miércoles, 30 de marzo de 2011

jueves, 24 de marzo de 2011

LOS NIÑOS DEL INVIERNO. GILBERT BORDES.


Hay veces que un libro de sorprende, y este es uno de ellos. El punto de partida de la historia es la huida de un grupo de seis niños, de distintas clases sociales y de religiones diferentes, durante la Segunda Guerra Mundial. La Resistencia trata de ponerles a salvo atravesando los Pirineos, pero en el viaje, sus protectores son capturados por las SS y asesinados frente a los atónitos ojos de los niños, que observan la escena desde su escondite. Sin ayuda adulta se ven obligados a sobrevivir en pleno invierno en las montañas, sin la posibilidad de huir, desbaratada ya desde el principio por los soldados alemanes.

Este libro, escrito en presente, te transporta a la dureza del momento que viven. Este tiempo verbal te acerca a la historia como si tú mismo sobrevivieras con ellos. Su distribución en capítulos, marcados cada uno por un día de su periplo, te arrastra con ellos. Y es eso precisamente. Se arrastran por la vida, débiles por todas las carencias con las que tropiezan de repente. Los niños van perdiendo la inocencia y la fe, sufren los estragos del hambre, el frío y la muerte que el autor ha sabido trasladar al lector. El libro te deja con la sensación de que alguien ha apretado la pausa del mundo y se ha olvidado de ellos. Me ha gustado mucho.

Por cierto, sólo he tardado unas horas en leer las 273 páginas. Eso querrá decir algo.

martes, 22 de marzo de 2011

APRENDER JUGANDO

Hay veces que, jugando, se puede aprender mucho. Esto pensando mucho estos días en la saga Los hijos de la Tierra, y se me ocurrió que podría jugar con mis hijos a que entendieran la forma de vida de la prehistoria sobre el terreno. Es cierto que tengo la fortuna de vivir muy cerca de lugares que han sido ocupados por el ser humano desde la prehistoria, así que aproveché para proponerles un juego. Su padre y yo los llevamos a la ribera del Duratón, y allí les animé a imaginar que éramos un clan en busca de un nuevo alojamiento. Enseguida encontramos la cueva de los siete altares y estuvieron de acuerdo que era un sitio ideal para establecerse: a pocos metros del agua, de donde se podría obtener alimento y bebida, cerca de árboles que dan sombra y leña para el fuego, rodeados de naturaleza.



Al leer el cartel de la entrada de la cueva descubrieron que había sido usada como iglesia en la época visigoda y se decepcionaron un poco. Supongo que esperaban algo más antiguo. No había pinturas ruprestres a la vista, pero ellos ya saben lo que eran por los libros, aunque mi hijo opine, como yo a veces, que los significados mágicos son cuestionables. Cuando, de pequeñitos, ellos no tenían papel a mano con el que plasmar su arte, ni pinturas plastidecor, usaban las paredes de casa y, mismamente, chocolate...

lunes, 21 de marzo de 2011

APRENDER DE GOLPE

Hace unos días, un tremendo accidente de coche estuvo a punto de llevarse por delante la vida de una de mis amigas. Afortunadamente está muy bien, sobrevivirá sin problemas a las secuelas físicas, que en principio no parecen graves, pero me ha dicho que no piensa en el futuro. Una imprudencia ajena la puso frente a la muerte y aunque aparentemente salió bien del trance, se ha propuesto no hacer planes a largo plazo, o sea, más allá de hoy mismo. Supongo que todo está tan reciente que no puede dejar de pensar en ese coche que, repentinamente, se le vino encima. Justo ahora que ya casi estaba curada de otra adversidad. Este golpe, sumado a la amargura que siempre te dejan las historias que acaban mal, ha paralizado su capacidad de soñar.


Estoy segura de que es un sentimiento pasajero. Cuando las heridas se curen y su vida se normalice supongo que volveremos a planear alguna cena, una tarde en Madrid viendo un musical, o simplemente, un café por la mañana. Esto será solo uno más de los palos que te da la vida de los cuales, siempre, se aprende. Aunque de alguno como este, las dos estuvimos de acuerdo, no queremos aprender nada.

Yo quiero que siga soñando, que en esta receta de su vida desaparezcan los ingredientes amargos, los que han ido dejando mal sabor. Tengo ganas de que llegue el día en el que esto sólo sea un recuerdo triste, que aparcará en su mente para vivir otros infinitamente mejores. Yo, para cuando esté bien, quiero presentarle a Andrés. No es alguien real, es un personaje de una de mis novelas, pero está construido a partir de sus sentimientos. Una frase que me dijo en un café, una mañana horrible en el que todo parecía incluso más negro que ahora, cambió a una novela que llevaba años atascada. Aprendí de golpe que, sin vivir, no se puede contar la vida. O al menos sin mirarla muy de cerca.

miércoles, 16 de marzo de 2011

LA TIERRA DE LAS CUEVAS PINTADAS. J.M. Auel

Indagando por ahí he encontrado que quedan sólo unos pocos días para que se publique este libro de Auel, que recrea la vida de Ayla durante la Prehistoria. Hace ya muchos años que leí el primero de los libros de esta saga, El Clan del Oso Cavernario, y fue tal el impacto que causó en mí que lo he vuelto a leer (éste y todos los que van detrás) por lo menos cinco veces. Cada vez descubro cosas que se me habían pasado por alto y creo que cada vez me gusta más.
Si tuviera que quedarme con uno solo, dudaría. Quizá el primero, o El valle de los Caballos, o a lo mejor Los cazadores de Mamuts. No sé. Todos tienen su encanto, salvo, para mi gusto, Los refugios de Piedra porque, leídos uno detrás de otro, creo que se repite demasiado. Es cierto que para darle independencia a una novela es conveniente no dar por supuesto que el lector lo conoce todo, pero en las sagas, lo habitual es que se empiece por el primero.
Yo me animo con este, ya os contaré...