sábado, 9 de julio de 2011

¡VAYA BRONCA!

El otro día, contraviniendo mis propias convicciones, decidí participar en un concurso. Tendría el día tonto, supongo. Se me olvidó uno de los requisitos que se pedían, y me reenviaron un email para decirme que faltaba el dato. Lo corregí, pidiendo perdón, y volví a mandar la solicitud.

Ahora resulta que me encuentro con otro email, donde me dicen que tengo otro dato mal (qué le vamos a hacer, no confundo las haches, ni la "b" con la "v", pero no entiendo nada de html, http o url), y que si vuelvo a mandar el formulario mal, tendrá que descalificarme, porque, a ver si me creo que puede estar enviando emails a todo aquel que se equivoca.

Yo he alucinado en colores, por supuesto no he vuelto a enviar nada, y pienso que es la primera y la última vez que se me ocurre hacer algo así. Esto, seamos serios, no es más que un juego.

Y cuando empieza la bronca, el juego se termina.

miércoles, 6 de julio de 2011

RAZONES POR LAS QUE UN LIBRO NO ME HA GUSTADO NADA.

¿Por donde empiezo? Quizá por el momento en el que lo elegí como lectura. Mi madre  tiene montones de libros en su biblioteca, así que, para pasar las horas de parque obligatorias en verano había que pertrecharse de material. No hay manera de leer en la tablet con luz solar, así que, por más que tenga libros en este formato pendientes, no servían. Necesitaba libros de verdad, y los míos están todos leídos. Elegí este ejemplar con un criterio simple: estaba a mano. 

Bueno, simple no, simplemente sin criterio. El resultado: horas perdidas.


Podría haberlo dejado abandonado a la primera de cambio pero soy cabezota y trataba de encontrar la razón que acreditase su perfecta encuadernación en tapa dura con sobrecubierta, algo que justificase que su autora ha vendido, según se indica en el mismo libro, quinientos setenta millones de ejemplares en su carrera. Y su precio, por supuesto. Bueno, pues tras concluir la novela, no he podido llegar a ninguna conclusión que avale todo esto. 

Perpleja estoy desde entonces.

No he leído más de esta autora y a lo mejor es que, vaya por Dios, he ido a elegir el peor ejemplo. ¡Quién sabe! El caso es que me he encontrado con un libro escrito sin ningún estilo, con una ausencia casi absoluta de metáforas, demasiado descriptivo, con una adjetivación muy pobre y una historia mal gestionada de principio a fin. El uso del lenguaje me resultó arcaico en muchos momentos, con expresiones que creo que están ya medio en desuso (miré la edición, por si era antiguo, pero se publicó en 2008), repleto de frases hechas. Recuerdo un consejo de Lázaro Carreter, de mi manual de lengua española de COU. Tenía un apartado que se llamaba El arte de escribir, que la profesora se saltó, pero yo no. Él insistía en que, un escritor, no puede escribir con muletillas ni frases hechas, debe evitarlas siempre, así como la repetición insistente de palabras. Estos dos errores están por todas partes en el libro.

He pensado que, tal vez, sea que la traducción es mala, pero no creo. Las descripciones de lugares donde transcurre la historia parecen hechas teniendo delante una guía de viajes. Por encima y sin pasión. Mi mente, que no sabe parar, ha estado maquinando justificaciones para todo, y la conclusión ha sido que esta señora ya no escribe, le dicta al ordenador, o a cualquier otro medio. Construye historias en las que pasan muchas cosas pero no las cuenta de manera que emocionen. Puede que en su momento lo hiciera bien. O puede que una película de esas que ponen los domingos a las cuatro se inspirara en ella. Entonces encajaría todo. Yo me entiendo.

Y no ha sido un descuido el no mencionar el título. Es que, simplemente, es para olvidar.

lunes, 4 de julio de 2011

EL COLOR DE LA MALDAD YA A LA VENTA.

Hoy inaugura su página Armando Rodera. En ella podréis encontrar su novela El color de la maldad, un thriller policiaco ambientado en multitud de lugares de la geografía española, del que ya os habló el mismo Armando hace un par de semanas, en otra de las entradas de este blog.
Esta entrada será cortita, lo justo para que os deis un paseo y descubrais su espacio. Ya hablaremos otro día de la historia.


Aquí os dejo también la portada.

La novela está disponible en varios formatos digitales: PDF, EPUB y MOBI, al precio de 2,99 euros y Armando, para abrir boca, nos dejará ver parte de la novela de manera gratuita.

Mucha suerte con tu aventura, Armando.

domingo, 3 de julio de 2011

EL VIAJE A LA FELICIDAD. EDUARDO PUNSET.



Yo sé que hay gente que se rinde con estos libros cuando llegan a la primera ameba, pero a mí me encanta como escribe Eduardo Punset, no lo puedo remediar. Adquirí mi ejemplar de El viaje a la felicidad en la nueva edición de bolsillo, a un precio muy interesante, y he estado leyéndolo, disfrutándolo más bien, durante un par de semanas, alternándolo con otros libros.

Siempre digo que no hago reseñas, sino impresiones, lo que cada novela, ensayo, cuento o poema me aportan. No busco objetividad pero sí que me impongo emitir juicios con respeto. Por eso, sobre todo con libros como éste, no resumo, sino que elijo un pasaje, algo que me haya movido a reflexionar. Me gusta especialmente este párrafo:

"El placer, el bienestar y la felicidad residen en el proceso de búsqueda y no tanto en la consecución del bien deseado. (...) La felicidad está escondida en la sala de espera de la felicidad"

Muchas veces se nos olvida que estamos viviendo. Ponemos nuestra mirada en el futuro, en las metas que nos marcamos, sin darnos cuenta de que se nos pasa la vida sin disfrutarla. Mi padre, un hombre muy especial, siempre nos decía, cuando nos íbamos de viaje, que no se nos olvidara parar muchas veces por el camino: "el viaje también son vacaciones", sentenciaba con toda la sabiduría que acumuló en su vida. 

Y llevaba razón. 

Hay que sentirse vivo en cada momento y no reservarse para esos momentos que pensamos de antemano que serán dichosos. Nos perdemos muchas cosas y puede que cuando lleguemos al objetivo ese no nos haga tan felices.

Otro momento del libro que me ha encantado es cuando habla del arte como camino para alejarnos nuestras propias limitaciones. Los libros, la música, contemplar una escultura... pueden convertirse en una manera de viajar a la felicidad, porque nos permiten regresar sin peligro y sin efectos secundarios. A lo mejor por eso me gusta tanto leer. Se vive, se siente, casi cualquier cosa y siempre sin peligro. Por muchos fantasmas que vivan en un libro, al cerrarlo se van a quedar ahí.

La última reflexión que quiero destacar es una que ha venido a mi cabeza muchas veces esta semana. Punset nos recuerda que hace apenas un siglo, la esperanza de vida del ser humano estaba en torno a los treinta años, el tiempo justo para reproducirse. Hoy, duplicada con mucho esa cifra, nos enfrentamos a un montón de tiempo que no sabemos todavía gestionar. 

He pensado en mi abuela, y en los últimos años en los que ha esperado pacientemente, sentada en su sillón, la llegada del último día.

viernes, 1 de julio de 2011

ADIOS, ABUELA.

Estos dos últimos días están siendo un poco raros. El miércoles falleció mi abuela, a los 96 años. La frase más escuchada en el tanatorio era, "es ley de vida". ¡Qué nerviosa me pone! No considero que sea ningún consuelo para quien pierde alguien a quien quiere, con quien ha compartido casi toda la vida. Por más que la persona que se va sea muy mayor.

El sábado, cuando fui a verla al hospital, estaba allí, físicamente, pero su cabeza se había perdido hace años, en ese confuso mundo de recuerdos mezclados en el que nos sumerge a veces el acumular años en nuestra biografía. Al darle el último beso (sin intuir que lo sería), le dije que tenía cosas que contarle. ¡Qué rabia que no pudiera entenderlas! Casi se me saltaron las lágrimas. No he podido hablarle de mis libros. Ella, que se las arregló para que aprendiera a leer y a escribir antes de ir al colegio, no ha podido leer nada de lo que he publicado.

La vida a veces es pura ironía.

En el tanatorio no había una gran acumulación de gente. Somos una familia pequeña, así que nos sobró tiempo para hablar. De bobadas, sobre todo. No sé qué me pasa con los velatorios. Siempre hago tonterías, por más que crezca. La noche que murió mi abuelo materno, mis primos y yo, pequeños entonces, nos dedicamos a contar chistes hasta que nos regañaron por reír a pleno pulmón. El miércoles, junto con mis primas Eva y Ana, nos dedicamos a hacernos fotos con el móvil.

Supongo que es una manera de autodefensa, un método inventado para impedir que las lágrimas surjan delante de todos. Parece que cuando es "ley de vida" no estuviera bien visto llorar.