viernes, 7 de septiembre de 2012

MIRADAS



La forma en la que vemos el mundo depende, en gran medida, de nuestro momento vital. No es lo mismo si estás pasando un momento complicado, en el que las cosas se tuercen cada día, uno de esos que tienes la sensación de ser un trapo al que dos manos retuercen, girándolo cada una en una dirección distinta, que si de pronto tu vida se llena de luz, amor, éxito y felicidad.



Lo que transmites es completamente diferente.

Literariamente hablando, los primeros momentos vitales son perfectos para emocionar. La poesía, por ejemplo, está cargada de ejemplos en los que el sufrimiento del autor se refleja en cada una de las palabras:

               Puedo escribir los versos más tristes esta noche 
(Neruda)

               Sospecho que ese día el desamor estaba haciendo estragos en don Pablo, o quizá debería decir en el adolescente Pablo.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar. 
(Machado)


               Tampoco que es que este día Machado estuviera con el mejor humor del mundo.

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.         
(Quevedo)


               El dolor y el amor se mezclan en el poema de Quevedo, prueba de que no se sentía en una nube precisamente.

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
  y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
 las perdemos.   
(Manrique)


               No estaba muy optimista que se diga Jorge Manrique en este punto de sus coplas, aunque aquí el amor no sea el protagonista.

               Sin embargo, todos estos ejemplos, a pesar del dolor, a pesar del pesimismo que rezuman, emocionan porque lo que sintió el autor al escribirlo era tan intenso, tan auténtico, que necesitaba sacarlo para no estallar y el lector, humano, empatiza con sus sentimientos.

¿Quién en su vida no ha tenido un momento de bajón, un tropezón vital? No es necesario que el texto esté cargado de melancolía. Me acuerdo ahora de una novela con mucho sentido del humor, donde el recurso de la ironía no era nada más que una manera de disfrazar sentimientos muy intensos, un recurso del autor para gritar que se ahogaba. No era poesía, era prosa, pero emocionaba igual. El agujero sentimental del escritor se intuye en cada línea.

La felicidad, en cambio, embota los sentidos, te llena de sensaciones de plenitud que segregan ciertas hormonas que te sacian. Si esa felicidad viene de la mano de una experiencia amorosa, las endorfinas, la serotonina, anulan ese dolor, actúan como bálsamo y esconde la sensación de infelicidad. Escribir en este estado deja de ser un ejercicio sentimental para convertirse en algo racional. No digo que no se pueda escribir cuando se es feliz, estoy diciendo que el resultado no es el mismo. De hecho, en estos momentos, se escribe diferente, se abordan géneros más prosaicos. Es entonces cuando se elabora una trama más complicada, cuando los personajes se racionalizan mucho más y se puede adoptar otra mirada.

¿Se puede escribir siendo absolutamente feliz? Por supuesto que sí, pero mi conclusión, después de pensar un rato y a las cinco de la mañana, que no sé si es la mejor hora para sacar conclusiones, es que las emociones son distintas, el reflejo es completamente diferente. Supongo que se puede emocionar pero no se transmite lo mismo.

Al escritor, la felicidad le corta las alas.

lunes, 3 de septiembre de 2012

CLARA DE IVÁN HERNÁNDEZ




SINOPSIS

Clara es una joven que llega a Madrid para trabajar como asistenta en casa de una anciana rica. En su nueva vida conocerá a Matías, conductor de la línea municipal de autobuses. El amor surgirá pronto entre ellos. A los pocos meses, Clara vive una situación insólita. La anciana muere y la joven presencia algo increíble que le hiela la sangre. Al principio guarda su secreto por miedo a que la tomen por loca, pero llegará un momento en el que tendrá que contarlo... para proteger su propia vida y no separarse de Matías... jamás.

MI OPINIÓN

Empecé Clara sin haber terminado la novela que tenía entre manos, por esa curiosidad infinita que me une a los libros. Me gustó el prólogo, la sabia combinación de palabras dejaba intuir una hermosa escritura, de las que te arrastran sin que apenas lo sientas. Algunas frases sobre el amor me tocaron, por certeras, por ser tan obvias que a veces se nos olvidan: "somos demasiado pequeños para enfrentarnos a su poder";"coloca mil candados en tu puerta y conseguirá entrar o salir cuando abras la ventana". Detrás de aquellos pensamientos tenía que esconderse, a la fuerza, una buena historia. Y yo la tenía a mi alcance, tenía el privilegio de tenerla entre mis manos por una de esas casualidades del destino: encendí Facebook justo cuando una amiga recomendaba la página de Iván, pidiendo un pequeño apoyo para que de 599 pasara a 600 seguidores. Yo ya le conocía, porque como yo forma parte del grupo Generación Kindle pero, casualidades, el destino, o quizá sea otra cosa, no seguía este perfil. Le di y, al poco me encontré con un regalo. Porque sí, porque le apetecía. A quien le mandase un correo le regalaría la novela, para celebrar la cifra redonda. Le escribí declinando su oferta, proponiéndole que la compraría para ayudarle a que se posicionara mejor en las listas de Amazon, pero no aceptó. Me dijo que un trato es un trato y me la mandó.

La empecé enseguida.

Sin darme cuenta, en muy poco tiempo, leí esta historia de amor, diferente a cualquier historia que hubiera podido leer antes. Ha sido el primero de los libros de Iván Hernández que leo pero estoy segura de que no será el último.

¿Cómo definir una novela tan corta sin destriparla? En muchas ocasiones nos encontramos con libros que, en las páginas en las que Iván Hernández ha desarrollado toda la trama, sólo nos han mostrado el paisaje por el que transitarán los personajes y su semblanza. No es el caso de esta novela. Estructurada en capítulos breves numerados (concretamente catorce) vamos adentrándonos en una historia llena de amor, magia y misterio, vamos conociendo a una pareja, Matías y Clara, que desde que se encuentran por primera vez en un autobús urbano, saben que están hechos el uno para el otro. Son dos solitarios, dos personas más de las que a diario transitan frente a nosotros sin que apenas nos demos cuenta.

Para contarnos esta historia, Iván elige tiempos verbales en pasado, pero la presencia constante de diálogos entre los personajes agiliza el texto, involucra al lector de tal modo que lo que resulta complicado es parar la lectura. Además, el hecho de que la novela sea corta, te empuja a querer saber el desenlace. Yo, al menos, no pude dejarla hasta que la terminé, le buscaba excusas a mi tiempo para volver a ella.

Y las encontré.

La sensación tras la lectura, lo que te queda, es que los personajes, aunque tienen un comportamiento extraño en ocasiones, se aman profundamente. Es un amor dilatado en el tiempo, que ha sido capaz de sobrellevar tropiezos vitales, zancadillas que te pone la vida para que la felicidad no sea completa.
Hay alguna interpretación más profunda del comportamiento de Clara hacia el final de la novela, una trama mucho más inquietante que se queda sin explicar. Hasta eso considero que es un acierto porque la apertura, el no explicar algunos detalles, sino dejárselos al lector, hacen más grande a este pequeño relato. Abren un debate interesante si algún día, en uno de esos clubs de lectura que abundan en la red, se animan a tener como protagonista a Clara.

La podéis encontrar, junto con las demás novelas de Iván en Amazon. Este es el enlace de esta novela, pero desde ahí podréis acceder a las demás: Colección Busco Aliados.

martes, 28 de agosto de 2012

EL MANUSCRITO I, EL SECRETO, DE BLANCA MIOSI.


SINOPSIS (Extraída de Amazon)

Una novela bestseller de intriga y misterio. Nicholas Blohm, un escritor frustrado, encuentra cierto día en el parque un extraño personaje: un comprador-vendedor 'al peso' de libros usados. El hombrecillo reconoce a Blohm por haber leído de él un par de libros, y decide regalarle un manuscrito que extrae de la colección que guarda en una enorme bolsa negra de plástico.El escritor empieza a leerlo y advierte que se trata de un manuscrito especial. Cuando lo cierra desaparece la historia, es decir, todo lo que en él había escrito. Se desespera, pues su intención es apropiarse de la novela, y en medio de su ansiedad por encontrar respuestas decide buscar en Internet. Encuentra que los personajes que figuraban en el manuscrito sí existen, y que está ocurriendo justo lo que éste decía que iba a ocurrir. Para encontrar a los personajes de 'su novela' viaja a Roma, y de pronto se ve involucrado en la trama. A lo largo de la novela junto al personaje principal debe descubrir el secreto dejado por el conde Claudio Contini-Massera a su sobrino. Un secreto que, de llegar a revelarse, representa una gran fortuna, en una búsqueda que apela a la inteligencia de ambos: sobrino y escritor, y que los lleva a bibliotecas encadenadas, a las catacumbas de Armenia y a la isla de Capri.La historia transcurre en catorce trepidantes días. Es una novela corta, que en su versión en papel podría alcanzar las 260 páginas.

Mi opinión

Nada más enterarme de la noticia del fichaje de cinco autores que publicaban en Amazon por parte de B de Books, publiqué en este blog un post felicitando a los escritores. Mi alegría estaba más que justificada; no en vano tres de esos autores habían atravesado alguna vez este espejo, compartiendo sus opiniones en comentarios o en entradas que me ayudaron a preparar. Para mí los nombres de Armando Rodera, Fernando Trujillo Sanz y Blanca Miosi no eran nombres de autores emergentes sino de amigos virtuales con los que interactuaba habitualmente. Me tomo siempre sus éxitos como si fueran míos porque me parece que alegrarse de los triunfos de los demás es siempre mucho más provechoso para el espíritu que lo contrario y porque aunque este mundo no sea real del todo, los vínculos que se crean a veces son muy intensos.

Cuando los libros salieron al mercado, esa misma semana, ya los tenía conmigo. Uno de ellos lo leí y lo reseñé antes de todo esto, el nueve de enero, El enigma de los vencidos, de Armando Rodera, así que me quedaba la tarea de ponerme con los otros. El secreto del tío Óscar también lo leí y podéis ver la reseña aquí, en menos tiempo del que hubiera querido. Os digo siempre que la forma de escribir de Fernando Trujillo me atrapa de un modo que soy incapaz de soltar el libro hasta que lo acabo. A Blanca le tocó esperar. Tenía también El legado entre manos y empecé su lectura antes. La reseña también la podéis ver en este enlace. El manuscrito tuvo que esperar hasta que las largas y calurosas tardes del verano hicieron su aparición.

No me duró nada. El argumento enigmático que plantea, un escritor, Nicholas Blohm, al que la inspiración ha abandonado. Un día, sentado en un parque, se encuentra con un misterioso personaje que le da un libro un tanto especial: cambia dependiendo de quién lo lea. Nicholas descubre que la historia que ha aparecido ante sus ojos es real y a partir de ahí empieza a buscar a los protagonistas porque el libro, de pronto, se ha quedado en blanco y le apetece saber el final. Considera que es el argumento perfecto para la novela que está buscando y que no acaba de encontrar.

Blanca escribe con maestría, planteando al lector multitud de preguntas que, a lo largo de la novela se van a ir resolviendo y cuyas respuestas no siempre logré acertar. Eso me gusta, lo imprevisible que se volvía la historia, sus giros constantes, el hecho de que la atención se mantuviera intacta hasta la última página. Lo consigue a pesar de que utiliza distintas posturas del narrador: desde uno omnisciente que narra la historia vista desde fuera hasta el narrador en primera persona. Reconozco que está tan bien hecho que tardé en darme cuenta de estas variaciones. Me sorprendí a mí misma volviendo las páginas para comprobarlo.

Los personajes de la novela van desarrollando su personalidad y no llegas a conocer del todo sus motivaciones hasta que termina. Me ha resultado entrañable el personaje de Pietro, el fiel sirviente de Dante, feliz con sus Rebook negras. La ambientación me ha hecho pensar mucho. No conozco (ya me gustaría) los escenarios en los que se mueve la novela, pero están descritos de una manera tan natural como si la autora los conociera de primera mano y paseara casi a diario por ellos. No abundan las descripciones detalladas (no le hacen falta a la novela, creo que restarían ritmo) pero son tan precisas que siempre tienes la sensación de que los ha vivido.

Ahora Blanca está en plena composición de otra historia vinculada con esta que esperaré con interés.
Si eres de los que lees en digital, El manuscrito se puede conseguir aquí, pero si todavía no te animas, puedes conseguirlo en papel en cualquier librería.

domingo, 26 de agosto de 2012

EL VERANO DE LA ARENA DEL RELOJ

El verano se acerca a su fin, se acaban las vacaciones y es tiempo de volver a encarar la rutina, los días que se suceden uno detrás de otro con tantas similitudes entre sí que, a veces, llegan a parecer los mismos. No es extraño que no sintamos que el tiempo pasa cuando se parece tanto, ¿verdad?

Este verano ha sido especial para mí. Ha sido un tiempo de pausa, de reflexión, de tomarme las cosas con mucha más calma de lo que suelo acostumbrar. Empujada por las circunstancias me dediqué más a mirar que a actuar, y en este tiempo de observación he visto, sorprendida, como uno de mis libros empezaba a tomar impulso por su cuenta. He sido generosa con él, le he tendido mi mano para que no le resultase tan complicado pero es cierto que sin el apoyo de muchas de las personas que os pasáis por aquí y muchas anónimas a las que nunca he visto, jamás hubiera sido posible.

Hablo de La arena del reloj.

Pincha en la portada para llegar al enlace de compra en Amazon.


La iniciativa que Tatty propuso en su blog, El universo de los libros, hizo visible este pequeño relato; el apadrinamiento de la biblioteca Almudena Grandes me permitió compartir unas horas de charla directa con los lectores y la facilidad de las redes sociales y de internet ha hecho que mucha gente haya podido saber de su existencia, se lo hayan comprado y me hayan ido contando sus impresiones.

Paso a paso, grano a grano, La arena del reloj ha ido sumando cada día.

El pasado 23 de agosto me llevé una gran sorpresa. Entre los empujones estaba uno que apenas recordaba, pero que me ha reportado una inmensa alegría por lo que supone, porque ha puesto el libro visible, en primera línea del escaparate digital. Un día, lo que dura un post en un blog, pero suficiente.

Aunque siempre recojo en una página de este espacio (en otros blogs) los enlaces de cada referencia de mis libros que voy encontrando, quiero compartir, para quienes no habéis sabido de ello, el enlace del Blog Sin Tinta, de El País, donde apareció una pequeña referencia a este libro tan especial para mí y unas palabras que resumen mi trayectoria en este mundo de la autoedición.

http://blogs.elpais.com/sin-tinta/2012/08/ebooks-autoeditados-para-el-verano-2.html

La arena del reloj se ha pasado el verano batiendo sus propios records y a cada paso siempre ha estado presente un pensamiento imposible: me gustaría compartirlo con él. Hay veces que las cosas no pueden ser y tendré que conformarme con pensar que, de algún modo, sabe que me muevo recordando sus palabras.

Alguien me dijo que a un libro hay que darle aproximadamente seis meses para poder hacerse una idea de si funciona o no. Los seis meses en Amazon, a este paso, van a tener un excelente balance.

jueves, 23 de agosto de 2012

MORBO INNECESARIO

Este post fue escrito el 23 de julio.


Hoy, en televisión, he visto algo que me ha revuelto. La noticia era una de esas que aparecen en todos los telediarios de verano para rellenar: estadísticas sobre víctimas en la carretera. Para ilustrar el reportaje, nada mejor que un primer plano de una moto siniestrada y de los pies de la persona que yacía muerta en el suelo. No he podido sentir nada más que rabia. Al momento, como si quisieran activar todavía más mi mala leche, han puesto otro primer plano de la persona tapada con una sábana, pero se seguían viendo sus deportivas.

¿Nadie les dice a los periodistas que debajo de esa sábana hay una persona? ¿Les cuesta entender que esa persona tiene familia y amigos? ¿No piensan en el dolor que esa imagen de relleno puede generar?

Las lágrimas han hecho su aparición.

Hace unos años tuve la mala suerte de conocer a una persona que murió frente a una cámara de Tele Madrid. Estaba compitiendo en una carrera ciclista, el Critérium de Fuenlabrada de 1996, y un espectador descerebrado cruzó la calle a la vez que él entraba en la meta. El golpe, brutal, los envió a ambos al suelo. Mientras el espectador resultaba herido, mi amigo, 26 años, ciclista profesional, usual en la vuelta a España, participante en el Tour de Francia, una persona con un futuro prometedor, un adulto que algún día había sido un niño con el que jugué, dio con su cabeza en el asfalto. Su agonía fue recogida por una cámara y su sufrimiento reproducido montones de veces en los días siguientes (incluso he visto las imágenes años después) sin que a nadie se le pasase por la cabeza que al otro lado de la pantalla posiblemente estarían sus amigos, sus padres, su novia… La noticia se prolongó en el tiempo porque sus padres donaron sus órganos y cada vez que hablaban del gesto altruista, aprovechaban para repetir esas tremendas imágenes que me hacían cerrar los ojos. Me recuerdo gritándole a la televisión y recuerdo que me enfadé tanto que acabé escribiendo una carta a El larguero, que leyeron en el programa. Les hice reflexionar sobre lo que a veces es información y lo que roza lo no ético.

Creo que todo el mundo se merece algo de dignidad en sus últimos minutos y que la noticia se podía ilustrar con una foto suya (que era muy guapo) o simplemente con imágenes de él corriendo o sonriente tras ganar una etapa.

Creo que hoy, con la moto destrozada, hubiera sido suficiente.

José Antonio Espinosa (1969-1996).