sábado, 17 de agosto de 2013

¿INDIE O NO INDIE?



Estuve pensando un rato en esto. 

Me asaltaron las dudas propias que siempre asaltan a alguien como yo, y lo hicieron, como siempre, mientras me dedicaba a las labores domésticas. Lo confieso, me aburre planchar, no disfruto nada limpiando cristales y me desespera ordenar habitaciones de niños porque antes de darme la vuelta ha aparecido uno que se ha cargado todo mi esfuerzo.

Para no desaprovechar el tiempo, pienso en otras cosas. Para no desaprovecharlo y para evadirme de la pereza que me da la casa.

Me puse a pensar qué significa ser indie.

¿Independiente?

Si ser independiente significa ir por la vida siguiendo tu propio instinto, enarbolando tu bandera en solitario, entendería que indie debería ser alguien que se mueve sin compañía. Asociándonos a algo o a alguien dejamos de estar solos y ya no creo que esa definición nos valga.

¿Soy indie?

En lo que se refiere a seguir mi instinto, probablemente. Actúo pensando pero sin consultar demasiado, equivocándome y rectificando cuando lo estimo oportuno. Salto de un género a otro sin importarme mucho que habrá quien no lo entienda, incluso quien lo considere pretencioso.

En lo que se refiere a mantenerme como escritora al margen de todo, me temo que no. No es sólo por los compromisos adquiridos y firmados, es porque una vez que decides insertarte en el sistema, cualquier sistema, formas parte de engranaje de algún modo. Hasta lo que chirría es parte de ese mecanismo.

Entonces la independencia se anula por completo.

Entonces, ¿qué soy?

Una autora en busca de lectores que empujen a mis manos a volver a componer historias, en busca de ese estímulo externo que, no nos engañemos, supone el impulso clave para no rendirse.

Y desde ayer sé que, además, estoy medio loca o soy una delincuente en potencia porque dije en alto que no me da miedo ir a la cárcel. Tendría mucho más tiempo para escribir que ahora.


Feliz fin de semana


domingo, 11 de agosto de 2013

GRACIAS


No se me dan muy bien los programas de edición de fotos, así que cuando me lo dan hecho, sólo puedo dar las gracias!!!

lunes, 5 de agosto de 2013

TODO LO QUE CABE EN LOS BOLSILLOS DE EVA WEAVER.


Sinopsis:

Mika hereda de su abuelo sus marionetas y un gran abrigo lleno de bolsillos. Actúa ante otros niños, haciéndoles olvidar por un momento la miseria del gueto. Pronto se ve obligado también a actuar para los soldados, lo que le permite salir de allí. Tras la liberación, las marionetas quedan en poder un soldado nazi confi nado en Siberia. Años después, y tras pasar por varias manos, las marionetas volverán a Mika en su lecho de muerte.

Mi sensación:

Este libro es de mi hijo, pero como últimamente lee menos de lo habitual (la edad, que no perdona a nadie y el verano de los 13 que hay que estrujarlo porque es único) se le van acumulando lecturas que a veces se convierten en las mías. Este libro reposaba pacientemente su turno en el montón que le espera y decidí empezarlo yo.

Mi hijo es de papel, el formato digital todavía no le convence, y mira que es raro, él que no suelta el ipod en ningún momento del día…

Pero vamos al libro.

Eva Weaver distribuye la novela en tres partes. La primera cuenta la historia de Mika, un niño polaco judío de doce años que encuentra en las marionetas una manera de huir de la situación extrema en la que se encuentra cuando es trasladado por los nazis al gueto de Varsovia durante la segunda guerra mundial. Mika hereda un curioso abrigo de su abuelo, un abrigo lleno de bolsillos, enorme, que esconden las marionetas que su abuelo empezó a hacer antes de ser ejecutado en plena calle por intentar defender a una muchacha. Un día Mika tropieza con Max, un soldado nazi que decide utilizar a Mika para entretener a los soldados que están al otro lado del muro y eso le acaba salvando de ser deportado. Mika, comprometido sobre todo con los niños que sufren el abandono en el gueto, usará el abrigo y la facilidad que tiene para salir cada noche del gueto para salvar a algunos que esconde en la amplitud de la prenda. Las heridas que portará en el alma tras la terrible experiencia vivida le acompañarán durante toda su vida.

En la segunda parte Eva nos cuenta la historia del príncipe, la marioneta más emblemática de Mika, que acaba en las manos de Max. Cuando termine la guerra será quien acompañe al soldado a su destierro a Siberia y esta es la parte del libro que más me ha impresionado porque cuenta la historia desde el otro lado, desde la perspectiva de un soldado que pierde la guerra y que sufre el castigo por sus crímenes. Max logrará escapar del infierno blanco pero también marcado para siempre.

La última parte está ambientada en el presente, en Nueva York, donde acaban las marionetas. Serán los nietos de Mika y Max quienes traten de curar las heridas a través de ese príncipe de cartón piedra.

Me ha parecido un libro irregular, una primera parte muy extensa en la que prácticamente se repiten los clichés que siempre hemos escuchado sobre las víctimas de la guerra. Me ha gustado más la segunda, la de los que perdieron la guerra y sufrieron el castigo que fue tan cruel como el que ellos mismos habían infligido. La última, la de la reconciliación, me ha dejado un poco fría.

Creo que el libro empieza bien pero no me ha llenado del todo. Esperaba algo así como lo que te sucede con El niño del pijama de rayas y eso es lo que pasa por esperar algo, que te acaba decepcionando.


¿Os ha pasado con algún libro este verano?

viernes, 2 de agosto de 2013

INDIEDITADA

Hace ya cuatro años que me convertí en una indie, una autoeditada, o como queráis llamarlo. En estos tiempos en los que se habla tanto del fenómeno indie, y de amazon como plataforma de divulgación que muchos hemos encontrado, me doy cuenta de que este fenómeno no es nuevo. Simplemente, ha explotado y se ha expandido en los últimos meses.

Hace cinco años gané un concurso de relato breve, dotado con una cantidad económica que no deba para mucho. No sabía qué hacer con ese dinero hasta que un día casi un año después, trasteando por internet, tropecé con la posibilidad de conseguir poner uno de mis libros en papel. No era caro, era fácil y tenía dinero. Hice lo que me apetecía en ese momento: publicar mi libro. La página en cuestión ofrecía la posibilidad de poner la obra en formato pdf, para descargarlo, y como yo nunca he estado demasiado preocupada por el tema económico (nada, en realidad) lo dejé en descarga gratuita.

En principio el plan era conseguir cuatro ejemplares en papel, los que necesitaba para mis familiares próximos, de una historia que había titulado La arena del reloj, y que no era nada más que un relato familiar que en ese momento consideré que no le interesaba a nadie más. Aún recuerdo el día que llegó el paquete, la emoción que sentí al abrirlo y tocar mi novela con las manos. Fue muy, pero que muy especial. El principio y, a la vez, el final de una aventura que había comenzado con el premio por mi relato.

Pero la vida es una sorpresa constante y mi humilde libro empezó a recabar lectores. Casi por su cuenta.

Los cuatro fueron seguidos por otros 25 y en un mes llevaba 100. Bueno, exactamente 104. Todo con el boca oreja y sin salir de mi entorno, y con el agravante de que me da una vergüenza tremenda hablar de esto en persona con la gente. De hecho, a día de hoy, la mayoría de mis vecinos no tienen ni puñetera idea de que escribo. Los que lo descubren me preguntan por qué no lo cuento y yo les digo que en realidad lo hago… a través de internet, que me cuesta bastante menos.

Las peticiones de libros de La arena... continuaron y a día de hoy, en papel, llevo cerca de 500 ejemplares repartidos por ahí.

Como no sé vivir sin meterme en líos, me encargaron una charla de autoedición y esa es la razón por la que publiqué Su chico de alquiler. Con él fui haciendo los trámites legales necesarios para ser autoeditado y paralelamente hice lo mismo con La arena… Me convertí, sin comerlo, ni beberlo, en una indie, editora de sus propias obras. Y sin saber qué era eso de ser indie… Di la charla. Firme libros en una pequeña feria del Libro. Me devolvieron opiniones. Me regalaron reseñas. Me hicieron entrevistas.

Todo raro, divertido. Confieso que me lo pasé en grande en cada uno de los momentos que supusieron estos pequeños pasos.

El salto a Amazon lo di tarde quizá porque esa inquietud de ser leído que tenemos en el fondo todos ya estaba cubierta y porque los libros en papel seguían teniendo demanda y engrosando esa primeras cifras. Los resultados han sido buenos pero no los he vivido igual que lo anterior. Ha sido mucho más estresante y muchísimo menos emocionante todo lo que me ha pasado.

Salvo por un pequeño detalle: con la última novela, Detrás del cristal, conseguí editorial. Por primera vez alguien se ocupará del papel, alguien que no soy yo y la distribución será mucho más sensata que llevar los libros bajo el brazo. No ha sido tampoco una aventura al uso, simplemente colgué la novela en amazon y llegaron las ofertas. Aunque parezca, dicho así, que fue sencillo, que sólo tuve que decidir, puedo asegurar que no lo fue, sino más bien todo lo contrario.

Pero es que a mí las primeras veces nunca me resultan sencillas.

Leo por ahí que está mal visto autoeditarse, porque no tenemos filtros. Creo que es cierto. Existe uno solo, nuestra propia exigencia que tiene también que ver con la paciencia. Hay quien necesita todo ya, y quien se lo piensa y corrige, repasa, remodela… Yo soy del segundo tipo. De hecho me siento como una escultora cuando creo una novela. Primero cojo la cera y hago algo que se parece a un hombre. Luego, con paciencia, voy logrando que aparezcan los brazos, las piernas, el torso. Los rasgos de la cara, en general, están ahí.

Descanso.

Tiempo después, vuelvo a mi escultura. Perfilo un poco los músculos, voy dándole forma a los detalles. Los ojos, las manos, los labios, los dedos de los pies…

Descanso.

Vuelvo de nuevo y me entretengo en el pelo. Miro con cuidado cada uno de los rasgos y con mimo vuelvo a pasar mis dedos, por si puedo suavizar algún detalle más.

Descanso.

Cuando considero que está, sólo entonces, procedo a convertir esa cera en bronce.

Y a veces, muchas, no me vale y vuelvo a empezar…

Por eso, escribir una novela, me lleva años. Decidir que el texto puede ser revisado por otros ojos no me resulta sencillo y después de que lo termino, queda todavía mucho trabajo. Hay que maquetar y pelearse con el problema de la portada, la llave maestra que decidirá, casi más que nada, que alguien que no sepa nada de ti sienta la necesidad de asomarse al mundo que has creado.

Hoy repaso la última y el control de calidad mental que tengo todavía no le ha dado el visto bueno. A saber cuándo sucederá.


Hoy ya no sé si soy indie, editada, indieditada, o una loca contadora de historias cuyos dedos no se pueden estar quietos porque necesitan trasladar a alguna parte todas las historias que circulan por mi imaginación.

martes, 30 de julio de 2013

¡TERMINADA!


Por fin puedo decir que está terminada mi nueva novela. Le falta todo el proceso de corrección ortográfica, de ajuste de detalles, pero lo esencial, el argumento de lo que quería contar ya está.

Me preguntan varias cosas:

¿Cómo se llama?
Tiene un título provisional que cambiará, seguro, porque no sé si cuenta de verdad la esencia de la novela. Habrá que esperar aún para saberlo.

¿Cómo es de larga?
Más que ninguna, creo que se irá a las 400 páginas.

¿De qué va?
Un viaje aplazado veinte años, tres amigas, muchos cambios vitales.

¿A cuál de las anteriores se parece?
A ninguna. Tiene algo en común con Su chico de alquiler en la postura del narrador, o con Detrás del cristal en las frases y mucho más con La arena del reloj porque los sentimientos se adueñan del texto casi en cada línea. Pero soy yo, seguro que los que me habéis leído me vais a reconocer.

¿Cuándo la podréis ver?
Ni idea. No sé qué haré con ella. De momento, corregir como he dicho, pulirla, dejar que repose y entonces ya tomaré una decisión.

Estoy contenta porque me puse el reto de terminarla el verano pasado pero tuve ciertos problemas que me impidieron concentrarme en su escritura. Ahora me alegro porque quizá me ha dado tiempo para pensar mucho más en lo que quería contar.


Ya tengo otros proyectos en mente, en cuanto termine…

Feliz semana