viernes, 18 de octubre de 2024

MIENTE

Una vez, alguien me aseguró que no mentía nunca. Yo me quedé pensando que eso es imposible; aunque sea sin querer, todos mentimos en algún momento. Por error, por descuido, por desmemoria, por piedad... soltamos algunas mentiras sin importancia.

Otra cosa es mentir de forma consciente, responder no cuando es y quedarte tan pichi.

Hace cuatro meses, a esa misma persona le hice una pregunta cerrada, cuya respuesta solo podía ser sí o no. Contestó no, y a mí me dieron vueltas los ojos porque estaba convencida, por algunas cosas que había presenciado, de que era un sí. 

Pensé, igual me he perdido algo, yo siempre vivo despistada perdida y tampoco es que le hubiera prestado mucha atención al tema.

El caso es que a lo largo del verano ha habido varias circunstancias que han confirmado que yo llevaba razón (era un sí) y que mintió descaradamente, una mentira que no tiene importancia porque el hecho a mí ni me va ni me viene. Fue una de esas preguntas que sueltas en una conversación intrascendente, que cobró importancia al encontrarme con pruebas que decían justo lo contrario que su rotundo no.

Pensé que quizá, por una razón desconocida, quería que yo creyera esa versión, y la verdad es que estaba más que dispuesta a darle el gusto, porque de verdad que es algo que me la pela, pero hace unos días, por casualidad también, presencié algo que confirmaba que su no podía ser cierto. Que no me había mentido. 

Bueno, pues ayer, que no tenía sueño, dando vueltas por una red social, volví a tropezar con algo que desmentía el no con la misma rotundidad que lo que presencié le daba la razón al sí.

Vamos, que miente con todas las de la ley.

No sé si es a mí en concreto o se miente, pero que no dice la verdad, eso es seguro.

Después de este galimatías, que no es más que un ejercicio de redacción mientras aplaco los nervios por el encuentro con lectores en Cuéllar que tengo dentro de un rato, solo quiero llegar a un lugar. Todos mentimos. A veces, las mentiras son mentirijillas tolerables. Otras, como en este caso, algo mucho más serio porque afecta a otras personas.

Lo que me resultó curioso fue la incoherencia, la afirmación rotunda por parte de quien miente.

Creo que por sistema.

domingo, 29 de septiembre de 2024

UNA PAUSA

 La vida siempre te lleva por donde le da la gana. Es algo que aprendes con el tiempo, que el timón puedes pretender llevarlo tú, puedes creértelo si te da la gana, pero no es cierto. Hay miles de factores ingobernables en los que no tienes el más mínimo control.

Yo tengo un máster en perder las riendas, en tener que bracear para no ahogarme, así que ya ni siquiera me extraña cuando soy incapaz de cumplir compromisos. 

Por eso, casi nunca firmo pactos con nadie más que conmigo y, si me decepciono, también he aprendido a perdonarme y a que se me pase lo más pronto posible. Por ejemplo, no estoy nada enfadada por no haber sido capaz de terminar mi relato con Machado. A nadie más que a mí le importa esto que estoy escribiendo, así que dará lo mismo que lo postergue para cuando los tiempos de la vida soplen un poquito más a favor.

Y, si de pronto ya no hay viento, tampoco va a pasar nada porque este es un barco que nadie espera y que en su equipaje no lleva nada de valor.

Me perdono y me doy permiso para tomarme una pausa.

El tiempo que haga falta.


lunes, 16 de septiembre de 2024

CXIII CAMPOS DE SORIA. MACHADO Y YO

CXIII

CAMPOS DE SORIA


I


 Es la tierra de Soria árida y fría.

Por las colinas y las sierras calvas,

verdes pradillos, cerros cenicientos,

la primavera pasa

dejando entre las hierbas olorosas

sus diminutas margaritas blancas.

La tierra no revive, el campo sueña.

Al empezar abril está nevada

la espalda del Moncayo;

el caminante lleva en su bufanda

envueltos cuello y boca, y los pastores

pasan cubiertos con sus luengas capas.


Esta silva arromanzada, breve y bella, tiene sonidos poderosos. Solo tengo que cerrar los ojos y puedo escuchar las sonoras aliteraciones de la erre y de la ese. Se cuelan bajo mi piel y arañan, y siento como mío ese campo que se trueca en alguien vivo que sueña como lo hacen los hombres. La delicadeza de esas palabras que evocan lo minúsculo, que a mí me hace pensar en grande. Porque encuentro la esencia de la vida en eso, en centrarse en los pequeños detalles son, al final, lo importante.

Es saber encontrarlos en cualquier lugar.

En la que fue tu Castilla, en que es ahora la mía.

El frío, la nieve, el tomillo y una bufanda se transmutan y se convierten en algo más que unas palabras. Son diminutos fragmentos de felicidad. Representan la dulzura de la vida que cada uno encuentra donde quiere. Me mueven y me conmueven, porque sé lo que se siente cuando ese viento te roza la piel, cuando el frío te congela las manos o cuando el olor del tomillo se te cuela en el alma.

Tú lo sentiste, como yo.

Tú te enamoraste, como yo.


VII


 ¡Colinas plateadas,

grises alcores, cárdenas roquedas

por donde traza el Duero

su curva de ballesta

en torno a Soria, obscuros encinares,

ariscos pedregales, calvas sierras,

caminos blancos y álamos del río,

tardes de Soria, mística y guerrera,

hoy siento por vosotros, en el fondo

del corazón, tristeza,

tristeza que es amor! ¡Campos de Soria

donde parece que las rocas sueñan,

conmigo vais! ¡Colinas plateadas,

grises alcores, cárdenas roquedas!...


A veces les hablo a mis chicos del impresionismo. Les cuento que fue un movimiento en pintura, una nueva manera de crear que encontraron los pintores franceses de finales del XIX para, a través de leves trazos inconexos, transmitir paisajes completos que el espectador es capaz de reconstruir en su mente cuando observa el cuadro.

Tan sencillo y a la vez tan mágico.

Tú eres impresionista en este poema, impresionista de las palabras. Te olvidas de los verbos que conecten adjetivos y sustantivos y, como aquellos pintores, dejas tus trazos diseminados por el poema.

Un color.

Un matiz.

Un elemento del paisaje.

Ellos solos, sin más nexos que esas admiraciones que llenan todo de emoción dibujan un cuadro. El presente y el pasado. Esa mezcla tan tuya de dureza y sentimientos de amor.

Y en medio de todo, tú, presente en el poema.

Porque estás ahí, no solo tras cada palabra, sino hablándole al paisaje, convencido de que te escucha. Loco poeta, tan loco como yo que te escribo, aunque sepa que no me puedes escuchar.

Quizá todos estemos un poco locos.

Siguen siendo Soria y su Duero los dueños de estas líneas, siguen presidiendo tus emociones. Ella, altiva. Él, poderoso. Y a ellos encaramas las palabras que a saltos de caballo brincan de un verso a otro y hacen que fluya tan suave como la primavera.

¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!...

Seis palabras, cierro los ojos y soy capaz de sentirme allí.

Mágico poeta.


(Seguirá)


 


sábado, 14 de septiembre de 2024

CII ORILLAS DEL DUERO: MACHADO Y YO

 

Wikipedia

CII

ORILLAS DEL DUERO

 

¡Primavera soriana, primavera

humilde, como el sueño de un bendito,

de un pobre caminante que durmiera

de cansancio en un páramo infinito!

¡Campillo amarillento,

como tosco sayal de campesina,

pradera de velludo polvoriento

donde pace la escuálida merina!

¡Aquellos diminutos pegujales

de tierra dura y fría,

donde apuntan centenos y trigales

que el pan moreno nos darán un día!

Y otra vez roca y roca, pedregales

desnudos y pelados serrijones,

la tierra de las águilas caudales,

malezas y jarales,

hierbas monteses, zarzas y cambrones.

¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!

¡Castilla, tus decrépitas ciudades!

¡La agria melancolía

que puebla tus sombrías soledades!

 ¡Castilla varonil, adusta tierra.

Castilla del desdén contra la suerte,

Castilla del dolor y de la guerra,

tierra inmortal, Castilla de la muerte!

Era una tarde, cuando el campo huía

del sol, y en el asombro del planeta,

como un globo morado aparecía

la hermosa luna, amada del poeta.

En el cárdeno cielo violeta

alguna clara estrella fulguraba.

El aire ensombrecido

oreaba mis sienes, y acercaba

el murmullo del agua hasta mi oído.

Entre cerros de plomo y de ceniza

manchados de roídos encinares

y entre calvas roquedas de caliza,

iba a embestir los ocho tajamares

del puente el padre río,

que surca de Castilla el yermo frío.

¡Oh Duero, tu agua corre

y correrá mientras las nieves blancas

de enero el sol de mayo

haga fluir por hoces y barrancas,

mientras tengan las sierras su turbante

de nieve y de tormenta,

y brille el olifante

del sol, tras de la nube cenicienta!

¿Y el viejo romancero

fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?

¿Acaso como tú y por siempre, Duero,

irá corriendo hacia la mar Castilla?

 

En esta silva, le hablas al Duero, como si en lugar de ser agua que corre fuera un ser vivo. Y lo haces porque así lo sientes, como el señor de este reino condenado, como la columna vertebral de esta áspera tierra. Le preguntas sobre el destino de Castilla, pero no esperas, por supuesto, su respuesta. No porque sea un río y los ríos no respondan al hombre sino cuando se desbordan y reclaman su sitio o cuando se secan y comprometen la sed de las cosechas. No. No esperas su respuesta porque la estás viendo frente a tus ojos.

 

La sientes en cada paseo por sus caminos vacíos y sus ciudades ruinosas. En cada páramo yermo y desabrigado donde apenas crece nada.

 

Castilla, siguiendo la metáfora de Manrique, a la vera de su río, se encamina al mar de su muerte.

 

En tu tiempo.

 

En el mío.

 

Puede tener la esperanza de la primavera más bella, esa que se ansía como alivio entre el duro invierno y el verano más extremo, pero no será suficiente para salvarla de una muerte tan lenta que aún estamos doliéndonos por ella.


(Seguirá)

 

viernes, 13 de septiembre de 2024

XCIX POR TIERRAS DE ESPAÑA: MACHADO Y YO

 

Imagen Freepick ai


XCIX

POR TIERRAS DE ESPAÑA


El hombre de estos campos que incendia los pinares

y su despojo aguarda como botín de guerra,

antaño hubo raído los negros encinares,

talado los robustos robledos de la sierra.

Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;

la tempestad llevarse los limos de la tierra

por los sagrados ríos hacia los anchos mares;

y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.

Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,

pastores que conducen sus hordas de merinos

a Extremadura fértil, rebaños trashumantes

que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.

Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,

hundidos, recelosos, movibles; y trazadas

cual arco de ballesta, en el semblante enjuto

de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.

Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,

capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,

que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,

esclava de los siete pecados capitales.

Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,

guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;

ni para su infortunio ni goza su riqueza;

le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

El numen de estos campos es sanguinario y fiero:

al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,

veréis agigantarse la forma de un arquero,

la forma de un inmenso centauro flechador.

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta

¿no fue por estos campos el bíblico jardín?:

son tierras para el águila, un trozo de planeta

por donde cruza errante la sombra de Caín.


Otra vez la tierra, esa que no era la de tus raíces, pero que te acogió y te prendió a ella con tanta intensidad que se te escapaba en cada verso, en cada poema. Proyectaste en el paisaje castellano los claroscuros de nuestro carácter y vomitaste unos versos negativos y pesimistas. Nos definiste rudos, recios, sufridos y recelosos. Capaces del sacrificio y de la amabilidad extrema, a la par que envidiosos y ruines con nuestros vecinos. De alma de azufre, herederos de ese Caín bíblico que mató a su hermano. 

No creas que hemos cambiado. 

Abundan los amigos de la maledicencia que inventa y difunde, que corea a quienes difaman y que convierte en diversión penas ajenas. Nos hemos convertido en comadres aburridas, contagiados por una televisión dañina y unas redes perversas, que han hecho de la intimidad un oscuro espectáculo, algo que se reproduce en todas partes, como el más letal de los virus.

La envidia tiñe vidas de amarillo, como entonces, aunque ya no hay tantos a los que llamar Caín. Entre otras cosas, porque los que son muy jóvenes, se lo he preguntado hoy mismo, nunca han oído hablar de Caín. Todos los nombres propios que suenan a Iglesia están vetados por la modernidad. Se impone la ignorancia y a ella se aferran como al salvavidas que ven en ella, porque ¿a quién le gusta ser distinto? Si lo eres te llaman friki. Pedante, raro, extravagante, sabihondo… serían nuestras palabras, pero hasta esas las vamos olvidando.

Friki.

Al que maltratar en la escuela o aislar en la calle.

¿Quién quiere saber, si ser un ignorante te protege de la ignorancia?

¿No te sientes un poco triste, mi poeta?

Evoco a los hombres y mujeres de tu tiempo dejándose la piel para que la cultura llegase hasta los rincones más recónditos. Rememoro esas iniciativas tan luminosas que pusisteis en marcha como las Misiones Pedagógicas de cuya comisión fundadora formaste parte como vocal, con la que organizaste el teatro popular que recorría los pueblos de España.

Evoco, porque no lo viví, lo que he leído, la ilusión que le poníais a todo.

Ahora las ilusiones se virtualizan y los objetivos vitales pasan por conseguir likes. Y los que no, los que se resisten a esta moda de ser el más popular, el más importante en nada, huyen de la tierra a estudiar, consiguen becas, sí, pero si vieras lo poco que aprenden…

Es tan triste escucharlos cuando regresan…


(Seguirá)