martes, 13 de diciembre de 2011

RECORDATORIO DE SORTEO: EL BOLÍGRAFO DE GEL VERDE DE ELOY MORENO

Os recuerdo que en dos días se cierra el plazo para participar en el sorteo de un ejemplar de El bolígrafo de gel verde, de Eloy Moreno, firmado por el autor.

Si queréis participar todavía estáis a tiempo. Las bases las podéis encontrar aquí y son tan sencillas como dejar vuestro nombre y un correo de contacto.

¿Lo vais a dejar pasar?

domingo, 11 de diciembre de 2011

CUANDO LEAS ESA CARTA, DE VICENTE R. GRAMAJE.

Ya iba siendo hora. Después de más de un mes que hace que está en casa, he podido leer esta novela. Este libro ha sido galardonado con el premio Círculo de Lectores de novela 2011.

Víctor Monteoscuro es un médico rural en excedencia. La muerte de su esposa no sólo ha afectado a su vida personal, sino que también le ha hecho replantearse si es realmente bueno en su oficio, pues no fue capaz de hacer un diagnóstico precoz del cáncer que se la llevó. Por eso emprende un viaje por el norte de África con el objetivo de recorrer la ruta de un antiguo viajero, pero que es sólo una excusa para no pensar. En ese viaje tropieza con el momento en el que en Monte Arruit, durante una obra, desentierran los restos de militares españoles muertos en 1921. Víctor recoge una botella de entre los huesos y descubre en ella una carta, escrita por el capitán Gimeno Trester, con una destinataria a quien Víctor se empeña en devolver esta parte de su pasado.

El autor elige un modelo narrativo poco frecuente para contar la historia, pero que a mí me sonaba mucho porque uno de los últimos libros que he leído es Nivaria, de Óscar R. Arteaga y es el mismo: intercalar pasado y presente en capítulos sucesivos. En este caso, sin embargo, no se trata del pasado del protagonista y su presente, sino el pasado de los hombres que aparecen en la fosa común del Monte Arruit y la aventura de Víctor tratando de encontrar a la destinataria de la carta que ha encontrado. Con los capítulos del pasado el autor trata de rescatar del olvido una de las etapas más desconocidas de nuestra historia, la época del Protectorado de Marruecos y con ello un incidente que, debido sobre todo a la Guerra Civil, mucho más dolorosa para la conciencia colectiva, quedó en el olvido: el desastre de Annual. Para su búsqueda, Víctor se apoya en la capitana Claudia Navarro, a la que conoce el día que encuentra la botella y que le ayudará. Ambos acabarán viviendo una historia de amor que sacará al protagonista de la apatía en la que vive. La carta, al final, le servirá también de ayuda a él.

La novela en general me ha gustado. Está muy bien documentada y pone luz sobre asuntos que se han ido olvidando pero que marcaron a muchas familias a principio del siglo XX. Como único pero tengo que decir que me costaba entrar en la historia, sobre todo debido a esa estructura dual de la que hablo. Cuando parecía que había logrado seguir las andanzas de los militares, su lucha diaria con el sol y los piojos, su resistencia desesperada sin agua… me iba de viaje de repente con Víctor, en busca de la dirección de la carta. Y cuando creía que estaba ya dentro de su aventura detectivesca (me costaba, lo siento no me he podido creer su idilio con la capitana Navarro) de pronto habíamos vuelto a Chemorra. Me ha gustado descubrir al final del libro unas cuantas páginas en las que la ciudad de Segovia es el escenario. Esto no tiene la más mínima importancia pero me apetecía contarlo.

Por lo demás, está bien escrito y hay momentos muy brillantes, pero que quedan un poco disueltos en esa confusión que, a mí y solo a mí, me ha provocado la organización del relato.

sábado, 10 de diciembre de 2011

MI RINCÓN

Todos tenemos lugares únicos, sitios donde nos encontramos especialmente tranquilos. No tienen por qué serlo para los demás, basta con que a nosotros mismos nos transmitan tranquilidad. Mi rincón está en mi casa, en el salón. Cerca de la puerta de la terraza, por donde entra mucha luz, al lado del radiador, donde en invierno no hace nada de frío. Ahí escribo, trabajo, pierdo el tiempo... dependiendo del momento.

Tengo cerca la estantería de mis libros, una de las tres que están repartidas por la habitación, donde tiene su sitio el atlas de National Geographic, al que se le acabarán cayendo las hojas de puro usado, una enciclopedia de arte en la que puedo encontrarte cualquier cosa más rápido casi que Google, de bien que la conozco, un buen montón de revistas de Fórmula 1, libros del instituto, amarillos por el tiempo pero muy útiles todavía. Los CDs se han quedado en segunda fila, escondidos detrás de los libros. El equipo de música se rompió hace unos ocho años y ahí sigue, esperando que alguien se acuerde de arreglarlo. Encima de la estantería, recordándome lo perezosa que soy, una maqueta a la que limpio el polvo periódicamente, a medias, La Vera Cruz de Segovia que me está llevando más tiempo que lo que costó construir la original.

Este es mi rincón.
¿Y vosotros? ¿Teneís un rincón especial?

viernes, 9 de diciembre de 2011

EDITORIAL PALABRAS DEL CANDIL

Con este nombre tan sugerente se presenta una editorial muy diferente a la mayoría de las que podemos encontrar en el mercado actual. Es distinta porque Palabras del Candil está enfocada a narradores orales, a gente que, según dicen en su página, vive del cuento, por supuesto, en el mejor sentido de la palabra. Al menos en el más literal. Los cuentos que en ella se publican no sólo están pensados para ser leídos, sino también para ser escuchados. Nació en 2005 en Guadalajara y desde entonces se mantienen fieles a su línea, y son muchos los autores que han ido encontrando su hueco en ella. Me gusta algo que he leído en el blog "nuestros textos se leen con la oreja y se susurran al ojo".


La literatura, realmente, nació así. Los juglares que en la Edad Media recorrían el mundo a pie, cargados sólo con palabras, con poemas que memorizaban para contarlos en las plazas de los pueblos a cambio de unas monedas, con la finalidad de entretener. Contaban historias, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días, como es el caso del Poema de Mio Cid, aunque es cierto que si no hubiera habido alguien que se hubiese molestado en ponerlas por escrito, se habrían perdido. Hoy, aunque el mundo ha cambiado y las formas de ocio son otras, todavía quedan cuentacuentos y algunos de ellos tienen su espacio en Palabras del Candil, que de algún modo se ocupa de que estas historias que nacen para ser escuchadas, permanezcan.

Pep Bruno es una de las personas que están al frente de esta editorial. Le conocí hace ya mucho tiempo, un 23 de abril en el que, disfrazado de Miguel de Cervantes, convenció a los niños que esa tarde deambulaban por la biblioteca, que era su fantasma, que había venido a celebrar el día del libro. Después de un rato muy divertido, sentó a los niños a su alrededor y les contó cómo se le había ocurrido escribir El Quijote. Los niños le escuchaban, interrumpiendo su relato sólo cuando querían preguntarle cualquier cosa que se les iba ocurriendo relacionada con el libro. Fue una tarde mágica que siempre voy a recordar. No me extraña nada que haya acabado dedicándose a esto porque lo lleva en la sangre.

La editorial tiene su página en Facebook y un blog muy interesante por el que creo que merece la pena darse una vuelta.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

CARTAS

  Antes de que llegaran las cartas no se había dado cuenta de que estaba muerta.


  La primera no tenía importancia, era una simple reclamación, algo que no había salido como ella esperaba y buscó alguien que le diera una respuesta satisfactoria a sus dudas. Tardó en llegar y los argumentos de la persona que le contestó no terminaron de convencerla, por lo que optó por contestar. Así, despacito, día a día, se fueron sucediendo. Cartas formales, centradas en el tema que había iniciado esa extraña relación. Poco a poco, la persona al otro lado introdujo en ellas matices sin importancia. El atentamente de despedida, se convirtió en un abrazo. El adiós, otro día, pasó a transformarse en un beso y, sin querer, sin planearlo, los dos fueron abriendo su alma. Ya no importaba el principio de aquella historia. Lentamente se había convertido en otra cosa, la necesidad imperiosa de no sentirse tan solo.


  Todos los días, a partir de entonces, la rutina se transformó. Empezaba el día con alegría, abordaba sus tareas con otro talante, sabiendo de antemano que, cuando llegase al buzón, encontraría una carta. Su recompensa. Nunca se habló en ellas de sentimientos. No se lo permitió. Demasiada soledad encima, demasiados fracasos que desbordaban su capacidad vital como para permitirse uno solo más. No sabía que ya había empezado el camino lento de su propia destrucción.


  Un día la carta no llegó. El buzón le devolvió un vacío, negro, oscuro, que apagó la luz en su interior. No se dio cuenta, pensó, quizá, en un retraso del cartero. Volvió a mirar varias veces y, cuando se convenció de que era inútil, decidió esperar hasta el día siguiente. Nada. Tampoco al otro, ni siquiera una semana después.


  La rutina, esa que siempre había marcado sus tiempos, se volvió insoportable. Los días se movían lentos y aunque la esperanza le hacía volver al buzón, ya no había alegría en el gesto sino un miedo terrible a la confirmación de su soledad.


  Las personas se mueren por muchas causas. Ella, murió de tristeza. Murió por la ausencia de esas cartas que la mantenían en pie. Se rindió a la evidencia de que, de algún modo, llevaba mucho tiempo muerta.


  Tres días después de su entierro, el cartero puso en el buzón una carta.