martes, 26 de enero de 2021

ESTA NUEVA NORMALIDAD





No me gusta la palabra, detesto el concepto, detesto en lo que nos estamos convirtiendo, en seres sin vida más allá de las paredes de nuestras casas, sin posibilidades de socializar, sin momentos para interactuar con alguien que no sea una de las personas que comparten refugio con nosotros.

Detesto esta nueva normalidad, que nos ha robado casi todo.

He descubierto que sin salir al mundo, no hay nada que contar. Que las conversaciones con otros no tienen motivos interesantes porque no hay nada interesante en moverte por la casa, ir al baño, limpiar los suelos o hacer arroz tres delicias para comer. No hay nada que podamos contarle al otro en una llamada o un mensaje que no sea intrascendente.

Y tienes la estúpida, inquietante y horrorosa sensación de estar perdiendo el tiempo.

Es más, cada vez hay menos conversaciones, las respuestas a tus inquietudes ya las sabes, entonces ¿para qué preguntar? Si mandas un mensaje, se queda en visto o en no leído, porque, ¿qué va a decir?

No hay planes más allá de sobrevivir otro día.

No hay metas.

No hay cafés compartidos.

Ni siquiera se puede respirar sin mascarilla.

No recuerdas el olor de tu madre o la suavidad de sus manos, ni siquiera percibes el mundo como antes, no tienes ganas de contar nada porque, en realidad, no hay nada que contar.

Sientes que muchas historias se acabaron hace casi un año, aunque hayas intentado por todos los medios aferrarte a ellas. Que tus libros, todo eso que te hacían vivir, ya no volverá a ser lo mismo, porque cuando salgas de esta estarás cansada y arruinada, imposibilitada para retomar la vida donde la aparcaste el pasado mes de marzo.

Qué estúpido virus.

Qué guerra más tonta.

Qué soledad más intensa.

Qué mierda de futuro.

Dan ganas de irse a dormir durante años.

sábado, 16 de enero de 2021

QUIERO UNA CITA DE ERIKA FIORUCCI

 



Sinopsis:


Ciara Whelan quiere una cita. Su último novio, quien la dejó de una forma terrible hace un año, acaba de casarse y hasta le envió una notificación por correo. Si eso no es una señal de que se está quedando atrás en eso de conseguir pareja, no sabe qué más puede ser.

Como buena Community Manager, buscará la ayuda de su amigo Google y de todas las redes sociales a su alcance para lograr su objetivo: una foto perfecta para compartir; pero terminará sumergida en ese laberinto sin salida que es para cualquier mujer peligrosamente cerca de los treinta, y con dos números en su talla de pantalón, conseguir hombres solteros y que busquen una relación seria. Por las malas le tocará descubrir que no es suficiente querer una cita, hay que querer "una cita con", y para eso no sirven los algoritmos porque todos mienten en sus perfiles.

Mis impresiones:

La verdad es que estos días no estoy siendo capaz de escribir ni siquiera un post de Facebook de más de cuatro líneas sin que me cueste la vida, así que embarcarme en la reseña de una novela, algo que nunca me ha costado demasiado, me ha provocado un problema imprevisto: llevo un rato empezando y borrando, porque ninguna de las palabras que acababa en la pantalla, y que después borraba con furia, eran las que sé que están en alguna parte de mi mente. 

Mucho más ordenadas que salían.

Así que me he dicho: adelante, escribe como esa gente de principios del XX, los que dejaban que su conciencia fluyera sin preocuparles de si el resultado era inconexo, estrambótico o incomprensible. Y resulta que tampoco funcionó, así que me volví a regañar y me dije: por favor, guarda solo tus impresiones de la novela, aunque no te salga tan bonito como quieres. Hazlo.

¿En serio no vas a poder? ¿Le vas a conceder a este puñetero bicho esa ventaja sobre ti misma?

(Aquí una serie de insultos variados y la firme convicción de que no, que si no me han vencido otras cosas, esto tampoco).

Quiero una cita es una comedia romántica y es Erika Fiourucci en estado puro. Es como ella, tiene el buen humor y su energía personal, esa que derrocha en su canal de YouTube (aquí), ese sentido del humor que ella tiene y esa tremenda capacidad para hilar en su discurso series, libros, películas, que me pregunto de dónde saca el tiempo para ver tantísimas cosas (y la rapidez para encontrar en cada instante dónde citarlas).

Erika elige una protagonista femenina, Ciara, que está cercana a la treintena. Trabaja en Boston, en una empresa de comunicación manejando las redes sociales y no tiene pareja y tampoco citas. No le preocupa en absoluto, esto es algo que no ocupa ni un rinconcito de su mente. Pero lo parece solo hasta que su ex, el pretencioso Jon (se ha quitado la hache del nombre para que sea más exótico) tiene la maravillosa idea de mandarle una invitación para su boda.

¡No se lo puede creer! 

Después del modo en el que acabaron, ¿por qué hace eso? Es este hecho el que desata en ella toda una serie de inseguridades que ni siquiera sabía que tenía y acaba embarcada en una ruta de citas. ¡Madre mía qué citas! Me han mantenido con una sonrisa en los labios y con ganas de tirarle a más de uno los zapatos de Ciara a la cabeza.

Ese buen humor de Erika quita hierro a todas las estrambóticas situaciones por las que hace pasar a su personaje y despierta ciertas reflexiones. Porque la novela no se queda en una comedia de humor, es también una divertida reflexión sobre las citas, las redes sociales, sobre nuestra nula capacidad a veces para ver lo que tenemos justo delante de las narices, sobre la amistad, sobre la familia, que siempre está para apoyarnos... Ha habido un momento, una de las veces que Matías, uno de los personajes, habla con Ciara, que lo que le está diciendo nos lo podrían decir a cualquiera. Tal vez como los consejos de Moira, la hermana de Ciara, su visión de la vida que es la de alguien que tiene bien puestos los pies en la tierra.

La novela está narrada en primera persona por la protagonista, por lo que tenemos siempre presentes sus pensamientos, sus ideas y, como decía, ese humor que a veces es bastante irónico. Al principio de los capítulos aparece un título y me costó más de media novela encontrarle cierta lógica a que pusiera, tras él, el título de la novela y "episodio", seguido por un número que no siempre iba correlativo. Es necesario leer para entenderlo, aunque no necesita explicación, cuando llega el momento tú solo entiendes a qué se refiere.

Siento no ser capaz de transmitir con palabras más precisas lo que me ha llegado de esta novela. Es una comedia romántica, es un libro corto, perfecto para hacer lo más maravilloso que puede hacer contigo un libro: entretenerte, hacerte olvidar lo triste que sucede a tu alrededor. Y estos días, que yo he necesitado estar tranquila y de buen humor mientras las horas pasaban y mi cuerpo recuperaba la normalidad, mientras leía no me acordaba del dolor de estómago, ni del cansancio, ni de que la gente estaba en la calle a bolazo de nieve limpio mientras yo solo pude ver cómo caía por la ventana. Estaba refugiada en mi libro, a salvo de todas las tormentas.

También me ha hecho pensar, recordar citas desastrosas, darme cuenta de lo que a lo largo de la vida no vi porque no quise verlo o porque me pilló como a Ciara mirando a otro lado (en mi época no era el móvil, pero nos distraíamos igual). No le ha faltado a la novela esa otra parte de la literatura que la define: enseñar deleitando. Sin pretender aleccionar, sin subirse a un pedestal, ella nos lleva de la mano, o nos sienta delante de Moira con un café o de Matías, y nos ofrece, en lugar de madalenas, un consejo para Ciara que estoy segura de que ha removido algo dentro de mí.

Siempre os recomendaré a Erika, porque además en cada novela me lo pone más fácil. Empiezo y no quiero soltarlas. De hecho, ayer cuando la terminé hubiera seguido leyendo unas páginas más. 

Esta novela la tenéis en kindle unlimited si tenéis la promoción activa, completamente gratis, y por solo tres euros en digital. También en papel, todo esto en Amazon. (Aquí me ha poseído el espíritu de Ciara, la Community Manager de su trabajo en una productora de contenidos digitales y he hecho su trabajo.)

Ahora en serio, Quiero una cita está disponible en ese enlace.

domingo, 10 de enero de 2021

YA NO PUDE ESQUIVARLO MÁS

 Decíamos en los deseos de fin de año que a 2020 no podía seguirle otro año peor, pero también hay un dicho "no escupas hacia arriba, que te dará en plena cara". Lo tuve muy presente en mi mensaje, no porque sea una pesimista redomada, no lo he sido, ahora ya no sé en qué me estoy convirtiendo.

Lo que sí soy es muy pesada con las normas. 

Las respeto, sobre todo si creo en ellas, y procuro inculcar eso a los que me rodean. Por eso, desde que empezó toda esta puta locura en la que se han convertido nuestras vidas, tengo la casa regada de botecitos de gel, hay mascarillas para surtir un consultorio, me lavo las manos, no salgo apenas, mantengo la distancia e incluso he renunciado a ver a las personas que quiero con toda mi alma porque no soportaría ponerlas en peligro.

Lo he hecho todo bien y, sin embargo, el 2 de enero di positivo. No me llega la energía para estar enfadada, solo para plantearme si tanto esfuerzo merece la pena. 

A ratos me digo que sí, que algún día podre volver a dar un beso de verdad. Que repondré los abrazos que ya me están haciendo falta. Que volveré a pasear sin mascarilla y que un café en una terraza volverá a ser un placer cotidiano y no algo extraordinario. 

A ratos me angustio en esta espera interminable y no consigo ver ese futuro que anhelo. En días como hoy, en los que la tarde me ha dejado sin fuerzas, en los que respirar cuesta un poquito, en los que la cabeza está tan revuelta como el estómago, a ratos me pregunto para qué pelear.

Sé que esta confusión es producto del cansancio que provoca mi batalla interna. Que probablemente he perdido ya tantas cosas irrecuperables que no soy capaz de relajarme y ver que siempre hay un cielo azul por encima de las tormentas y que nada es irremplazable porque el mundo es inmenso y tiene mucho que ofrecer. A un amor, le acaba siguiendo otro. A un libro terminado, enseguida se le pone sustituto. A una pasión que se apaga la sustituye una nueva y el mundo sigue.

Siempre que sigamos vivos.

Y, como pienso seguir viva, esto terminará acabando.

jueves, 7 de enero de 2021

LA BIBLIOTECA DE LOS SUEÑOS IMPOSIBLES

 La primera novela que he leído este 2021 es de Lin Rina, un fantástico libro muy feelgood que me regalaron el año pasado, pero que se me despistó en mi biblioteca digital y no la vi sino hasta que me recordaron que la tenía.


Sinopsis:

A finales del siglo XIX, Animant Crumb es una chica de 19 años rara: le gusta leer y detesta la manía que tiene su madre, como cualquier otra madre de su clase, de buscarle el mejor marido. La pelea con la señora Crumb es constante, pero Ani consigue una tregua cuando su tío le propone que viaje a Londres para ser la asistenta del bibliotecario con más malas pulgas de todas las Islas Británicas: Thomas Reed. Y la verdad es que lo es, pero debajo de esas capas de misterio y malhumor, Animant irá encontrando a un hombre con gran sensibilidad. Además, descubrirá que tienen mucho más en común de lo que pudiera parecer.

Esa no es la sinopsis editorial, he decidido reescribirla y también voy a matizar otra cosa, hablar de que sigue las huellas de las grandes damas de la literatura clásica como Jane Eyre es un poco exagerado, supongo que es cosa de la editorial para vender, pero no es muy acertado. Animat es un personaje atractivo, envolvente, te vas leyendo la novela sin darte cuenta porque es muy agradable, pero jamás podrías confundir este con un libro clásico.

No es una historia de amor de las que nacen a fuego lento y que culminan en fuegos artificiales. Sí es verdad que vamos viendo cómo los personajes encajan poco a poco, pero el final es tan, tan, tan precipitado, hay tan pocas escenas de verdadera intimidad entre ellos (conversaciones que no sean telegráficas, no me estoy refiriendo a otra cosa), que cuando acaba el libro te quedas pensando que te falta alguna página.

¿Significa esto que no me ha gustado? Para nada, me ha gustado mucho y ha sido una lectura muy agradable para empezar este año, pero le pasa como a muchos libros de editorial, que no sé por qué se empeñan en vender algo que no está dentro. Bueno, claro que lo sé, pero es un error porque los lectores no somos tontos. 

(Los que compran solo bestsellers de tapa dura para regalarlos porque son gordos y van a quedar bien, esos sí, pero no los voy a contar como lectores sino como consumidores de libros para otros).

La novela está narrada en primera persona con la voz de de Animant. Son 47 capítulos y un prólogo y tienen títulos individuales que empiezan por el orden que ocupan, siguen todos igual y rematan con una especie de resumen rápido del contenido del capítulo. Algo así:

    1. Primero, o cuando mi tío vino de visita.
    2. Segundo, o cuando mi butaca de lectura se mudó a Londres.
    (...)
    46. El último, o cuando me fui.
    47. El último de verdad, o cuando ocurrió todo.

Al ser una novela ambientada en una biblioteca, esperaba que hubiera alguna referencia más a libros de la época. No digo que no las haya, pero muchas veces son ensayos y me han quedado un poco lejanos. No he encontrado que los libros fueran un protagonista más de este libro, los noté más como un complemento.

La historia que cuenta la novela fluye divertida. Si bien el ritmo no es rápido, la traducción ha hecho un buen trabajo (hay que reconocérselo, hay traducciones que son para darse un tiro en un pie) y se disfruta. Yo quería seguir leyendo, quería que me contase cómo funcionaba la máquina de clasificar y me apetecía ir cada mañana con Animant a su trabajo. Es una novela muy feelgood y muy agradable. No sé si es por todo lo que nos rodea en este último año, mi propia situación personal o qué, pero este año no me apetecen en absoluto historias truculentas. Ni leídas ni en películas. Las voy a esquivar con toda mi energía y me voy a concentrar en los libros bonitos y buenos que son muchos.

He empezado bien 2021, a ver si con la siguiente novela tengo la misma suerte.

martes, 22 de diciembre de 2020

JAMES EN LAS TRINCHERAS (LA COLINA DEL ALMENDRO)

Las trincheras, a medida que avanzaba la guerra, se convirtieron en ciénagas infectas en las que los soldados malvivían, compartiendo el espacio con el barro, los gusanos, las ratas, la nefritis, la gangrena y la multitud de infecciones que provocaba toda aquella falta de higiene. La muerte, compañera indeseada de todo conflicto, rodeaba a los hombres y les robaba también el descanso en un lugar donde el insomnio se volvió crónico. Por las noches, cuando las tinieblas servían de protección y cesaba el ruido de las ametralladoras enemigas, era el momento de dar sepultura a los muertos y trasladar a los heridos en las ambulancias. Estas llegaban por caminos de tierra con las luces apagadas, sorteando los obstáculos como podían. (...) James se había acostumbrado al ritmo del puesto. Dormían cuando podían, casi siempre hacia la mitad del día y en función de cómo evolucionasen los heridos, pero estaba a cubierto de la intemperie y, aunque hacía frío, aquello parecía el paraíso comparado con la primera línea del frente, donde había pasado los últimos meses. La amenaza de la muerte se había distanciado un poco en su ánimo, había mejorado su salud, pero no se sentía bien. Mary no había contestado a su última carta. Se preguntaba qué podía haberle sucedido, o también, en otros momentos, si algo de lo que le escribió pudiera haberle molestado. La verdad era que no lo recordaba, las palabras de aquella carta se habían perdido en su memoria. No así las que ella le mandó, que seguía guardando con celo al lado del corazón y releía sin descanso, como salvavidas improvisado en aquel mar de desesperación. —Estás muy pensativo —le dijo Elsie, cuando lograron terminar por fin la tarea de aquella noche. Por fortuna, no habían tenido que amputar ningún miembro, que siempre era lo más desagradable. —Estoy cansado —contestó él. —Todos lo estamos. Esto está durando mucho más de lo que nos contaron, y la sensación que tengo es que tardaremos en ver el final. Eso, si llegamos vivos. Miró a los ojos al doctor, que a su vez se perdió en las pupilas grises de Elsie. «Si llegamos vivos». Lo había pensado mil veces, que quizá nunca volvería a casa, a Londres, que jamás se sentaría de nuevo en una mesa con mantel y cubiertos de plata y que, probablemente, no tendría la oportunidad de que Mary le perdonase. —¿Quieres un té? —preguntó Elsie. —Sí, gracias —contestó él. Elsie puso agua a calentar y después agarró una manta. Aproximó una silla a la del doctor y colocó la tela sobre las piernas de ambos, algo que James agradeció con una media sonrisa. No había con qué calentar aquel sótano que hacía de improvisado hospital, y las madrugadas se volvían gélidas. En el sótano, solo se escuchaban los gemidos de algún herido que pasaba la noche inquieto por las heridas y sus respiraciones, por lo que ambos empezaron a hablar casi en susurros. —¿Tienes ganas de volver a Londres? —preguntó Elsie. —Tengo ganas, sobre todo, de que esto acabe. _________________________________________________________ Lo dice James Payne de la Primera Guerra Mundial, en La colina del almendro. Cuando lo escribí, no me imaginaba que la sensación de James la íbamos a entender todos de una manera insoportablemente real. Esta novela es preciosa, de esas que se merecen no leer en vertical. ¿Le das una oportunidad?