lunes, 5 de junio de 2017

LO DIFÍCIL DE ESCRIBIR SENCILLO



Hace unos lunes, uno de esos que fue festivo en toda España, me levanté a las seis y media de la mañana. Tonta de mí, lo hice para encontrar un momento de tranquilidad en casa, un par de horas de margen en las que nada perturbase la tranquilidad.

Para intentar escribir.

Más en concreto, para intentar escribir sencillo.

Y eso que estoy convencida de que muy poca gente le da la importancia que tiene a escribir así, la dificultad que entraña el hacer frases en las que el lector no se encalle, limpias, claras y precisas. Escribir textos que tengan un ritmo que te empuje a seguir leyendo. Que incluyan metáforas, alguna sinestesia (que tengo debilidad por ellas), tres o cuatro símiles o un par de anáforas, pero que no se ahoguen en epítetos innecesarios.

Que no se note que hay muchísimo trabajo detrás, que parezca que te han salido tan naturales como respirar.

A las nueve y pico, después de haber dedicado casi tres horas a esta labor, me di cuenta de que quizá estoy perdiendo el tiempo. 

¿De verdad merece la pena esforzarse en algo que se vuelve invisible? Estoy convencida de que sí, aunque no se vea nada. Aunque se pasen por alto mil cosas. ¿Quién sabe? Igual hay alguien en alguna parte que, aunque no me lo cuente, que me entiende.

Tampoco pasa nada si no me entiende nadie. 

A veces no me entiendo ni yo.

domingo, 4 de junio de 2017

DÍAS DE FERIA

Ayer fue mi día de la Feria del Libro de Madrid 2017. Casi todos los años suelo ir un par de veces, si hay suerte hasta los tres fines de semana, pero este año raro que estoy pasando solo me podía permitir ayer y lo disfruté a tope.

Empezó prontito. Al Retiro entré con mi hija cuando las casetas no habían levantado las persianas, pero es que yo, siempre lo digo y siempre lo repetiré, ante todo soy lectora y quería una firma. Una que me hacía ilusión y no porque fuera para mí, que no es el caso, porque el libro no es mío, sino porque me apetecía decirle al autor que estoy fascinada con su libro. Se trata de Patria, de Fernando Aramburu. Sí, un best-seller (estoy imaginándome cómo le sale a cierta profesora de literatura -sonrisa perversa en este momento- un salpullido por toda la piel). Sí, un libro escrito, como le dije, quitándose el corsé y la coraza. Como se debería escribir siempre, como él me dijo que lo ha escrito: disfrutando cada palabra.

La firma no es para mí, pero la conversación fue totalmente mía. A pesar de la cola, tenía más prisa yo en acabar que él, porque entiendo lo importante que es para el siguiente lector tener esa oportunidad de saludar al autor y decirle lo que te ha parecido el libro.




Por cierto, sí. Aunque no se me vea la cara (y mejor, creedlo) soy la loca del sombrero. He descubierto que el día a pleno sol lo paso mucho mejor con la cabeza cubierta. Este pelo tan negro que tengo absorbe el calor del sol y al final sudo como un pollito. Así que me veréis más veces con mi sombrero, aunque mi primo diga que me queda fatal.

Da lo mismo, la cara también me queda fatal y no existen opciones de cambiarla, es la que me tocó.

Tengo que decir que antes de llegar a esta caseta, yo ya había firmado un libro. Quedé con una lectora y me guardo como muy especial el paseo que dimos charlando, ella hasta la caseta que buscaba y yo hasta esta, donde firmaba el autor de Patria. Creo que es lo que más me llena de esto, el tú a tú, la proximidad con alguien con quien, de no existir un libro por medio, quizá no hubieras coincidido jamás.

Nos separamos, pero volvimos a encontrarnos porque cuando me estaba firmando Fernando Aramburu me di cuenta de que se me había llevado un marcapáginas que era para ella. (No eres tú sola el desastre, Diana).

Después de esto tocaba reencontrarse con María José Moreno, antes de que entrase a firmar en su caseta, y Pilar Muñoz. Detrás de la caseta, a la sombra -hizo un día de esos en los que apetece-, nos encontramos con más compañeros escritores. A lo mejor reconocéis a Mónica Gutiérrez y a Eduardo Perellón, que había pensado quedarse a comer con nosotras, pero se tuvo que marchar. Dejamos a María José con sus fans y nos movimos un poco, en busca de agua -también necesaria en un día como el de ayer- y para seguir con las firmas.



Mónica Gutiérrez, que había venido a la Feria a firmar El noviembre de Kate, en una caseta muy cerquita de la de María José. Como siempre, estuvo encantadora. No puedo decir nada que no sea maravilloso de ella. Me hace reír, me hace sentir a gusto y me firma sus libros. En esta ocasión, como ese ya lo tenía firmado del verano pasado, me llevé Un hotel en ninguna parte. 

Mónica Gutiérrez, sonriente, como siempre.


Pilar y yo, cuando nos firmó el libro Mónica

En el paseo por la Feria me pasó algo que no me había sucedido hasta ahora. Aparte de firmar libros de gente que estaba esperando en las colas de otros -el resto de las personas de la cola me miraban y estoy segura de que se preguntaban quién demonios era la loca del sombrero-, me pararon por la calle, reconociéndome. Alucinaba, siempre he sido anónima, incluso era anónima cuando firmé por primera vez y eso que había un cartel con mi nombre y lo dijeron por megafonía.

También, por primera vez, he firmado libros en una caseta a alguien que no conocía de nada. Normalmente, para que nos vamos a engañar, vienen personas que conoces a través de las redes, directa o indirectamente, pero esta vez ha habido dos personas a las que no había visto jamás. 

A medio día nos fuimos a comer, aprovechando que las casetas cerraban. Había visto a Laura Sanz de pasada, a algunas lectoras con las que he coincidido en otras ocasiones -Mónica, Lucía, Inma, Marie, Loli, Cristina...- y era hora de tomar una cerveza fresquita mientras esperábamos nuestro turno para comer. Allí, entre cerveza y albóndiga de bacalao, nos dimos cuenta de que estábamos un buen número de autoras de las que participamos en un antología solidaria que aún no está publicada. Nos hicimos foto para celebrar la casualidad.


Pilar, Mónica, yo (en medio, como siempre), María José y Ana

Nos faltó gente para completar esa antología, así que me acuerde de pronto Víctor Fernández Correas, José Antonio Vidal, Nieves Muñoz, Roberto Martínez Guzmán... pero ya haber coincidido tantas es increíble, porque no lo hicimos a propósito.

Con nosotras comieron también Ana González Duque, otros tres González, un ingeniero y Mercedes Gallego. Creo que hay comuniones menos multitudinarias.

La tarde fue muy calmada. Tanto que de pronto me di cuenta de que me tenía que ir a la caseta de HarperCollins por dos poderosas razones. Una, que tenía que firmar yo en breve; otra, que quería El último baile de Marisa Sicilia y como me descuidase, habría terminado de firmar para cuando yo llegase. Somos un par de pavas, se nos pasó hacernos una foto juntas. En realidad, a mí se me pasaron muchas fotos, las he tenido que ir robando de aquí y de allá. Cuando salgo a estas cosas, de lo que menos me acuerdo es del teléfono.

Voy a poner fotos, voy a dar las gracias a todas las personas que vinieron a verme, a quienes se acercaron a que les firmase el libro y a quienes me siguen empujando para que escriba. Cuando todo acabó, cuando se marcharon todos, quedó una compañera de facultad, Reyes, y un rato que me quiero guardar. El de habernos reencontrado, después de tanto tiempo. Aunque nos vemos por las redes, no es lo mismo. Y tampoco nos hicimos foto...

Si es que.
Con Pilar Muñoz y María José Moreno

Patricia y Esmeralda.

Scarlet y Laura


jueves, 18 de mayo de 2017

FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2017. FIRMAS

ATENCIÓN: FIRMAS RECTIFICADAS.

Fnac ha anulado la firma del día 8, así que solo estaré el sábado 3 de junio de 7 a 8 de la tarde. Si alguien, por lo que sea, solo puede ir ese día por la mañana y tiene muchísimo interés en que le firme un libro, puede ponerse en contacto conmigo a través del correo del formulario. Estaré en la Feria del Libro de Madrid durante todo el día.

Disculpad las molestias.

Si no te quieres encontrar conmigo, esquiva estos días la Feria del Libro de Madrid. Estaré por allí.



EL BAILE DE LAS LUCIÉRNAGAS DE KRISTIN HANNAH



Sinopsis:

En el caluroso verano de 1974, Kate Mularkey ha decido aceptar su papel de cero a la izquierda en la vida social de su instituto. Hasta que, para su sorpresa, «la chica más guay del mundo» se muda al otro lado de su calle y quiere ser su amiga. Tully Hart parece tenerlo todo: belleza, inteligencia y ambición. No pueden ser más distintas. Kate, destinada a pasar inadvertida, con una familia cariñosa pero que la avergüenza a cada momento, y Tully, envuelta en glamour y misterio aunque poseedora de un secreto que la está destrozando. Contra todo pronóstico, se hacen inseparables y sellan un pacto para ser mejores amigas para siempre.

Durante 30 años se ayudarán mutuamente para mantenerse a flote esquivando las tormentas que amenazan su relación: celos, enfados, dolor, resentimiento... Y creerán que han sobrevivido a todo hasta que una traición las separe... y someta su valor y su amistad a la prueba más dura.


Mis impresiones:

No voy a resumir el libro, no me apetece, solo quiero soltar la angustia, el nudo en la garganta y las lágrimas que me ha hecho derramar el puñetero libro. Soltar lo que he pensado, no lo que probablemente sería un análisis serio y profesional de la novela.

He llorado.

De rabia, de impotencia, de angustia... y casi nada tenía que ver con lo que la autora me contaba ni con cómo me lo contaba.

El baile de las luciérnagas es uno de esos libros que tienen la particularidad de sacarte de vez en cuando de la historia y llevarte a la tuya. No ha sido solo el tramo final, ese diario que escribe Kate que me recordó a los momentos en los que mi padre y yo escribimos La arena del reloj. Ha sido un poco en general. Porque, por alguna razón desconocida, he sido capaz de ser un poco Tully a ratos. Y ha habido otros que me he sentido igual que Kate.

Es un libro donde la empatía se ha sentado a leer a mi lado y a veces me ha jugado alguna mala pasada.

La historia de este libro es sencilla: un narrador omnisciente en tercera persona hace un repaso de la amistad entre Tully y Kate, desde que eran niñas hasta su madurez, partiendo del verano de 1974 que es cuando se conocen. Mientras Tully es obstinada y ambiciosa, y tiene unas carencias afectivas severas desde la infancia, Kate es todo lo contrario: serena, familiar, con sueños normales, como los de todo el mundo. Enamorarse. Tener hijos. Amar. Tener una casa que sea su refugio y un marido que la quiera. Tully, en cambio, quiere ser la mejor periodista del mundo y hará lo que sea por conseguirlo, pero sin quitarse la coraza porque, cada vez que se la afloja, algo se cuela y le hace mucho daño.

Algo que suele tener que ver con Nube, su madre.

Lo que más me ha gustado es cómo, dos personajes tan diferentes, empastan tan bien, se completan de un modo tan magnífico. Lo que tiene una le falta a la otra y justo por eso, porque en realidad no se parecen, es por lo que su amistad sobrevive tres décadas. La autora cuida todos los detalles, incluso las viste como sus vidas: a Tully de marca y a Kate deprisa, gris, sin estilo. Me ha encantado encontrar este detalle, que dice muchas cosas buenas de Kristin Hannah.

No se dónde, leí que es imposible una amistad como la que se retrata en el libro. Yo creo que es posible porque no es una amistad típica. En realidad, son más como hermanas adoptivas, y los que hayáis leído la historia sabréis por qué lo digo. En la amistad muchos errores no se perdonan, simplemente las cosas se dejan correr hasta que se mueren, pero cuando la persona es tu familia, al final cedemos. ¿Quién no se enfada con sus padres y después se le pasa sin que apenas recuerde hasta por qué se enfadó?

No está escrita con un lenguaje brillante, pero sí efectivo. Esto lo quiero dejar muy claro, porque a veces leo cosas en algunas reseñas que me descolocan. En toda la novela solo he encontrado un par de párrafos en los que el lenguaje se complica y se vuelve poético, pero justo después el narrador habla de los intentos de Kate por escribir una novela. En realidad juega a mostrar y no mostrar lo que quizá ella podría estar escribiendo en ese momento, pero no es el registro que usa en la novela, que está escrita, sobre todo, para que el lector disfrute de la historia. Sin aspavientos. Sin tonterías.

Digo que quiero dejar claro que está escrito de manera sencilla porque parece que escribir sencillo es un pecado, que conseguir que el lector se sienta a gusto entre las frases y estas fluyan sin tropiezos por delante de sus ojos, sobre todo porque la sintaxis carece de trampas que la ralenticen, está mal. Que es de gente facilona al escribir, cuando yo considero que es todo lo contrario, que para llegar a esto hay que haber trabajado muchísimo más que para abrumar con adjetivos y sobrecargar los textos.

Que hay que haber vivido y madurado bastante.

No hay frases preciosas ni ideas grandilocuentes, solo alguna certera; no hay más magia en la historia que ver pasar la vida con sus luces y sus sombras, sin idealizar nada. Porque puede que Tully haya conseguido éxito y dinero, pero no todo es tan bonito. Le falta la familia de Kate, el amor, pero a Kate también le falta tiempo para poder cumplir sus sueños y la admiración de su hija Marha, que se la lleva casi en exclusiva Tully. Y a esta le falta Johnny, el marido de Kate, que representa para ella la estabilidad emocional que nunca ha sido capaz de alcanzar.

[Ahora viene toda la parte de la reseña que he borrado, porque la escribí pensando en una de mis novelas y no en esta, y la verdad, ni esa novela está (y creo que no estará nunca) publicada, ni procede.]

Hay muchas cosas por las que creo que merece la pena leer esta novela. Si tienes una edad próxima a las protagonistas (nacieron en el 60), quizá te suene la música, recuerdes series de la tele, sonrías al evocar elementos que forman parte del imaginario de la época. Si eres más joven, la verdad es que toca universales: el amor, la amistad, el camino de la vida... cosas por las que todos pasamos, hemos pasado o pasaremos.

Y emociona.

Y eso, emocionar, no está al alcance de mucha gente. Emocionar sin dramatizar, emocionar con lo chiquitito.

Kristin Hannah lo consigue.

Supongo que tocará hacerse con El ruiseñor.

Muchas gracias a María José, que me regaló este libro el 23 de abril. Llevabas razón, es un buen libro para regalarle a una amiga.

lunes, 15 de mayo de 2017

NOVEDAD: LA ARQUITECTURA DE LOS SUEÑOS


Te presento a mi nueva criatura. No es ficción, no es novela ni relato, te traigo las bambalinas de la creación de una novela y espero que disfrutes de este paseo en el que me ofrezco como tu guía, tanto si escribir es tu sueño como si tienes curiosidad por conocer todas las decisiones que un autor tiene que ir tomando a la hora de componer una novela.

¿Por qué esta portada?

Seguro que has visto cientos de manuales de narrativa, guías de creación literaria o libros de consejos de escritura. Hay muchísimos publicados, algunos más generales -como es el caso de La arquitectura de los sueños- y otros más específicos, centrados en un tema. Pero casi todos tienen un elemento común: las portadas.

Dos de cada tres tienen una máquina de escribir.

En el tercero aparece un bolígrafo.

Ahora en serio, los que os dedicáis a esto sabéis que encontrar una imagen que exprese lo que un libro contiene y, además, sea un poco original es bastante complicado. En este caso, confieso que miré montones de manuales, estuve haciendo fotos a mi vieja máquina de escribir, pensé un montón y... tuvo que llegar a salvarme la diseñadora de la portada, Pilar Muñoz -es escritora, en realidad, pero es versátil, inteligente y tiene un gusto exquisito-. Pilar encontró la imagen que define lo que es La arquitectura de los sueños.

En ella aparece una niña haciendo equilibrios sobre una pila de libros. Si miras a su cara, refleja felicidad. Si posas tus ojos en el texto, verás como le ha ido dando golpecitos con la mano, con la coleta, con el pie...





En este manual, guía, libro de no ficción o como lo quieras llamar, te muestro que para escribir una novela hay que hacer un montón de equilibrios, tomar cientos de pequeñas decisiones para que el mecanismo funcione a la perfección. Yo, como esa niña de la portada, me subo encima de los libros sobre un pie, mientras extiendo los brazos y sonrío. He aprendido las reglas de la ficción, de hecho te las voy a ir mostrando de la manera más amena que se me ha ocurrido, pero como esa niña hace con las letras, de vez en cuando muevo un poquito alguna.



Porque cuando te sabes las reglas, quizá es cuando llega el momento de transgredirlas.

¿Por qué lo he llamado La arquitectura de los sueños?

Lo digo en la sinopsis, siento que los escritores somos un poco arquitectos de sueños, vamos creándolos a partir de una idea que se gesta en nuestra mente. Poco a poco, vamos poniendo los pilares que constituyen ese mundo de ficción, esa recreación de la realidad en la que nos movemos y a la que invitamos a nuestros lectores. 

Y porque me ha gustado, porque creo que es un título bonito, un título que se ajusta mucho a lo que hacemos, construir sueños, diseñarlos para los lectores. Para el primer lector que lo hacemos, para nosotros mismos.

¿Para quién es este libro?

Podría parecer que es solo para escritores, pero yo me atrevo a decir que no, que es para mentes inquietas, para gente que quiera saber algo más del proceso creativo. Ya sabéis que yo no hago nada sin lectores cero, no me atrevo, y he empleado también a gente que no escribe. Creo que han sido los que más me han sorprendido con las impresiones de la lectura.

Quiero dar las gracias a unas cuantas personas que me han echado una mano con esto, directa o indirectamente.

Meg Ferrero. Lleva años diciéndome que escriba algo así, y cada vez que la veo me pregunta por dónde voy, así que de alguna manera ha sido el impulso primero, la causante de que la idea empezase a gestarse en mi cabeza. Y que si no la escribía ya, me temo que entraríamos en un bucle infinito, repitiendo incansables la misma conversación al saludarnos (es broma).

Pilar Muñoz. ¿Qué voy a decir de Pilar? Es un ángel con el que tropecé hace años y ha sido la artífice de la portada. De verdad, yo solo he tenido que estar de acuerdo. Como siempre, ha sido lectora cero. Es mi diapasón particular.

María José Moreno. Esta vez ha sido también lectora cero. Al final va a acabar consiguiendo que deje de ser leísta. De vez en cuando enciende un foco en el texto y me obliga a pararme a pensar.

Laura Sanz. Ha sido mi lectora cero más rápida. No sé si durmió ese día. Sus consejos los he escuchado porque es una mujer con la cabeza muy bien amueblada.

María Perbech. Es lectora, pero yo quería saber la opinión de alguien que no tiene nada que ver con la escritura y me ha dejado muy tranquila al respecto.


Para arrancar con una historia siempre necesito algo donde apoyarme. Tengo un amigo escritor, Enrique Osuna, que un día me dijo que enfoco bien los temas, pero reconozco que esta vez tenía muy claro qué era lo que quería contar, pero me faltaban las manos en las que apoyarme para dar el impulso y montarme a lomos de este caballo (he estado estos días entre metáforas y aún no se me ha pasado la resaca). Esas manos, ese enfoque y ese apoyo los encontré en una frase de Mikel Alvira, "escribir es decidir". A partir de ahí, empecé a construir esta arquitectura soñada, este manual para lectores y escritores, este libro raro que se lee en un suspiro.

Este nuevo paso adelante.

Me quiero quedar siempre entre palabras. El lado me es indiferente, pero siempre con un teclado en las manos.

Puedes conseguirlo en Amazon.