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domingo, 21 de julio de 2013

RELAJÁNDOME

Ayer estuve dando un paseo por Madrid. El plan era simple: no hacer nada. Llevo mucho tiempo luchando en esta batalla por conseguir mi sueño y realmente estoy agotada, así que pensé que no venía nada mal relajarse andando por la ciudad, que campo ya tengo mucho a mi alrededor. Detrás del cristal me ha reportado muchas alegrías, muchísimas más de las que esperaba, pero también otros momentos de preocupación que me han ido poniendo a prueba a diario y minando mis energías.

Era hora de cargar pilas.

Hace una semana que la novela dejó de aparecer como solamente mía y que lleva en su descripción el sello de B de Books y la verdad es que la pobre no termina de encajar el impacto de lo que esto supone. Creo que va a ser como yo (algo tendremos que ver), que los cambios le provocan un trastorno al que tarda en adaptarse pero si también ha salido como yo no dudéis que estará luchando hasta quedarse sin brío, por más que ayer me diera cuenta de que aunque a mí esto me haya costado muchísimo, lo que llevo conseguido no es más que una gotita en el océano.




¿Por qué digo esto? Pues porque ayer mi paseo, además de incluir un bocadillo de jamón serrano y un momento de relax en una terraza, estuvo lleno de libros. Me dediqué sin querer a visitar librerías. No sé qué pasa que veo una y entro aunque no lo tenga planeado. Allí encontré miles de libros y me di cuenta de lo difícil que es que te elijan si no estás en un montón enorme con el que tropiezas al entrar.




De todos modos, como yo siempre doy vueltas a mi aire sin fijarme en novedades solamente, elegí dos libros. ¡No me iba a venir con las manos vacías! Uno de ellos es La Saga de los longevos, en edición de bolsillo. Sé que lo tengo en digital porque Eva García Sáenz se puso en contacto hace más de un año conmigo para que lo reseñase en este blog pero me pillo en medio de un proyecto mío, lo fui dejando y no me dio tiempo: mi tablet falleció y como no se puede encender se quedó con todos los libros que tenía en su memoria.

Descansen en paz.

El otro libro es una novela erótica: La sumisa insumisa de Rosa Peñasco. También en bolsillo. Trata sobre una muchacha aficionada a los chats eróticos. No he leído mucho más de la sinopsis, quiero cuando lo lea que me sorprenda.

Ya tengo más lecturas pendientes, no tengo remedio, ni tiempo…


Esta primera semana, antes de que se me olvide, se han generado algunas noticias en torno a Detrás del cristal. He sido contraportada de El adelantado de Segovia (pinchando se puede leer el artículo) y también Detrás del cristal aparece recomendada como lectura imprescindible para este verano en la revista entretanto Magazine. Además, por si fuera poco, también La arena del reloj ha recibido una reseña, y ya van 34. Ha sido en el blog La palabra pronunciada y como dije en su día, cuando no las esperas, cuando te llegan después de tanto tiempo, saben muy bien. La arena es un libro de 2009 y también la han incluido en otro blog para un reto que hay en la blogosfera, leer no novedades en este mes de agosto.

¡Espero que me lo cuenten!

¡Más cosas! Detrás del cristal también está disponible, además de en Casa del Libro, Fnac y Amazon en las tiendas virtuales de El Corte Inglés y iTunes.




jueves, 23 de agosto de 2012

MORBO INNECESARIO

Este post fue escrito el 23 de julio.


Hoy, en televisión, he visto algo que me ha revuelto. La noticia era una de esas que aparecen en todos los telediarios de verano para rellenar: estadísticas sobre víctimas en la carretera. Para ilustrar el reportaje, nada mejor que un primer plano de una moto siniestrada y de los pies de la persona que yacía muerta en el suelo. No he podido sentir nada más que rabia. Al momento, como si quisieran activar todavía más mi mala leche, han puesto otro primer plano de la persona tapada con una sábana, pero se seguían viendo sus deportivas.

¿Nadie les dice a los periodistas que debajo de esa sábana hay una persona? ¿Les cuesta entender que esa persona tiene familia y amigos? ¿No piensan en el dolor que esa imagen de relleno puede generar?

Las lágrimas han hecho su aparición.

Hace unos años tuve la mala suerte de conocer a una persona que murió frente a una cámara de Tele Madrid. Estaba compitiendo en una carrera ciclista, el Critérium de Fuenlabrada de 1996, y un espectador descerebrado cruzó la calle a la vez que él entraba en la meta. El golpe, brutal, los envió a ambos al suelo. Mientras el espectador resultaba herido, mi amigo, 26 años, ciclista profesional, usual en la vuelta a España, participante en el Tour de Francia, una persona con un futuro prometedor, un adulto que algún día había sido un niño con el que jugué, dio con su cabeza en el asfalto. Su agonía fue recogida por una cámara y su sufrimiento reproducido montones de veces en los días siguientes (incluso he visto las imágenes años después) sin que a nadie se le pasase por la cabeza que al otro lado de la pantalla posiblemente estarían sus amigos, sus padres, su novia… La noticia se prolongó en el tiempo porque sus padres donaron sus órganos y cada vez que hablaban del gesto altruista, aprovechaban para repetir esas tremendas imágenes que me hacían cerrar los ojos. Me recuerdo gritándole a la televisión y recuerdo que me enfadé tanto que acabé escribiendo una carta a El larguero, que leyeron en el programa. Les hice reflexionar sobre lo que a veces es información y lo que roza lo no ético.

Creo que todo el mundo se merece algo de dignidad en sus últimos minutos y que la noticia se podía ilustrar con una foto suya (que era muy guapo) o simplemente con imágenes de él corriendo o sonriente tras ganar una etapa.

Creo que hoy, con la moto destrozada, hubiera sido suficiente.

José Antonio Espinosa (1969-1996).