sábado, 9 de junio de 2018

TODO SEGUIRÍA IGUAL



Llevaba ya la friolera de cinco años como candidata al puesto. La vez anterior, cuatro años atrás, se había quedado a las puertas de conseguirlo; una enfermedad inoportuna se llevó todas sus posibilidades, pero no se rindió. Pensó que había que ponerle al tiempo buena cara, que había que seguir trabajando con honestidad y firmeza y, cuando el puesto quedase libre, ella sería la más cualificada para conseguirlo.

El incremento de sueldo era considerable, pero no lo quería por eso, sino algo más intangible: lo habría logrado sin llevarse por delante a nadie, esperando, preparándose mucho para, una vez en él, ser la mejor.

A finales de abril, con la primavera mostrándose en todo su esplendor, tuvo la primera entrevista. A juzgar por las sensaciones, todo parecía encarrilado. Quince días más y sería la definitiva. Se preparó para ella. Solo llegó cinco minutos tarde, los que le llevó dar con la puerta correcta, puesto que habían cambiado el lugar de la reunión y no había sido avisada.

La entrevista con el jefe fue distendida. Duró exactamente una hora, en la que trató de ser agradable. Los primeros treinta minutos tuvo la sensación de que estaba a punto de conseguirlo, pero algo en las palabras de él le hizo dudar.

Dos veces.

Se fue de allí, a pesar de todo, contenta.

Los siguientes días, las noticias no llegaban. Empezó a ponerse nerviosa, pero trató de concentrarse en su trabajo. Esa espera alteró sus nervios, pero no fue capaz de llevarse por delante la ilusión de conseguir, al fin, el trabajo.

El resultado llegó tres semanas después de la entrevista.

Ni siquiera se lo comunicaron en persona, lo vio publicado en el tablón de anuncios y también presenció las felicitaciones a la que sí había conseguido el puesto. No la había visto por allí nunca, pero al fin y al cabo el puesto era abierto y ella había sentido que algo en la entrevista había ido mal.

Sintió la decepción pateándole las tripas, pero se obligó a sonreír, a seguir en su mesa de siempre a centrarse en los papeles que ocupaban sus días. Todo seguiría igual, salvo por un detalle.

Ya no se presentaría candidata.

Nunca más.

viernes, 8 de junio de 2018

HE VUELTO A UNA NOVELA



En estos días he estado muy productiva en cuanto a escritura se refiere. La presión mental a mi alrededor ha sido potente -tengo cierta tendencia a no saber desconectar y preocuparme de más- y solo conozco una manera de canalizarla para sacarle algo positivo: escribir.

He escrito un montón.

En primer lugar os voy a hablar de un relato que, de momento, me guardo. Quiero darle un par de vueltas antes de dejarlo a la vista, sobre todo cambiarle el título, porque su gestación digamos que fue un poco de broma y lleva el mismo título vulgar y de mal gusto que una novela con la que tropecé en Amazon. De hecho, su nacimiento tiene que ver con eso, qué le está pasando por la cabeza a alguien para ponerle ese título a una historia. Pensé que tal vez estaba prejuzgando, que igual detrás de esas palabras que llaman la atención había algo bueno y que solo eran una estrategia de marketing.

¿Y si escribo algo con ese título? Esa fue la pregunta que me hice y dos segundos después, gracias a esta velocidad a la que me empuja la presión mental, estaba escribiendo. Tardé como veinte minutos, me reí un montón por las tonterías que se me pasan a veces por la cabeza y no sucumbí a la tentación de venir a colgarlo al blog por eso que digo, porque creo que es mejor que repose un poco y cambiarle el título, aunque solo sea un mero ejercicio narrativo y no algo que vaya a ser candidato a la historia de la literatura.

No creo que haya escrito en mi vida nada candidato a esto, todo sea dicho.

Lo siguiente que he estado haciendo ha sido ordenar una novela a la que llevo dando vueltas bastante tiempo. La he vuelto a leer, libreta y papelera en mano, he quitado cosas, he añadido otras y le han salido cinco capítulos más. De lo primero que escribí hace un par de años a esto que voy teniendo hay un mundo de diferencia. Aunque no he salido del atasco en el que he metido la trama por culpa de uno de los múltiples hilos que he entrelazado, sí he hecho el ejercicio de conocer un poco más a mis personajes, he pulido frases, he dejado clara la secuencia temporal y estoy segura que de este nuevo repaso esa novela ha salido fortalecida. No vislumbro el final, pero tampoco es importante. En la última que he terminado no me convencía el primero, necesitaba otro y tuve la paciencia de buscarlo hasta dar con él.

Espero que entre tanto libro que se publica al día, nadie se moleste si tardo un poco en llegar con otro. Lo haré, no sé cuándo, pero lo haré.

Y lo último que he estado haciendo ha sido volver a repasar una novela. La novela. Mi novela. Lo que deseo publicar por encima de todo, pero que tiene la particularidad de ser tan extraño que no encaja en ningún catálogo de momento. No es que no existan historias así, de hecho yo las he leído, pero todas tienen en común algo: sus autores son gente consagrada que va a vender sí o sí y las editoriales no tienen miedo de publicar algo, porque es su nombre lo que se va a poner en letras más destacadas. Me parece normal, en los negocios hay que poner en primer plano el ganar dinero, hay que arriesgar, pero teniendo siempre unas mínimas garantías de éxito, sobre todo porque el trabajo de muchas personas depende de ello.

Me han dicho que por qué no la autoedito o por qué no participo en el concurso de Amazon. Lo he valorado, aunque también haya dicho muchas veces que lo del concurso no me atrae nada. Uno es libre de cambiar de opinión, y además es muy sano porque supone una reflexión madura sobre el tema, mucho más que encallarse en una posición que, en demasiadas ocasiones, no conduce a ninguna parte. Si no lo hago es porque hay proyectos que verán la luz este verano y que quiero ver cómo marchan sin interferencias, pero quizá después vuelva a darle una vuelta mental a la posibilidad de sacarla por mi cuenta. Tengo varias portadas, y si no la persona que es capaz de hacer magia con las imágenes, y aún me acuerdo de maquetar.

Y tengo los electrodomésticos de la cocina para darse una vuelta por una tienda y sustituirlos todos, también tengo que decir. Me vendrían muy bien esos ingresos extras para poder continuar con la rutina.

Así que en ello estoy. Acelerada perdida, pero aprovechándome de esa sensación que el estrés provoca en mí, algo a lo que siempre le he sacado partido. A veces me ha ayudado a adelgazar y ponerme estupendísima de la muerte, otras me servido de acicate para estudiar y sacar las mejores notas y ahora me empuja a escribir con más ahínco.

Tal vez, del desastre, pueda salir algo bueno.

Tal vez, por fin, os pueda presentar a esos personajes que son luces y sombras, esa historia de vidas que laten y que, por encima de todo, hacen sentir. Al menos yo, cuando releo esta historia, siento.

viernes, 1 de junio de 2018

SU CHICO DE ALQUILER EN PRIME READING

Empezamos con la campaña de verano estrenando un nuevo servicio de Amazon: Prime Reading. ¿En qué consiste? Para todos aquellos clientes que paguen su tarifa anual de Prime (menos de 20€), además de los gastos de envío gratis para miles de productos y pelis y música que se pueden ver y escuchar en la plataforma de manera legal, ahora hay descargas de libros gratis.

Uno de ellos, con el que se inaugura el programa, es Su chico de alquiler.

¿Decía yo que a esta novela no le podía pasar nada más? Pues me equivocaba, como siempre me equivoco con ella. Tiene mucha magia. Cómo me alegro de que cuando se quedaron Detrás del cristal no tuvieran los reflejos de verla, me ha dado mucho más volando sola y la oportunidad de escribir Entre puntos suspensivos.

¿Qué va a pasar con la novela en los próximos meses?

Pues estará GRATIS para todos aquellos que tengan Prime. Es un préstamo, así que, cuando la terminen de leer, deberán devolverla (hay un máximo de novelas que se pueden tener de manera simultánea en la biblioteca de Prime). En el momento en el que se devuelve, desaparece del kindle por arte de magia.

Bueno, por cosas de la tecnología que no entiendo y yo les llamo magia para abreviar.

El compromiso son 180 días en los que se podrá descargar de este modo. Pasado ese tiempo volverá a su precio habitual, 3,99€. Sí, reconozco que es raro que mi novela más corta sea también la más cara que tengo en digital, pero le dais las gracias a los trolls, esos seres maravillosos que me hicieron valorarla en su justa medida. Y de paso se la doy yo, porque aunque les parezca increíble, se vende a ese precio y se ha pasado seis años en el top de su categoría. Todo un bestseller digital. ¿Quién lo diría?

Esta mañana estaba el 3 en su categoría. Ahora mismo, el 4.



Así que, ya sabéis, si os apetece, a por ella. Incluye el principio de Entre puntos suspensivos (por cortesía de HarperCollins) un aviso anti trolls y un documento adjunto en el que hablo de mis otras novelas, aunque no me acuerdo de si está muy actualizado. Igual he publicado más desde que lo subí o sobra alguna que ya no esté a la venta, no lo sé.

No os dejo enlace, lo de la ley de protección de datos me tiene un poco despistada y no sé qué hacer, así que he decidido no hacer nada. Si la queréis, vais a Amazon, ponéis en la barra de búsqueda mi nombre (seudónimo, el que conocéis, mi nombre real no lleva a ningún sitio) y os saldrán todas mis novelas.

Y si os gusta esta, quizá podríais animaros con otra.

Son, incluso, mejores.

(No tengo abuelas desde 2011)

lunes, 28 de mayo de 2018

PÍLDORAS PARA OLVIDAR



Nos resistimos a que algunas historias terminen, pero la vida tiene eso, que no planifica los epílogos y algunas veces hasta acaba mal.

El final de una amistad, el final de un tiempo de sueños compartidos deja una herida que tarda mucho en curar. A veces haces como que no te das cuenta de que sigue abierta, esperas durante meses a que desaparezca. Pero no sucede. Un día, al pasar el dedo por encima con descuido, descubres que hay una sutura en tu alma. Que ya no duele, pero la cicatriz está ahí, para recordarte siempre que no imaginaste nada, que existió. Aceptas que ese tiempo no volverá, que igual que cambian todas las células de tu organismo periódicamente, los sentimientos mutan y se vuelven otros.

Pero cuesta tanto que estaría bien encontrar píldoras para olvidar.

viernes, 25 de mayo de 2018

LA EMOCIÓN A FLOR DE PIEL

Ayer fue un día emocionante. Mi hijo mayor celebraba su graduación, el final de su etapa en el instituto, y antes de presentarse a la temida EBAU, sus compañeros y él organizaron una fiesta a la que estábamos invitados padres y profesores.

El acto incluía la entrega de orlas, los tradicionales discursos y algo más. Ellos son así, siempre tienen un extra que ofrecernos y con el que sorprendernos. Además de que cuatro alumnos cantaron, tocaron el piano y la guitarra, otras hicieron un discurso de alumnos a tres voces y dos más recitaron poemas, prepararon un emotivo acto para José Ramón, su profesor de Lengua y Literatura, que este año se jubila. Reconozco que cuando Kamar leyó para él el poema de Celaya, Educar, se me escaparon unas lágrimas, porque creo que no hay palabras más bonitas que dedicarle a alguien que se ha pasado la vida enseñando que esas.

Remataron esa tarde especial otorgando unos premios. Como si aquello fuera la gala de los Oscar, nos fueron presentando a los nominados a las distintas categorías. No me acuerdo de todas, pero sí algunas: al más quejica, al rey de los pasillos, a la frase célebre... Nos hicieron reír un montón con esto, creo que todo el mundo entendió que era una broma que le puso el broche perfecto a una tarde que estoy seguro que no olvidarán con facilidad.

Ni ellos, ni yo.

Ahí estuve, como madre en toda regla, tan nerviosa como mi hijo, que se encargó de presentar el acto. Y estuve nerviosa porque yo era una de las dos madres que hablaron en nombre de los padres. Cuando me lo propusieron, la verdad es que me asusté un poco y dije que no, pero después de unos días pensé que a veces hay que darle una patada al miedo y salir al escenario (nunca mejor dicho).

Y que llueva.

Elena y yo hablamos de lo que íbamos a decir, más que nada por no repetirnos, y después de que ella dijera sus palabras, me tocó a mí el turno. Tomé aliento y pise las tablas de este escenario con seguridad, como si lo llevara haciendo toda la vida.

Solo tuve que imaginar que estaba sola en casa, porque ver no veía nada: los focos ciegan.

Anoche, al volver a casa, me preguntaron si podía dejarles mi discurso por escrito, y he pensado que el mejor sitio es este blog, que es también mi casa, donde guardo mis palabras para que no se las acabe llevando el viento (o el camión de reciclaje del papel). Así que ahí lo dejo.

Sé que hay cinco minutos de vídeo, pero se ve muy mal y se oye bajito. Si consigo otro, quizá lo rescate.

Ahí va...

"Hace unos días, Elena y yo nos reunimos para poner en común nuestros discursos. Casi nada más empezar, nos dimos cuenta de que eran gemelos, que las dos habíamos ido a parar a los mismos lugares comunes que se espera que digan los padres en los discursos de graduación.


Considerando eso, decidimos que lo más sensato era hacer algo distinto.

Elena se encargaría de leeros unas páginas de agradecimientos y de consejos y yo… yo iba a coger el micrófono y hablaros.

Cada vez que lo ensayaba, a mí me salía algo diferente. Si estaba inspirada, el discurso quedaba hasta chulo, pero como tuviera muchas cosas en la cabeza, me perdía, me iba de un tema a otro… y teniendo en cuenta que ni siquiera estaba nerviosa porque estaba sola… pensé que no era buena idea.
Por eso, ayer mismo, decidí que tenía que sentarme a escribir las tres cosas que os quiero contar. Que sé que quedaría mucho más bonito salir aquí y hablar, pero en la vida, de vez en cuando, hay que ser prácticos.

No tirarse a la piscina cuando está vacía, porque es probable que te abras la cabeza.

Y empezar por alguna parte, si os dais cuenta, llevo un rato dando rodeos. Tal vez es porque, aunque nos sintamos orgullosísimos de que ya estéis a punto de batir las alas, a los padres nos cuesta un poquito enfrentar lo que significa este momento. Aceptar que en nada dejaréis vacía la habitación que habéis ocupado desde chiquitines. Cabe hasta la posibilidad de que no volváis. Y eso, que es algo que siempre hemos tenido presente, porque nosotros mismos nos marchamos de la casa de nuestros padres un día, no es sencillo de asumir.

Que vale, que sí, que tenéis que haceros mayores y formaros, y trabajar, y pagarnos las pensiones porque si no, esto no funciona, pero cuesta saber que, a partir de septiembre, la puerta de vuestra habitación no hará falta cerrarla por las noches, que el rato de las comidas se volverá algo más silencioso y que para daros un beso habrá que esperar a que volváis los viernes.

Suerte que todavía queda un verano para llegar a esta etapa.

Veréis. Cada vez que terminamos una etapa, como la que cerraréis la última vez que atraveséis la puerta del instituto como alumnos, abrimos otra. Cada final siempre es el principio de otra cosa. Este final que celebramos hoy, es el principio de un camino que os conducirá a las metas que cada uno os habéis propuesto.

Seguro que en vuestras mentes ya sabéis lo que queréis. Algunos habréis decidido ser médicos, pintores, mecánicos, ingenieros, abogados o poetas. Habéis hecho vuestra elección particular y ahora os toca tomar aliento y empezar a caminar para conseguirla. Estaremos con vosotros, pero solo de apoyo, ya sois adultos en edad de votar, a partir de ahora las decisiones son solo vuestras, a nosotros solo nos queda estar ahí para escucharos.

Y dejar que empecéis este capítulo tan importante de vuestras vidas solo con la ayuda de unas instrucciones que os hemos ido dando desde casa o desde el instituto, como un mapa o una brújula que os sirvan de guía en la vida. Y hablando de esto. No sé si alguien os habrá contado alguna vez que a los escritores, que de alguna manera somos constructores de vidas, nos califican en dos grupos: los de brújula y los de mapa.

Los de mapa, tal vez como fue Galdós, planifican todo. Se sientan, deciden el principio, el final, el número de capítulos, las escenas y cada personaje, llenan el corcho de notas y sus libretas y sus mentes de apuntes y, para cuando se lanzan a escribir, lo tienen todo tan claro que recorren el camino en muy poco tiempo.

Los escritores de brújula, como me imagino a Pio Baroja, algo más caóticos, saben dos cosas: dónde están al principio y dónde quieren llegar. Se dejan llevar por la intuición, de vez en cuando sacan la brújula por si se han perdido, pero no planean todo. Tardan un poquito más, pero llegan.

Sean de brújula o de mapa, todos los escritores que conozco tienen algo en común: disfrutan el camino, viven ese proceso con plenitud porque saben que la esencia de su trabajo no es escribir la palabra fin, sino todas las que están delante de ella.

De alguna manera, la escritura es como la vida.

Da igual si entre la salida y la meta te llevas el mapa (o el GPS) o vas con una brújula. Da igual si tardas más o menos en llegar a tu destino, si te empeñas y trabajas, lo conseguirás. Hasta lo imposible he descubierto que sucede. Lo que ocurre es que SOLO TARDA UN POCO MÁS.

Por eso vengo hoy a deciros en nombre de vuestros padres que creáis en vosotros mismos y, tarde o temprano, os será posible alcanzar vuestras metas, por muy locas o altas o lejanas que os parezcan. Trabajad en ellas, porque sin trabajo, siento deciros que las cosas solo suceden por casualidad. Con él, podréis ser hasta capaces de repetir.

En ese tiempo, en ese camino que vais a emprender nada más atravesar la puerta del instituto, no os olvidéis de disfrutar. No lo olvidéis porque eso es la vida, lo que sucede entre lo que soñamos y ver cumplido el sueño, entre nuestra casilla de salida y las metas que nos planteamos. Entre la puerta del instituto y la siguiente graduación, por ejemplo. Estad atentos, no perdáis nunca de vista que no será un ensayo, es la vida.

Es única.

Con aciertos que nos harán felices.

Con errores que nos harán más sabios.

Y no perdáis de vista que ese camino, la vida, son también unas vacaciones que hay que disfrutar. Que no solo las grandes metas alcanzadas producen satisfacción extrema.
Por ejemplo a nosotros, a los padres, con un beso y una sonrisa vuestra, nos basta.

Lo último ya. En mi oficio se dice que cuesta lo mismo sentarse a escribir una buena novela que una mala. Ya que os ponéis, que la vuestra, la de vuestra vida, de la que hoy arranca un capítulo, sea la mejor posible.

¡A por la vida, que os espera ahí fuera!"