lunes, 12 de febrero de 2018

ATAJOS, TRAMPOSOS Y LA PÉRDIDA DE LA ILUSIÓN.



Desde que empecé a publicar -antes de Amazon-, este blog ha sido mi cuaderno de bitácora sobre la escritura. Muchas de mis experiencias, de mis enfados cuando algo no parecía justo, están aquí. Los logros y los fracasos. Los principios, los finales, mis lecturas y lo que escribo.

He recogido mi experiencia en la autoedición en Amazon desde principios de 2012 y mi salto a la publicación tradicional, y hoy me veo en la obligación de hablar de lo que ha pasado este fin de semana. Porque creo que el silencio ha sido una consigna que hemos respetado todos -algunos más que otros- durante demasiado tiempo y ese silencio está costando mucho.

A algunas personas se les ha ido la salud, todos hemos perdido dinero -luego explico por qué- y muchos, muchísimos, hemos perdido la ilusión. Aunque no sea autoeditada, quiero que sepáis que me afecta exactamente igual. Amazon es también el escaparate de los autores que no somos superventas y he sido eclipsada del mismo modo que los demás.

Todos, autoeditados y autores con editorial, sobre todo quienes escribimos romántica, hemos sido víctimas en esta locura.

A todo esto, ¿qué ha pasado?

Pues lo cuentan muy bien en un blog, si queréis podéis mirarlo. Alguien se ha cansado del despropósito que llevamos sufriendo mucho tiempo y ha abierto la boca en el momento que ha tenido pruebas en la mano. Y se ha liado la de Dios es Cristo.

Se han descubierto plagios, se han puesto encima de la mesa prácticas que no son ilegales -la republicación no lo es-, pero que se saltan los principios básicos de la ética y ha hecho reventar el chiringuito que tenían montado a costa de hacernos perder dinero a los demás.

¿Lo explico ya?

No sé si conocéis el programa unlimited. Consiste en que los clientes de Amazon, a cambio de una tarifa plana de alrededor de diez euros pueden acceder gratis al préstamo de las novelas que están incluidas en el programa.Cada vez que una de estas personas toma prestada una novela en unlimited y la lee, el autor recibe una pequeña aportación por página. Diminuta y variable, que depende de una cosa que es el fondo mensual para unlimited. Ese fondo es el dinero que han aportado todas las personas que tienen el programa contratado. Cuantas más páginas se lean en total, menos cobrará cada autor por página porque se reparte ese fondo entre todos.

Si dos personas son las que tienen en el top la mitad de las novelas que lo componen -a saber cómo, que eso deberían explicárnoslo porque me despierta muchísma curiosidad-, significa que de sus novelas se están leyendo muchas páginas. En realidad les dará un poco igual cobrar un pelín menos por página, porque casi todas las que se leen son suyas. A mí, que en todo el mes me han leído, pongamos 2000, me irán restando poco a poco. Perjudicándome de alguna manera.

No sé si se entiende del todo lo que quería decir cuando me refería a que todos perdemos dinero. Ya, si te han plagiado, ni te cuento lo que pierdes. Mis personajes son mis otros hijos...

En realidad esto a mí me da igual, con mis páginas leídas al mes no tengo ni para tomarme tres cervezas, pero hay mucho más detrás de todo esto. Estos atajos, estas trampas, ni me extrañan ni me preocupan en absoluto. Siempre se dice que la verdad tiene las patitas muy cortas y todo, tarde o temprano, se acaba sabiendo. Y pudiéndose demostrar.

Lo que me molesta, de verdad, es otra cosa: la pérdida de la ilusión.

¿Sabéis lo que cuesta escribir una novela? Desde luego, sin copiarla de nadie, sin plagiar, no se escribe en una semana. Ni estando ocho horas al teclado, y menos de 300 páginas. Por muy mala que sea, por muy poco planificada que esté, por horrorósamente puntuada que te la encuentres. NADA. En una semana es imposible.

¿Os creéis que no lo he intentado y que hablo solo de hipótesis? Pues no sé si habrá alguien más loco que yo por ahí y que le dé por experimentar más, no sé si muchas personas son capaces de meterle a las novelas empujones de diez mil palabras, pero lo he intentado. Ni aun así se escribe tan rápido. O sí, pero el cagarrio que sale no vale ni para borrador del borrador. No os creáis a los gurús que están intentando convencer a medio mundo de que todos tenemos un escritor dentro del alma porque NO. Ni somos unos genios ni hay tiempo suficiente.

Para traducir una novela desconocida con el traductor de Google, mandarle a alguien por cuatro duros que le dé una vuelta para que no suene tan raro y publicarla con una portada chula y una sinopsis llamativa pues igual con una semana llega. ¡¡¡Pero no me digáis que no es cutre!!!

Además de ilegal, feísmo porque sería un plagio, horrible porque te apropias del trabajo de otra persona que, igual ni se entera, pero como se entere como poco perderá dos kilos y se pegará una panzada a llorar. Esto tampoco es una hipótesis. Dos veces me han plagiado Su chico de alquiler, que hace falta ser imbécil para plagiar esta novela con la cantidad de veces que la he promocionado. Era cuestión de tiempo que alguien me lo dijera.

Lo dicho, que perdí un par de kilos, lloré como una boba y tardé dos horas en lograr que la quitasen. Y le lancé una maldición -permítalo Dios que te toque la lotería- a la persona que puso la segunda porque le puso una portada que era para castigarla a copiar mil veces: "Esta aberración de protagonista no es Javier Muñoz, el mío es mucho más guapo".

Por cierto, ahora que he llegado a Javier, os cuento lo de la ilusión. Acaba de hacer un año que publiqué Entre puntos suspensivos. La novela se mantuvo en el top de Amazon un par de días, justo el del lanzamiento y otro, y después se perdió en el maremagnun de novelas publicadas a un ritmo exponencial. Y aquí viene la pérdida de la ilusión y volvemos al programa unlimited.

Si una novela está en este programa, cada página leída tiene dos premios. Uno, el dinero que lanza a la cuenta corriente del autor. Dos, las posiciones que sube en el ranking. Eso se llama visibilidad.

Entre puntos suspensivos salió sin unlimited, como la mayoría de las novelas de editorial, a las que se les da un tiempo para que se defiendan solas. Vamos, como si te sueltan en una batalla que se libra a espadazos con un silbato: no duras diez minutos. No tuvo opciones. Daba igual lo que se promocionase, total, "si tú ya tienes editorial", me decían, no te estreses. Coño, como si eso fuera todo, como si me pagasen los royalties sin vender. "si tú ya la tienes papel", como si la visibilidad el papel no tuviera nada que ver con que la gente hable de la novela.

Mi novela, en realidad como las novelas de muchísima gente, se perdió.

Un trabajo largo. Dos meses de borrador. Dos meses de reposo. Dos meses de reescritura. Dos meses de espera hasta que supe que se publicase. Dos meses para la primera revisión del digital. Dos meses para la revisión del papel. ¡Ostras! ¡Un año!

Y esta ha sido la novela que más rápido he escrito porque llevaba AÑOS pensándola. Documentándome. Soñando con los personajes. Lo tenía todo tan claro que salió a borbotones. Pero sin simultanear con otra, sin publicar nada más.

Lerda que es una y no es capaz de ir más deprisa. Y total, para nada, para que la gente prefiera leer esas otras cosas.

Aunque, ¿de verdad alguien leía eso? Porque nadie lo reconocía pero ahí estaban.

Tal vez es que hay algo más que se nos está escapando.

Por cierto, otra vez la romántica ha sido el género al que le ha caído una tonelada de mierda encima y ¿sabéis por qué? Porque consentimos demasiadas veces que todo el mundo se crea que es un género en el que vale todo, que se diga que no exigente. Porque este todo vale del que han sido un nefasto ejemplo ha hecho que proliferen auténticos horrores que le dan una patada en la boca a la verosimilitud y se pasan por el forro las mínimas normas de sintaxis y ortografía. Pero claro, es que todo valía.

Pues no, no vale todo.

Ya está bien.

Como lectores deberíamos empezar a ser más justos. Elegir con más criterio. Yo os juro que lo intento y cuando encuentro novelas que valen la pena, lo cuento. Y cuando no me gustan, no me dedico a machacarlas. Hago algo mucho más útil: me quedo calladita, que estoy más guapa y no le hace daño a nadie.





domingo, 11 de febrero de 2018

EL HOMBRE QUE SE FUE A MARTE PORQUE QUERÍA ESTAR SOLO DE DAVID M. BARNETT



Sinopsis:

Todos conocemos a alguien como Thomas.

El vecino gruñón que se queja de tu comportamiento incívico en las reuniones de la comunidad de vecinos. El señor que te chista si tiene que esperar un minuto detrás de ti en la cola del supermercado. El compañero que manda un mail con copia a toda la empresa si por error acabas el último rollo de papel higiénico…

Thomas está perfectamente satisfecho yendo siempre por su cuenta, alejándose de los demás y de sus problemas. Pero bajo esa fachada gruñona se esconden una historia y una tristeza que a todos nos resultan dolorosamente familiares. Y está a punto de encontrar una familia que cambiara su manera de ver las cosas…

Un hombre que había dado el mundo por perdido. Una familia que le enseñará a vivir. El hombre que se fue a Marte porque quería estar solo es una historia irresistible y reconfortante sobre sobre amistades improbables y segundas oportunidades, perfecta para los lectores de La tentación de ser felices, El insólito peregrinaje de Harold Fry y Un hombre llamado Ove. Te hará reír, llorar… y reconciliarte con todos los cascarrabias que han pasado por tu vida.

Mis impresiones:

¿Sabéis esos libros que de pronto os llaman la atención porque os recuerdan a otro? Este fue uno de ellos. Leí un fragmento y de inmediato pensé en feelgood. Siempre que pienso en este género en mi mente se dibuja la sonrisa de Mónica Gutiérrez y me acuerdo de sus libros. En concreto, la novela de Barnett me había llevado incluso a la portada de La librería del señor Livingstone.

Las dos novelas tienen en común alguna cosa: un protagonista gruñón y encantador a la vez, personajes extravagantes que te enamoran, mucho sentido del humor y esa sensación que transmiten estas novelas de que este mundo, a pesar de todo lo malo, es un buen lugar para vivir. Que se puede seguir creyendo en las personas aunque a veces lo demos todo por perdido.

Pero vayamos a la novela. El título en español es eterno: El hombre que se fue a Marte porque quería estar solo. ¿Por qué? El original es Calling Major Tom, mucho más corto y desde mi punto de vista más impactante. A veces pasa esto con los libros, en las traducciones se adaptan los títulos y no lo entiendo. Me pasó con uno de Sophie Kinsella, se llamaba Can you keep a secret? en inglés y en español se lo cambiaron por otro que no le quedaba tan bien como este a la novela.

Pero vayamos a lo importante.

La obra se divide en 67 capítulos, todos con su título, y arranca en febrero del 78, cuando el pequeño Thomas Major, un niño feliz hasta ese momento, va con su padre al cine a ver La guerra de las galaxias. La que empieza siendo una noche magnífica -es preciosa la imagen de Thomas guardándose la luna en el bolsillo- se acabará torciendo cuando su padre le deje solo en la sala de cine para encontrarse con una amante. Cuando el niño los descubra se acabará su infancia y subrayará ese día como en el que empiezan las desdichas de su vida. Que no son pocas.

Por eso no es de extrañar -o sí, pero esto es ficción- que acabe pasando lo que pasará.

La novela no es lineal, son constantes los saltos al pasado para que vayamos comprendiendo al personaje y sus motivaciones, por eso el conflicto tarda un poco en llegar. El porqué Thomas acaba metido en una nave rumbo a Marte, solo, si él es un simple científico no un astronauta. Por qué se va para siempre de la Tierra a un lugar donde no se encontrará con nadie nunca más.

Pues es un poco loco, pero te ríes.

El elegido para la aventura de ser el primer hombre que se instale en Marte se muere de pronto de un infarto, justo diez minutos antes de que lo vayan a presentar a la prensa, el 11 de enero de 2016. Thomas tiene solo la misión de acompañarlo hasta que empiece la rueda de prensa. Solamente eso. Nada más. Pero ha recibido ese día los papeles de su divorcio. Bowie ha muerto. ¿Qué se puede perder si él se pone el traje del astronauta que acaba de caer fulminado a su lado y se presenta ante la prensa como si él fuera el elegido de verdad?

El disparate, que casi le cuesta un infarto a los miembros de la BriSpa -Agencia Espacial Británica-, a la prensa le hace mucha gracia. El se llama Thomas Major o Major Tom, como acaban llamándolo, en un juego de palabras que tiene que ver con una canción de Bowie. Es la publicidad perfecta y Thomas acabará siendo el primer hombre rumbo a Marte, con un libro de crucigramas por compañero, un mal humor permanente y muy poquitas ganas de ponérselo fácil a quienes desde la Tierra siguen su misión.

Entonces aparece Gladys Ormerod. Es una adorable anciana a la que se le está yendo un poco la cabeza, que está a cargo de sus dos nietos, Ellie y James, porque su nuera murió en un accidente y su hijo está en la cárcel. Thomas la llama por teléfono por error y los problemas de Gladys y su familia acabarán siendo el motor de la novela.

Ellie y su responsabilidad inesperada a los quince años.

James, que a pesar de su corta edad ya sabe que quiere ser científico.

Me ha gustado en especial un personaje secundario, Delil, el adolescente que se empeña en hacerse amigo de Ellie, que está todavía más trastornado que Gladys. Me ha gustado mucho su optimismo contagioso, la perseverancia hasta que consigue que Ellie sonría.

Y me ha gustado cómo el autor acaba esta novela, que es la resolución de un crucigrama. Es como esa palabra que le cuesta tanto encontrar y que se la da la familia que lo salva de sí mismo y de la soledad.

Ah, al final, en su bolsillo, cerca del corazón, se guarda la Tierra en otra preciosa escena.


Nota: este libro ha sido un regalo de mi editorial. Gracias, María Eugenia, porque me ha gustado muchísimo, creo que me conoces.



domingo, 4 de febrero de 2018

UNA, DOS, TRES.



¿Me querríais leer? A mí no, tengo claro que soy un galimatías, me refiero a una novela mía.

Veréis, tengo una en un cajón. Lleva demasiado tiempo dando tumbos, buscándole un destino y como no le encuentro un camino, me estoy planteando opciones.

Una se llama, sencillamente, botón de suprimir. Si en este tiempo no he logrado encontrar para ella un lugar, será que no se lo merece. No soy tan egocéntrica como para creerme que lo hago todo bien. Ni siquiera medio bien. Que yo crea con todas mis fuerzas en esa novela no significa, para nada, que valga.

Dos, seguir intentándolo. Es la opción de los valientes, pero también es la opción de quienes siguen teniendo reservas de energía e ilusión como para afrontar los reveses que se vayan presentando en el camino. Llevo mucho tiempo protegiendo estas palabras, porque creo en ellas con todas mis fuerzas, pero no sé si me queda energía para seguir con esto.

Tres, autoeditarla. Sé que lo he hecho antes, sé que soy de las personas que abrieron camino a otras en este país cuando empecé a hacerlo, pero... conozco todos los contras de primera mano y tampoco sé si tengo energía para ellos. Además de que creo en esta novela con todas mis fuerzas, y por eso me da mucho miedo dejarla solo en internet excluyendo al resto de mis lectores, muchos de los cuales no lo usan. Solo leen.

Pienso cada día en esto, en qué hacer o no hacer con ella, en si sigo o paro, en si lo intento o la olvido y me centro en la que tengo que revisar, que es romántica y más fácil que confíen en ella. Me he dejado el alma en ella, pero tal vez mi alma no es demasiado atractiva. No lo sé.

Solo sé que estoy muy cansada.

La verdad es que estoy hasta el gorro de las redes, porque sin objetivo, sin poder contar nada, pudiendo solo dedicarme a dar el parte meteorológico y a poner fotos de mi perro (hasta que deje de ser legal, claro), no me motivan en absoluto.

Yo estaba aquí para hablar de libros y hay ya tanto ruido que lo importante no se escucha. Es como un congreso de vendedores donde todo el mundo habla pero nadie se para a escuchar.

Por eso no sé qué hacer.

Pienso y cada cinco minutos cambio de opinión, en una montaña rusa que no es más que el reflejo de este año raro que comenzó el 19 de marzo y que me ha roto la rutina, descolocando lo que tanto esfuerzo y tantos años me había costado.

No se podía predecir, uno nunca puede saber qué día se le romperá el corazón.

Todo esto que pienso supongo que se calmará cuando recupere la rutina.

Algún día.

domingo, 28 de enero de 2018

CARRETERAS SECUNDARIAS DE IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN



Sinopsis:

El adolescente Felipe y su padre viven a salto de mata, cambiando constantemente de ciudad y de domicilio. Su única posesión es el Citroën Tiburón en el que viajan por la España de finales del franquismo. Van en busca de algo, pero ellos mismos no saben de qué.

Mis impresiones:

He leído esta novela en el marco del club de lectura La sala de espera, organizado por Rubén Berrueco en Facebook. Lo he hecho porque, aunque este no era ninguno de los tres libros que él proponía como lectura de Ignacio Martínez de Pisón, lo tenía en casa desde hace años, en la biblioteca de mi hijo mayor y me pareció un buen momento para ponerme con él. Muchas veces he leído con él los libros que le mandaban en clase, pero este no me pillaría en un momento despejado de lecturas y se quedó. Me gustó la idea de Rubén, la de proponerse como reto leer al menos doce libros al año -uno por mes- y, por otro, poder comentarlo en casa con mi hijo.

La historia empieza a orillas del mar, con los pies de Felipe, el adolescente protagonista, sumergidos en la orilla. Concentrado en lo que le dicen las olas. La voz de su padre, le llama para que se monte en el Tiburón, el coche que tienen y él sabe ya, sin que haya más pistas, que se irán del sitio donde están viviendo. Porque ellos viven así, escapando de un lugar a otro, sin echar raíces en ninguna parte.

Un padre y su hijo.

Un padre y su hijo adolescente, con todos los problemas de incomunicación que genera esta etapa de la vida en la que ninguno quiere parecerse a sus progenitores. Felipe nos va contando su periplo de un lugar a otro a bordo del Citroën y su modo de vida, trampeando, cometiendo pequeñas estafas... Cuenta la relación de su padre con Estrella, una cantante de zarzuela que a él le saca de sus casillas y después con Paquita, una muchacha un tanto hippie y chiflada de la que no entiende que haya sido capaz de enamorarse de un estirado como su padre.

El libro cuenta dos viajes. Uno es ese, el viaje en coche de un lugar a otro, sin quedarse demasiado en ninguno; el otro, es la huida del padre de Felipe. De su pasado, de su familia, de las cosas que le recuerdan que ha fracasado en la vida.

Creo que es una lectura que merece la pena, pues hace un repaso de cómo era la vida y la sociedad de la España de los últimos momentos del franquismo. El autor escribe bien, la novela tiene toques de humor y se aprecia en ella el desencanto de la adolescencia. Y creo que, si a vuestros hijos se la mandan en clase, es además un buen momento para compartir algo.

Aunque sean adolescentes y tampoco sea la situación más propicia para coincidir.

Hay una película protagonizada por Antonio Resines que se basa en este libro.


jueves, 25 de enero de 2018

MAÑANA TERMINO

Ya, ya sé que es muy aventurado ponerle una fecha a algo que tiene que ver con el proceso creativo, pero yo mañana pienso terminar una novela.

Aunque tenga que multiplicar mi velocidad al escribir por tres.

Aunque me duela la garganta como si no hubiera un mañana.

Aunque me tenga que levantar a las seis (o antes).

Mañana termino esta novela.

Os voy a contar su historia. Cuando en 2014 presenté La chica de las fotos al HQÑ, tenía otra novela MARAVILLOSA terminada, pero acababa de rechazar que dos grandísimas editoriales la publicaran. En ambos casos, la novela no era el problema, sino las condiciones.

El caso es que estaba un poco decepcionada. Pero no solo con esto, sino también con la gente que me rodeaba. Me di cuenta de que me había volcado con personas que no se lo merecían, que en cierto modo se habían aprovechado de que yo tuviera un blog para abrirse paso y, cuando resulta que la que se lo abría era yo, me dejaban sola. Nada de un felicidades en público, aunque algunos sí seguían tirando de privados. A diario. Supongo que para que no los vieran.

Me dije que hasta ahí. Dejé de contestar correos importantes a esas personas, pasé de hacer correcciones por la cara y me retiré discretamente de sus vidas. De algunos no he vuelto a saber, me acuerdo a veces, cuando sale alguna entrada del blog y siempre me digo a mi misma: eras idiota. (Lo sigo siendo, me siguen colando goles por la escuadra, aunque ahora me afecta menos).

Y empecé esta novela que mañana termino. ¿Suena contradictorio? Pues tal vez sí, porque lo es. Me había dicho hasta aquí en cualquier cosa que tuviera que ver con la escritura, pero no con esta novela, porque había pensado publicarla en Wattpad. Me planteé empezar de nuevo, desde cero, con seudónimo o sin él, eso me lo estaba pensando. Pero arrancar de nuevo. Sin embargo, antes de subir un capítulo, me dije que, como me conozco y retoco hasta la extenuación, no lo haría hasta que la terminase.

Algo que se cruzó con quedar finalista en el HQÑ y un cambio de planes sobre la marcha de 180 grados.

La novela ha tenido mil parones de escritura. He escrito otras dos completas en medio, un buen puñado de relatos, tengo varias a la mitad... Yo pensaba dejarla, de verdad, porque me ha costado mucho conseguir lo que quería.

Pero una cosa es querer dejarla y otra que te dejen. Esta es la novela de Pilar Muñoz. Un día se me ocurrió decirle que cómo la veía y ella se entusiasmó con el principio, la primera parte de las tres que la componen. Me ha dicho siempre que siga, que no abandone, y ella sabe que me ha costado muchísimo. Muchas cosas en contra, muchos malos momentos en los que mi ánimo no quería que contagiase la novela.

Pero ya está.

Solo me queda la mitad de la última escena y el epílogo. Tengo las notas, pero aún me queda escribir las palabras del primer borrador. Luego le daré un tiempo, creo que poco porque con tanto parón he tenido tiempo de revisarla muchas veces.

No sé cuándo la veréis, no sé qué pasará con ella. Eso lo dirá el destino.

Pero, ¿queréis que os diga una cosa? Tengo buenas sensaciones. A veces algo, pequeño, casi imperceptible, nos da la pista de que estamos en el buen camino. Pues yo esta tarde, terminando unos apuntes de la generación del 27 (esas cosas que hago yo), mientras corregía unos productos notables casi a la vez (otra cosa que soy capaz de hacer), he tenido una corazonada.