lunes, 30 de mayo de 2016

LA VÍSPERA DE CASI TODO DE VÍCTOR DEL ÁRBOL

Premio Nadal 2016


Sinopsis:

Germinal Ibarra es un policía desencantado al que persiguen los rumores y su propia conciencia. Hace tres años que decidió arrastrar su melancolía hasta una comisaría de La Coruña, donde pidió el traslado después de que la resolución del sonado caso del asesinato de la pequeña Amanda lo convirtiera en el héroe que él nunca quiso ni sintió ser. Pero el refugio y anonimato que Germinal creía haber conseguido queda truncado cuando una noche lo reclama una mujer ingresada en el hospital con contusiones que muestran una gran violencia. Una misteriosa mujer llamada Paola que intenta huir de sus propios fantasmas ha aparecido hace tres meses en el lugar más recóndito de la costa gallega. Allí se instala como huésped en casa de Dolores, de alma sensible y torturada, que acaba acogiéndola sin demasiadas preguntas y la introduce en el círculo que alivia su soledad. El cruce de estas dos historias en el tiempo se convierte en un mar con dos barcos en rumbo de colisión que irán avanzando sin escapatoria posible.

Mis impresiones:

No esperéis una reseña normal porque no me salen. A estas alturas, los que atravesáis el espejo eso ya lo sabéis, pero quizá aterrice en este espacio algún despistado buscando que le resuma o analice concienzudamente la historia con la que Víctor del Árbol ha ganado el último premio Nadal. Si es así, no sigas leyendo, busca otro blog que te haga un resumen -estoy segura de que lo encontrarás-. No tengo que demostrar a nadie que no sea yo misma que lo he leído, por lo que solo me guardaré aquí lo que he sentido al deslizar mis ojos por las palabras del libro.

Si tienes tiempo, te cuento una historia...

Hace treinta años, más o menos, una tarde de verano me emocioné profundamente. Hacía mucho calor y yo agotaba la tarde tumbada en el suelo de mi habitación buscando el frescor de las baldosas. Esperaba a que el sol se pusiera para poder salir a la calle con mis amigas sin morir aplastada por el bochorno del verano castellano. Ese mismo calor había acabado con mis ganas de leer y para entretenerme puse una emisora de radio en el radiocasete. No sé de qué estaban hablando, no lo recuerdo porque no dejó ninguna huella en mi alma.

Hasta que apareció él.

No sé quién era.

No recuerdo su nombre.

No me acuerdo de la canción.

Solo sé que de pronto un chico empezó a tocar la guitarra. Era un tema conocido y él un aficionado al que le habían dado la oportunidad de cantar en una emisora de radio. Solo tuve que escuchar los primeros acordes que sus dedos extraían de la guitarra para prestarle atención. Solo tuve que oír su voz, las primeras palabras entonadas, para reaccionar. Apreté el botón de grabar sin pensar en la cinta que estaba en ese momento dentro. Me daba lo mismo lo que sepultasen esa melodía y esa voz, porque estaba segura de que no era tan emocionante como lo que estaba escuchando en esos momentos.

Durante mucho tiempo, esa canción me acompañó cada día. Era una canción imperfecta a la que le faltaba el principio, pero que había conseguido arañarme por dentro. Una canción que daba lo mismo las veces que la pusiera porque siempre despertaba sensaciones en mí.

Es curioso, pero tiempo después, cuando la escuché interpretada por su autor no me provocó absolutamente nada. Eran las mismas notas, los mismos acordes en la misma secuencia. Mi indiferencia al escucharla no tenía sentido salvo... salvo cuando me di cuenta de que era en la ejecución donde estaba la clave. Era la pasión que ese muchacho desconocido ponía en cada palabra que salía de su garganta. Era lo que me transmitía mientras le escuchaba.

Es lo que me ha pasado con esta novela.

Víctor del Árbol no usa una sintaxis distinta, no tiene palabras propias, sino que emplea las que contiene el diccionario de la RAE, no cuenta una historia que no me pueda contar otro -hasta tiene mucho en común con otras historias contadas por él mismo-, pero consigue, con elementos al alcance de cualquiera, provocar sensaciones muy intensas. Lo mismo que me pasó con esa canción. En cada párrafo, en cada oración, deja que se cuele una parte de su alma y es capaz de llegar hasta la mía, en una conexión que es pura magia.

Como siempre digo, no es el qué, es el cómo.

En ese cómo, me ha parecido un acierto la elección de los tiempos verbales. Pasado para el pasado, presente para esa otra parte que se entremezcla con la primera, en una estructura a la que ya nos tiene acostumbrados. Y me gusta cómo, poco a poco, desmenuza a los personajes. Mientras por un lado avanza la trama, de manera paralela sabemos del pasado Paola o Eva; de Daniel, de Germinal y de Mauricio. Entendemos cómo han llegado hasta esa noche que elige narrarnos datándola en cada capítulo. Ni siquiera los secundarios se quedan al margen. Ni siquiera los que ya no están vivos son olvidados por la intensa mirada del autor. Ni siquiera los que no existen aunque lo parezca.

Hay novelas que pasan sin dejar huella, que no te sacuden aunque estén bien escritas. Y otras, tan especiales, que en cada página te van pellizcando el alma. Con sus frases. Con la emoción que se desliza entre sus líneas. Con unos personajes que laten con tanta fuerza, que cuesta creer que solo sean producto de la imaginación del autor.

Escribir no consiste en colocar el sujeto en su sitio. Consiste en descolocar el alma de quien te lee.

Necesito un sombrero de los que hace Mauricio para descubrirme ante cómo lo hace Víctor.

Cómo me gusta su voz, esa que es única, inconfundible y mágica. Suya y de nadie más. Reconocible y segura. Distinta. Una voz con alma, llena de matices. Una voz que se vuelve música en la sinfonía que compone con cada novela.

Una voz como la de ese chico desconocido.

Yo quisiera aprender algún día. Ser capaz de hacer sentir con palabras, que quien lea lo escrito conecte con el alma de los personajes como si estuvieran vivos.

Como lo hace él, como el otro Víctor, como Pilar, como María José o como Mikel... esos escritores con los que he tenido la suerte de tropezar en este experimento en el que he jugado a ser escritora.

Seguiré leyendo, seguiré escuchando, seguiré dejándome las horas entre el alfabeto de su música y quizá algún día lo consiga.

Por cierto, en mi ejemplar la portada es diferente. Es la edición de Círculo de Lectores. Ni siquiera tuve que confirmarle a mi agente que era el libro que quería, porque ella me conoce tan bien que recordó que le había dicho que en cuanto saliera en la revista me lo apuntase. Por eso, la otra mañana, cuando llegó a casa, fue como un regalo inesperado (aunque en realidad el regalo me lo haya hecho yo sola).

Me ha durado muy poco en la mesilla y ha hecho que engorde mi agenda de las frases, donde anoto las que me van llamando la atención. Ahora toca dejarlo en la estantería hasta que algún día me apetezca volver a él. Ya no descarto, como hasta hace poco, releer. Desde hace unos meses estoy volviendo a los libros que me dejaron huella. No sé si busco encontrarme en ellos a la que era cuando los leí o espero que me descubran quién soy ahora.

Lo que sé es que me gusta la experiencia.

Mi ejemplar, en mi mesilla, cuando todavía no conocía toda la historia.


miércoles, 25 de mayo de 2016

EL PRECIO… DE UN EBOOK


Mucho se ha hablado del precio de los ebook desde que llegaron a nuestras vidas lectoras. No sabría precisar el momento en el que las versiones digitales de los libros se pusieron en marcha, aunque consultando algunas páginas se dice que fue a finales de la primera década del siglo XXI cuando se empezaron a comercializar dispositivos específicos cuya única función era servir de libros electrónicos. En cualquier caso, mi contacto con ellos se remonta a 2010, cuando lancé mi primer libro en este formato.

Decir que lo lancé queda muy bonito, pero en realidad se lanzó solo.

En la página donde colgué mi primera novela se incluía la función de lanzar un ebook de manera simultánea y lo autoricé, pero tampoco siendo muy consciente de ello, puesto que ni siquiera le puse un precio. Saltó a la red completamente gratis y ni siquiera me enteré de que andaba por ahí hasta que me rebotó la primera reseña desde México.

Un par de años después, cuando decidí subir las novelas a Amazon, ya sí puse un precio: 0,99€. Varias fueron las razones por las que me incliné por esta cantidad.

La primera, que yo era una completa desconocida y me parecía que no iba a haber nadie lo suficientemente loco como para pagar por uno de mis libros. Así de sencillo y así de sensato. Yo estaba aquí para experimentar y mal iba a salir el experimento si empezaba poniéndome zancadillas yo sola. La segunda, porque en este momento había una primera generación de autores que se empezaban a autoeditar y era el precio que tenían casi todos. Supongo que alcanzamos más o menos a la misma conclusión y hubo un acuerdo no hablado de intentar llegar a los lectores por ahí, desde un precio muy bajo, menos de lo que cuesta un café. Quizá así se nos diera la oportunidad de ser leídos (otra vez el sentido común). La tercera, esa totalmente mía, porque la profesionalidad en el trabajo que había hecho era más que cuestionable. Y no me refiero solo a la literaria (no contaba entonces ni con lectores cero que me dijeran mueve una coma), sino más bien al otro trabajo que nos toca a los autores que decidimos lanzarnos por nuestra cuenta, la de crear un archivo digital.

No os digo lo que sudé con eso, pero fue mucho.

En este tiempo, muchos autores se reunieron en varios grupos de Facebook y recuerdo discusiones airadas sobre el valor que deberíamos darle a nuestros trabajos. Los había que ponían el grito en el cielo por el hecho de que otros estábamos tirando nuestro esfuerzo al suelo por un miserable euro. Y lo que era peor, decían que tirábamos el suyo por la diferencia. Insistían en que nos organizásemos para subirlo.

Yo asistía a las discusiones más como espectadora que como otra cosa, estupefacta ante algunas intervenciones. Seguía en mis trece, pensando que las escaleras hay que subirlas peldaño a peldaño, sin correr, porque las prisas, me habían contado, no son buenas para nada. Y ahí estuve “tirando por tierra” mi categoría de autora (me da la risa escribir esto) porque me “vendía” por muy poco. E importándome muy poco la de los demás porque creo que cada uno tiene que demostrarla con algo muy distinto al precio: con calidad en lo escrito.

Tiempo después, bastante, decidí “revalorizar” todas mis novelas a la vez. Esta vez di un salto a 2,99€. Si hacía cuentas, los royalties obtenidos por una sola venta a este precio equivalían a siete de un euro, así que pensé que tampoco estaba mal probar.  Ya había vendido más de lo que me hubiera imaginado, así que no pasaba nada si me equivocaba y seguía (y sigo) experimentando. Y también hubo otra razón que me empujó a hacerlo y fueron algunos comentarios malintencionados en los perfiles de muchas novelas colgadas en Amazon, en las que se “disculpaba” su mala calidad por el irrisorio precio que costaban.

Me di cuenta de que ahora sí era el momento de cambiarlo.

La diferencia en las ventas, en números absolutos, se resintió, aunque no así los ingresos (calderilla, no os vayáis a pensar que esto da para mucho más que pagar la conexión a internet todos los meses). Me libré de esos comentarios, aunque no de alguno que se llevaba las manos a la cabeza por lo carísimos que eran. Ya veis, menos que un paquete de tabaco, pero…

Las editoriales, sin embargo, en su mayoría seguían con sus ebooks cerca de los diez euros. Yo me escandalizaba ante tal despropósito, pero no me dio por despotricar. Sencillamente como lectora ignoré los libros que costaban eso y me dediqué a otros más económicos. El resultado fue que conocí de primera mano a muchos autores nuevos, pude hacer una selección personal y, a día de hoy, puedo decir que tampoco me equivoqué mucho. La mayoría de los que me gustaron tienen una editorial detrás. Hubo alguno que me gustó mucho y se quedó por el camino, pero eso siempre pasa. No soy infalible en mis gustos (por fortuna, siempre tenemos que tener algo que nos diferencie de los demás).

Hoy me he dado una vuelta por el top de Amazon y casi no quedan libros a un euro. Alguna novedad en promoción. Alguno de autores que tienen otros nuevos y los están empujando de ese modo, pero poco más. Hay algunos ejemplares de autores muy conocidos que siguen costando un riñón y medio (12,34€ es una barbaridad), que seguiré ignorando por los siglos de los siglos (o hasta que salga en Kindle flash), pero la media está en torno a esos tres euros.

De momento, a mí me parece un precio justo.


¿Y a ti?

martes, 24 de mayo de 2016

LA FINALIDAD DE LA LITERATURA


¿Cuál es la finalidad de una obra literaria? Si la entendemos como arte, está hecha para que quienes se acerquen a ella disfruten. Placer estético, deleitarse entre palabras a las que el autor dispone de manera especial, para que provoquen al lector.

Emociones.

Sentimientos.

Otras veces no se va tan lejos, simplemente se busca contar una historia que ayude al lector a escapar de su realidad durante el tiempo en el que está sumergido en la historia.

Evasión.

Vivir de algún modo lo que nunca se viviría de otro.

Cuando, además de entretener y conmover, la obra literaria busca otros fines aparece la literatura comprometida, esa que busca sacudir conciencias dormidas y ponernos frente a la realidad el mundo que nos rodea.

Historia.

Presente.

Futuro.

Y, al final de esta lista, también es una catarsis, un sentimiento de liberación o serenidad. Un reflejo de lo que sentimos y, por qué no, también de lo que siente el autor.


Es otra forma de entender el mundo.

Es una forma más de vida.

lunes, 23 de mayo de 2016

¿SER ESCRITOR ES UNA PROFESIÓN?



Leo que la de escritor no es una profesión. Después de los primeros minutos de desconcierto constato que es completamente cierto. No lo es. No hay escuelas donde te den un título con el que avalar conocimientos, todo lo más, talleres sin ningún valor académico. Por lo tanto, no es extraño que no sea considerada en ningún momento una profesión, máxime cuando vivir de escribir es un privilegio vetado a la mayoría de los que se empeñan en entender el mundo reflexionando con palabras, creando historias que en muchos casos solo son metáforas de la realidad.

Esas metáforas que a veces, por más sencillas que sean, a muchos se les escapan...

Un escritor no hace nada heroico, no se levanta cada día con un horario estricto ni se juega la vida cuando sostiene la pluma o teclea en el ordenador. No produce bienes de primera necesidad.

¿Cuál es el rendimiento en términos tangibles que se extrae de una novela? Para los demás, quizá el libro, si llega, colocado en una estantería. Para el mismo escritor, si no es un éxito rotundo de ventas, ninguno. Lejos quedan los libros que cambiaron el mundo, los que traían ideas nuevas que cambiaron la forma de entender la sociedad. Los que provocaron revoluciones y derribaron hasta los cimientos de algunas creencias arraigadas durante siglos. Por los que se mató y se murió. Ahora, lo que se publica repite esquemas, vuelca las mismas historias una y otra vez solo con el leve retoque de la voz personal del autor y eso, con suerte, cuando el autor la tiene.

¿Por qué escribimos entonces?

Yo no sé por qué lo haces tú.

Solo sé por qué lo hago yo.


viernes, 20 de mayo de 2016

TUS PROPIAS DECISIONES

Hay momentos en los que la vida te pone en la tesitura de tener que elegir. Entre lo que crees que es lo mejor para ti y lo que los demás esperan.

Elegir lo que los demás esperan lleva enredado el fracaso, porque al final no has sido tú quien ha tomado las riendas y ha hecho lo que sentía que debería hacer. Y eso, al final, te pasa una factura inasumible.

Me puedo equivocar. Siempre. Puedo tomar las decisiones más tontas que me conduzcan a errar de lleno, pero serán mis decisiones. Lo que yo quiero. Lo que siento. Y como son lo que quiero y lo que siento, lo asumiré.

Lo que sería incapaz de procesar es hacer algo tan solo por complacer a otro, por un capricho, por una idea mal entendida de lealtad. Y eso, a día de hoy, lo descarto porque me anularía como persona, me convertiría en un juguete en manos de otro y no estoy dispuesta.

Mis renuncias, siempre mías.

Mis pasos, los que yo decida.

Mis errores, los que cometa por mi propia falta de juicio.

Mis aciertos, los que me gane.

Ya lo hice alguna vez en el pasado. Escuchar lo que no debería haber escuchado, fiarme y creer, dar pasos de los que no estaba plenamente convencida y que fueron tropezones de libro. Es verdad que con ellos he aprendido. Mucho. Sobre todo he aprendido lo que digo, a hacer solo lo que yo esté convencida. Sin dejarme llevar por el miedo a perder a alguien o porque quizá he pensado que otros podían saber más que yo.

¿Alguien sabe más que nosotros mismos de nuestra propia vida?

No lo creo.


Por eso voy a seguir mi instinto. Voy a esperar a que lo que está en marcha siga su proceso. Y si acierto, bienvenido. Y si me equivoco… pues también, porque es lo que quiero.