domingo, 13 de marzo de 2016

EL PODER DE LA SOMBRA: RESEÑA Y PRESENTACIÓN EN MADRID

El 10 de marzo, a las 19:30, en la librería (Paseo de la Castellana, 154), María José Moreno tenía una importante cita dentro de su carrera literaria: la presentación de El poder de la Sombra (ed. Versátil), la segunda parte de esta Trilogía del Mal. Después de La caricia de Tánatos, la novela en la que conocimos a Mercedes Lozano y en la que de manera tan magistral aborda el tema de los malos tratos psicológicos, le toca el turno a esta segunda parte. En ella, la psicoterapeuta protagonista de la trilogía, se enfrenta a la amnesia de Rosa María Luque, a quien todas las pruebas acusan de varios asesinatos. Mercedes tendrá que bucear en su mente para reconstruir su pasado y así plantear su defensa. Para entender el puzle de su vida contará con la ayuda del psiquiatra Miguel Vergara, a quien ya conocimos en la primera parte y cuya relación con Mercedes es otro de los puntos atractivos de esta trilogía. El poder de la Sombra, una novela con ritmo trepidante, trata el tema de los abusos en la infancia y sus secuelas en la vida adulta. Entre otros, porque si algo tiene María José Moreno es capacidad para condensar en muy pocas páginas multitud de enfoques.



En cuanto me enteré de la cita, supe que acudiría. Desde la primera vez que estuvo en Madrid para presentar Bajo los tilos, he acompañado a María José cuando ha venido a la capital. Me cuesta mucho esfuerzo cuadrar horarios, todavía mis hijos son relativamente pequeños como para irme tan feliz de casa, pero por ella busco la manera. El destino quiso que compartiéramos la primera presentación, hace dos años, y entre nosotras surgió una amistad que se ha ido haciendo fuerte. A diario, a través de las redes. Esporádicamente, cuando nos hemos ido viendo: en Madrid y en Córdoba, ciudad que visité con mi familia en septiembre y en la que, tanto ella como Pilar Muñoz, hicieron de anfitrionas de lujo. Puedo decir muy orgullosa que ambas son mis amigas, de las mejores que se pueden tener. Y por las amigas que nunca te fallan, se mueven montañas. Y de las amigas que escriben como ellas dos solo se puede hacer una cosa: presumir.

Por cierto, ya he leído la novela.

Como siempre, no os la voy a destripar, porque mi objetivo aquí, en esta que es mi casa, es dejar pinceladas sueltas de las lecturas que hago por varias razones. La primera, para mí misma, para que cuando pase un tiempo y quiera volver a recordar un libro, tenga unas notas en las que apoyarme. La segunda, porque me gusta compartir las lecturas satisfactorias con quienes cruzan el espejo, me gusta decir: «Oye, que este libro a mí me ha merecido la pena. He pasado con él unas horas estupendas y ha sido por esto, por esto y por aquello». La tercera, porque estoy segura de que las 342 páginas del ejemplar con sobrecubierta que ahora tengo a mi lado son de las que merece la pena hablar.

De El poder de la Sombra os diré que, además de una portada preciosa, muy en sintonía con la de La caricia de Tánatos, tiene multitud de cambios de giro, de esos que te van dejando sin aliento. Cuando te haces una composición, estableces hipótesis sobre lo sucedido con Rosa María en el pasado y sobre su culpabilidad o inocencia… algo sucede o que concluyen te descoloca. Y dudas tanto que te obliga a pensar de nuevo. Pensar y disfrutar leyendo… una combinación fantástica.

La acusada es un personaje complejo, con mil matices que María José Moreno nos va desvelando poco a poco en una novela que literalmente te bebes. La estructura en capítulos cortos, introducidos por la fecha y la hora, te empuja a eso que se conoce como «un poquito más y lo dejo». Cuando quieres dejarlo… te falta ya tan poco para terminarla que no lo dejas. Te acaban dando las tantas pegada al libro. Hace poco leí que el sueño de un autor es ese, escribir una novela que el lector no pueda soltar hasta que se acabe y que, cuando lo haga, se quede con la sensación de que quería más. 

Ella lleva ya tres así.

El narrador de esta novela, en primera persona, es la misma Mercedes Lozano. A través de ella conoceremos la trama, salvo al final, en el que otro narrador, que no voy a desvelar, toma la palabra para terminar de contarnos la historia.

A algunos personajes que aparecen en esta novela los conocemos ya de La Caricia de Tánatos, sobre todo a Mercedes y a Miguel, pero también hay otros nuevos, la misma Rosa María y Felipe, viejo amigo de la familia de Mercedes, abogado, que le pide colaboración profesional para construir la defensa de una mujer amnésica acusada de varios asesinatos. La habilidad narrativa de María José Moreno consigue entrelazar sus vidas personales con esa trama de investigación, dotando a la novela de una magnífica solidez.

Y luego está cómo escribe.

Siempre lo digo, las historias no son lo que cuentan -que también-, sino cómo lo cuentan. De ello depende que te mantengan pegado a las páginas, que vuelvas la última diciendo que es una pena que se te haya acabado el libro, o que te pases desde el principio lanzando suspiros de desesperación. El poder de la Sombra pertenece a la primera categoría, a esos que cuando se acaban querrías que continuase. Que te saben a poco y no porque no se cierre la historia, sino porque quieres que la autora te cuente más. Se trata de la segunda parte de una trilogía, así que en un pequeño punto se queda abierta, pero la trama principal cierra del todo, pero dejando esa sensación de quiero más.

Menos mal que después del verano nos enteraremos del final.

¿Habéis visto en booktrailer? Os dejo el enlace, por si acaso. Versátil ha hecho algo magnífico, y es rodarlo especialmente para el libro, con dos actrices que encarnan a las dos protagonistas femeninas de la novela: Rosa María Luque y Mercedes Lozano. Para el papel de esta última contrataron a la actriz Marta Bascuñana, que estuvo en la presentación en la librería. Estaba emocionada con el personaje y encantada de haber sido elegida para el papel porque lo que ha leído sobre el libro le ha encantado. María José quería que viéramos el booktrailer en la presentación, pero no pudo ser. A cambio, tuvimos a la mismísima Mercedes sentada entre el público. 

Por cierto, ¿a que sería genial una serie sobre la trilogía? Señores de A3 Media, aquí hay material y del bueno, no digo más…

¿Os apetece saber algo más de esa tarde? Os voy a contar una anécdota que emocionó a la autora, y de paso a mí, como espectadora.

Llegué a Madrid por la mañana, porque tenía un compromiso profesional. Después de la reunión, y hasta las siete y media que era la charla, no había nada que hacer y lo fácil hubiera sido coger el teléfono y llamar a María José, a quien estaba deseando ver, pero no podía porque le había dicho que tenía otras cosas pendientes. Desde hacía más o menos un mes llevaba contándole pequeñas mentiras para que no se diera cuenta del regalo que le teníamos preparado para momentos antes de la presentación Pilar, Alberto y yo. Yo le había dicho que no me iba a perder la presentación. Alberto y Pilar, sin embargo, se habían disculpado con ella porque sus trabajos no les permitían acudir y le habían deseado que todo fuera bien. Y seguro que incluso le habían pedido fotos y crónica del día para vivirlo desde la distancia, que los conozco.

Una trola detrás de otra…

Si es que parecemos niños, a pesar de la edad, porque la verdad es que los dos se las habían arreglado para conseguir días libres. Querían acompañar a María José en esta cita y, de paso, darle la sorpresa del día.

¡Y vaya si se la dieron!

Un par de horas antes de la presentación María José me llamó para ver dónde estaba, yo creo que un poco extrañada de que no hubiera dado señales de vida hasta entonces, y le contesté que en Atocha. Era cierto, pero a medias, estaba frente a la estación, pero iba a bordo de un coche en marcha (y con la radio a tope, que no sé ni cómo no la oyó). Un coche particular, no un taxi. Quedamos en la librería para tomarnos algo las dos y charlar un rato hasta que llegase la hora.

Cuando le dije dónde estaba, no pensé en distancias: aparecí muy pocos minutos después de hablar con ella. Al fin y al cabo, en coche, no se tarda tanto desde Atocha hasta el 154 del Paseo de la Castellana, al contrario que si te desplazas en metro. Fue lo único que mosqueó a María José que, aunque no se explicaba cómo había llegado en tan pocos minutos, estaba tan contenta que lo obvió. Nos fuimos a un hotel cercano a tomar un café y en ello estábamos cuando Alberto me llamó para que le contase dónde estábamos. Le había mandado un mensaje disimuladamente, pero necesitaba confirmación de la ubicación exacta. Yo tenía que decírselo sin que se notase, así que nuestra conversación fue de besugos, llena de lagunas y algún «¿pero qué dices?» por su parte. Tan dispersa estaba que María José me decía que le diera recuerdos y no la escuché. Bueno, sí, cuando él ya había colgado, así que me tocó hablar con el teléfono: «María José te manda recuerdos… Sí, yo se lo digo… Qué pena que no hayas podido venir…» Y cosas por el estilo que le dije a un teléfono que al otro lado no tenía a nadie.

Vale, ahora es gracioso, pero yo me sentía idiota en ese momento.

Unos minutos después, me hubiera gustado grabar la cara de María José cuando los vio entrar en la cafetería. Vinieron hacia nosotras y, como no se lo esperaba, tardó un poco en reconocerlos. Se emocionó de verdad, el abrazo con el que saludó a Pilar tendría que haberlo fotografiado por lo menos. Al final, lo logramos. La sorprendimos de verdad. Me confesó que durante los últimos días había estado pensando si me pasaría algo porque estaba un poco rara, más callada de lo habitual.

Normal, era la mejor manera de no meter la pata.

Con María José Moreno y Pilar Muñoz. Foto robada a Marina Collazo. 


Nos tomamos algo los cuatro juntos y cuando se acercó la hora salimos de allí. Al llegar a la librería, empezó a acercarse la gente. Mucha, como siempre que ella presenta una novela. Entre las personas que vinieron, voy a destacar a dos que tenía muchas ganas, a uno de volver a ver y a otro de conocer por fin: Víctor Fernández Correas y Enrique Laso. Dos escritores, distintos completamente, pero que forman parte de este grupo de gente con la que me relaciono en las redes y que me sacan una sonrisa cada vez que tropiezo con ellos.

María Loreto Navarro me envió esta foto. En primer plano, Almudena con su hermana. Detrás se puede ver a Marta Bascuñana y al fondo, junto a Marina Collazo, la única foto que tengo con Enrique y Víctor a la vez.


Acudieron lectores, blogueros, escritores, clubs de lectura, actrices… un grupo de medio centenar de personas que abarrotaban el espacio que la librería tiene en el sótano para las presentaciones de libros. Se presentó la novela y al final empezó un turno de preguntas del público que abrió un interesante debate. Porque, si algo tiene esta novela, como todas las de María José en general, es que despiertan reflexiones. Se habló de lo esencial que es la educación desde la infancia quizá como algo a lo que deberíamos prestarle más importancia de la que se le da: es mejor educar que tener que resolver los problemas que surgen de no hacerlo. Del machismo, de los traumas infantiles, y de un tema que genera polémica: las víctimas de malos tratos cuando no son mujeres. Yo estoy convencida, desde hace mucho, que algo estamos haciendo mal en este tema. Hay muchas víctimas hombres a las que no se les da voz porque no es políticamente correcto. Que no hablan por vergüenza. Que no cuentan en las estadísticas de maltrato, pero existen y sufren tanto o más que las mujeres, porque además está la soledad, el no tener a quien acudir porque no te van a escuchar. También se habló de las denuncias falsas y se dijo algo que me parece muy sensato: que no se castigan con la suficiente contundencia cuando se demuestra que lo son. Y debería ser así si queremos ser justos de verdad.

Foto robada del muro de Facebook de María José Moreno


Hubiéramos seguido, pero tenía que firmar libros, charlar con sus lectores y poner la guinda a esa noche maravillosa, que acabó con un refrigerio con el club de lectura Tardes en sepia, al menos con gran parte de sus componentes. Con ellas nos reímos mucho, sobre todo por ese «camarero infiltrado» que tuvo la poca vergüenza de tomarse una caña con nosotras e integrarse en la conversación como si alguien le hubiera invitado.


Ah, y María José me regañó porque hablé mucho, pero es que creo que estaba tan feliz ese día que no me di ni cuenta.

Nos vemos en la próxima: en septiembre.

domingo, 6 de marzo de 2016

OTRA NO RESEÑA. Y VAN CUATRO.

Termino la cuarta lectura seguida para la que no habrá reseña y me estoy empezando a preocupar. Ninguno de estos libros ha logrado ni siquiera arañarme. Bueno, si soy sincera, sí, uno de ellos consiguió sacarme de quicio como hacía mucho que no lo hacía una novela, pero eso no es bueno.

La última lectura es una novela romántica que ni fu ni fa. No puedo decir de ella que la historia sea previsible porque las cosas que hacen los personajes me parecen tan idiotas que no puedo considerarlas ni así. No me gusta cómo está escrita: simplona, dando por supuesto que yo sé cosas que no sé. No me atraen los personajes, todo pasa tan rápido y de manera tan poco "realista" que me descolocaba todo el rato. A lo mejor es que nunca he sido multimillonaria y no lo entiendo, que eso puede ser. El meollo de la trama no he sido capaz de creérmelo, así que todo el presunto misterio que esperas que se desvele al final de la lectura ha terminado de derrumbar la estructura de este castillo de naipes sin pies ni cabeza. Ni siquiera había algo con lo que reflexionar ni un poco.

Después de la lectura, como hago siempre, me fui a buscar qué decían de ella.  Y ahí llegó mi problema. Nada malo, un solo comentario que tampoco se explica mucho, que pasa muy de puntillas por los puntos débiles. Todo halagos que no consigo entender, salvo que yo haya perdido el criterio lector en este año 2016.

Ahora estaréis pensando que se trata de una novela digital autoeditada, ¿verdad? Pues no. Papel. Esta vez no ha sido una descarga gratis.

La anterior que leí es una novela clasificada como crossover. Me la regalaron y la verdad es que la empecé ilusionada porque yo también he escrito sobre magia y me apetecía la sinopsis, aunque el título no lo entendía. No iba mal hasta que... comprendí a qué se refería el crossover en esta trama. La novela es más infantil que juvenil, menos cuando a la autora (americana) se le va la pinza del todo y los personajes se ponen a follar como locos y sin ton ni son. ¿No me has dicho hace dos párrafos que no se pueden ni ver y encima se acaban de conocer hace un par de días? ¿Por qué se enrollan así? ¡Joder, que estamos en el principio de la novela! ¡De magia! ¡Juvenil! Bueno, seguí, por si acaso aquello mejoraba, pero fue a peor. La novela es para niños, ni siquiera para adolescentes (y eso a mí no me molestaba, porque quizá se la podría recomendar a mi niña), pero de pronto los personajes se meten en la cama y me lo explica con detalle, con lo cual deja de ser para niños. Adiós a la recomendación. Para cuando llegue a tener edad para esa parte se le habrá pasado para lo principal. Una cosa muy rara, la verdad. Llegué al final, por si merecía la pena la historia de magia, pero tampoco. En esta parte, no ha cumplido. Lo que no es muy confuso es facilón.

Pero la leí, por cabezonería. Las dos que la siguen (es una trilogía) no las leeré ni loca. Fui a mirar los comentarios y solo tiene dos. Excelentes. Incluso se atreven a compararla con Harry Potter. No sé si decir eso tiene pena de cárcel o te cae directamente un conjuro en la cabeza que te inutiliza el cerebro de por vida. ¡Es una barbaridad de las gordas!

Vamos a por la que me sacó de quicio. Esto no sé cómo valorarlo. Es una novela que tiene unanimidad en la crítica bloguera. Todo el mundo se ha puesto de acuerdo en decir que es una obra de arte, que es una maravilla de escritura, de ambientación, de personajes... y yo. Yo casi me muero de aburrimiento con ella. No hacía nada más que mirar lo gorda que es, lo poco que me estaba gustando la manera en la que estaban construidas las frases, el enfoque del narrador... Los personajes son planos, intenta contar una historia de amor entre dos de ellos y le sale un churro (vale, no es novela romántica, pero tampoco es tan complicado que te creas una historia de amor en una novela negra, ¿no? ¿O sí? ¿O acaso no es tan sencillo escribir romántica como dicen los que no las escriben?)

La terminé porque pensé que algo raro estaba pasando para que mi valoración estuviera a años luz de las que había leído de gente en la que confío. La acabé. Me costó, pero lo hice y la trama, que era lo que estaba salvando para mí a la novela, fue otra de las cosas que se me cayeron: adiviné todo cien páginas antes del final. ¿Yo? ¿La torpe? ¿La incapaz de enterarse de quién es el asesino en una novela aunque tenga el cuchillo en la mano ensangrentado delante de mis ojos?

Miré. La mayoría de comentarios eran buenísimos, pero encontré dos o tres que describían las mismas sensaciones que yo había tenido a lo largo de la lectura. Bueno, no me sentí tan mal. Igual no estoy tan tonta. Por lo menos no me sentí tan sola en mis impresiones.

¿Os he dicho cuatro novelas? Bien, llevo un rato intentando recordar qué es lo que leí antes de esta y no soy capaz. Esa es la huella que me ha dejado: cero. Ni siquiera título, ni género, ni autor. Nada de nada. Creo que esto lo dice todo.

Menos mal que en el último mes sí ha habido una lectura productiva, una que me ha gustado, de la que desconozco el final, pero que todo el camino recorrido hasta ahora ha merecido mucho la pena. Una de esas de las que no se puede hablar aún.

Ahora tengo que escoger otra. Hay varios libros que me esperan, a los que yo espero con ilusión, pero no estoy segura de empezar a leerlos porque, ¿y si soy yo? ¿Y si ya no se leer? ¿Y si mi percepción está viciada por algo y todo me parece mal? ¿Y si nunca voy a volver a leer un solo libro que me llene en toda mi vida? ¿Y si los valoro mal y no se lo merecen?

Pues eso, que no sé qué leer. Ni sé si leer algo más. Ni me apetece escribir.

lunes, 29 de febrero de 2016

CASI FIN

He puesto este título a la entrada porque he puesto "casi fin" a una novela. Casi fin es que la he acabado, pero no está acabada. La he escrito, pero todavía no está escrita. A ver cómo lo explico:

Si fuera de una especie ovípara habría puesto un huevo al que le falta ser incubado.



Desde hace mucho tiempo estoy leyendo manuales de novela. Lo hago porque siento muchísima curiosidad por estos temas y cuando me sumerjo en ellos, los disfruto. Interiorizo las teorías que traen, me hago preguntas sobre la estructura, los personajes, las tramas, el tema... Pienso en las que ya he escrito, en lo que quiero escribir y, sobre todo, me relajan mucho.

Y creedme: necesito relajarme.

Hace un año y medio empecé una novela. Pretendía ser un pequeño reto mientras desarrollaba otra -que se ha quedado de momento en la cuneta- y esperaba a que fallase el HQÑ. Esa novela, que era la segunda en mis prioridades, empezó a crecer y, lo que pretendía ser una tarea sencilla a priori, se fue complicando. Terminé la primera parte de la historia que había planeado contar y decidí que, si quería que la segunda parte de la novela estuviera a la altura de la primera, tenía que hacer una pausa, centrarme, leer mucho y, sobre todo, relajarme.

Es que soy de ponerme muy nerviosa.

Me fui a mis manuales, me refugié en los bolis de colores, en el archivador de Gorgeous que me regaló mi madre y estuve reflexionando sobre lo que leía. Tomando notas generales a las que poder acudir en cualquier momento. Y allí, entre el rosa, el verde y el morado, con el azul clarito y el subrayador amarillo de testigos... otra historia empezó a darme el tostón. Más bien, sus personajes.



Intenté resistirme. 

Pero claro, una cosa es intentarlo y otra conseguirlo. Cuando no les daba por aparecer mientras estaba con mis bolis, me los encontraba en el paseo por el pinar y me contaban su historia en el paseo. Si me echaba la siesta, los capullos se hacían sitio en mi cama y no me dejaban descansar hasta que escuchaba lo que tenían que decirme. Y lo peor venía cuando me ponía a planchar. Ahí sí que lo pasaba mal. No sé si a alguien más le pasa, pero a mí cuando me dan más la lata es cuando plancho. No sé, igual es que no me gusta planchar.

Decidí hacer un trato con ellos.

El trato era el siguiente: durante un mes yo me comprometería a escribir sobre ellos una novela corta. Transcribiría todas esas cosas que me habían ido contando y después me dejarían en paz. Un mes. Como mucho, mes y medio, pero no más tiempo. Les puse un límite en palabras, 35.000. Esto tiene una razón, pero de momento no la voy a compartir. Al final casi han sido 60.000...



Ellos, que son muy suyos, aceptaron.

Después de leer todos esos manuales de novela, en los que se habla de la planificación, saqué una hoja y me puse manos a la obra. Me puse a pensar. Antes de decorar una casa, lo lógico es levantar la estructura, después hacer las paredes. Luego vendrán las rozas para meter la instalación eléctrica y del agua. Más tarde habrá que dar yeso, poner suelos y pintar. Pues igual en una novela. O eso estaba dispuesta a hacer.

Yo, porque lo que es ellos...

No me dejaron. Se pusieron cansinos y pesados, y no me quedó más remedio que ceder si quería no volverme loca. El día 14 de enero empecé a escribir. Sin planificar. Así, a lo bruto. Como he escrito todas y cada una de las novelas hasta ahora, si soy sincera, pero con la conciencia un poco intranquila porque antes lo hacía porque no tenía ni puñetera idea de que había otra manera más "sensata" de abordar un texto que el contar la historia tal y como te va saliendo del alma.

Cuarenta y tres días después había terminado.

Lo esencial está hecho. Quizá no he sido demasiado ordenada con mi "casa", he ido haciendo habitaciones, rozas y paredes casi a la vez que pintaba y lo único que me queda es decorar la casa cuando acabe el tiempo de reposo. Y averiguar si el agua caliente sale por el grifo del agua caliente o que cuando des la luz de la cocina no sonará el timbre. Pero, lo importante, lo tengo.

¡Me han dejado en paz!

Ahora me voy a tomar un respiro, voy a leer un poco y no solo los manuales o los libros que necesito para documentarme, sino esos que se me están acumulando de manera alarmante en papel. Los del kindle mejor no pienso en ellos porque me dará algo.

Bueno, eso es lo que me digo, porque soy tan fácil de convencer cuando un personaje me habla...

lunes, 22 de febrero de 2016

SITIO WEB

Después de pensarlo mucho, al final me he decidido a crear un sitio web en el que agrupar mis novelas. De momento está en construcción, me quedan detalles que añadir, pero os dejo el enlace por si alguno se quiere pasar a cotillear.



¡BIENVENIDOS!


martes, 16 de febrero de 2016

VI ENCUENTRO RA

Creo que en muchos blogs se han hecho ya crónicas de este encuentro de literatura Romántica Adulta, celebrado en Madrid el pasado fin de semana. Poco más puedo aportar, salvo mis propias sensaciones, que dejaré en este blog. Subjetivas, mías, imprecisas e insuficientes para abarcarlo todo, el reflejo de lo vivido, como en realidad es todo lo que comparto por aquí.

Mis recuerdos, que se quedan en este cuaderno personal de mi paso por la literatura.

Llegar, para mí, no fue sencillo. No por los dos autobuses, por el madrugón para poder estar el viernes a las seis de la tarde en las presentaciones, sino por toda la fase de preparación previa, muchos días en los que tuve que solucionar problemas de intendencia en casa y tomar una decisión difícil: dejar a mis hijos una noche solos en casa por primera vez en sus vidas. Los dos se han comportado como los chicos responsables que son, pero que no echen las campanas al vuelo que esto ha sido una excepción.

No pienso repetirlo en mucho tiempo, porque no me compensa el estrés de estar pensando todo el rato que soy una mala madre que los ha dejado a su suerte.

El evento, para mí, es una excusa para encontrarnos. Para coincidir con personas que de otro modo sería imposible: lectoras, escritoras, blogueras... y lectores, escritores y blogueros, aunque estos en una proporción mucho menor, porque seguimos siendo mayoría las mujeres en este género. Quienes lo escriben y lo leen.

Sigo con mi despiste monumental, sin enterarme bien de quién es quién, aunque afortunadamente ya hay personas a las que pongo cara y recuerdo de una vez para otra. Pocas, la verdad, me sorprende mucho la memoria que tiene Meg Ferrero o la cantidad de gente a la que reconoce Yasnaia Altube, con las que acudí al encuentro. Sé que hay gente que me saludó que debió pensar que soy medio tonta, pero es que de verdad no me acuerdo. Necesito más veces para fijar en la memoria voces y sensaciones que me permitan no poner cara de poker cuando me saludan. De esta vez, claros, me traigo los rostros de Mercedes Perles y Laura Frías. A la primera no la conocía y me pareció estupenda y a Laura, mira que vivimos cerca, tampoco había tenido la oportunidad de verla nunca, pero creo que ya no se me olvidará.

Tengo que mencionar a mis dos compañeras de asiento en el publico: Sara Ventas y Raquel Arias. Sara, mi Sara, a la que veo solo en esto, y por quien merece la pena plantearse volver cada año, aunque sea por pasar un rato juntas. Es que eso es otra de las grandezas del RA, los reencuentros, el poder charlar de tú a tú y no por las redes. Y conocer a personas con las que de otro modo no tropezaríamos en la vida como Raquel. Aunque solo sea porque vivimos muy lejos.

En este RA tuve una pequeña participación en una mesa, en la que se hablaba de Premios Literarios. La condujo Laura Nuño y nos hizo sentirnos muy cómodas a todas las que estábamos allí. Me encanta poder decir que he leído a Laura, a Isabel Keats, a María José Tirado y a Anna Casanovas, y que en mis planes está hacerlo en cuanto pueda con Mercedes Perles y Mara Soret, con las que compartí impresiones. Quizá si me faltó algo fue un poco más de intervención por parte del público, aunque José de la Rosa hizo una aportación interesante. Claro, que también hubo otra que me desconcertó, y que creo que sobró. Todas las ponentes habíamos hecho una afirmación. Una vez que te dan un premio, tú misma te exiges más cara a lo siguiente que tengas en mente publicar. Es lógico, tan lógico que ninguna dudó en afirmarlo. Una detrás de otra lo hicimos y, cuando terminamos, alguien del público se levantó para decirnos que deberíamos ser más exigentes con la siguiente. No, no me he equivocado con la frase, eso es en resumen lo que nos dijo y la verdad es que no fui capaz de callarme. Le dije que eso era, exactamente, lo que acabábamos de decir. Me sorprendió. No sé si no escuchó o sencillamente tenía ganas de hablar.

Se planteó un debate sobre la limpieza en la concesión de premios, a raíz de un artículo que nos expuso la moderadora. Desde mi experiencia como jurado lo que os puedo decir es que he tenido plena libertad para decidir la novela que me gustó más, que no supe el nombre de la persona que la había escrito hasta que el jurado falló y que en todo momento dije lo que me pareció de todas y cada una de las novelas que tuve que leer, sin que nadie me condicionase en absoluto. De hecho, no conozco a ninguna de las personas que han quedado ganadora o finalistas de esta edición del HQÑ. Solo leí novelas y me dejé llevar por las sensaciones, analicé la estructura de cada una de ellas, me dejé empapar por la historia y los personajes, y decidí en función de mis sensaciones personales.

Por cierto, Laura intentó sonsacarme quién había ganado el HQÑ. Varias veces. Claro que lo sabía, pero tuve una pérdida consciente y momentánea de memoria porque la editorial no hacía el anuncio hasta el día siguiente. Ahora sí puedo decir que la novela ganadora fue Los últimos días de Saint Pierre, de Carolina Alcaide, una novela preciosa que reseñaré en cuanto se publique y que estoy segura de que os va a encantar a todos. No solo a la gente que lee romántica. Hacedme caso. Cuando la leí tuve las mejores sensaciones del mundo con ella.

Pero volvamos al RA. Otra cosa que me fascinó fue ver como las chicas de Libros del Paraíso no tuvieron un momento de respiro. Se vendieron muchísimos libros. Yo me tuve que conformar con traerme solo dos, porque mi presupuesto es el que es y esta misma semana iré a una presentación donde quiero llevarme la novela. Si me compro más, me echan de casa. Aun así volví con cinco, que me miran raro desde la torre que tengo en la mesilla. Porque esa es otra, a mí no me da la vida para leer tanto, para escribir también, para trabajar, para el blog, el taller literario y las mil historias en las que me involucro porque esto me apasiona.

La charla que más disfruté fue la de Pilar Eyre y, después de analizarlo, sé por qué. Al ser siete las personas que había en las otras mesas, el discurso sufría una dispersión que no estuvo presente en la suya. Quizá eso sea lo único a lo que le puedo poner una pega y que merece una reflexión, si sería más conveniente que las mesas fueran de menos personas. Creo que ganarían en dinamismo. De todos modos, hay que quitarse el sombrero con Merche Diolch porque ha trabajado muchísimo por el evento. No es nada sencillo lo que ha hecho, no solo este año (en el que la encontré más relajada que el pasado), sino desde el principio, desde que se le ocurrió esta idea y la convirtió en algo muy grande que pienso que debería tener una repercusión mayor en los medios. No sé por qué un encuentro de novela negra (por ejemplo y sin menospreciar a un género del que leo más novelas que de romántica) en el que como mucho hay cuarenta personas es noticia en todos los diarios y a algo como el RA no se le presta la atención que merece cuando acuden más de quinientas. ¿No será por algo? Es un género que mueve a mucha gente, que vende muchos libros y que poco a poco se está llenando de autores de calidad. Me fastidia un poco el que se trate como algo menor.

Una de las novedades fue que se recogieron productos no perecederos para donarlos. Sé que alguna se olvidó de llevarlos y otras tuvimos que tirar de generosidad ajena por motivos lógicos. Si ir en transporte público con una maleta repleta de libros para que nos firmasen ya era complicado, sumarle kilos de arroz, por ejemplo, ya era la leche. Así que pedimos en casa de mamá que nos prestasen algo para llevar el sábado. En cuanto vuelva, se lo devolveré religiosamente, dando las gracias, por supuesto, por haberse prestado a sacarnos del apuro.

Hubo más mesas, más caras, muchas anécdotas, muchos besos y saludos, pero se me van a olvidar nombres y es mejor dejarlo aquí.

Lo que sí diré es que hay muchas ganas de volver.