MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
lunes, 6 de noviembre de 2017
EL DOMADOR DE NUBES DE PILAR FERNÁNDEZ SENAC
Sinopsis:
En Septen necesitan al Domador de Nubes, sólo él puede ayudarles a recuperar lo que han perdido.
Él cree que es un trabajo más, que tan sólo deberá enseñar a sus habitantes a convivir con la naturaleza, a cuidarla. Sin embargo, todo su mundo cambiará cuando conozca a Aurora. Tendrá que enfrentarse a sus propios miedos, atreverse a sentir lo que hace mucho tiempo se prohibió, y admitir que, alguien como él, también se equivoca.
Aurora conocerá un mundo diferente gracias al Domador de Nubes, pero descubrirá que el amor duele, que olvidar no es fácil y perdonar menos aún; tendrá que elegir qué vida quiere y pelear por conseguirla.
Una daga que otorga la inmortalidad, Los Buscadores de Amrit, humanos que están desde el principio del tiempo al servicio de la tierra, seres sobrenaturales, un amor profundo que debe enfrentar varias batallas y mucho más, es lo que puedes encontrar entre estas páginas. Todo ello contado con una prosa pausada, íntima y poética, con unas descripciones mágicas que te harán creer que lo que aquí lees, no es sólo una historia más.
Mis impresiones:
Descargué la novela de Pilar porque tenía un recuerdo maravilloso de Como diente de león, su anterior obra y sabía que su prosa me llevaría de la mano. Y así ha sido, durante unos días he paseado con ella por este mundo imaginario que crea para contarnos una fábula en la que confluyen una bonita historia de amor y amistad, aventuras y preocupación por la Naturaleza y el trato que le damos.
Y el intenso dilema del protagonista.
Antes de seguir quiero decir que El domador de nubes es una historia fantástica. El título me encantó, me pareció muy sugerente para una novela, aunque al principio, como es normal en mí, ni siquiera había leído la sinopsis.
¿Qué cuenta la novela? En Septen los campos se mueren de sed, la lluvia hace mucho que no los visita y, desesperados, buscan ayuda. Sando, uno de los habitantes de ese lugar que agoniza, les habla de un hombre excepcional que sabe convocar la lluvia. Lo conoció cuando era joven, cuando navegaba a bordo del Sueños. Él sabrá darle la solución que necesita a la tierra para que vuelva a ser fértil y puedan seguir viviendo de ella.
Levan acude a su llamada.
Sando no sabe qué pensar cuando le ve: Levan no ha cambiado nada desde que se conocieron. Mientras que él ha envejecido, Levan sigue pareciendo un muchacho de la edad de su hija Aurora. Levan le confiesa que tiene un secreto: es inmortal. Su capacidad para convocar a las nubes, la lluvia y la nieve, de devolverle a la Naturaleza el equilibrio, no es gratis. Por eso, cuando se da cuenta de que Aurora le gusta (y él a ella) intentará evitarla. Ser inmortal tiene un precio altísimo: ver morir a las personas que ama.
Levan decide ayudar y, en cuanto termine su labor, marcharse muy lejos para no hacer daño a Aurora y a sí mismo. Una vez reestablecido el equilibrio, se marcha. Pero el equilibrio también lo necesita su vida, así que tendrá que resolver esa parte.
La novela tiene frases muy bonitas, como he dicho antes se lee sola y, aunque no te guste la fantasía, el dilema de los personajes la hace atractiva para un público más amplio. Es una historia amable, con su llamada de atención ecologista.
Felicidades, Pilar. Te seguiré leyendo.
Si queréis ver el booktrailer, aquí.
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Pilar Fernández Senac
sábado, 4 de noviembre de 2017
COMPARTIR UNA PASIÓN
Sé que el título de esta entrada del blog debería de ser algo así como: Crónica de la presentación de Un café a las seis de Pilar Muñoz en El dinosaurio todavía estaba allí (Madrid).
No podía ser, me quedaba sin aire al leer y, además, no cabe en un tuit.
Para mí la presentación empezó mucho antes de las siete de la tarde, hora a la que estaban convocados los lectores. Ver a Pilar, viviendo ella en Córdoba y yo en Segovia no es tan sencillo -aunque en los dos últimos años nos las hayamos arreglado para que suceda-, así que aprovechamos para alargar el día comiendo juntas. Se nos unieron Almudena -gracias, de verdad, eres mi GPS por Madrid, la garantía de que llegaré al sitio adecuado y no tiraré por la primera calle que se me ocurra-; Víctor Fernández Correas, que le dio una sorpresa a Pilar y Alberto González, su lector cero cero, como dice ella.
Almudena tenía algo que darnos a las dos, un detalle por parte de nuestra querida María José Moreno. No pudo acompañar a Pilar esta vez, pero nos tuvo en mente todo el tiempo. ¡Muchas gracias!
Cuando se acercaba la hora, volvimos al punto de encuentro. Tengo que decir que El dinosaurio todavía estaba allí tiene bastantes cosas curiosas. La primera, que conserva la fachada del negocio que al parecer había allí en el pasado, una barbería, con un cartel trazado en los azulejos que recuerdan otros tiempos y otro Madrid. Lo siguiente, que es acogedor y coqueto, un sitio peculiar e interesante para este tipo de eventos, pero con tantos detalles particulares que necesito detenerme en alguno. Por ejemplo, que los baños son unisex -lo que me costó decidir entrar a uno-, que hay muchas estanterías con libros y unos sillones que parecen cómodos en la entrada para charlar. Conserva las baldosas de un suelo que debe de hacer más de medio siglo que no se fabrican y la decoración es personalísima, original de verdad. Pero también vi algo que no me convenció: barreras arquitectónicas que impiden que este espacio, en principio perfecto para eventos de este tipo, sea para todo el mundo.
No podía ser, me quedaba sin aire al leer y, además, no cabe en un tuit.
Para mí la presentación empezó mucho antes de las siete de la tarde, hora a la que estaban convocados los lectores. Ver a Pilar, viviendo ella en Córdoba y yo en Segovia no es tan sencillo -aunque en los dos últimos años nos las hayamos arreglado para que suceda-, así que aprovechamos para alargar el día comiendo juntas. Se nos unieron Almudena -gracias, de verdad, eres mi GPS por Madrid, la garantía de que llegaré al sitio adecuado y no tiraré por la primera calle que se me ocurra-; Víctor Fernández Correas, que le dio una sorpresa a Pilar y Alberto González, su lector cero cero, como dice ella.
Almudena tenía algo que darnos a las dos, un detalle por parte de nuestra querida María José Moreno. No pudo acompañar a Pilar esta vez, pero nos tuvo en mente todo el tiempo. ¡Muchas gracias!
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Precioso detalle de María José Moreno |
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Comida |
Como nos quedaba tiempo después de comer, decidimos tomar el café en los alrededores de la Plaza Mayor, y allá nos fuimos, aunque sin Víctor, que se tenía que marchar. Sabéis que este año hay instalada una Feria del libro en ella. No sé si fue por la temprana hora de la tarde o porque la plaza es muy grande y las casetas están demasiado dispersas, pero el caso era que aquello no tenía movimiento. A esa hora solo vi a una autora firmando, algo que también me llamó mucho la atención, porque estoy segura de que muchos autores se darían tortas por estar firmando en Madrid en fin de semana. Me dije a mí misma que o esta Feria se vuelve a enfocar o poco futuro le veo. Ayer hacía magnífico en Madrid, apenas cayeron unas gotas, pero no había la fría temperatura de un noviembre normal. Debería estar lleno de gente y no era así.
No me quiero imaginar esto en un noviembre de verdad.
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Un posado en la Plaza Mayor |
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Un robado al lado del Mercado de San Miguel. Detrás de Pilar, un señor que se parecía a Unamuno. |
Cuando se acercaba la hora, volvimos al punto de encuentro. Tengo que decir que El dinosaurio todavía estaba allí tiene bastantes cosas curiosas. La primera, que conserva la fachada del negocio que al parecer había allí en el pasado, una barbería, con un cartel trazado en los azulejos que recuerdan otros tiempos y otro Madrid. Lo siguiente, que es acogedor y coqueto, un sitio peculiar e interesante para este tipo de eventos, pero con tantos detalles particulares que necesito detenerme en alguno. Por ejemplo, que los baños son unisex -lo que me costó decidir entrar a uno-, que hay muchas estanterías con libros y unos sillones que parecen cómodos en la entrada para charlar. Conserva las baldosas de un suelo que debe de hacer más de medio siglo que no se fabrican y la decoración es personalísima, original de verdad. Pero también vi algo que no me convenció: barreras arquitectónicas que impiden que este espacio, en principio perfecto para eventos de este tipo, sea para todo el mundo.
(María, me acordé mucho de ti y de tu silla de ruedas, de haber venido habríamos tenido que recurrir a que alguien te ayudase a entrar.)
Me sorprendió mucho, la explicación de por qué los baños no tenían indicado nada con respecto al sexo, me pareció algo bien pensado y muy integrador, pero se desplomó cual castillo de naipes cuando cada dos pasos encontraba un escalón. No sé, supongo que no hay una normativa que diga que los negocios privados deben ser accesibles para todo el mundo y tampoco es que el local dé para más, pero me faltó que se hubiera pensado un poquito en las personas con dificultades motoras.
Habíamos dejado preparados después de la comida el escenario, los libros, la megafonía, así que poco más hicimos en esos momentos, hasta que la sala se fue llenando. Vaya si se llenó, dos o tres personas se quedaron fuera de pie porque no cabían. Pilar tiene lectores, no solo en Madrid sino en muchos lugares y muchos de ellos acudieron a la convocatoria. Algunos también la acompañaron desde Córdoba e incluso hubo también cuatro venezolanos. Contó con la presencia de unos cuantos blogueros y varias autoras (Marisa Sicilia, Rosa Sánchez de la Vega), y con Juan Carlos González Montes que entregó la Monteskine que sorteaba en su blog con la portada de la novela a la persona que le tocó, firmada por Pilar.
La presentación la empezó Pilar transformada en Raquel, leyendo un fragmento de la novela acompañada por música. Después la presenté yo a ella y, tras hacer un breve repaso por el resto de novelas que componen su biografía literaria, pasamos a hablar de Un café a las seis.
Decidí hacerle preguntas.
Mientras preparábamos lo poco que preparamos -es lo bueno de conocerse bien-, le dije que intentaría ser breve. Era su día, su novela, así que el protagonismo lo tenía que tener ella, así que busqué las palabras precisas para darle pie a que nos contara lo que quisiera. Animé al público a que preguntasen y la verdad es que son magníficos, porque lo hicieron. Entre todos, la novela fue puesta en primer plano, sin hacer spoilers porque aún hay gente que no la ha leído, pero también hablamos de Amazon, del concurso en el que ha participado destacando los dos meses que ha durado, de la autoedición, de cómo está la literatura actual y de nuestra forma de encarar las novelas, de ese pequeño grupo de autores que hemos ido creando casi sin darnos cuenta a nuestro alrededor y con el que colaboramos en todas las fases de creación de la novela. Hace cinco años se hablaba hasta en la prensa de la generación kindle, algo a lo que yo no veía más nexo de unión que el haber publicado en la misma plataforma a la vez.
Ayer me di cuenta de que quizá nosotras pertenecemos a una generación, pero de esas que lo más probable es que no salgan en los libros de texto: un microcosmos literario de media docena de nombres unidos por lazos de amistad, preocupaciones comunes, edades próximas y que están publicando de manera simultanea. A veces con editorial, a veces no. Que han descubierto que presenciar la creación de tu propia novela es como un milagro, pero tener la oportunidad de ser testigo de excepción de la de otra persona lo es aún más.
La presentación la cerraba yo, tomando la voz de Raquel, leyendo un fragmento en el que se podía entender por qué la novela se llama Un café a las seis. Sin embargo, hay cosas que tú las planeas y después vuelan libres, y tras esa lectura siguieron las preguntas, como si no quisiéramos terminar ese momento mágico que estábamos viviendo.
Pero se tuvo que acabar, Pilar tenía que firmar libros y repartir esa sonrisa que se le puso en el rostro y que no se borró en ningún momento del día.
Después tomamos algo y nos despedimos, quizá con el pellizco en el estómago de saber que en muchos meses ninguna de las tres brujas (María José Moreno, ella y yo) tenemos un proyecto literario que presentar, que pasará algún tiempo hasta que nos llegue la hora. Confiamos en Víctor para que sea él quien tome el testigo esta vez y nos dé una excusa para sacar las escobas y volar para estar a su lado.
Me voy a tomar un respiro de eventos pues, un descanso que no tiene fecha de retorno. Un relax que iré extendiendo a todo menos a escribir. Es que tengo una historia a medias que me está gustando mucho y tengo que terminarla, creo que me podréis entender.
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Una foto con la novela protagonista |
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Delante del dinosaurio |
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domingo, 29 de octubre de 2017
¿ERES ESCRITOR?
Escribir es un acto solitario de introspección, paciencia, tiempo y calma. Es un acto privado, íntimo y al que no le hacen falta espectadores hasta que se llegue al final del proceso de creación de la novela. Con esto no quiero decir que si tienes una persona de tu más absoluta confianza y con la que tienes una relación personal íntima, no le dejes ver en algunos momentos fragmentos de tus progresos. Puede ser bueno, útil y motivador, pero no es necesario en las primeras etapas.
Es más, creo que es hasta contraproducente.
¿A qué primeras etapas me refiero? Pues a los más o menos veinte años que se necesitan para llegar a medio dominar las herramientas de la escritura -palabras, ortografía, sintáxis, manejo de los signos gráficos- y a leer los libros que debe incluir en la maleta nuestro subconsciente.
Viene muy bien que nos haya pasado la vida un poco por encima.
Y mejor si has viajado, has bebido y comido en muchos lugares, porque entonces serás rico en paisajes, en olores y sabores que trasladar al papel.
Es esencial haberse enamorado y también conviene saber qué se siente cuando no te corresponden.
Hay que haber sentido el pellizco físico del dolor, la alegría en el alma, esa que te desborda cuando la vida te premia. Haber llorado por las cosas perdidas y por aquellas que mereciste perder.
Haber aprendido a ver.
Haber aprendido a escuchar.
Uno es escritor cuando, tras todo eso, escribe por pasión y publica. Pero hace falta más. Por ejemplo, saber que borrar es tan importante como guardar, que emocionar no es opcional, que es una responsabilidad que tus palabras se conviertan en cosquillas en los corazones de personas que ni siquiera te conocen.
Supongo que cabe preguntarse cuándo no es escritor, y voy a deciros lo que a mí me parece. Uno no es escritor cuando no ha escrito nada. No es escritor cuando se sienta sin planificar y solo llena páginas y páginas, sin brújula o sin mapa. O sin ninguno de los dos. Uno no es escritor cuando no es capaz de borrar una palabra porque todas sus frases le parecen el colmo de la maravilla. Uno no es escritor cuando dedica más tiempo a decir que es escritor que a serlo.
Uno no es escritor solo porque su nombre se haya impreso en la portada de un libro.
lunes, 23 de octubre de 2017
QUERIDO JAMES
Me acabo de asomar a tu catre y he visto que descansas. Se oye tu respiración pausada y no he querido despertarte, no ahora que al fin has logrado dormir un poco. La jornada ha sido interminable y tan dura como todas desde que llegamos aquí, no pienso interrumpir este reposo que tanta falta nos hace. Aquí el silencio apenas existe, solo es posible descansar a estas horas, y de ningún modo quiero privarte de ello. De día atronan las balas y los cañonazos, que se escuchan como si estuviéramos en primera línea de la batalla cuando el viento sopla del este. De noche, el aire se llena con los gemidos y los gritos de quienes nos llegan con la metralla sumergida en sus entrañas. Solo existen estos extraños minutos de paz y silencio hasta que Megan y Liz llegan con la ambulancia. A mí, en estas horas, los que me abruman son mis propios fantasmas. No se callan, aprovechan para torturarme, como si no fuera bastante tortura sobrevivir en el infierno. Me privan de ese descanso con el que te has encontrado hoy tú.
Esta madrugada pienso en ideales en los que ya no creo, en esa idea de patria con la que nos vendieron un pasaje al horror. Es todo una mentira, enorme cuando el precio a pagar por defenderla son las vidas rotas que pasan cada noche por nuestras manos. Esas y las que se quedan en el barro a merced de las ratas.
Y las nuestras, que aunque menos expuestas al peligro, también se han perdido. Uno se pierde a sí mismo cuando deja de soñar.
Me decías un día que tú ya no soñabas y yo, inocente aun, te contesté que yo sí. Qué extraño y qué lejano suena. Soñaba con el sonido de un piano, con un paseo en París, con una comida con mesa y mantel.
Y las nuestras, que aunque menos expuestas al peligro, también se han perdido. Uno se pierde a sí mismo cuando deja de soñar.
Me decías un día que tú ya no soñabas y yo, inocente aun, te contesté que yo sí. Qué extraño y qué lejano suena. Soñaba con el sonido de un piano, con un paseo en París, con una comida con mesa y mantel.
Y soñaba contigo... Justo lo que tengo, pero que nunca tendré. Qué paradoja, ¿verdad? Un año impregnándonos en el olor de la muerte nos ha convertido... ¿en qué?
Te tengo y ni siquiera te rozo, aunque mis manos te toquen y mi piel arda cuando la acaricias. Qué paradoja que a una descreída como yo, que reniega de que seamos algo más que un cuerpo, que no cree en ningún dios, haya acabado descubriendo aquí, donde se pierde la fe, que sí tenemos eso que tú llamas alma. Yo ahora lo sé porque siento la tuya. Me prestas cada día el alivio de tu cuerpo, me reconfortas con tus manos y tus besos, pero nunca me dejas llegar a esa parte de ti. Y siento que tu corazón está tan lejos de mí como ese Londres que ambos añoramos.
Te tengo y ni siquiera te rozo, aunque mis manos te toquen y mi piel arda cuando la acaricias. Qué paradoja que a una descreída como yo, que reniega de que seamos algo más que un cuerpo, que no cree en ningún dios, haya acabado descubriendo aquí, donde se pierde la fe, que sí tenemos eso que tú llamas alma. Yo ahora lo sé porque siento la tuya. Me prestas cada día el alivio de tu cuerpo, me reconfortas con tus manos y tus besos, pero nunca me dejas llegar a esa parte de ti. Y siento que tu corazón está tan lejos de mí como ese Londres que ambos añoramos.
No sé quién es ella, la que te tiene, pero créeme que la envidio.
Ya escucho llegar a la ambulancia. Es hora de trabajar, de intentar salvar alguna vida. Destruiré esto que he escrito antes de despertarte, no es necesario que sepas que yo sí me he entregado a ti. Te he dado hasta esa parte que no creía que tuviera.
Mi alma.
Mi alma.
Elsie.
Ypres
Junio, 1915
Puesto de primeros auxilios
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relato breve
lunes, 16 de octubre de 2017
MIRAR LA LECTURA CON OJOS DE ESCRITOR
Comentaba ayer con dos amigas escritoras, Pilar Muñoz y María José Moreno, que desde que escribimos vemos la lectura de una manera completamente diferente. Antes, cuando solo éramos lectoras, nos dejábamos seducir por la trama y era esa la que en gran medida condicionaba las sensaciones finales. Una historia cautivadora, un final espectacular, unos personajes con los que empatizásemos y listo.
Éxito en nuestro ánimo.
Sin embargo, desde que escribimos, muy poco a poco eso ha ido cambiando. Somos capaces de fijarnos más en la técnica, reconocemos la mano de un buen artesano de las palabras como el ebanista experto valora una pieza de museo. Los detalles, las sutilezas, las figuras literarias, todo eso que antes nos pasaba quizá un poco más de largo, ahora se hace un hueco en nuestra mente al leer y nos condiciona.
Y el decoro poético.
Puñeteras palabras, que cuando las desconoces no te dicen absolutamente nada, pero cuando eres consciente de ellas las arrastras por los libros y son capaces de tirarte abajo una lectura sin tener la más mínima compasión.
¿Qué es el decoro poético? Por si queda alguien que se libre de su tremendo influjo os lo defino: es una técnica literaria que consistente en la adecuación del nivel lingüístico a la posición del personaje. Por poner un ejemplo sencillo: un niño de cinco años tiene que hablar como un niño de cinco años.
Esto, que parece una obviedad, resulta que no es así en muchas de las novelas. De pronto te encuentras personajes que van de duros haciendo reflexiones infantiles, o personajes que se presuponen sin estudios y que hablan como si fueran filósofos con silla propia en algún sillón de la RAE. Y eso, que parece una tontería, nos destruye la lectura, porque desde ese momento somos incapaces de creernos el personaje, porque no dejamos de darle vueltas al tema y, al final, nos ha sacado de la trama principal sin que nos diéramos cuenta.
Esto es muy curioso, sobre todo cuando, después de pasarme, me doy una vuelta por las reseñas de tal o cual libro. Si son de autores desconocidos o casi desconocidos, es probable que en algún blog se haga mención a ello. Pero, ay, si se trata de gente consolidada... ¡jamás! ¿Quién podría en su tiempo estar tan loco como para reclamarle a Unamuno un leísmo? Pues ahora sucede lo mismo. ¿Cómo vamos a decir que tal autor de éxito hace que una novela nos desafine en el cerebro si todo el mundo la celebra como la obra maestra del siglo?
En fin, es lunes.
España arde por el oeste y tiene otro incendio en el este.
Y yo debería volver a la historia que estoy escribiendo. Esto solo ha sido la pausa del café.
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