jueves, 1 de marzo de 2018

¿POR QUÉ A MÍ?

Todos nos hacemos esta pregunta montones de veces a lo largo de la vida. Muchas, las más diría, relacionado con algo negativo. ¿Por qué me ha tocado a mí esta enfermedad? ¿Por qué ha tenido que ser a mí a quien le ha caído un tiesto encima del coche? ¿Por qué a mí no me ha tocado la lotería con la falta que me estaba haciendo?

Y así, hasta el infinito.

Pero a veces te la haces al contrario, le das la vuelta a la frase, piensas un rato y te preguntas por qué a ti en cosas positivas.

¿Por qué a mí me tuvieron que tocar estos dos niños tan maravillosos que tengo?

¿Por qué se tuvo que cruzar en mi camino Ulises?

¿Por qué hace unos años me eligieron a mí para leerme tantas personas?

Son preguntas retóricas, la mayoría llevan el absurdo enredado en el planteamiento. Nunca, por más que nos las hagamos, encontraremos la respuesta. Tampoco a las que a mí me siguen palpitando dentro, entre las que destaca una: ¿Por qué me van a querer volver a leer a mí?

Parece una tontería, pero no lo es. Cuando voy a una librería física me doy cuenta de todos los títulos que hay y me mareo. Si hago la búsqueda en un libro en Amazon, acabo tropezando con millones más. ¿Por qué alguien iba a dejar todos los demás de lado para prestarle atención a los míos?

Abruma.

Nada, que mientras se hacen los guisantes me estaba preguntando cosas.

miércoles, 28 de febrero de 2018

UN POCO DE NOSTALGIA

Web del hotel


Hoy el Ritz de Madrid ha cerrado sus puertas por reforma y yo me he puesto nostálgica. Es normal, me voy haciendo mayor y acumulo ya muchas historias en la memoria.

Incluso tengo una para este hotel, y esta noche me apetece contarla antes de irme a dormir.

Hace 5 años, cuatro meses y seis días -creo- atravesé la puerta del Ritz de Madrid. Era algo que en la vida imaginé que me iba a suceder a mí. Nada más poner un pie en el vestíbulo, noté  una pirueta extraña y me sentí transportada a otro tiempo. Parecía que después de saludar al botones que me había sujetado la puerta, había retrocedido un siglo. La música en directo de un piano llegaba desde la cafetería y el personal lucía impolutos unos uniformes que solo había visto en las películas. Durante unos momentos, miré mis zapatos, mi blusa dorada de seda y el pantalón marrón que vestía y, aunque eran muy bonitos -lo siguen siendo, pero ya no entro en la 36-, desentonaban.

La razón por la que estaba allí hace cinco años, cuatro meses y seis días se llamaba Ken Follet. Una entrevista. Yo no tenía que estar allí, no era a mí a quien le correspondía hacerle las preguntas sino a una amiga bloguera, Tatty, a la que convencí para que no dejase pasar la oportunidad de su vida. Aunque para ello yo tuviera que acompañarla hasta la puerta, que es donde me quedé. Yo no estaba acreditada, así que no podía entrar en la habitación, pero en el Ritz la amabilidad es norma. Me dejaron en la cafetería, escuchando ese piano en directo.

Y terminando de darle forma a un sueño.

Ese día, en el Ritz de Madrid, mientras mi amiga Tatty entrevistaba a Ken Follet, yo terminé de revisar Detrás del cristal arropada por el sonido de un piano en directo. Creo que las decisiones que tomé ese día no estuvieron mal, porque la novela fue mágica.

Por eso hoy me he puesto un poco nostálgica, para mí ese hotel tiene mucho que ver con mi novela: lleva enredado el recuerdo de un par de momentos de esos que no se repiten más veces en la vida.

Nunca volveré a coincidir con Ken Follet.

Nunca volveré a escribir una novela como Detrás del cristal.

jueves, 22 de febrero de 2018

LA ÚLTIMA FRASE




"Se atrevieron, incluso, a llevar el pelo corto."

La novela termina con un cambio.

De vez en cuando,

hace falta.


En ello estamos...


Pixabay

martes, 20 de febrero de 2018

ANTES DE QUE LA VEAN OTROS OJOS

Pixabay


En estos días que hemos vivido rodeados de plagios -no parece haber fin en este tema-, se me ocurre que podemos hablar de la protección que podemos darle a nuestras novelas. Un paso imprescindible para mí es el Registro de la Propiedad Intelectual de la obra en la delegación de Cultura de tu provincia.

Sé que es pesado, que si encima el registro lo haces en persona y no online te cuesta dinero: fotocopias numeradas de la obra por una cara, encuadernadas, con una portada en la que aparezca el nombre del autor y, si lo usara, su seudónimo y las tasas de gestión (unos trece euros la última vez que fui). Firmadas en la primera y la última página.

Te pones a sumarle a eso el combustible del coche, el aparcamiento y un café que te tomes porque te lleva la mañana y se pone en un pico.

Yo no me lo salto porque entiendo que forma parte del proceso. Asumo que si quiero tener algo a lo que agarrarme si me plagian, como pasó en Wattpad, tengo que tener los documentos que demuestren que ese libro es mío y no de otra persona. Y, si tuviera que denunciar en un tribunal, poder aportar pruebas del delito.

Porque el plagio es un delito, no nos olvidemos.

Existe una plataforma, SafeCreative, en la que se pueden hacer registros en la red. Sirven, supongo, pero la fiabilidad de tener documentos oficiales yo no la desestimo por esto, a pesar de que sea mucho más caro. Al fin y al cabo, como mucho en un año he registrado dos novelas y otros años ni siquiera una.

Tampoco es para tanto.

Os voy a decir lo que hago yo. En cuanto tengo la obra la registro en esa página, antes de pasarla a los lectores cero. Confío en ellos plenamente, para eso son mis lectores cero, pero quiero que quede constancia en alguna parte de que ese texto ha salido de mi cabeza ya en esa fecha. No creo que vayan a hacer un mal uso de él, pero la vida me ha ido demostrando que ser cauto siempre viene bien.

Cuando ya la han revisado y paso yo a hacerle la siguiente revisión, cuando me convenzo de que todo está en su sitio, es cuando visito la sede de Cultura, que en Segovia está en la Plaza de la Merced. El trámite me lleva toda la mañana, porque tengo que recorrer 100 Km entre la ida y la vuelta, aparcar, algo que en el centro de Segovia es complicadísimo y esperar en el banco a que me toque pagar. No sé cómo puede haber tanta gente siempre...

Solo cuando esto está hecho, envío la novela a la editorial.

Ese es mi sistema, de momento, va bien.

lunes, 12 de febrero de 2018

ATAJOS, TRAMPOSOS Y LA PÉRDIDA DE LA ILUSIÓN.



Desde que empecé a publicar -antes de Amazon-, este blog ha sido mi cuaderno de bitácora sobre la escritura. Muchas de mis experiencias, de mis enfados cuando algo no parecía justo, están aquí. Los logros y los fracasos. Los principios, los finales, mis lecturas y lo que escribo.

He recogido mi experiencia en la autoedición en Amazon desde principios de 2012 y mi salto a la publicación tradicional, y hoy me veo en la obligación de hablar de lo que ha pasado este fin de semana. Porque creo que el silencio ha sido una consigna que hemos respetado todos -algunos más que otros- durante demasiado tiempo y ese silencio está costando mucho.

A algunas personas se les ha ido la salud, todos hemos perdido dinero -luego explico por qué- y muchos, muchísimos, hemos perdido la ilusión. Aunque no sea autoeditada, quiero que sepáis que me afecta exactamente igual. Amazon es también el escaparate de los autores que no somos superventas y he sido eclipsada del mismo modo que los demás.

Todos, autoeditados y autores con editorial, sobre todo quienes escribimos romántica, hemos sido víctimas en esta locura.

A todo esto, ¿qué ha pasado?

Pues lo cuentan muy bien en un blog, si queréis podéis mirarlo. Alguien se ha cansado del despropósito que llevamos sufriendo mucho tiempo y ha abierto la boca en el momento que ha tenido pruebas en la mano. Y se ha liado la de Dios es Cristo.

Se han descubierto plagios, se han puesto encima de la mesa prácticas que no son ilegales -la republicación no lo es-, pero que se saltan los principios básicos de la ética y ha hecho reventar el chiringuito que tenían montado a costa de hacernos perder dinero a los demás.

¿Lo explico ya?

No sé si conocéis el programa unlimited. Consiste en que los clientes de Amazon, a cambio de una tarifa plana de alrededor de diez euros pueden acceder gratis al préstamo de las novelas que están incluidas en el programa.Cada vez que una de estas personas toma prestada una novela en unlimited y la lee, el autor recibe una pequeña aportación por página. Diminuta y variable, que depende de una cosa que es el fondo mensual para unlimited. Ese fondo es el dinero que han aportado todas las personas que tienen el programa contratado. Cuantas más páginas se lean en total, menos cobrará cada autor por página porque se reparte ese fondo entre todos.

Si dos personas son las que tienen en el top la mitad de las novelas que lo componen -a saber cómo, que eso deberían explicárnoslo porque me despierta muchísma curiosidad-, significa que de sus novelas se están leyendo muchas páginas. En realidad les dará un poco igual cobrar un pelín menos por página, porque casi todas las que se leen son suyas. A mí, que en todo el mes me han leído, pongamos 2000, me irán restando poco a poco. Perjudicándome de alguna manera.

No sé si se entiende del todo lo que quería decir cuando me refería a que todos perdemos dinero. Ya, si te han plagiado, ni te cuento lo que pierdes. Mis personajes son mis otros hijos...

En realidad esto a mí me da igual, con mis páginas leídas al mes no tengo ni para tomarme tres cervezas, pero hay mucho más detrás de todo esto. Estos atajos, estas trampas, ni me extrañan ni me preocupan en absoluto. Siempre se dice que la verdad tiene las patitas muy cortas y todo, tarde o temprano, se acaba sabiendo. Y pudiéndose demostrar.

Lo que me molesta, de verdad, es otra cosa: la pérdida de la ilusión.

¿Sabéis lo que cuesta escribir una novela? Desde luego, sin copiarla de nadie, sin plagiar, no se escribe en una semana. Ni estando ocho horas al teclado, y menos de 300 páginas. Por muy mala que sea, por muy poco planificada que esté, por horrorósamente puntuada que te la encuentres. NADA. En una semana es imposible.

¿Os creéis que no lo he intentado y que hablo solo de hipótesis? Pues no sé si habrá alguien más loco que yo por ahí y que le dé por experimentar más, no sé si muchas personas son capaces de meterle a las novelas empujones de diez mil palabras, pero lo he intentado. Ni aun así se escribe tan rápido. O sí, pero el cagarrio que sale no vale ni para borrador del borrador. No os creáis a los gurús que están intentando convencer a medio mundo de que todos tenemos un escritor dentro del alma porque NO. Ni somos unos genios ni hay tiempo suficiente.

Para traducir una novela desconocida con el traductor de Google, mandarle a alguien por cuatro duros que le dé una vuelta para que no suene tan raro y publicarla con una portada chula y una sinopsis llamativa pues igual con una semana llega. ¡¡¡Pero no me digáis que no es cutre!!!

Además de ilegal, feísmo porque sería un plagio, horrible porque te apropias del trabajo de otra persona que, igual ni se entera, pero como se entere como poco perderá dos kilos y se pegará una panzada a llorar. Esto tampoco es una hipótesis. Dos veces me han plagiado Su chico de alquiler, que hace falta ser imbécil para plagiar esta novela con la cantidad de veces que la he promocionado. Era cuestión de tiempo que alguien me lo dijera.

Lo dicho, que perdí un par de kilos, lloré como una boba y tardé dos horas en lograr que la quitasen. Y le lancé una maldición -permítalo Dios que te toque la lotería- a la persona que puso la segunda porque le puso una portada que era para castigarla a copiar mil veces: "Esta aberración de protagonista no es Javier Muñoz, el mío es mucho más guapo".

Por cierto, ahora que he llegado a Javier, os cuento lo de la ilusión. Acaba de hacer un año que publiqué Entre puntos suspensivos. La novela se mantuvo en el top de Amazon un par de días, justo el del lanzamiento y otro, y después se perdió en el maremagnun de novelas publicadas a un ritmo exponencial. Y aquí viene la pérdida de la ilusión y volvemos al programa unlimited.

Si una novela está en este programa, cada página leída tiene dos premios. Uno, el dinero que lanza a la cuenta corriente del autor. Dos, las posiciones que sube en el ranking. Eso se llama visibilidad.

Entre puntos suspensivos salió sin unlimited, como la mayoría de las novelas de editorial, a las que se les da un tiempo para que se defiendan solas. Vamos, como si te sueltan en una batalla que se libra a espadazos con un silbato: no duras diez minutos. No tuvo opciones. Daba igual lo que se promocionase, total, "si tú ya tienes editorial", me decían, no te estreses. Coño, como si eso fuera todo, como si me pagasen los royalties sin vender. "si tú ya la tienes papel", como si la visibilidad el papel no tuviera nada que ver con que la gente hable de la novela.

Mi novela, en realidad como las novelas de muchísima gente, se perdió.

Un trabajo largo. Dos meses de borrador. Dos meses de reposo. Dos meses de reescritura. Dos meses de espera hasta que supe que se publicase. Dos meses para la primera revisión del digital. Dos meses para la revisión del papel. ¡Ostras! ¡Un año!

Y esta ha sido la novela que más rápido he escrito porque llevaba AÑOS pensándola. Documentándome. Soñando con los personajes. Lo tenía todo tan claro que salió a borbotones. Pero sin simultanear con otra, sin publicar nada más.

Lerda que es una y no es capaz de ir más deprisa. Y total, para nada, para que la gente prefiera leer esas otras cosas.

Aunque, ¿de verdad alguien leía eso? Porque nadie lo reconocía pero ahí estaban.

Tal vez es que hay algo más que se nos está escapando.

Por cierto, otra vez la romántica ha sido el género al que le ha caído una tonelada de mierda encima y ¿sabéis por qué? Porque consentimos demasiadas veces que todo el mundo se crea que es un género en el que vale todo, que se diga que no exigente. Porque este todo vale del que han sido un nefasto ejemplo ha hecho que proliferen auténticos horrores que le dan una patada en la boca a la verosimilitud y se pasan por el forro las mínimas normas de sintaxis y ortografía. Pero claro, es que todo valía.

Pues no, no vale todo.

Ya está bien.

Como lectores deberíamos empezar a ser más justos. Elegir con más criterio. Yo os juro que lo intento y cuando encuentro novelas que valen la pena, lo cuento. Y cuando no me gustan, no me dedico a machacarlas. Hago algo mucho más útil: me quedo calladita, que estoy más guapa y no le hace daño a nadie.