracasos diría yo, porque corre un riesgo que las otras dos no tienen y es que su madre la deje en la puerta de algún desconocido cualquier día y no vuelva a buscarla jamás. O en la papelera de reciclaje, donde fue a parar un día que me enfadé con ella, pero regresé a buscarla porque aunque quiera ser mala malísima, no me sale. Tengo que ver si hay talleres para esto y apuntarme. He descubierto que cuanto peor persona eres mejor te va, pero no es el tema hoy.

La tercera es recién nacida, fruto de este estado de confusión mental en el que vivo, y es una gamberrada. Producto de la lectura de un libro que no me gustó nada, de esos tan malos que al final acaban inspirándote. Me acordé de Cervantes cuando la empecé, salvando el océano de distancia que siempre nos separará, cuando tratando de burlarse de las novelas de caballerías acabó escribiendo El Quijote. No creo, ni por lo más remoto, que me pase eso. No soy ni buena, ¡cómo para ser genial! El libro en cuestión, el inspirador, con su portada maravillosa y sus ventas espectaculares, me decepcionó muchísimo. Muy chulita yo, me dije que sin esforzarme ni un poquito era capaz de escribir mejor.

A veces, cuando me pongo así no me soporto.

Empecé a hacer algo que nunca hago, un esquema de lo que tenía que ocurrir. Siguiendo las pautas del género. Al pie de la letra, como si se tratase de un trabajo escolar. Me puse un plazo que no sé si voy a cumplir porque acaba en dos meses y me falta mucho para terminar, sólo llevo seis capítulos. Pero es que soy bruta, decidí que tenía que escribir diez páginas cada día y para eso hay que tener al menos una hora libre al día. A mí a veces me sobran minutos y cuando tengo más tiempo es porque no estoy durmiendo bien. A pesar de todo, he logrado juntar 30.000 palabras. Serán las vacaciones...

El caso es que me he prohibido corregir nada. De vez en cuando tengo que volver atrás porque a veces ni me acuerdo de lo que ha ido pasando y debo evitar incoherencias graves. Como el otro día, que a un personaje le cambié el nombre y para otro acabé escribiendo X porque ya no me acordaba de cómo le había llamado. Luego cambié otro nombre por el de una alumna, que sueña con que llamen como ella a un personaje de novela y no me cuesta nada hacerla feliz. Lucía, la gritona. Tendré que ponerle también algo de su loca personalidad al personaje.

Me gusta la sensación de estar haciendo esto, de no tomarme en serio nada. De volver a escribir como cuando escribí Su chico de alquiler o Armando, otra novela adolescente que anda por ahí perdida. La libertad que siento al pensar que no habrá nadie juzgando, que lo hago sólo porque es la mejor manera que conozco para llenar mis horas. Leer y escribir. Sería la persona más feliz del planeta si pudiera dedicar mi tiempo a estas dos cosas. De vez en cuando también escucharía música conduciendo mi coche y cantaría a pleno pulmón. Pero solita y con las ventanillas cerradas que no quiero abrumar a nadie.

En medio de todo esto he tomado una decisión: publicar El medallón de la magia. En lulu, como las otras dos veces, una autoedición que tendrá como las anteriores un recorrido corto, pero que cerrará el ciclo que empecé sin darme apenas cuenta de donde me metía hace ya cuatro años. A partir de aquí, lo que haga no lo sé ni yo. A veces soy tan complicada que ni yo misma, que me conozco, soy capaz de seguir mis propios pensamientos.

Ha empezado la cuenta atrás.