Ayer cambié mi tarde eterna de parque por una excursión al campo con los niños. Nos montamos en el coche y recorrimos escasamente quince kilómetros (es lo bueno de vivir donde vivo) y junto a una amiga y un par de niños más, pasamos un par de horas a la orilla del Duratón. Jugaron con la arena, metieron los pies en el río, buscaron (sin éxito) cangrejos, gritaron como locos jugando a las cartas y nos costó un triunfo convencerlos de que se nos habían acabado las botellas de agua y los bocadillos, que pronto empezaría a anochecer y que era necesario volver a casa.
Sin querer vinieron a mi memoria otros veranos, otros momentos en los que la niña era yo.
Cada fin de semana mis padres preparaban comida, las cañas de pescar, la sombrilla y después de quedar con mis tíos acabábamos a orillas del pantano de turno (Entrepeñas solía ser el más habitual porque era el más cercano). Mis primos, mi hermana y yo inventábamos cada día juegos diferentes: hacer fortalezas de barro, jugar a repartirnos los coches que pasaban por la carretera (algunas veces pasaban más de veinte minutos entre uno y el siguiente)... Con la radio del coche a todo volumen montábamos conciertos en los que las estrellas éramos nosotros mismos, y aún nos sobraba tiempo para accidentarnos: algún anzuelo acabó en la mano de un pescador novato de seis años, o hay quien como yo conserva una cicatriz en la ceja, recuerdo de haber tratado de levantar la escopeta de perdigones de mi primo cuando pesaba más que yo.
A mi hermana tampoco se le ha olvidado el día en el que confundió un palo con una culebra de agua...
Ese tiempo ha quedado lejos y me lo recordó un cartel que prohibía la acampada libre (la de veces que el cielo del Alto Tajo fue nuestro techo) y hacer fuego entre mayo y septiembre. Quizá no se pueda recrear del todo el pasado pero estoy segura de que hay otras maneras de disfrutar del aire libre que no se limiten a sentarse en un banco del parque hasta que llegue la hora de volver a casa.
Por cierto, el sitio elegido ayer es el mismo donde tomé la fotografía que ilustra la portada de La arena del reloj.
MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
viernes, 15 de julio de 2011
lunes, 11 de julio de 2011
UNA CARTA
Este fin de semana he ido a visitar a mi madre y me he encontrado con una carta en su casa. Era para mí, de la Asociación Española Contra el Cáncer. El día 10 de junio hicieron una cena benéfica en Guadalajara, a la que asistí con mi familia. Desde que enfermó mi padre somos especialmente sensibles con este tema, y siempre que podemos contribuimos del modo que se nos ocurre: algunas veces saliendo con las huchas (con la vergüenza que siempre me ha dado), o simplemente asistiendo a este tipo de actos que suponen un pequeño empujón para que se siga investigando y apoyando a los familiares de quienes se encuentran envueltos en el proceso de la enfermedad.
El tema de fondo de La arena del reloj, una de mis novelas, de hecho el motor que impulsó su nacimiento, es precisamente esta enfermedad. Habla del proceso que pasa, no sólo la persona enferma, sino quienes están a su lado, que también enferman de alguna manera. Habla de todas las cosas que se plantea uno cuando la vida te pone cara a cara ante la muerte. Y lo hace partiendo de una biografía aparentemente sin interés: la de una persona más.
Sé que la portada no es demasiado atractiva, sé que no parece una historia cautivadora a priori, pero una vez que empiezas con ella os aseguro que sorprende. Mucha gente me llama al terminarla, o me escribe para decirme que he tocado sus sentimientos, que he logrado que se trasladen a otros recuerdos, los suyos propios.
Pero sigamos con la cena. Se me ocurrió que, si lo consideraban oportuno, podría donarles algunos ejemplares de La arena del reloj para que los sortearan después de la cena. Muchas personas e instituciones de Guadalajara aportan su granito de arena para hacer que la gente que va (casi todos con familiares envueltos en ese trance) se lo pasen bien y se lleven un buen recuerdo de la noche. Así que con la complicidad de mi madre les hice llegar los ejemplares y se sortearon en la cena. Fue divertido porque uno de ellos le tocó a una persona de mi pueblo que me conocía, pero que no tenía ni idea de que escribo. Al final, acabé firmando ejemplares y todo.
La carta que he recibido me ha traido recuerdos de hace ahora exactamente cinco años, cuando respirabamos con un nudo en el pecho, porque nadie quiere decir adios para siempre. Pero hay que hacerlo y aprender que, a pesar de todo, la vida sigue.
sábado, 9 de julio de 2011
MARIAN KEYES. LA ESTRELLA MÁS BRILLANTE.
Sinopsis:
En el 66 de la calle Star viven un grupo de personas de lo más variopinto: Katie, relaciones públicas de una discográfica; dos polacos y Lydia, una taxista peculiar comparten otro piso; Fionn, un jardinero a quien le gustan más las plantas que las personas y Matt y Maeve, una pareja en crisis. Un extraño visitante planea por los alrededores del número 66 de la calle Star, investigando a cada una de esas personas porque de ello depende una decisión que deberá tomar que le marcará el resto de su vida.
Mis impresiones:
Me gustó la portada y la recomendación de una amiga, así que me puse a leer esta novela y ha sido una grata sorpresa. Con un lenguaje brillante te transporta al mundo caótico de toda esta serie de personajes. Además, hasta el último momento no sabes quién es ese extraño personaje que hace que arranque la cuenta atrás, lo que ayuda mucho a que tú mismo te empujes para seguir leyendo sin parar. La novela empieza en el día 61 pero no va hacia atrás, es sólo un contador que tiene que ver con el personaje misterioso, un margen de tiempo en el que está obligado a tomar una decisión trascendental. Tiene un estilo que engancha y que me ha gustado mucho, esa nueva forma de literatura a la que llaman chick lit y de la que la consideran la reina. Las 556 páginas al final se me hicieron cortas. Hace tiempo que estoy viendo por ahí una de sus novelas, Un tipo encantador, y creo que me animaré a comprarla.
Por cierto, no sabía hasta hace poco que era chick-lit y cuando Maider me comentó que Su chico de alquiler le había parecido que podría encajar en este género no la entendí. Ahora creo que sé a qué te referías, aunque creo que todavía tengo que aprender mucho para aproximarme a Marian Keyes. Muchas gracias por confiar tanto en mí!!
Etiquetas:
chick lit
¡VAYA BRONCA!
El otro día, contraviniendo mis propias convicciones, decidí participar en un concurso. Tendría el día tonto, supongo. Se me olvidó uno de los requisitos que se pedían, y me reenviaron un email para decirme que faltaba el dato. Lo corregí, pidiendo perdón, y volví a mandar la solicitud.
Ahora resulta que me encuentro con otro email, donde me dicen que tengo otro dato mal (qué le vamos a hacer, no confundo las haches, ni la "b" con la "v", pero no entiendo nada de html, http o url), y que si vuelvo a mandar el formulario mal, tendrá que descalificarme, porque, a ver si me creo que puede estar enviando emails a todo aquel que se equivoca.
Yo he alucinado en colores, por supuesto no he vuelto a enviar nada, y pienso que es la primera y la última vez que se me ocurre hacer algo así. Esto, seamos serios, no es más que un juego.
Y cuando empieza la bronca, el juego se termina.
Ahora resulta que me encuentro con otro email, donde me dicen que tengo otro dato mal (qué le vamos a hacer, no confundo las haches, ni la "b" con la "v", pero no entiendo nada de html, http o url), y que si vuelvo a mandar el formulario mal, tendrá que descalificarme, porque, a ver si me creo que puede estar enviando emails a todo aquel que se equivoca.
Yo he alucinado en colores, por supuesto no he vuelto a enviar nada, y pienso que es la primera y la última vez que se me ocurre hacer algo así. Esto, seamos serios, no es más que un juego.
Y cuando empieza la bronca, el juego se termina.
miércoles, 6 de julio de 2011
RAZONES POR LAS QUE UN LIBRO NO ME HA GUSTADO NADA.
¿Por donde empiezo? Quizá por el momento en el que lo elegí como lectura. Mi madre tiene montones de libros en su biblioteca, así que, para pasar las horas de parque obligatorias en verano había que pertrecharse de material. No hay manera de leer en la tablet con luz solar, así que, por más que tenga libros en este formato pendientes, no servían. Necesitaba libros de verdad, y los míos están todos leídos. Elegí este ejemplar con un criterio simple: estaba a mano.
Bueno, simple no, simplemente sin criterio. El resultado: horas perdidas.
Podría haberlo dejado abandonado a la primera de cambio pero soy cabezota y trataba de encontrar la razón que acreditase su perfecta encuadernación en tapa dura con sobrecubierta, algo que justificase que su autora ha vendido, según se indica en el mismo libro, quinientos setenta millones de ejemplares en su carrera. Y su precio, por supuesto. Bueno, pues tras concluir la novela, no he podido llegar a ninguna conclusión que avale todo esto.
Perpleja estoy desde entonces.
No he leído más de esta autora y a lo mejor es que, vaya por Dios, he ido a elegir el peor ejemplo. ¡Quién sabe! El caso es que me he encontrado con un libro escrito sin ningún estilo, con una ausencia casi absoluta de metáforas, demasiado descriptivo, con una adjetivación muy pobre y una historia mal gestionada de principio a fin. El uso del lenguaje me resultó arcaico en muchos momentos, con expresiones que creo que están ya medio en desuso (miré la edición, por si era antiguo, pero se publicó en 2008), repleto de frases hechas. Recuerdo un consejo de Lázaro Carreter, de mi manual de lengua española de COU. Tenía un apartado que se llamaba El arte de escribir, que la profesora se saltó, pero yo no. Él insistía en que, un escritor, no puede escribir con muletillas ni frases hechas, debe evitarlas siempre, así como la repetición insistente de palabras. Estos dos errores están por todas partes en el libro.
He pensado que, tal vez, sea que la traducción es mala, pero no creo. Las descripciones de lugares donde transcurre la historia parecen hechas teniendo delante una guía de viajes. Por encima y sin pasión. Mi mente, que no sabe parar, ha estado maquinando justificaciones para todo, y la conclusión ha sido que esta señora ya no escribe, le dicta al ordenador, o a cualquier otro medio. Construye historias en las que pasan muchas cosas pero no las cuenta de manera que emocionen. Puede que en su momento lo hiciera bien. O puede que una película de esas que ponen los domingos a las cuatro se inspirara en ella. Entonces encajaría todo. Yo me entiendo.
Y no ha sido un descuido el no mencionar el título. Es que, simplemente, es para olvidar.
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