Eso es lo que he estado haciendo esta tarde: escribir. Pertrechada con mis armas, el procesador de textos y un café (solo, con hielo) me he lanzado a contar una historia que tenía en mente desde hace varios días y hoy puedo decir que esta vez no la borro.
Llevo un tiempo en el que estoy escribiendo casi más que nunca, pero que por alguna extraña razón nada acababa guardado en un archivo. Siempre había un "pero", algo que no me convencía del todo y como exigente que soy, se convertía en nada. Sin arrugar un folio, ya estamos en otro tiempo, me recordaba a esos escritores que emborronaban papeles y rápidamente los tiraban a una papelera atestada de ellos, como material inservible, desesperándose por su torpeza. Pero hoy, no sé por qué, he encontrado la tranquilidad necesaria para decidir que, esta vez sí, me quedo con mis palabras.
No sé qué ha cambiado. El escenario es el mismo, estoy sentada en el rincón de siempre. El silencio de la habitación sólo lo interrumpe el continuo tic, tac del reloj de pared y el traqueteo de las teclas bajo mis dedos, pero estoy segura de que la magia flota en el ambiente. Esa magia que te invade de pronto cuando encuentras la palabra justa, la frase correcta que transmite las imágenes que están danzando en tu cerebro.
No sé si alguna vez habéis experimentado esa sensación, la de ser sólo meros instrumentos, la de que alguien gobierna vuestros pensamientos y los empuja ordenados para que se conviertan en una historia con sentido. Yo, sí. Muchas. Es una sensación que me llena por completo, que se apodera de mí como la más potente de las drogas y que me arrastra sin que yo sea capaz de oponer la más mínima resistencia. No lo intento, la verdad, me gusta.
Me completa.
En estas ocasiones pararía el tiempo, lo detendría para saborearlo con calma, como se saborea el beso de un amante, la caricia que has esperado siempre y que por fin llega cuando menos te lo esperas. Es extraño porque estás solo, aunque te sientas en la mejor de las compañías. A lo mejor es Caliope, que no tenía otra cosa que hacer esta tarde y se ha venido conmigo, a susurrarme palabras al oído, para que yo las ponga sobre el blanco de la pantalla del ordenador.
Y las guarde para siempre.
MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
martes, 3 de julio de 2012
domingo, 1 de julio de 2012
TALLA 36
Hoy he ido de compras. En mi armario hay ropa de años anteriores suficiente como para no tener que plantearse una visita en pleno calor a las tiendas de moda, pero este año he tropezado con un imprevisto con el que no contaba en absoluto: un cambio de talla.
En mi vida esto es algo que no se ha dado con frecuencia. Me pasé toda la adolescencia estancada en los 49 kilos, uno menos de los necesarios para ser donante de sangre (me hacía mucha ilusión por esa época, pero no cumplía los requisitos, por eso lo recuerdo) y sólo experimenté un aumento ridículo de peso cuando acabé los estudios e ingresé en las listas del paro. Tanto tiempo en casa, sin horarios rígidos, suprimiendo los 7 kilómetros que caminaba cada día, comiendo a las horas que me apetecía… me hicieron engordar la friolera de ¡tres kilos! Ahí me mantuve otro montón de años, sin esforzarme, incluso fui capaz de pasar un embarazo en el que apenas engordé y volver a mi peso apenas quince días después del nacimiento de mi hijo.
Todo fue bien hasta que llegó el segundo embarazo. Puñetero donde los haya, lleno de contratiempos de salud que me encadenaron a un reposo forzoso. Engordé, claro y esta vez, a los quince días del parto, me seguían sobrando kilos. Y al mes. Y a los seis meses. Y al año… Lo achaqué a una lactancia muy larga, decidí que cuando acabase me pondría seria conmigo misma. Bueno, pues la vida no me dejó seguir con mis planes. Como siempre es ella la que traza el rumbo y nosotros, pobres mortales, lo único que podemos hacer es dejarnos llevar. La enfermedad de mi padre me generó un cuadro de ansiedad que mitigué a base de abrir la puerta del frigorífico. Sin que apenas me diera cuenta, la báscula marcaba cada día más kilos y yo no sentí la más mínima necesidad de poner remedio. Me veía… rellenita. Nunca gorda. Debe ser que mi sentido de la percepción de mi físico está adaptado para no sufrir…
A principios de este año tenía tos. Constante. Cansina. Impertinente. Una tos que no se iba de ninguna manera pero que no parecía asociada a nada grave. Un catarro que se llevó la tranquilidad de dormir de noche y, de paso, algún kilo de esos que tenía de más. No hay mal que por bien no venga, o en este caso, al contrario, ¿no?
Después de la tos, llegaron los disgustos. Virus que se colaron en mi sistema, contaminando mi tranquila existencia. Volví a ser víctima del estrés pero, esta vez, al revés que la otra, dejé de comer. Mi estrés me empezó a consumir. Tan rápido que acudí al médico asustada. Después de varias pruebas la conclusión es que no me pasa nada. Necesito tranquilidad, que lo que me altera se aparte de mi vida. Eso intento y a veces parece que tengo éxito. Otras la verdad es que no mucho… El caso es que he vuelto a comer, pero mi peso se ha estabilizado muy por debajo de donde estaba a principios de año.
Hoy, al comprarme ropa, he sufrido un auténtico impacto. Acostumbrada a la talla 42, a veces la 44, ver como unos pantalones de la 40 me los podía quitar sin desabrochar el botón ha sido extraño pero para nada tan raro como llegar a la caja, finalmente, con unos pantalones de la talla 36 y un vestido XS. Me he mirado al espejo del probador y si no fuera porque este cuerpo se parece mucho al que recuerdo de otro tiempo pasado, hubiera jurado que enfrente tenía a una extraña. Lo único que no me gusta de lo que veo es que las ojeras se han convertido en las protagonistas de mi rostro.
Tendré que dejar de mirarme a los ojos.
jueves, 28 de junio de 2012
ELLAS TAMBIÉN VIVEN. Mª PILAR MUÑOZ ÁLAMO
ELLAS TAMBIÉN VIVEN
Relatos de mujer.
Mª del Pilar Muñoz Álamo.
Editorial Círculo Rojo.
2ª Edición.
ISBN: 978-84-9991-507-4
Sinopsis:
Nosotras también soñamos, amamos, sufrimos… Somos partícipes de múltiples e interesantes vivencias con las que disfrutamos, aprendemos, reímos o lloramos, con las que crecemos física y emocionalmente, y que gustamos de compartir abiertamente con quienes nos rodean. Calificadas injustamente como el sexo débil y relegadas en muchos casos al silencio y al olvido, gozamos de buenas razones para alzar nuestra voz y expresar sin miedo lo que pensamos, lo que sentimos, lo que opinamos y lo que vivimos, en conjunción con la riqueza de matices que envuelve nuestra femenina forma de ser y que, indudablemente, nos hace ser especiales.
Esto no es sólo una recopilación de relatos. Es un paseo repleto de sentimientos y emociones que te llevará, de la mano de sus protagonistas, a sumergirte en un mundo de vivencias y experiencias que te cautivarán, y cuyo final, sin duda alguna, no te dejará indiferente.
Opinión personal:
Bajo este título, y el subtítulo Relatos de mujer, encontramos dieciséis relatos de distinta extensión, en los que la autora María del Pilar Muñoz Álamo, aborda distintos temas, siempre desde una perspectiva emotiva. Pero, a pesar del título, no son exactamente relatos que puedan llegar a tocar solamente las emociones de las mujeres, sino que también un hombre puede sentirse identificado con el torrente de sentimientos que se desgranan en cada uno de ellos.
La
prostitución como vía de salida económica en un momento desesperado, el
recuerdo de un amor prohibido, una infidelidad peculiar, o distintas
enfermedades como el cáncer o el alzheimer, son abordados desde la perspectiva
femenina, desde la voz particular de la mujer.
Me ha parecido muy interesante la manera en
la que terminan, dando siempre un giro inesperado al final, sorprendiendo al
lector con un desenlace que para nada es previsible. Quizá ahí, en lo
sorpresivo, en el torrente de sensaciones que provocan en el lector y en su
impecable factura, está el secreto de este libro de relatos. Son todos
especiales, ideales para saborearlos poco a poco, parándonos a pensar en lo que
nos cuentan pero también en lo que nos sugieren, en los pensamientos que
permanecen flotando en nuestro cerebro tras su lectura.
Es complicado elegir uno de ellos, quedarse
sólo con una pequeña parte de esta historia llena de historias, pero para mí ha
habido uno que me ha tocado de manera especial: el mejor regalo. Quizá ser
madre te coloca en una posición de empatía con la protagonista, con los
sentimientos que se le desbordan cuando se encuentra de frente con la
posibilidad de perder a su hijo. Reconozco que, aunque no soy de llorar con los
libros, alguna lagrimilla estuvo a punto de escaparse.
Uno que me ha parecido muy interesante es una
abierta infidelidad, que toca el tema del uso que hacemos de los ordenadores
hoy en día, el tiempo que nos roban para pasarlo en familia.
Mi consejo es que no dejéis pasar este libro.
Está editado por Círculo Rojo, pero si queréis saber más sobre el libro, sobre
la autora o conocer algún relato más de los que va publicando en su blog, este
es su espacio: www.ellastambienviven.blogspot.com Va ya por la segunda edición, así que será por algo.
Tengo que darle las gracias a Pilar, porque
me regaló el libro hace un tiempo. Un día abrí mi buzón y me encontré con la
sorpresa de que ahí estaba. Empecé a leerlo enseguida, pero no lo terminé hasta
hace poco, en principio porque me lo "secuestraron" y después por
falta de tiempo, pero me alegro mucho de haber conocido ya a todas sus "niñas".
miércoles, 27 de junio de 2012
EL RETO
Desde el Blog de una madre desesperada, Dácil me manda un reto. Consiste en decir una frase con la que te sientas identificada, algo que te defina de alguna manera, y después pasarle el reto a blogs amigos. Los blogs los pondré debajo. Ahí va mi frase:
"Lo imposible solo tarda un poco más."
sábado, 23 de junio de 2012
CELEBRANDO QUE SIGUES CONMIGO
Hoy sólo voy a compartir una captura de pantalla. Es una imagen que se ha repetido a lo largo de la semana en varias ocasiones y que me motiva porque, como digo en el título, celebro que él sigue conmigo. Su fuerza, sus manos tendidas siempre, lo que me enseñó, lo que me quiso, nunca se me van a olvidar. Siempre que abra las páginas de La arena del reloj, podré sentirle cerca.
La arena del reloj es muy íntimo, es un libro que te enfrenta a ti mismo, que te recuerda quienes en tu vida, al final, son importantes. A veces nos dejamos arrastrar por las circunstancias pero cuando el tiempo tiene un límite somos capaces de entender que no somos eternos y que el tiempo perdido es, siempre, imposible de recuperar. Somos capaces de "ver" quienes son realmente importantes.
¿Eres valiente? Pincha en la portada y descubrirás que la distancia entre tus sentimientos y tú está a sólo un euro.
¡Feliz fin de semana!
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